"Cuando menos lo esperas, salta un cuento"
Antonio Muñoz Molina y José María Merino reflexionan sobre la pujanza del género breve
PEIO H. RIAÑO MADRID
Publico.es 9/01/2012;
José María Merino y Antonio Muñoz Molina, dos académicos de la Lengua conversando sobre literatura.
Sillón "u" frente a sillón "m". Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) y José María Merino (A Coruña, 1941), dos de los académicos más atentos a la realidad por si salta un cuento que llevar más allá de la fantasía. El primero acaba de recuperar su libro de Nada del otro mundo (Seix Barral), que incluye un relato inédito. El segundo, El libro de las horas contadas (Alfaguara), donde investiga a fondo sobre el microrrelato, con un conjunto de cuentos urdidos entre ellos con trama novelesca. Les preocupa la extinción de los espacios para la supervivencia del "género chico" (por extensión) de la literatura, se maravillan con la capacidad del relato como laboratorio I+D de la novela y son incapaces de dejar pasar una conversación sin colar un cuento asombroso.
-En un país en el que tan extendido está entre los escritores el género del cuento, ¿se han preguntado por sus lectores?
Antonio Muñoz Molina (AMM) : El lector de cuentos y novelas es el mismo. Yo como lector tengo momentos para leer novela y la afición a leer cuentos. El menú de la experiencia de la lectura tiene diversos placeres. Recuerdo una cosa que le escuché a Merino hace años: "Un cuento es algo que empieza pronto y termina enseguida". Claro, no es que el cuento sea una versión comprimida de la novela, es otra cosa. Ofrece una unidad de lectura, igual que el poema. Es algo tan sustantivo, que el lugar natural del cuento no ha sido el libro, sino las revistas y los periódicos. Casi todos los grandes cuentos que conocemos y leemos en libros fueron publicados antes en revistas, como Borges, Salinger, Alice Munro, etc. El cuento norteamericano, desde el siglo XIX, es inimaginable sin las revistas. En el ecosistema de lo literario es un elemento fundamental.
José María Merino (JMM): Claro, pero no creo que valga cualquier lector. Creo que hay lectores mejor formados que otros. Y como dice Antonio, no se puede entender la historia del cuento sin las revistas. Maupassant lo publicaba todo previamente en periódicos y sacó 17 libros de todos esos cuentos. Clarín exactamente igual, se dedicaba a escribir para la prensa. Aunque antes había más analfabetismo, creo que el lector era más refinado, estaba mejor formado. En estos momentos, en España, en el que predomina ese best seller industrial, no formamos bien a los lectores. El sistema educativo prefiere meterle a los niños abstrusas novelas. El profesorado tiene mucha voluntad, pero poca formación: hay mayor dedicación a la gramática, pero no les hacen leer novelas. Deberían tener una formación de lecturas de cien novelas, 200 cuentos, 300 poemas y 60 obras de teatro en cuatro años.
-AMM: Bien, el lector se forma con el cuento, pero ¿y si no lo encuentra? El año pasado hice un seminario, cada semana leíamos un cuento importante. No hay un solo elemento de la narrativa que no se pueda estudiar en un cuento. Todos los problemas que se plantea un novelista, los tiene el escritor de un cuento: punto de vista, arranque, final, el tiempo, la voz, el equilibrio entre lo que se dice y lo que no. Te pasa con cuentos como El nadador de Cheever, que los recuerdas mucho más largo, pero tiene siete páginas, el resto lo has añadido tú. Eso es una maravilla. Hay autores a los que las novelas les envejecen y los cuentos se mantienen muy frescos. Por ejemplo, Rayuela sigue teniendo muchos lectores, pero a mí ya no me gusta como me gustaba. Pero leo Casa tomada y me sorprendo por la frescura con la que se mantiene.
"En España, donde predomina el best seller, no formamos bien a los lectores"
JMM: En España hay una tradición de escritura de cuentos que no coincide con la tradición de lectura. Efectivamente, un acicate, como dice Antonio, es la posibilidad de la publicación. El encargo es importante. Pero en este momento también hay muchas editoriales de cuento, a pesar de todo. Ahora hay más canales para explayarse y es un momento muy interesante con gente joven escribiendo cuentos. En la generación de los cincuenta había habas contadas, como Josefina Aldecoa.
AMM: Y no hay que olvidar a Juan Eduardo Zúñiga. Él ha desarrollado algo extraordinario en sus cuentos: la unidad interior de todos ellos, que están casi a un paso de la unidad novelesca. Eso es extra-ordinario. Largo noviembre de Madrid es un libro de una belleza y una verdad increíble, con un hilo que es musical más que argumental.
-Volviendo a lo que planteaba José María, ¿el escritor de cuentos necesita la inspiración del encargo?
AMM: El encargo es mal interpretado: si algo es de encargo, es de circunstancias y está hecho para ganar dinero. Pero por encargo se ha hecho la mayor parte de la Historia del Arte y de la música. El encargo es delicado. Hay que pensar mucho hasta qué punto quieres salir de tu camino para aceptar el encargo. Por ejemplo, una vez me encargaron un cuento erótico y yo no sé hacer literatura erótica.
