5 ene 2014

"Nuevo Polanco" La Cd, de Slim/reportaje de la Turati


"Nuevo Polanco” La ciudad personal de Carlos Slim
MARCELA TURATI
Revista Proceso...# 1940, 4 de ene. de 14

 Si bien los permisos para construir lo que se ha dado en llamar “Nuevo Polanco” empezaron a otorgarse hace casi una década, no es sino hasta ahora cuando los vecinos de las colonias Granada, Ampliación Granada, Irrigación, Anáhuac y Anzures empiezan a resentir los efectos de esta ciudad personal del magnate Carlos Slim: Caos vial, aumento en la inseguridad, empeoramiento de los servicios de agua y electricidad, y hasta la falta de sol, pues la enorme colección de torres les robó eso.
 A la anciana Gonzala Guzmán la luz del sol le dura hasta las tres de la tarde. A partir de esa hora a su casa le llega la noche anticipada y al pasillo de la cerrada donde vive lo cubre una sombra.

“Ora sí… harto frío por estos edificios que hicieron bien altos. Parece que va a oscurecer a las tres de la tarde”, se lamenta afuera de su casa, la M-1 L-2, clave de la manzana y el lote que hace 60 años marcaron su suegro y los primeros pobladores de esa calle donde, cada tanto, al piso le da hipo por las excavaciones de los nuevos edificios, el decorado permanente es color polvo, la electricidad se esfuma con las explosiones de los transformadores y de las tuberías sale apenas una brizna de agua.
“Era pura fábrica aquí, nomás estaba esta tira de casas y todo alrededor era pura fábrica que quitaron. Dijeron que fue Carlos Slim. ¿Quién más? Es el que está haciendo edificios y edificios y desde que nos pusieron ese nos falta agua y el sol no es como antes”, dice la octogenaria. Viste mandil: durante décadas vendió comida afuera de las fábricas. Ahora se la vende a los albañiles que las demuelen.
La cerrada Lago Andrómaco con sus 80 casas parece el traspatio desdeñado de las torres-búnker con departamentos modernos de grandes ventanales, resguardados con cámaras de seguridad y vigilancia privada, que han poblado la colonia Granada.
Doña Gonzala y los otros 200 vecinos, descendientes de los obreros jubilados de las fábricas demolidas, hasta hace cinco años eran los únicos pobladores de esta antigua zona de naves industriales.
De golpe se vieron rodeados por 4 mil nuevos vecinos que trabajan o viven encerrados en las grandes torres, a quienes ven de lejos cuando se abren las puertas de sus edificios y sus autos quedan atrapados en los embotellamientos de las callecitas aledañas, insuficientes para tal invasión de motores.
A golpe de excavadoras se convirtieron en pobladores de la zona ahora llamada Nuevo Polanco, el tercer desarrollo inmobiliario más importante del Distrito Federal donde se construyen torres de lujo para oficinas o viviendas que cuestan como mínimo millón y medio de pesos. Es el lugar elegido por Slim para expandir su emporio.
Detrás de la inversión de 800 millones de dólares de Grupo Carso, de Slim, llegaron inversionistas como Lar, Gigante, Modelo, Abilia, Vitro y Elizondo.
A unos metros de la cerrada donde vive y tras cruzarse con cientos de albañiles con chalecos de distintas empresas, doña Gonzala llega al corazón del emporio Slim, donde se alzan los museos Soumaya y Jumex, el Teatro Telcel (“el mejor de América Latina”, según su publicidad) y la Plaza Carso, con sus salas VIP de cine, un estacionamiento que se anunció como el más grande del mundo con 8 mil cajones y tiendas exclusivas como Saks Fifht Avenue, donde una bolsa cuesta 25 mil pesos… o 373 salarios mínimos.
Los nombres de los desarrollos habitacionales cercanos le parecen impronunciables pero tienen un efecto hipnótico para quien aspira a la buena vida: Grand Polanco, Tres Lagos, Grand Tower, Polárea Residences, City Towers, Skyview, Torre Aura, Privanza, La Quadra, Umbral Polanco, Horizontes Moliere o Uptown Polanco.
La publicidad de las inmobiliarias festeja la creación de esta “microciudad” aquí “donde antes reinaban las fábricas, las naves industriales y las estaciones ferroviarias hoy mandan los rascacielos, las galerías de arte y las boutiques glamurosas”; donde existen “edificios pensados como colonias verticales” y es posible hacer “la vida en un radio de 10 kilómetros”.
