La
matanza de San Fernando: inconsistencias y falsedades/MARCELA
TURATI
REvista Proceso 2012, 23 de mayo de 2015
La
versión del gobierno mexicano sobre la masacre de San Fernando no resiste la
prueba de las indagaciones independientes. Así lo comprueba una investigación
coordinada por la organización Periodistas de a Pie en la que participaron
reporteros invitados. Basados en documentos oficiales, testimonios de acusados
y de víctimas, e incluso en trabajos académicos, desmienten las conclusiones
oficiales sobre el móvil del crimen, las negligencias en la valoración de
evidencias y la sospechosa opacidad respecto de las autoridades
implicadas.
En
vísperas de que se cumplan cinco años de la masacre de los 72 migrantes
ocurrida en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010, la información oficial
sobre esos hechos está en tela de juicio.
La
organización Periodistas de a Pie y reporteros invitados compilaron y
contrastaron documentos (inéditos, públicos y desclasificados), testimonios de
protagonistas y diversas investigaciones oficiales e independientes. Lo que
hallaron y publicaron en el sitio electrónico Másde72 pone en duda la versión
que ha difundido el gobierno, incluso datos básicos, como la fecha en que se
cometió el crimen, el motivo del mismo y el número de sobrevivientes.
La
noche del 24 de agosto la Secretaría de Marina (Semar) informó que un hombre
herido había llegado a un puesto de control de la dependencia en San Fernando,
solicitando auxilio porque había sobrevivido a un ataque en un rancho cercano.
Al indagar, los marinos descubrieron una bodega con los cuerpos de 58 hombres y
14 mujeres que tenían balazos en la cabeza.
Según
la explicación oficial, eran migrantes que iban hacia Estados Unidos; en el
camino fueron interceptados por sicarios de Los Zetas, que los asesinaron por
negarse a trabajar para la organización criminal.
No
obstante, los reporteros descubrieron que los agentes del Ministerio Público
tamaulipecos describieron que en la escena del crimen, una bodega de concreto
de aproximadamente 12 por 9 metros llena de maleza, encontraron 72 cuerpos, 13
del sexo femenino y 59 del masculino, “vendados de los ojos y atados de las
manos con cinchos de plástico color blanco, que se encuentran afilados sobre
las paredes de dicha bodega”.
La
PGR y las autoridades federales, en cambio, siempre sostuvieron que 14 de las
víctimas eran mujeres. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH)
observó que una víctima enviada a fosa común quedó registrada erróneamente con
sexo masculino y femenino.
La
investigación detectó otra inconsistencia en la fecha de la masacre. Los
reporteros tamaulipecos que cubren San Fernando supieron del hecho el día 23,
al escuchar la frecuencia de radio de las patrullas de los policías
municipales, y acudieron a tomar fotografías de la escena del crimen.
Encontraron los cadáveres sin resguardo ni autoridades presentes, pero
embargaron la información durante un día: lanzaron la noticia hasta después de
que la Marina la hiciera pública.
“Hay
contradicciones en las fechas del secuestro y del asesinato por parte de Los
Zetas, así como los motivos de la masacre. Los hallazgos ponen en duda si los
marinos descubrieron los cuerpos, si la Secretaría de Marina alteró los hechos
en su comunicado, si los migrantes fueron asesinados porque se negaron a ser
reclutados, si los sobrevivientes fueron más de tres, si están en la cárcel
todos los culpables y si las familias recibieron los cuerpos correctos de sus
muertos. El gobierno no ha transparentado la investigación”, refiere la investigación.
El
informe del equipo de periodistas se basa en fuentes del gobierno mexicano,
cables del gobierno estadunidense desclasificados por el National Security
Archive, investigaciones independientes como las de Insight Crimen, Gary Moore,
El Faro y la tesis de licenciatura Los 72 migrantes que avergonzaron a México.
Ni muertos los pudieron cuidar, de Concepción Peralta.
Al
desmenuzar las versiones sobre la matanza, salen a la luz errores y pifias de
los forenses y otras autoridades durante el levantamiento e identificación de
los cadáveres; testimonios de víctimas y derechos violados de las familias, a
quienes les niegan el acceso a la verdad, a la justicia y a la no repetición,
pues en varios casos recibieron los cuerpos incorrectos.
El
proyecto colaborativo de Periodistas de a Pie encontró que, si bien las
autoridades mexicanas establecieron que hubo dos sobrevivientes (uno de ellos
el ecuatoriano Luis Freddy Lala Pomavilla y el otro un hondureño a quien
mantienen en el anonimato), en realidad fueron más de tres. Otro podría ser un
salvadoreño cuyo testimonio no se conoce. Él es testigo protegido en Estados
Unidos y vive con una identidad distinta.
Pero
en al menos una declaración y en documentos desclasificados se dice que Los
Zetas perdonaron la vida también a una mujer con una niña y al chofer del
autobús en el que viajaban los migrantes.
El
móvil
El
horror de la masacre hizo evidente que la brutalidad de la delincuencia
organizada en México había escalado a niveles difíciles de comprender. ¿Por qué
un grupo criminal secuestró a más de 70 migrantes indocumentados y en esa
ocasión no pidió rescate, sino que los asesinó a sangre fría?
La
primera versión que se conoció fue la de Lala Pomavilla, quien dijo que los
criminales les preguntaron si querían trabajar para el grupo delictivo, y como
se negaron, los mataron. Ese motivo fue tomado como causa cierta por el
gobierno federal (reproducida por la CNDH), que a la fecha no ha investigado
otros móviles, pese que las investigaciones independientes plantearon serias
dudas y a que en años posteriores continuaron las matanzas en esa región.
