José Carreño Carlón entra el debate entre Jorge Castañeda-CSG-Rosario Green-Ricardo Pascoe Piercem et al, sobre las relaciones México-Cuba.
Este jueves 8 de febrero, escribio en La Crónica: La bronca Castañeda-Green y la continuidad Fox-Zedillo
Al lado de una interesante pluralidad de reacciones al artículo publicado el pasado domingo por Carlos Salinas sobre los estrechos lazos históricos de México y Cuba y su propuesta de que México debe recuperar su papel distintivo en la región, parecieron empeñadas en sobresalir —y en sobreponerse en la agenda de la semana— las sobre-reacciones de los ex secretarios de Relaciones Exteriores de los ex presidentes Vicente Fox y Ernesto Zedillo, respectivamente, Jorge Castañeda y Rosario Green.
Jorge Castañeda prolongó hasta ayer, por tres días seguidos, la presencia en la agenda pública del tema que puso a debate el ex presidente el 4 de febrero en Milenio (semanal y diario) sobre la necesidad de que México recobre la relevancia internacional que perdió en los anteriores dos sexenios.
Se trata de una pérdida inocultable, que se dio en varios aspectos, pero que en este debate se ha circunscrito al hecho de que nuestro país dejó de lado su posición distintiva —y sus márgenes propios de acción y negociación— ante el régimen cubano, con altos costos en el ámbito de las percepciones latinoamericanas.
A falta de argumentos para justificar su responsabilidad en una parte de esa pérdida, Castañeda acudió ayer los más previsibles estereotipos. Pero sobre todo a los recursos más tradicionales de la política sexenal: la sobreactuada defensa, gratuita y oficiosa, irrespetuosamente proteccionista del presidente en turno. En su predecible artículo de ayer, Castañeda parece hacerle a Felipe Calderón, presidente por el PAN, un llamado de alerta a su alta pero incauta investidura ante las trampas que le preparan los obviamente malvados del PRI y del PRD encabezados por… quién más que Salinas.
Así, resulta ser simplemente una “trampa salino-pri-perredista” poner a debate la marginación lamentable de México respecto de los acontecimientos en curso en una zona tan próxima a nuestro país, a su historia y a sus más genuinos intereses. La frase entrecomillada está en el título del artículo publicado ayer en Reforma nada menos que por el artífice, desde la Secretaría de Relaciones, de ese gran fracaso que fue la política exterior de Fox: el único gobierno que ha logrado el prodigio de llegar, a la vez, al límite de la ruptura con Cuba y a la parálisis de la relación con Estados Unidos.
Ya en el texto, Castañeda se propone demeritar el “nuevo debate sobre Cuba” porque está “suscitado por la campaña PRI-PRD encabezada por Salinas” —denuncia— “para restaurar la vieja política exterior basada en la complicidad de dos regímenes autoritarios”. Con “las tesis PRI-perredistas” —sigue la denuncia contra el artículo de Salinas, que sólo propuso que México recupere el papel que le corresponde en la región— “Salinas y el PRI le han tendido una trampa a Calderón”, de quien dice esperar “que no sea tan ingenuo” como para atender a ese debate.
Proteger al presidente en turno del debate público, parecería ser la más novedosa propuesta democrática del secretario de Relaciones de Fox y autor de la catastrófica herencia que en este campo recibió Calderón.
Maternalismo
Más modesta en sus pretensiones resultó la sobre-reacción de Rosario Green. Ella se conformó con autoerigirse en la protectora, hacedora y merecidamente conductora de la secretaria de Relaciones Exteriores del presidente en turno.
Si Castañeda dijo —en tono de advertencia— que esperaría que Calderón no sea tan ingenuo como para exponerse a atender el debate público sobre el destino de las relaciones con Cuba, Green, a su vez, optó por predicar con benévolo maternalismo: “Tengo la esperanza de que… la canciller Patricia Espinosa encontrará el camino” para atender una relación “que, lamentablemente, Castañeda… vulneró fundamentalmente” y “Derbez no supo resolverla” (sic).