La veloz expansión de este rincón de la delegación Miguel Hidalgo –que abarca las colonias Granada, Ampliación Granada e Irrigación y partes de la Anáhuac y la Anzures– llamó la atención de los arquitectos Rodrigo Ducoing y Guillermo Ortiz y del politólogo Juan Carlos Finck, estudiantes de la maestría Proyectos para el Desarrollo Urbano Inmobiliario, de la Universidad Iberoamericana (UIA), quienes han dedicado un año a documentar los efectos de la mala planeación urbana así como las oportunidades y soluciones para el nuevo desarrollo.
Descubrieron que en la parte ya desarrollada (sobre todo en 200 hectáreas de las colonias Granada y Nueva Granada, de Ejército Nacional a Río San Joaquín y de Periférico a Circuito Interior) se duplicó en tres años el número de habitantes: de 36 mil 126 pasó a 72 mil 218. También se incrementó la población flotante a 122 mil personas.
Para 2015, cuando estén acabadas las obras faraónicas que levantan miles de albañiles –entre ellas la embajada de Estados Unidos, que abarcará seis hectáreas–, se espera que más de 113 mil personas vivan en al menos 30 mil viviendas.
El proyecto Nuevo Polanco completo abarca 17 colonias, consta de 445 hectáreas (de las cuales 336 son de área útil, o sea construibles), aunque a largo plazo su impacto podría abarcar 650 hectáreas.
“Se ha convertido poco a poco en zona habitacional y de usos mixtos, con carencia de espacios públicos, falta de áreas verdes, vías de comunicación mal planeadas, congestionamiento vehicular, inseguridad, falta de ordenamiento de transporte público, aumento excesivo del precio de la tierra y diferencias sociales muy marcadas”, indican los investigadores de la UIA en un resumen preparado para Proceso.
Y esbozan soluciones a los problemas que saltan a la vista para salvar la zona de ser inhabitable, como algunos testimonios ya sugieren.
Rejas
Por la calle que corre al costado de Plaza Carso hacia la avenida Río San Joaquín, donde enormes maquinarias cavan hoyos profundos como edificios, hay una caseta de vigilancia y una barra metálica que regulan el acceso a la colonia Irrigación.
“Esto es un caos desde que Slim empezó con Soumaya, Telcel, Sanborns y las habitacionales. Cerramos para prevenir la invasión”, explica Fernando Rossano, dueño de Cochitacos, quien como sus vecinos explica que dejaron de usar sus autos por los embotellamientos afuera de sus casas y porque no podían abrir sus cocheras, bloqueadas por otros carros. Las banquetas se llenaron de vendedores de comida y de obreros que dejaban basura. También aumentaron los asaltos.
“Para 2015 viene la embajada americana. Esto va a ser un búnker. Pero no podemos decir nada, el que manda es el señor Slim, es el que hace y deshace.”
Cuadras adelante vive Susana López, cofundadora de la Asociación de Residentes y Propietarios de la Colonia Irrigación, quien recuerda aquellos tiempos cuando los vecinos lucharon para impedir que la llantera General Popo (ubicada donde ahora está el Museo Soumaya) arrojara sus desperdicios a la coladera, que la Vidriera México lanzara sus polvos con sílice al aire porque afectaban los pulmones, que la Casa de Moneda incinerara los contaminantes billetes y que la ensambladora de General Motors reubicara su ruta de transporte para que sus camiones no tiraran los cables de luz y televisión.
De cada cuadra conserva el recuerdo de alguna lucha contra las fábricas establecidas a principios del siglo pasado. Donde ahora está Antara Fashion Mall (el centro comercial al aire libre) antes estaba General Motors; el complejo de oficinas Terret Polanco era Automex; el edificio Alto Polanco era la planta de Vitro.
“A la Palmolive la hicimos que subiera las bardas y pusiera colectores de polvo, porque cada vez que se tronaban las tolvas nos bañábamos en Fab; y recuperamos una calle que les vendió Hank como si fuera predio”, recuerda con gesto de cansancio.
Añora a sus difuntos compañeros de lucha –entre ellos su marido–. Los otros, dice, se fueron vendiendo o temen a enfrentarse al “amo del mundo”. Su última lucha fue unir habitantes de 35 colonias aledañas para protestar contra las obras. Uno de sus logros fue que Grupo Lar no construyera edificios de 50 pisos, como estaban por autorizarle, y el cierre de la calle.
Como ironía dice que por fin quitarán a la Palmolive porque “la vendieron a la embajada americana”. Apunta: “Quitamos las fábricas y nos pusieron este mundo de edificios. Hicimos mucha lucha, mucha, y mire en qué acabamos: ahora los edificios nos roban el aire, la luz, el agua. Nos dieron en toda la torre”.
