3 nov 2025

Opacidad e incertidumbre: las interrogantes del caso Manzo

Opacidad e incertidumbre: las interrogantes del caso Manzo

El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, y la posterior rueda de prensa del Fiscal Carlos Torres Piña y el Gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, más que ofrecer certezas, han expuesto una inquietante fragilidad institucional y una serie de vacíos cruciales en la narrativa oficial.

Las autoridades se apresuran a señalar a la delincuencia organizada como la fuerza detrás del magnicidio, un señalamiento casi automático en Michoacán. Si bien esta hipótesis es altamente probable, el enfoque en el autor material abatido —un joven de entre 17 y 19 años, presuntamente bajo el efecto de drogas— despierta escepticismo.

La descripción del atacante (menor de edad o sin registro INE, con tatuajes visibles, y positivo a metanfetaminas y mariguana) apunta a un perfil de "sicario desechable" o fácilmente cooptado. Su ejecución, si bien esclarece el cómo y quién disparó, corre el riesgo de convertirlo en el único responsable visible, desviando la atención de los verdaderos autores intelectuales y logísticos.

Arma con Historial Criminal: El dato de que el arma 9mm utilizada estaba vinculada a dos crímenes previos en octubre subraya la conexión del asesino con una estructura criminal activa. No obstante, al morir el autor material, se pierde una pieza clave para rastrear el origen de dicha arma y la cadena de mando que la proveyó.

Fallas en la identificación y la respuesta forense

La incapacidad de identificar al presunto asesino dos días después del evento, incluso recurriendo al INE y mostrando su rostro y tatuajes en público, sugiere una de dos cosas:

i) Que la delincuencia organizada recluta sistemáticamente a personas sin identidad oficial(menores de edad o indocumentados) para dificultar las investigaciones;

ii) Que la coordinación entre la Fiscalía y el INE (aún con la excusa del "fin de semana") fue ineficiente en un caso de alta prioridad; y que aun no hemos llegado a la biometrica.

El uso de un joven sin identificación como ejecutor, junto a su estado de drogadicción (positivo a metanfetaminas y mariguana), refuerza la imagen de un crimen fríamente calculado para minimizar el riesgo de rastreo y ocultar la identidad de los verdaderos orquestadores.

La Gestión política de la crisis y la indignación ciudadana

El Gobernador Bedolla, al agradecer el apoyo federal y justificar la respuesta ante las protestas ciudadanas, intenta proyectar una imagen de control y coordinación. Sin embargo, su mención a que las manifestaciones pacíficas están siendo "aprovechadas por grupos que realizan destrozos" puede interpretarse como un intento de desacreditar o minimizar la legítima indignación social ante la violencia política en Uruapan.

"Entiendo que hay una gran indignación, enojo, pero siempre y más en estos momentos tenemos la responsabilidad de dar la cara"

Si bien es necesario condenar los actos vandálicos, el énfasis debe recaer en la responsabilidad del Estado para prevenir estos magnicidios y garantizar la justicia. La promesa de que "los responsables paguen ante la ley" suena hueca mientras el único "responsable" identificado y con el que se cuenta, es el ejecutor abatido de apenas 17 a 19 años.

En suma, el informe genera más preguntas sin respuesta que claridad: 

¿Quiénes son los autores intelectuales que consiguieron el arma con historial criminal? 

¿Por qué la rapidez para abatir al ejecutor en un evento público, eliminando un testimonio vital? 

Y lo más importante, ¿la justicia prometida se limitará a la identificación de los cabecillas, o se conformará con la historia del joven sicario drogadicto?

 

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