En la misma lógica sexenal de Castañeda, si Green fue maternalmente benévola con la canciller en turno, a la vez resultó demoledora con el ya ex canciller Jorge Castañeda y despectiva con el ya también ex canciller Luis Ernesto Derbez.
Rosario viene ahora a descubrir que “la ruina en la relación entre México y Cuba se da el primero de diciembre de 2000, cuando entra a la cancillería Jorge Castañeda”, a quien llena de improperios, aunque entre los primeros actos de éste estuvo el de gestionar el nombramiento de su hoy denostadora como embajadora en Argentina.
Habrá que volver sobre otras contradicciones, incongruencias, distorsiones y desmesuras en la sobre-reacción de la secretaria de Relaciones de Zedillo para deslindar a éste de su parte en la reducción de México a la irrelevancia internacional. Pero la bronca que le echa a Castañeda encuentra su mejor correspondencia en el mismo número de Milenio Diario del lunes en el que éste documenta la continuidad Zedillo-Fox. Castañeda refrenda —escribe su entrevistadora Marisa Iglesias— que el giro diplomático frente a la isla, que no nace con él, sino que viene desde 1995, le ha servido enormemente a México: “Zedillo y Fox entendieron muy bien la historia y adecuaron el discurso a la realidad”.
jose.carreno@uia.mx
Al lado de una interesante pluralidad de reacciones al artículo publicado el pasado domingo por Carlos Salinas sobre los estrechos lazos históricos de México y Cuba y su propuesta de que México debe recuperar su papel distintivo en la región, parecieron empeñadas en sobresalir —y en sobreponerse en la agenda de la semana— las sobre-reacciones de los ex secretarios de Relaciones Exteriores de los ex presidentes Vicente Fox y Ernesto Zedillo, respectivamente, Jorge Castañeda y Rosario Green.
Jorge Castañeda prolongó hasta ayer, por tres días seguidos, la presencia en la agenda pública del tema que puso a debate el ex presidente el 4 de febrero en Milenio (semanal y diario) sobre la necesidad de que México recobre la relevancia internacional que perdió en los anteriores dos sexenios.
Se trata de una pérdida inocultable, que se dio en varios aspectos, pero que en este debate se ha circunscrito al hecho de que nuestro país dejó de lado su posición distintiva —y sus márgenes propios de acción y negociación— ante el régimen cubano, con altos costos en el ámbito de las percepciones latinoamericanas.
A falta de argumentos para justificar su responsabilidad en una parte de esa pérdida, Castañeda acudió ayer los más previsibles estereotipos. Pero sobre todo a los recursos más tradicionales de la política sexenal: la sobreactuada defensa, gratuita y oficiosa, irrespetuosamente proteccionista del presidente en turno. En su predecible artículo de ayer, Castañeda parece hacerle a Felipe Calderón, presidente por el PAN, un llamado de alerta a su alta pero incauta investidura ante las trampas que le preparan los obviamente malvados del PRI y del PRD encabezados por… quién más que Salinas.
Así, resulta ser simplemente una “trampa salino-pri-perredista” poner a debate la marginación lamentable de México respecto de los acontecimientos en curso en una zona tan próxima a nuestro país, a su historia y a sus más genuinos intereses. La frase entrecomillada está en el título del artículo publicado ayer en Reforma nada menos que por el artífice, desde la Secretaría de Relaciones, de ese gran fracaso que fue la política exterior de Fox: el único gobierno que ha logrado el prodigio de llegar, a la vez, al límite de la ruptura con Cuba y a la parálisis de la relación con Estados Unidos.
Ya en el texto, Castañeda se propone demeritar el “nuevo debate sobre Cuba” porque está “suscitado por la campaña PRI-PRD encabezada por Salinas” —denuncia— “para restaurar la vieja política exterior basada en la complicidad de dos regímenes autoritarios”. Con “las tesis PRI-perredistas” —sigue la denuncia contra el artículo de Salinas, que sólo propuso que México recupere el papel que le corresponde en la región— “Salinas y el PRI le han tendido una trampa a Calderón”, de quien dice esperar “que no sea tan ingenuo” como para atender a ese debate.