 Microciudad del futuro
El ejecutivo de ventas de Polárea Residences ofrece su departamento más barato, de 55 metros cuadrados, en 2 millones de pesos. Con una segunda torre, junto con 319 departamentos compartirá un área de asadores, otra de juegos infantiles, sala de cine y ludoteca, pista de pádel, salón de usos múltiples y alberca. Todo dentro del complejo. En la maqueta se ven unos manchones verdes que parecen árboles; las áreas comunes serán interiores.
Desde la terraza el vendedor le indica a la reportera que en el hueco de tierra que ahora excavan en 2015 estará plantada una torre. Alrededor hay edificios tan cercanos unos de otros que tapan de sol y la vista a las torres vecinas. Es como una ciudad gótica.
–¿Y las calles van a quedar tan chicas?– le pregunto. Entonces saca un mapa donde señala que Grupo Lar cederá varios metros para ampliar la calle, aunque admite que su esfuerzo alcanzará sólo unas cuadras, pues detrás de Antara Fashion Mall, antes de desembocar a una avenida los carriles volverán a reducirse. Eso sí, promete que a las viviendas nunca les faltarán servicios.
Al caminar por la zona llama la atención que en cuadras enteras no se observan tiendas, heladerías o peluquerías. Quizás todas estén dentro de los edificios y la vida de barrio se realice en los centros comerciales.
La Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios (ADI) considera que la zona “se ha transformado para bien” pues de ser un área de fábricas, centros de distribución y bodegas en desuso, a partir de la llegada de Antara se convirtió en un “centro de barrio” –con áreas comerciales, museos, viviendas y oficinas– donde los inquilinos “viven, trabajan y se mueven”.
“Será zona ejemplar de todo el cambio (…) la transformación de parques industriales a residencias, viviendas, oficinas y comercios se ha hecho de manera distinta y para bien. Queremos seguir trabajando para que sea cada vez más fuerte y se mejore”, dice entusiasta el presidente entrante de la ADI, Jaime Alverde.
En contraste con las quejas de los ciudadanos, él menciona las áreas libres que se han dedicado al esparcimiento, así como los futuros parques a desnivel, banquetas, iluminación y pavimentación.
Asegura que se ha venido trabajando “muy bien” con las autoridades para “mejorar todavía más” esa zona que será modelo en México.
Cuando se le plantean los problemas menciona que un par de consultoras privadas y el Centro de Investigación y Docencia Económicas fueron contratados para estudiar el desarrollo actual y futuro, el costo-beneficio y las soluciones a problemas como la movilidad.
Proceso solicitó entrevistas con funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del Gobierno del DF y de la delegación Miguel Hidalgo. No respondieron.
El desplazamiento de los más pobres es una de las preocupaciones de los expertos de la UIA. También la falta de áreas verdes, las pocas fuentes de empleo para los pobladores de la zona y la difícil integración entre vecinos de clases sociales tan dispares.
Cuando se le pregunta al anciano Hermenegildo Casio Sánchez, con pinta de campesino, si conoce a alguno de sus nuevos vecinos dice: “Ellos son otra clase de categoría de gente, ¿qué vamos a conocerlos? Acá estamos más tranquilos porque ellos están vendidos para toda su vida para pagar esos departamentos. Aparte ¿cuánto pagan de mantenimiento y estacionamiento y para lavar esos vidrios?”
Doña Gonzala agrega: “Una de mis hijas trabaja como bodeguera y dice que los cuartitos en los que viven son rechiquitos, hasta los albañiles que comen aquí, que los ven por dentro, nos dicen que está todo encerrado”.
La representante vecinal Elvira Téllez dice que tienen problemas: “Nos discriminan, pero aunque piensan que nos vemos feítos nosotros llegamos primero y si no les gusta vernos, para qué compraron. A los del Grand Tower se les hace gracioso aventarnos huevos, cigarros, cosas. Fuimos a hablar con la administración pero desde el primer filtro de seguridad son prepotentes, no te permiten el acceso, sólo si vamos con la delegación”.
Vivir junto a la modernidad acarrea sus costos. Dice que a vecinos que antes pagaban 200 pesos de luz les llegan recibos de consumo por hasta 2 mil 800 pesos. Agrega que los permisos de construcción se dieron durante la administración del delegado Fernando Aboitiz (2003-2006).
Con los tres profesionistas de la UIA y el fotógrafo de Proceso se hace un recorrido por la zona. El reflejo del sol sobre el Museo Soumaya y la Plaza Carso hace imposible mantenerse entre ambos edificios, es como estar debajo de una enorme lupa que magnifica los rayos solares.
