El pueblo de las almas perdidas/Gustavo Martín Garzo, escritor
Publicado en EL PAÍS, 24/07/11;
Cuenta Gerald Brenan, en su biografía de san Juan, una anécdota de sus conversaciones con las monjas durante el tiempo que fue confesor de uno de sus conventos. Una de ellas, llamada Catalina, que hacía de cocinera, le preguntó ingenuamente por qué cuando pasaba junto al estanque del jardín las ranas que estaban sentadas en el borde se zambullían en el agua y se ocultaban. San Juan le replicó sonriendo que ese era el lugar en que se sentían más seguras. Tan solo allí podían defenderse y estar a salvo. Y así debía hacer también ella: huir de las criaturas y zambullirse en ese centro, que era Dios, escondiéndose en él.