Muy
distinta es la declaración ministerial que en 2011 rindió ante la Procuraduría
General de la República (PGR) Édgar Huerta Montiel, El Wache, uno de los
detenidos por el crimen. Él señaló que los migrantes fueron asesinados porque
el grupo rival, el Cártel del Golfo, que dominaba las ciudades fronterizas,
podía reclutarlos:
“En
agosto de 2010 El Moneneke, que en ese entonces era el encargado de Ciudad
Victoria, reportó que iban dos camionetas doble rodada con gente, que cuando
llegaran a San Fernando las checáramos, para lo cual La Ardilla dio la orden al
Kilo para que checara, El Kilo checó que eran indocumentados, y se le reportó
eso a La Ardilla, dijo que investigáramos bien, que los del Cártel del Golfo
estaban reclutando indocumentados para obligarlos a trabajar de halcones o para
tenerlos de esclavos, y La Ardilla dio la orden al Coyote de que se mataran.
“Esto
fue en agosto de 2010, por la noche llegamos en tres carros (…) llegamos El
Chamaco, El Sanidad, El Alacrán, El Coyote, El Junior, El Cóndor y yo, dimos la
seguridad fuera del rancho, los que ejecutaron fueron El Alacrán, El Chamaco,
El Sanidad, nada más los tres, los mataron con tiro de gracia, calibre 9
milímetros, esto tardó como dos horas; en donde yo estaba dando seguridad se
escuchaban las detonaciones, era tiro tras tiro, hasta que terminamos. Como ya
era de noche, no se enterraron en ese momento, pero al otro día llegaría El
Chamaco a enterrarlos, pero ya no fue, porque llegaron antes los marinos.
Cuando se terminó de matar a los migrantes, que eran como 72, nos fuimos a San
Fernando, a un rancho (…) ahí dormimos normalmente y estuvimos como 15 días,
pero después cayeron los marinos, nos corretearon (…) la plaza se calentó, pues
había mucho gobierno, es decir mucha autoridad, marinos y soldados, por lo que
La Ardilla nos ordenó que nos moviéramos y nos fuimos a Ciudad Victoria,
Tamaulipas”.
Los
periodistas descubrieron que a la mayoría de las personas presentadas por las
autoridades como responsables de la masacre de San Fernando las cubre un manto
de silencio, bordado con versiones contradictorias de las mismas autoridades.
“Cinco
años después de la tragedia todavía no está claro el papel que jugaron los que
están detenidos, ni tampoco cuántos faltan por aprehender. No se conoce el
estado del juicio en su contra, si recibieron alguna sentencia en prisión o si
en verdad fueron detenidos, como presumió la Procuraduría de Tamaulipas en el
caso de Román Ricardo Palomo Rincones, El Coyote”, apunta la investigación
independiente.
Ese
cómplice de la matanza, supuestamente detenido en agosto de 2013 por la
procuraduría tamaulipeca, todavía aparece en la lista de los delincuentes por
quienes se ofrece una recompensa de 10 millones de pesos.
Además,
no está claro si los 18 policías municipales de San Fernando detenidos al año
siguiente por su participación en los asesinatos de personas encontradas en
fosas clandestinas de ese lugar (196 cadáveres sólo en 2011) también fueron
cómplices de la matanza de agosto de 2010.
Evidencias
desdeñadas
En
la investigación coordinada por Periodistas de a Pie se destaca información
sobre la vestimenta y descripciones de 44 de los 72 cadáveres (sólo a esos se
tuvo acceso), como quedó registrada en la averiguación previa que se abrió en
Tamaulipas.
Según
la primera inspección ministerial, realizada el 24 de agosto de 2010 a las
18:30 horas, en el piso de la bodega se encontró lo siguiente:
Un
pasaporte brasileño y una credencial enmicada y con foto a nombre de Cardozo
Dos Santos Herminio; un papel blanco escrito con tinta azul y dos números
telefónicos estadunidenses (0050251141048 y 0050255223844); una tarjeta de
identidad hondureña a nombre de Carlos Alejandro Mejía, con fecha de nacimiento
del 24 de marzo de 1991; una cartera con licencia de conducir de Honduras a
nombre de Wilmer Gerardo Núñez Posadas, unas imágenes de la Virgen de Guadalupe
y un papelito con números de una persona llamada Carmela.
Otro
de los hallazgos fue una cartera color café marca Nitty Couros que contenía un
papel con un número telefónico y cuatro billetes (uno de cinco dólares y el
resto en reales brasileños. También una tarjeta de presentación del Estudio
Legal Tramitaciones Eleazar, una estampa de la Virgen Reyna de la Paz y una
foto de una persona con un menor en sus brazos.
El
hallazgo de estas evidencias muestra el descuido de la autoridad para
identificar a las víctimas, pues aunque había identificaciones de algunas,
tardaron hasta dos meses en repatriar sus cuerpos. Y aunque se conocía su
identidad, algunos se enviaron a familias equivocadas.
El
acta ministerial contiene la descripción del estado de 44 cadáveres, donde se
detectan las deficiencias en el levantamiento pericial:
Por
ejemplo, en la descripción del cadáver número 20 quedó registrado: “Viste
chamarra color negra con cuello gris, camiseta blanca, pantalón de mezclilla,
bóxer azul, descalzo, un calcetín blanco, se encuentra con una venda blanca en
los ojos y las manos atadas a la espalda con cincho”.
Era
un hombre de entre 25 y 30 años, de tez morena y cabello negro, frente amplia,
nariz recta, boca pequeña, labios delgados, mentón regular, de 1.70 metros de
estatura, con un demonio de Tazmania en la pierna izquierda y un Bugs Bunny en
la derecha. No especifica si son tatuajes.
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