Opiniones de Carlos Marin, Ciro Gómez Leyva, Epigmenio Ibarra y Ricardo Alemán.
Columna El Asalto a la Razón/Carlos Marín
Robles, Del Villar, Núñez y el muladar/
Publicado en Milenio Diario, 21/03/2008;
Publicado en Milenio Diario, 21/03/2008;
A propósito del resurgimiento del “otro yo” del PRD, el lunes aquí se recordó la comisión Del Villar, que llegó a desoladoras conclusiones cuando revisó el proceso interno de 2002.
De modo injusto, se escribió la vaguedad de que fueron “los perredistas” quienes decidieron escudriñar lo sucedido, pero quien impulsó la idea fue una sola persona: la ganadora de la dirigencia nacional, Rosario Robles.
En esa elección ella participó contra todo el aparato del partido bajo la presidencia de Amalia García, con Jesús Ortega como contrincante.
Amalia y Jesús habían impuesto a puro seguidor de sus corrientes en el comité electoral, donde no cupo siquiera un rosarista.
De nada sirvió que Robles insistiera en que la instancia debía integrarse con personalidades del partido sin corriente (además, Rosario no era del agrado de Andrés Manuel López Obrador).
A pesar de las muchas irregularidades (cada día que pasaba se robaban más urnas y había más cambios de actas), la señora ganó en proporción mayor de dos a uno.
Debido al cochinero del proceso, Robles llegó a considerar la posibilidad de no tomar posesión pero, tras asumir la dirigencia, propuso la formación de una comisión y sugirió también al doctor Samuel del Villar para encabezarla.
Cuando concluyó la autopsia, la conclusiones fueron alarmantes (la comisión no puso en duda el triunfo de Rosario Robles): el 30 por ciento de los votos debían anularse y el PRD había corrompido “su vocación democrática”.
Por asociación de ideas con la memoria del doctor Del Villar, no cabe sino lamentar el papel que ha jugado el senador Arturo Núñez quien, con pedigrí en asuntos electorales, ha tenido a su cargo lo que resultó el muladar del proceso que tiene hoy como nunca, agarrados de la greña, a los perredistas (fue director de Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación, director general del IFE, codiseñador del arranque de la ciudadanización del instituto, subsecretario de Gobernación, medular en la segunda gran reforma electoral que concluyó con la ciudadanización plena del IFE, y es consultor de la ONU en materia electoral para América Latina y el Caribe).
Lo que Núñez dijo el domingo pasado prometía: pese a las “irregularidades”, merecían “siete u ocho” de calificación las elecciones perredistas, porque 92 por ciento de las casillas funcionó “aceptablemente”.
Con las marranadas que afloraron al paso de los días, lo mejor para el PRD será que Núñez dé por inválida la elección.
Y lo mejor para él es que salga del muladar lo menos sucio posible, que renuncie a continuar en el hirviente puesto y que se ponga a salvo huyendo en chinga (con su sólido currículum entre las piernas).
De modo injusto, se escribió la vaguedad de que fueron “los perredistas” quienes decidieron escudriñar lo sucedido, pero quien impulsó la idea fue una sola persona: la ganadora de la dirigencia nacional, Rosario Robles.
En esa elección ella participó contra todo el aparato del partido bajo la presidencia de Amalia García, con Jesús Ortega como contrincante.
Amalia y Jesús habían impuesto a puro seguidor de sus corrientes en el comité electoral, donde no cupo siquiera un rosarista.
De nada sirvió que Robles insistiera en que la instancia debía integrarse con personalidades del partido sin corriente (además, Rosario no era del agrado de Andrés Manuel López Obrador).
A pesar de las muchas irregularidades (cada día que pasaba se robaban más urnas y había más cambios de actas), la señora ganó en proporción mayor de dos a uno.
Debido al cochinero del proceso, Robles llegó a considerar la posibilidad de no tomar posesión pero, tras asumir la dirigencia, propuso la formación de una comisión y sugirió también al doctor Samuel del Villar para encabezarla.
Cuando concluyó la autopsia, la conclusiones fueron alarmantes (la comisión no puso en duda el triunfo de Rosario Robles): el 30 por ciento de los votos debían anularse y el PRD había corrompido “su vocación democrática”.
Por asociación de ideas con la memoria del doctor Del Villar, no cabe sino lamentar el papel que ha jugado el senador Arturo Núñez quien, con pedigrí en asuntos electorales, ha tenido a su cargo lo que resultó el muladar del proceso que tiene hoy como nunca, agarrados de la greña, a los perredistas (fue director de Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación, director general del IFE, codiseñador del arranque de la ciudadanización del instituto, subsecretario de Gobernación, medular en la segunda gran reforma electoral que concluyó con la ciudadanización plena del IFE, y es consultor de la ONU en materia electoral para América Latina y el Caribe).
Lo que Núñez dijo el domingo pasado prometía: pese a las “irregularidades”, merecían “siete u ocho” de calificación las elecciones perredistas, porque 92 por ciento de las casillas funcionó “aceptablemente”.
Con las marranadas que afloraron al paso de los días, lo mejor para el PRD será que Núñez dé por inválida la elección.