JMM: Pues tú tienes un cuento erótico, que transcurre en una especie de espectáculo, que es buenísimo, es un cuentazo, Antonio.
AMM: Ese fue, pero en principio dije que no porque tengo un problema con el lenguaje: a mí la lengua explícita del erotismo no me sale con naturalidad. Es un defecto, no sé hacer-lo. En principio lo rechacé, pero se me ocurrió un hombre que está locamente enamorado de una mujer que no le hace caso, que es la mujer con la que hace un número porno todas las noches. Es un cuento de amor. Si no me hubieran invitado a hacer eso, a mí no se me habría ocurrido.
JMM: Los cuentos tienen una dinámica misteriosa. La de la novela también. Tan peculiar, que a veces te lleva a la novela. Es más, el cuento, lo ves o no lo ves. La novela puedes no verla del todo y, sin embargo, llegar a culminarla. Pero el cuento es una iluminación. Si no ves el cuento, no puedes entrar a escribirlo.
AMM: En el cuento no puedes ir a ciegas, pero en la novela puedes ir a tientas. Como la métrica y la estrofa en la poesía. A mí hay una cosa que decía Robert Frost que me gusta aplicar al cuento: "La poesía sin reglas sería igual que el tenis sin red".
JMM: Sí, porque la novela crea sus lógicas y no las puedes predeterminar. Los esquemas que tú hagas no tienen por qué salir.
-¿Qué importancia juega en la difusión del cuento internet, o como laboratorio de ideas, propio de tiempos más cortos de lectura?
AMM: Eso nos lleva a la situación por la que atraviesan los periódicos, que ahora creen que a sus lectores no les gusta leer. Es como si tú tienes una bodega de vino y enfocas tu producción a la gente que bebe coca-cola. El vino puede que no tenga tantos aficionados como la coca-cola, pero hay suficiente gente a la que le gusta el vino como para subsistir. Es la fascinación por el diseño sobre la palabra. ¿Qué se puede hacer contra esa superstición? Nada. Pero el cuento sigue apareciendo: si tú lo quitas de aquí, sale allí, porque la ficción es un instinto de los seres humanos. De todas maneras, hay una idea muy extendida con internet sobre que permite conectar al lector con el escritor sin intermediarios, como si el intermediario fuera una suma de parásitos. Pero todos sabemos que escribir es una tarea de colaboración: yo tengo mi proceso de corrección, que es muy largo, pero sé que es insuficiente. Necesito una persona cualificada y cercana a mí que lea eso que he escrito y me dé un consejo que yo voy a hacer caso antes de que el libro se publique. Necesito también un editor cualificado, con afición por la literatura, y un corrector con un entrenamiento muy específico. El texto literario debe pasar por diversos filtros. La palabra creador no me gusta nada, porque es un trabajo que no es solitario. El texto requiere una serie de cuidados, ajenos al autor. No sé a ti, pero a mí en cada libro me da por un adjetivo.
JMM: A mí se me pegan adjetivos, que van pasando a varias antologías. Hubo un "ominoso" que lo repetí dos veces en un cuento de siete páginas y que nunca pude quitármelo de encima. Al final, lo he terminado eliminando del cuento las dos veces. ¡Es que es ominoso!
AMM: Ese trabajo en un cuento es mayor, claro. Como decía Cortázar, "en la novela se puede ganar por los puntos, en el cuento por KO". La novela tiene un margen de negligencia.
JMM: No hay gran novela a la que no le sobren páginas.
AMM: Y no pasa nada.
JMM: No pasa nada. La Historia de la Literatura está llena de novelas a las que le sobran páginas, empezando por El Quijote, La montaña mágica, etc.
-¿Hay temas apropiados para el cuento?
JMM: Cualquier tema es apropiado para el cuento. Sólo es una cuestión de mirada.
AMM: Cuando menos lo esperas, salta un cuento.
JMM: Toda la vida, los sueños, lo que recordamos, lo que recordamos mal, todo es materia narrativa. El cuento es la ordenación de una materia narrativa que quiere fructificar. Mira esta mesa, con una manchita aquí, tiene un cuento.
AMM: A mí me pasa que como autor sí hay cosas que puedo hacer en el cuento y no con la novela, como el género fantástico. Para mí lo fantástico es una iluminación repentina. Las novelas de ciencia-ficción y fantástica no me gustan, pero me gusta mucho el cuento de ciencia-ficción.
JMM: De todas maneras, la ciencia-ficción es un género del siglo XX ya muerto. No hay escritores contemporáneos que no sean hijos de Isaac Asimov o de Philip K. Dick.
AMM: ¿Sabes para mí cuál es la perfección máxima del cuento? El cuento que se cuenta, el que no se escribe. El universal humano es la necesidad de contar y escuchar, damos sentido al mundo mediante el relato.
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