Proteger al presidente en turno del debate público, parecería ser la más novedosa propuesta democrática del secretario de Relaciones de Fox y autor de la catastrófica herencia que en este campo recibió Calderón.
Maternalismo
Más modesta en sus pretensiones resultó la sobre-reacción de Rosario Green. Ella se conformó con autoerigirse en la protectora, hacedora y merecidamente conductora de la secretaria de Relaciones Exteriores del presidente en turno.
Si Castañeda dijo —en tono de advertencia— que esperaría que Calderón no sea tan ingenuo como para exponerse a atender el debate público sobre el destino de las relaciones con Cuba, Green, a su vez, optó por predicar con benévolo maternalismo: “Tengo la esperanza de que… la canciller Patricia Espinosa encontrará el camino” para atender una relación “que, lamentablemente, Castañeda… vulneró fundamentalmente” y “Derbez no supo resolverla” (sic).
En la misma lógica sexenal de Castañeda, si Green fue maternalmente benévola con la canciller en turno, a la vez resultó demoledora con el ya ex canciller Jorge Castañeda y despectiva con el ya también ex canciller Luis Ernesto Derbez.
Rosario viene ahora a descubrir que “la ruina en la relación entre México y Cuba se da el primero de diciembre de 2000, cuando entra a la cancillería Jorge Castañeda”, a quien llena de improperios, aunque entre los primeros actos de éste estuvo el de gestionar el nombramiento de su hoy denostadora como embajadora en Argentina.
Habrá que volver sobre otras contradicciones, incongruencias, distorsiones y desmesuras en la sobre-reacción de la secretaria de Relaciones de Zedillo para deslindar a éste de su parte en la reducción de México a la irrelevancia internacional. Pero la bronca que le echa a Castañeda encuentra su mejor correspondencia en el mismo número de Milenio Diario del lunes en el que éste documenta la continuidad Zedillo-Fox. Castañeda refrenda —escribe su entrevistadora Marisa Iglesias— que el giro diplomático frente a la isla, que no nace con él, sino que viene desde 1995, le ha servido enormemente a México: “Zedillo y Fox entendieron muy bien la historia y adecuaron el discurso a la realidad”.
jose.carreno@uia.mx
Y el texto de Jorge el Guero Castañeda de ayer en Reforma;
La trampa salinopriperredista
La opinión pública suele carecer de memoria en todos lados: siempre hay muchas más cosas de las cuales ocuparse más allá del acontecer político diario o histórico. Pero se entiende menos que la clase política mexicana y buena parte de nuestra comentocracia también padezca amnesia, sobre todo en temas que considera clave, y que a veces lo son. Respecto al nuevo debate sobre Cuba suscitado por la campaña PRI-PRD encabezada por Salinas para restaurar la vieja política exterior basada en la complicidad de dos regímenes autoritarios, se evocan repetidamente principios de la convivencia internacional. Aunque el PRI se autoatribuye su paternidad y los haya incluido, extrañamente, en la Constitución desde 1988, se trata en realidad de valores de la Carta de San Francisco y de los documentos fundacionales de la Sociedad de Naciones. Pero su antigüedad y origen no obstan para que en México se use y abuse de ellos.Primero la no intervención. Las incongruencias saltan a la vista. En el firmamento PRI-PRD es intervención pedir que Cuba acepte la visita de relatores de la ONU, pero es no intervención condenar las violaciones a los derechos humanos en Guatemala (54), Sudáfrica (toda la vida hasta 94), Chile, Argentina y Uruguay (70 y 80), Nicaragua y El Salvador (70, 80 y 90). Es intervención opinar sobre la ausencia de democracia en Cuba o hablar de las dictaduras vitalicias emergentes, pero es no intervención permitir y apoyar el reclutamiento y entrenamiento de guerrilleros -el Che y Chalco, comprar armamento en México y facilitar la expedición de 100 hombres armados (cobijada por Gutiérrez Barros, el general Cárdenas y el presidente Ruiz Cortines) para derrocar a un gobierno (sí espurio y sangriento) con el