Hacia la esquina hay una torre casi recargada sobre la vecindad de la Cerrada de Andrómaco. Según el arquitecto Ortiz no parece haberse respetado la distancia de construcción permitida. Se camina por banquetas pequeñas, tramos de parque destruidos por tantas pisadas, calles hundidas por tanto camión donde desembocan las salidas de varios edificios y que sólo tienen un carril de ida y uno de regreso. Torres saturadas de vivienda fina con el mismo efecto del hacinamiento de una unidad del Infonavit, pero para ricos.
Lo moderno, lo de hoy, es vivir en edificios cerrados como guetos. Polvo, tráfico, ruido.
“En la zona existe únicamente un 3% de áreas verdes cuando debería contar con un 33% según el mínimo requerido por la Organización Mundial de la Salud. La mayoría de los espacios públicos son de propiedad individual”, señalan los expertos en su informe.
Finck prevé problemas sociales: “No tienen espacios públicos ni equipamiento. No tienen cerca hospitales públicos, escuelas, deportivos, sólo privados”.
Coinciden en que en su planeación de desarrollo, la delegación hizo malos cálculos. Estimaban que para 2013 hubiera sólo 38 mil habitantes en la zona, pero hay más de 70 mil.
“El hubiera no existe. Debieron haber pensado que se requería un refuerzo de infraestructura, principalmente vialidad, que es el talón de Aquiles. (Las inmobiliarias) debieron haber cedido 15 metros para ampliar la calle”, dice Ortiz. Si se construye todo lo que el programa de desarrollo urbano permite, la población podría llegar hasta 150 mil residentes y 800 mil de población flotante, según su estimación.
“La solución es que se pongan de acuerdo las inmobiliarias, el gobierno, los técnicos y las organizaciones vecinales para que generen un proyecto de bienestar”, agrega Ducoing.
A partir de que los expertos presentaron sus estudios a los funcionarios de la delegación y del Gobierno del DF se suspendieron los permisos de construcción. En octubre Simón Neumann, titular de la Seduvi, anunció que no permitirá nuevas construcciones en la colonia las Granadas hasta que se elabore un plan maestro que prevea servicios urbanos, lo que debió hacerse hace varios años.
A diferencia de los ecologistas Eduardo Farah o Susana López, los tres expertos de la UIA consideran que la opción no es frenar el desarrollo, sino ordenarlo y mitigar su impacto.
Por eso plantean distintas posibilidades, como la creación de un transporte que retire a la gente de la zona y la acerque al Metro (la estación más cercana está a dos kilómetros), áreas verdes hasta en las azoteas, terrenos para esparcimiento, estacionamientos periféricos, restricciones a la movilidad de foráneos, puentes que conecten colonias y proyectos de movilidad, de reciclamiento de suelos, de fuentes alternativas de agua y energía. Incluso cambios de hábitos de consumo.
Para Elvira Téllez por ahora los beneficios no son notorios para los vecinos como ella o doña Gonzala y le cuesta trabajo saber que todavía falta tiempo para que acaben las obras: “Esto supuestamente nos va a traer mejores vialidades, acceso a la cultura, al teatro. Tenemos todo a la mano pero siempre lo hemos tenido. Hoy ya son las boutiques más caras. ¿Y cuál es el precio? Te elevan el agua, la luz, el predial, todo tremendamente, tienes alergias al polvo, a la contaminación, al ruido y con la altura de los edificios te roban el sol”.
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Sobre “Nuevo Polanco” / La ciudad personal de Carlos Slim
LA REDACCIÓN
2014-01-11
PALABRA DE LECTOR
Señor director:
En relación con el reportaje titulado “Nuevo Polanco”/ La ciudad personal de Carlos Slim, publicado en Proceso 1940 bajo la firma de Marcela Turati (páginas 38-42), me permito hacer la siguiente precisión:
En la publicación citada se integran declaraciones de la representante vecinal Elvira Téllez, quien hace un señalamiento impreciso al afirmar que durante la administración del licenciado Fernando Aboitiz Saro como delegado en Miguel Hidalgo se dieron los referidos permisos de construcción.
En ese sentido, y en nombre del licenciado Fernando Aboitiz Saro, ahora titular de la Agencia de Gestión Urbana de la Ciudad de México, quiero precisar que durante dicha gestión no se otorgaron tales permisos, por lo que la afirmación mencionada carece de sustento.
Por lo anterior, y a fin de que sus lectores cuenten con la información completa sobre el tema, le ruego publique la presente.
Agradeciendo el espacio brindado, y sin más por el momento, le envío un cordial saludo.
Atentamente
Ignacio Antonio Reyes Tapia
Subdirector de Comunicación Social de la Agencia de Gestión Urbana
de la Ciudad de México



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