4 sept 2005

Críticas severas a Bush

El poderoso Departamento de Seguridad Nacional de EE UU no pasó la prueba del ácido; dedicó los últimos cuatro años de su creación a enfrentar la posibilidad de un nuevo ataque terrorista y reprobó la prueba al no responder de manera decisiva a un ataque natural de categoría cinco como Katrina.

Todavía hoy, a seis días de la peor tragedia natural que haya sufrido ese país, la agencia gubernamental no ha podido coordinar esfuerzos de rescate y de asistencia humanitaria.

La ineficaz respuesta hizo que muchos críticos se preguntaran si ese Departamento de casi 200 mil personas, que dirige Michael Chertoff está en condiciones de enfrentar las secuelas de un ataque terrorista."No puedo decir que estemos preparados", dijo el ex subsecretario del departamento de Seguridad Interior, almirante James Loy, debido a que la prioridad de la agencia federal había sido evitar y enfrentar un ataque terrorista.
Por su parte Mister Chertoff ha dicho: "ceo que el problema es que tuvimos dos eventos, para los cuales habíamos elaborado hipótesis para cada uno, pero que ocurrieron simultáneamente".

En enero pasado, el Departamento de Seguridad Nacional divulgó un Plan Nacional de respuesta combinando programas de asistencia a desastres de por lo menos 12 agencias para asegurar una rápida y eficaz ayuda a autoridades estatales y locales.

Aún así, la respuesta del departamento - además de que hubo tres días de aviso sobre el sitio que habría de llegar el huracán y la proyección sobre el nivel de impacto- ante el desastre falló en áreas tales como los sistemas de comunicaciones y el mantenimiento de la ley y el orden, dijo John Rollins, ex funcionario de inteligencia de la agencia.

Hasta el presidente Hugo Chávez criticó este domingo al gobierno de presidente Bush por considerar que falló en la evacuación de la población, y pese a sus criticas, ofreció enviar 2,000 profesionales de cuerpos de protección civil, bomberos y miembros de la Fuerzas Armadas, además de un millón de dólares en ayuda y combustible.

Las perdidas en vidas humanas en EE UU son incalculables, hoy el presidente Vicente Fox lamentó la muerte de cuatro compatriotas; y no se diga las económicas que rondan ya los 100 mil millones de dólares;

El gobierno de EE UU ha solicitado oficialmente a la Unión Europea y a la presidencia británica de la UE que envíen ayuda de emergencia; de hecho es la primera vez en la historia que Washington solicita a la UE este tipo de asistencia.

Pero lo peor para el presidente Bush es el bajo nivel de desaprobación en que se encuentra; el peor momento desde que llegó a la Casa Blanca.

¡Si el día de hoy hubiera elecciones seguramente perdería!

Y para acabarla de amolar este sabado el presidente Bush recibió la noticia del deceso del William H. Rehnquist, presidente de la Corte Suprema, por lo que hay luto en la Casa Blanca; "el presidente y su esposa están profundamente tristes por esta noticia", y es considerada "una tremenda pérdida para nuestra nación". dijo en un comunicado el consejero Dan Bartlett.

Y claro que es una perdida para la Corte Suprema, pero es más significativo para el presidente Bush debido a que Rehnquist fue quien decidió la victoria a los republicanos en las elecciones del año 2000.

Hay tres editoriales que marcan claramente la tragedia en EE UU; el de La Opinión, La Vanguardia y El País.

Lo comparto con Uds.

