Este jueves 22 de septiembre Benedicto XVI viaja a Alemania su país natal.
Como bien subrayó Federico Lombardi, el viaje consta de tres etapas diferenciadas: “Berlín, una ciudad muy secularizada”, Erfurt, una ciudad de la Alemania del Este, y Friburgo, donde existe una población más católica”.
Destino: Berlín
El Papa estará en la capital alemana apenas veinticuatro horas, y durante ellas tiene previsto: un encuentro con las máximas autoridades del país, el presidente alemán, Christian Wulff y la canciller alemana Angela Merkel, un discurso ante el Bundestag, un encuentro con las comunidades judía y musulmana, y un servicio religioso en el Olympiastadion.
Es decir, esta primera jornada del viaje estará dedicada previsiblemente a la cuestión de la laicidad positiva, de la nueva evangelización y del diálogo interreligioso.
Berlín constituye la encrucijada entre el Este y el Oeste, y también el corazón de las contradicciones de Europa, en el lugar donde se encuentran las antiguas raíces cristianas y la secularización, la experiencia del totalitarismo y el símbolo de su derrota, el diálogo interreligioso y las heridas del Holocausto.
Y allí el Papa proclamará, a creyentes y no creyentes: donde está Dios, allí hay futuro, lema de este viaje.
La capital alemana fue el epicentro de la locura nazi, y también el de la división del mundo en dos bloques, con la experiencia de la división física de la propia urbe, con el dramatismo que eso supuso para varias generaciones.
También fue el símbolo de la caída del comunismo en 1989, y constituye uno de los ejes de la Unión Europea.
A pesar de sus raíces cristianas, Berlín es también un símbolo de la secularización, pues a la progresiva descristianización de su parte occidental, se unió tras la caída del Muro toda una generación de alemanes a los que la fe cristiana les había sido mayoritariamente arrancada por el comunismo y sustituida por el materialismo ateo.
Sólo uno de cada tres habitantes está bautizado en una iglesia cristiana.
Berlín la diócesis más difícil del mund.
La arquidiócesis de Berlín se encuentra sobre el territorio de las antiguas diócesis de Brandeburgo, Havelberg, Kammin y Lebus, es decir, la Pomerania occidental, y fue independizada de la de Breslavia en 1930.
Brandeburgo fue uno de los lugares donde mayormente triunfó la Reforma protestante, y la Iglesia católica no pudo volver sino hasta 1773. Es también un lugar donde se manifestó durante los siglos la tensión entre los territorios alemanes y Polonia.
En esta ciudad, también, se manifestó con singular intensidad el conflicto entre la profesión de la fe cristiana y la ideología nazi, como lo muestra la difícil peripecia del cardenal Konrad von Preysing y de parte de su clero.
En 1961, con la construcción del Muro, el entonces cardenal Alfred Bengsch consiguió contra todo pronóstico mantener la diócesis unida. Fue el propio Juan Pablo II quien definió a Berlín como “la diócesis más difícil del mundo”.
Al cardenal Sterzinsky tocaría, en los años 90, recomponer la unidad de la archidiócesis, afrontando además nuevos retos, como el de la ayuda a los inmigrantes y el diálogo interreligioso y ecuménico.
La visita papal evocará sin duda la imagen de Juan Pablo II en 1996, atravesando la Puerta de Brandeburgo, con su grito: “No apaguéis el espíritu, mantened esta Puerta abierta para vosotros y para todos los hombres”.
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