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Carlos Marín, la pira de Cocula y la creación universal/Témoris Grecko
Cuadernos de Doble Raya, 11 de septiembre de 2015..
En países tan distintos como Francia, China, Australia, Sudáfrica y
México, es muy claro que la enseñanza de la evolución pertenece a las escuelas
y la instrucción de la creación divina, a la iglesia. Racionalidad,
simplemente.
Por eso sorprende que en muchos lugares de Estados Unidos se intente -y a
veces se consiga- que en las escuelas públicas se divulguen ambas (el
creacionismo en versión seudo-científica se llama “diseño inteligente”). El
argumento de los creacionistas es que la de Darwin es una teoría y la del señor
que hizo el mundo en siete días, otra, y que las dos tienen el mismo peso,
aunque la primera haya sido discutida, revisada y aceptada por casi todos los
científicos del mundo, y la segunda sea una leyenda sin valores relacionados
con la ciencia y la razón.
Así están los golpeadores (distinguiéndolos de los argumentadores) de la
guerra del fuego, los ricardoalemanes y similares que escarban en el fondo de
los pantanos en busca de material qué arrojar en contra de los expertos de la
CIDH y del perito, para castigarlos por el pecado de derribar la Verdad
Histórica, la de que los 43 de Ayotzinapa acabaron en una mega-incineradora
improvisada en un remoto basurero guerrerense.
Verdad Histórica, como lo fue la creación antes del Siglo de las Luces.
Verdad Histórica que ha sido derrotada frente a los argumentos de la ciencia.
Verdad Histórica que, después de que la quisieron imponer a fuerza de la
autoridad del gobierno federal y del machacado de sus repetidores oficiales,
busca escapar del descrédito argumentando que aún merece tener la misma
categoría que la búsqueda de lo que realmente ocurrió.
Es lo que sostiene hoy Carlos Marín en su columna “Asalto a la Razón”
(nunca mejor nombrada):
Primero describe los montajes de la PGR como “la más compleja y
exhaustiva indagación criminal en México de que se tenga memoria”… sin
mencionar que ha sido, por mucho, la más revisada y criticada de la historia de
México, por entidades nacionales e internacionales, hasta dejarla en el
ridículo por sus torpezas, omisiones y faltas elementales. Es una vergüenza, y
así ha dejado al país frente a los ojos del mundo.
Después se refiere al basurero como “el muladar que otros investigadores
y peritos mexicanos y extranjeros consideran el sitio en que se levantó la
hoguera”…
Los únicos peritos extranjeros que han visitado el sitio y examinado los
exámenes y evidencias, son:
Primero, los miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense, cuyas
conclusiones todavía no se dan a conocer, pero que han expresado ya, en
declaraciones públicas, dudas sobre la forma de trabajo de la PGR.
Y después, José Torero, el experto traído por la CIDH, que sí emitió un
dictamen: no existen evidencias de que en ese basurero se haya realizado una
incineración humana, ni de una persona.
Los otros peritos extranjeros, que son de los que habla Marín, son
expertos consultados por periodistas que publican en el periódico de Marín, que
respondieron a preguntas que les hicieron los reporteros sin haber examinado el
caso a detalle, que no conocen ni se han acercado al basurero, y que ni
siquiera habían pasado por México cuando fueron consultados.
Y los peritos mexicanos de Marín no son otros que los de la PGR…
profesionales sin experiencia en fuego e incendios, que tergiversaron sus
fuentes bibliográficas (según afirman esas mismas fuentes), y los mismos cuyo
trabajo ha quedado descalificado por el de José Torero. Marín parece confiar
mucho en la PGR, pero eso lo coloca en un grupo humano extremadamente reducido.
Hay otros peritos mexicanos que -Marín prefiere no mencionarlos- han
presentado refutaciones de la hipótesis del basurero desde que se planteó
originalmente: el perito del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH), antropólogo Jorge Arturo Talavera; Lorena Valencia Caballero,
antropóloga forense y jefa de la unidad de Investigación de la licenciatura en
Ciencias Forenses de la UNAM; y Alfonso Palacios Blanco, experto en incendios y
explosivos.
Todos ellos respondían a entrevistas, como lo hicieron los consultados
por Milenio y Nexos.
Es otro el caso del doctor Jorge Antonio Montemayor, del Instituto de
Física de la UNAM, y el maestro Pablo Ugalde, de la UAM, que fueron los únicos
que -por iniciativa propia- examinaron el problema en un extenso documento
titulado “Imposible la cremación de 43 normalistas en el basurero de Cocula”,
abundante en detalles y fuentes bibliográficas, en diciembre del 2014.
En suma: Marín quiere ampararse en peritos nacionales desacreditados y en
peritos extranjeros que no analizaron el caso a detalle y sólo fueron
entrevistados. Y los opone a expertos que no menciona pero que sí hicieron
análisis propios (Montemayor y Ugalde) y, en el caso de Torero y el EAAF,
directos, en el sitio.
La mesura y la contención no son características conocidas de Carlos
Marín. Así presenta su demanda: “El escándalo desatado por la rotunda pero muy
endeble negación y su aprovechamiento como combustible de la desconfianza
social, por simple honradez intelectual, obligan a un gesto público en que los
expertos admitan la posibilidad (así dijeran ‘remota’) de que el basurero en
cuestión ‘pudiera’ ser donde ardió la pira”.
