Tagle:
«La cuestión de los divorciados que se han vuelto a casar sigue abierta»
Entrevista
con el arzobispo de Manila: «El tema aparece en el texto final. Y el Sínodo no
es una batalla. En Filipinas tenemos el “divorcio” por amor de las personas que
emigran»
ANDREA
TORNIELLI
Vatican Insider,
«La
cuestión de la pastoral hacia las personas que se han divorciado y se han
vuelto a casar y la profundización sobre la posibilidad de admitirlos a los
sacramentos» sigue «abierta», porque se encuentra en el texto final sometido al
voto del Sínodo que fue publicado. Lo afirmó en esta entrevista con “La Stampa”
el cardenal Luis Antonio Tagle, de 57 años y arzobispo de Manila, uno de los
presidentes delegados de la asamblea sinodal sobre la familia que concluyó el
sábado pasado. El purpurado filipino, una de las figuras más significativas de
la Iglesia asiática, indicó que la falta de la mayoría necesaria para su
aprobación sobre algunos puntos del documento sinodal no puede interpretarse
como una “derrota” de Papa Francisco.
Después
de la votación del sábado sobre el documento final del Sínodo, algunos
periodistas, en particular del mundo anglosajón, han hablado de una Iglesia
“dividida” y de un Papa “derrotado”. ¿Es verdad?
No;
según mi opinión no hubo ninguna derrota. No creo que lo sucedido con la
votación sobre la “Relatio Synodi” pueda ser definido como una derrota. En un
proceso sinodal, los elementos más importantes son escuchar y la expresión
libre de las diferentes opiniones sobre las situaciones que se presentan. El
Sínodo no es una batalla ni el fruto de ninguna estrategia. Tal vez, para
algunos, podrá haberlo sido, pero esta no es la perspectiva del Sínodo.
Según
su opinión, ¿cuestiones como la posible admisión de los divorciados que se han
vuelto a casar a los sacramentos, que obtuvieron la mayoría de los votos pero
no el consenso de las dos terceras partes para su aprobación, siguen abiertas?
Sí,
claro que siguen abierta. Este Sínodo extraordinario era solamente una etapa
del camino. La cuestión de la pastoral hacia las personas divorciadas que se
han vuelto a casar y la profundización sobre la posibildiad de admitirlas a los
sacramentos (en ciertos casos, en ciertas situaciones y bajo determinadas
condiciones) aparece claramente en el texto final. Se hizo público el número de
los votos que ese párrafo obtuvo: la mayoría absoluta; y, como dijo el Papa,
formará parte del texto que será enviado a las Conferencias Episcopales.
¿Cuál
era el objetivo de estas dos semanas de trabajo?
Sirvieron
para que surguieran el estado de la cuestión y los problemas existentes. Yo,
que era un presidente delegado de la asamblea, desde el segundo día ¡me
transformé en un alumno!. Escuchamos los desafíos pastorales que viven otros
países y otros continentes, por ejemplo África, y, humildemente, debo admitir
que no comprendo todo, tengo que escuchar y aprender…
El
Papa, en su discurso final del sábado por la noche (y que fue muy aplaudido),
habló de varias “tentaciones”, desde la de la rigidez hostil de quienes quieren
encerrarse dentro de la ley hasta la del “buonismo” que destruye. ¿Qué fue lo
que prevaleció?
Para
mí, en el aula prevalecieron una sensibilidad y una atención comunes por las
heridas de las familias. No hubo ningún padre sinodal que no tratara de dar
respuestas. Pero hay que considerar el misterio de la fe, la Palabra del Señor,
la riqueza de la tradición… Es una realidad compleja, como un diamante con
tantos matices: algunos ven una cara; otros, otra. Pero hay una verdad profunda
que nos une, todos tratamos de seguir a nuestro pastor supremo, que es
Jesucristo.
¿Alguien
trató de involucrar al Papa emérito Benedicto XVI en la “fronda” contra Papa
Francisco?
No
escuché nada de esto. Y si hubo algo semejante, no tengo nada que ver…
¿Cuáles
desafíos que deben enfrentar las familias en Asia llegaron al Sínodo?
Hablo
de mis Filipinas. Desde la fase preparatoria hablé en varias ocasiones de una
pobreza y del fenómeno de la migración: dos realidades que no pertenecen solo
al contexto de las familias, sino que han entrado al corazón de la vida
familiar. En nuestro país no existe la ley sobre el divorcio. Pero hay
divorcios por amor. Padres y madres que, por amor hacia los hijos, se separan y
un cónyuge va al otro lado del mundo para trabajar. Son separaciones provocadas
por el amor. Debemos, como Iglesia, tanto en Filipinas como en los países a los
que llegan los migrantes, acompañar a estas personas, ayudarlas a ser fieles a
la propia esposa o al proprio marido.
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