que se sostenían relaciones diplomáticas normales (el Granma en 56). Es intervención retirar a un embajador de México en La Habana o Caracas, pero es no intervención desconocer al gobierno (sin duda odioso) de Franco, romper relaciones diplomáticas con Pinochet en 73, con Somoza en 79, o emitir la declaración franco-mexicana reconociendo al FMLN en 81. Es no intervención cuando Salinas recibe en Los Pinos a Mas Canosa y a Montaner en 93, es no intervención cuando Rosario Green se reúne con disidentes legales en la embajada de La Habana en 99; pero es intervención cuando Fox se reúne con lo mismos disidentes en la misma embajada en 2002. Es no intervención, sino solidaridad internacional, cuando Cuba envía 20 mil médicos a Venezuela, y ésta envía cientos de técnicos a Bolivia; pero es intervención cuando se exige que Cuba acepte las recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU de la que es miembro por su propia voluntad; y es intervención cuando Insulza pide que el gobierno de Venezuela respete las Convenciones de Derechos Humanos sobre libertad de prensa -caso CNTV.Podríamos seguir indefinidamente, e incluso apartarnos de esta línea argumentativa para recordar que los momentos épicos de la política exterior mexicana en Latinoamérica se han producido cuando estuvimos solos y no mal acompañados: Conferencia de Caracas sobre Guatemala en 54, Conferencias de San José y Punta del Este en 61 y 62 sobre Cuba; intervención de EU en Dominicana en 65; rechazo a los golpes militares y apertura al exilio del Cono Sur en los 70; apoyo a los movimientos insurgentes en Nicaragua y El Salvador a finales de los 70 y principios de los 80. ¿A qué definición de la intervención o no intervención quieren retro-traernos Salinas y el PRI-PRD? ¿Con qué tradición quieren reencontrarse? ¿Con cuál de las incongruencias quieren terminar?
El segundo principio es el de la autodeterminación, inicialmente concebido para los casos de descolonización de la postguerra estipulando que era el pueblo colonizado -y no el colonizador- el que debía decidir si quería seguir siendo colonia. Pero se extendió la definición a casos más amplios, con o sin razón, y ahora se utiliza con cualquier motivo y para salir de cualquier brete. Se recurre a él constantemente para denunciar las presiones de EU a Cuba desde hace más de 45 años, aduciendo que "la potencia imperial" busca negarle al pueblo de Cuba el derecho a la autodeterminación: lo cual es cierto. Pero el gobierno de Castro también se la ha negado al pueblo de Cuba si por ella entendemos determinar qué tipo de régimen quiere, qué Presidente quiere, qué política económica quiere, qué relaciones internacionales quiere, qué política social quiere, qué cultura quiere. Hasta nuevo aviso no se ha encontrado otra manera de saber qué piensan o quieren los pueblos democrática y mayoritariamente (las revoluciones pueden ser actos justos pero por definición minoritarios y autoritarios) que no sea mediante la celebración de elecciones libres, la existencia de prensa libre, de sindicatos libres, de varios partidos, de la alternancia, de la separación de poderes. Lo que nunca aparece en las tesis PRI-perredistas es la reivindicación del derecho del pueblo cubano a hacer lo que desde 94 sí ha podido hacer el pueblo de México: darse los gobiernos -buenos, malos o regulares- que ha deseado.Salinas y el PRI le han tendido una trampa a Calderón. Quieren hacerle pensar que sí hubo una tradición impoluta y homogénea de respeto completo a dos principios mexicanos, y que en lugar de una política exterior donde los derechos humanos y la democracia ocupan un lugar central, se debe volver a la complicidad con los autoritarismos antiguos y emergentes, con los que el PRI y el PRD sienten una afinidad casi orgásmica. Quisieran que se convenciera que aceptar dicha restauración le permitiría ser amigo de todos y contar con el apoyo del PRI y PRD. Esperemos que no sea tan ingenuo.
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