En un solo párrafo, calificó el informe de “endeble negación”, sus
consecuencias, de “escándalo”, su motivación, “aprovechar la desconfianza
social”y además les exige a los expertos de la CIDH que -si son
intelectualmente honrados- reconozcan que en ese basurero pudiera haber ardido
la pira.
Ojo: Marín, como los demás, está cediendo. Ya no menciona que ahí
pudieran haber incinerado a los estudiantes y no exige admitir la verdad
inobjetable de la pira… sólo que pudo haber existido.
Es como si los creacionistas se olvidaran de Adán y Eva y pidieran que en
la escuela pública se enseñe que el mundo pudo haber sido creado en siete días
hace seis mil años… aunque no exista evidencia de ello.
Porque lo que hacen Marín y sus similares es demandarnos, como los
creacionistas, que aceptemos que algo pasó solamente porque ellos lo dicen, ya
que no hay evidencias de ello. Pura fe.
No hubo pira. Y qué bueno, porque sospecho que si Marín pudiera, actuaría
como lo hicieron los creacionistas cuando ellos tenían el poder: incinerar en
ella a los incrédulos.
Pero ya pasó, Carlos. Llegamos al siglo XXI. Míralo tú mismo.
***
En la guerra del fuego, por parte de los argumentadores, está Héctor de
Mauleón, cuya postura refuté ayer en Facebook. Copio aquí mi texto:
@hdemauleon interviene hoy en la guerra del fuego acudiendo a chismes: un
texto que no tiene ni firma ni fuentes identificadas, destinado a manchar la
reputación del perito José Torero (el que asegura que en el basurero de Cocula
no hubo una pira que quemara ni a 43 estudiantes ni a uno solo), y que en un
medio apegado al rigor periodístico (no es Milenio, claro) sería descartado
como chismerío con mala intención.
Me sorprende De Mauleón, a quien suelo tomar más en serio que ahora,
cuando asume sin pegas ese texto de golpeo, que forma parte del juego sucio de
la PGR, como De Mauleón debe entender bien: “Hoy se sabe”, escribe, “que el
doctor Torero visitó el basurero sólo unos minutos”.
20 minutos, dicen los chismes. Sin conceder que fue ese tiempo, Torero
explica, en entrevista, por qué no necesitó más: su investigación se basó en el
trabajo de campo que ya habían hecho el Equipo Argentino de Antropología
Forense, el GIEI de la CIDH y la PGR, y al ser convocado a revisar el asunto 10
meses después, cuando “todo había sido removido”, el objeto de su visita era
“realizar una observación generalizada que me permitiera descartar la
existencia de un incendio de una dimensión” como la que la PGR afirma que hubo.
No necesitaba más.
Posiblemente Torero es demasiado científico y poco político. Y no sabe
que en México la forma es fondo. De otra manera, entendería que, en este país,
no importa tanto lo que se hace sino lo que se aparenta que se hace: si hubiera
perdido 40 minutos más en el basurero, o un par de horas, recogiendo muestras
sólo para la foto, no habría estado haciendo labores científicas sino
políticas, que es lo que a muchos mexicanos les gusta. Las simulaciones.
Pero no a todos nos gusta.
Hay una campaña montada desde el gobierno (denunciada en el Senado por
Javier Corral) para desacreditar a los expertos del GIEI y a Torero,
cuestionando sus credenciales y/o sus intenciones.
A diferencia de ellos, De Mauleón hace un recuento de los títulos y
reconocimientos que ha tenido el experto, todos muy impresionantes, y lo
reconoce como experto en manejo de fuego y seguridad. ¿Por qué cree entonces De
Mauleón que Torero habría realizado su trabajo con descuido y negligencia?
Otra línea de la campaña es desacreditar las diligencias del GIEI y de
Torero, bajo cualquier base, para hacer creer que las llevaron mal. Es la
defensa mediante la ofensiva, insistir en la “verdad histórica” de Murillo
Karam pase lo que pase y a cualquier costo.
Yo digo que De Mauleón es de los mexicanos que aprecia el trabajo honesto
y fructuoso, pero al leer esto, dudo: ¿Será que también es amigo de la
simulación? O en esta huida hacia adelante de la PGR, ¿se ha alineado en el
equipo ofensivo que lanzó la guerra del fuego?
***
De Mauleón contestó en Twitter y tuvimos un pequeño debate que puede ser
consultado aquí.
Me decepcionó su argumentación. En lugar de debatir el fondo, buscó
distraer inventándome pecados como “descalificas a una de las mejores
universidades del mundo: la UNAM”.
Desde el principio, volteó el
mundo al revés: respondió a mi crítica a su defensa de la Verdad Histórica
poniéndose como víctima de mi intolerancia dogmática: “Claro, Témoris. En el
mundo de la fe, cuestionar, preguntar, siempre es aliarse con los perversos”.
Pero lo que él defiende es, uooouu, la Verdad Histórica… la que nos
quisieron imponer por las buenas o por las malas a partir del mal genio de
Jesús Murillo Karam.
Como dice en este texto Juan Villoro, “quien habla en nombre de la ‘verdad
histórica’ pretende cancelar otras explicaciones”.
Pero ahora que su castillo fue derribado, los defensores de la Verdad
Histórica dicen que somos los demás los que hablamos desde el “mundo de la fe”.
Como los creyentes en la creación divina acusando a los profesores de la
evolución de profesar dogmas.
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