La Opinión de Los Ángeles, 4 de Septiembre de 2005
Una semana trágica/ Editorial
Los acontecimientos como el huracán Katrina ponen a prueba a toda la sociedad, desde la solidaridad individual hasta el liderazgo oficial; desde las preparaciones previas para evitar el mayor daño hasta la reacción posterior para impedir que una situación grave empeore.
El pueblo estadounidense está mostrando la conocida generosidad en ayudar a los damnificados de catástrofes naturales y las instituciones civiles y privadas se mueven en sus respectivos ámbitos. Del resto no se puede hablar de la misma manera. El orgullo anterior se transforma en incredulidad, vergüenza y enojo porque lo que ha pasado en el sur de nuestro país tiene un grado de incompetencia oficial inaudito. Esto costó vidas y estremeció la confianza que queda en el gobierno federal como último recurso.
La grave crisis humana en New Orleans vista a lo largo de la semana parece haber dado una vuelta de página con el arribo de la ayuda a los damnificados. La emergencia continuará con los desplazados y poco a poco se irá descubriendo el alto caudal de muertos de esta tragedia. Hay muchos poblados que no recibieron de la atención de los medios que esta ciudad, pero fueron literalmente arrasados por el huracán. Este aspecto humano y las necesidades urgentes de infraestructura no deben impedir que se comience a responder las preguntas sobre lo hecho por las autoridades locales, estatales y federales antes y después de “Katrina”.
Esta emergencia reveló que los costosos preparativos federales que se han hecho a partir del 9/11 para responder ante los peores escenarios terroristas son inexistentes a la hora de la necesidad. Las lecciones del 9/11 no fueron aprendidas y la falta de comunicación entre los servicios de ayuda fue similar a la de 2001. La burocracia gubernamental, por otro lado, fue otro ejemplo de como algunos intentos de ayuda inmediatos quedaron en la nada cuando decenas de miles personas no tenían ni comida ni agua. A esto se le debe sumar la desconexión de la realidad que tuvo la reacción oficial donde en más de una ocasión parecieron no comprender lo que ocurría. La pobre respuesta a la crisis obliga a replantear estrategias establecidas hasta ahora.
Es importante reconocer y recordar a una significativa población inmigrante de hondureños y salvadoreños que viven en la región afectada y se encuentran entre los miles de refugiados. Lo vivido por ellos, como por el resto de los damnificados, debe sacudir los corazones de todos en esta semana trágica.
Es hora de ayuda, de conocer los errores para no repetirlos y de humildad ante la furia de la naturaleza y las falencias mostradas en este caso por los humanos.
Cooperación global/ Editorial
La Vanguardia, 4 de septiembre de 2005
Una semana, decía un clásico británico, puede ser una eternidad en política. Y, efectivamente, así puede ser. Hace una semana, el presidente estadounidense, George W. Bush, proseguía confiado sus vacaciones como si el mundo siguiera la línea de conducta que su Administración ha trazado, desde las interminables guerras de Afganistán e Iraq hasta la evolución de las relaciones con Europa. Ayer, la Casa Blanca anunció el aplazamiento de la entrevista que tenían previsto realizar el 7 de septiembre, en Washington, Bush y su homólogo chino, Hu Jintao, a causa de la catástrofe provocada por el huracán Katrina.
La tragedia de Nueva Orleans tiene muchas lecturas. Las hay internas, como ya se ha hecho en estas columnas, que deben preocupar a la Administración Bush, criticada por el abandono que han sentido los ciudadanos. Pero también hay una lectura externa que tener en cuenta. En un mundo global, un país, por poderoso que sea, tiene la necesidad de actuar en cooperación con sus aliados, y eso no sólo debe ser así para cumplir con los amigos, sino en su propio beneficio.
Estados Unidos es la única superpotencia. Su poder no tiene parangón, tanto militar como tecnológica y económicamente. Su presupuesto de defensa equivale a la suma de la veintena de potencias que le siguen, lo que equivale a decir prácticamente al del resto del mundo. En Afganistán, a miles de kilómetros de distancia, destruyó el régimen de los talibanes desde el aire. Y en Iraq barrió a Saddam Hussein en una operación militar que está costando decenas de miles de millones de dólares. Económicamente, el PIB de Estados Unidos equivale prácticamente a más de la cuarta parte del total mundial. Un poder, pues, sin parangón.
Los mandatos de Bush se han caracterizado por la determinación de actuar unilateralmente. Estados Unidos, que tiene poder, puede hacerlo, se les ha dicho a los aliados que han sido críticos. Bush actuó unilateralmente en Iraq y se ha opuesto frontalmente a iniciativas que, como el Tribunal Internacional de Justicia o el protocolo de Kioto, son una apuesta para actuar colectivamente, en cooperación. Ahora, un huracán ha destruido la décima parte de la capacidad de refino de Estados Unidos, y los aliados europeos, entre ellos España, ya han ofrecido sus reservas de petróleo para paliar los efectos del Katrina.

Bush debe haber comprobado ahora que la cooperación, en un mundo global, no es mala consejera.
El huracán político/ Editorial

El País, 4 de septiembre del 2005

La insuficiencia de Estado, de políticas e inversiones públicas ha quedado tristemente de relieve en la catástrofe del huracán Katrina, tras años de desinversión en infraestructuras y servicios públicos. Los que, desde Reagan y su actual heredero ideológico en la Casa Blanca, eran partidarios de un Estado mínimo y del "conservadurismo compasivo" recogen estos días los amargos frutos de lo que sembraron.
La decisión de la Administración de Bush de no seguir adelante con los planes para reforzar los diques de contención de las aguas en Nueva Orleans y la entrega de los humedales cercanos a la especulación inmobiliaria cercenaron las defensas de la ciudad. Hace unos años, el Pentágono se planteaba la posibilidad de que Estados Unidos librara simultáneamente dos guerras. Con esta catástrofe aparecen serias dudas de que pueda gestionar dos crisis importantes, la de Irak y la del delta de Misisipí, que requieren la movilización de personal militar y toda la atención de la Administración federal. También las prioridades en gasto público federal han cambiado, y con la guerra de Irak, justificada en nombre de la lucha antiterrorista, se han drenado las arcas nacionales, con importantes mermas en la asistencia sanitaria y del orden público no vinculado directamente al terrorismo. ¿Puede sorprender en estas condiciones el regreso al estado de naturaleza en amplias zonas de Luisiana y los actos masivos de pillaje?Una función central del Estado es proporcionar seguridad a los ciudadanos o, como reza la Constitución de EE UU, la "defensa común y el bienestar general". En este caso, el Estado federal no ha cumplido con un deber constitucional primordial. Pero, además, la catástrofe humana de los días posteriores ha puesto de manifiesto una intolerable fractura social, en la que la raza y la clase han sido determinantes: los barrios de Nueva Orleans más afectados estaban habitados en su práctica totalidad por negros, y en ellos una tercera parte vive bajo el umbral de la pobreza. ¿Es ésa la política de conservadurismo compasivo?La reacción del Gobierno ha sido lenta, corta en recursos y llena de errores de coordinación. Los nubarrones se ciernen, asimismo, sobre el propio modelo económico de EE UU, puesto de ejemplo estos años pese al exceso de consumo de energía a un precio demasiado bajo, y con él están también en juego la autoridad y el prestigio de la hiperpotencia en el mundo. ¿No puede garantizar la seguridad de sus ciudadanos y pretende organizar la del mundo? La combinación de neoliberales y neo-cons en Washington ha llevado a que la catástrofe natural se esté transformando en catástrofe social y política.

El Katrina se ha llevado por delante una maravillosa ciudad como Nueva Orleans, pero su paso dejará también huellas devastadoras en la Administración de George W. Bush.

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