Y lo mejor para él es que salga del muladar lo menos sucio posible, que renuncie a continuar en el hirviente puesto y que se ponga a salvo huyendo en chinga (con su sólido currículum entre las piernas).
Columna La Historia en Breve/Ciro Gómez Leyva
Milenio Diario, 23/03/2008;
Cuatro famas sin decoro
Hay un común denominador en Hugo Sánchez, Juan Camilo Mouriño, Jesús Ortega y Alejandro Encinas. A ninguno de los cuatro les importa un pepino que la dignidad del grupo al que representan sufra menoscabo. Por lo visto en este marzo huracanado, los cuatro carecen de decoro.
Hugo no tuvo la grandeza de ofrecer su renuncia tras el desastre en el preolímpico. Ahora sabemos que es uno más de los “mexicanos cangrejos”, ratoneros, que nunca verán en el fracaso un asunto de gravedad. Si los dueños de los equipos o la amnesia le salvan la chamba, respirará feliz, como cualquier “mediocre”.
Aferrarse al poder es el objetivo esencial del secretario de Gobernación Mouriño. Queda claro a estas alturas que para el baluarte de la “nueva generación de políticos mexicanos” no hubo conflicto ético al firmar contratos de beneficio familiar siendo funcionario público. Mouriño, como los viejos sátrapas, se parapeta en la muralla presidencial y el laberinto de las leyes. Como ellos, enseña un desprecio bestial por el pundonor: ese estado en que la gente cree en que consiste la honra o el crédito de alguien.
Ortega y Encinas se volvieron tan famosos que ya no saben quiénes son. Desprovistos de la cualidad moral de la honorabilidad, intentan justificar un muladar. Culpan de la suciedad al otro, pero no son capaces de anunciar que se hacen a un lado para que se limpie el excremento. Impensable. Creen que ellos no ensucian. La suciedad, escribió Margo Glantz, podría definirse simplemente como algo que no está colocado en su lugar. Como ya no lo están Hugo, Mouriño, Chucho, Encinas.
México 2008: el país donde las figuras arruinadas nunca se van.
Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
Publicado en El Universal, 21 de marzo de 2008
¿Qué van a decir ahora las empresas responsables de los conteos rápidos del proceso para seleccionar al nuevo dirigente del PRD? ¿Van a reconocer que se equivocaron? ¿Aceptarán que fallaron sus metodologías y por ello sus resultados?; ¿los directivos de Consulta Mitofsky e IMOP reconocerán públicamente que fueron usadas por la dirigencia del PRD para hacer trampa? ¿Serán capaces de desmarcarse del “cochinero”?
Las interrogantes sobre el papel desempeñado en la elección interna del PRD por las dos prestigiadas encuestadoras pueden llegar al infinito. Sí, pero también puede ser infinito el desprestigio que llevarán de ahora en adelante. Y es que nadie con dos dedos de frente puede creer en la veracidad de los conteos rápidos realizados por Mitofsky e IMOP, sobre todo luego del “cochinero” que todos vimos, que presenció y en el que participó una buena cantidad de militantes.
Claro que los directivos de las dos empresas —hasta antes del 16 de marzo, reputadas encuestadoras— pueden decir que las inconsistencia son resultado del clima, la humedad, la insolación... que interfirió en el resultado el efecto Mouriño, la presión del SME y la proximidad de la Semana Santa: lo que quieran y manden. Sí, pero frente al silencio de las encuestadoras y ante la posibilidad de que recurran al cinismo de la clase política —de la que son parte cada vez con mayor contundencia— los ciudadanos tenemos el derecho a recordar el refranero de nuestros mayores y decir: “¡Claro, desde que se inventaron los pretextos se acabaron los tarugos!”.
Y habrá quien crea que incurrimos en un exceso al invocar el anterior refrán. Y en ese caso, entonces cambiamos de refranero y preferimos la referencia zapatista. No, aquí no se trata de que “la tierra es de quien la trabaja”, sino que “la encuesta es de quien la paga”. ¿Y quién pagó los conteos rápidos de la elección para renovar la dirigencia del PRD? El mismo que —según Jesús Ortega— pidió a las encuestadoras que validaran los resultados que tenían la noche del domingo 16 de marzo, a pesar de las inconsistencias e irregularidades. Y una perla, sólo para apuntalar la idea: ¿qué cargo ocupa en el Cisen el encuestador que reportó una sorprendente alza en las preferencias a favor de Felipe Calderón, en los previos a julio de 2006?
¿Quién —insistimos— en su sano juicio puede dar credibilidad a dos conteos rápidos que muestran diferencias tan notorias como las reveladas por las dos empresas? Según el nada creíble dirigente del PRD, el “pelele” Leonel Cota, IMOP recabó 93% de la muestra y reportó que Alejandro Encinas aventajaba con 52.1% contra 41.0% de Jesús Ortega. Es decir, una diferencia de 11.1%. Pero el problema no está en esa supuesta diferencia, sino en el contraste con Consulta Mitofsky, que recabó 91% de la muestra —siempre según el nada creíble Leonel Cota—, y sus resultados relevaron que Encinas habría ganado con 49.70%, en tanto que Ortega obtuvo 43.07%. En este caso, la diferencia es de 6.7%.
Lo interesante del asunto es que cualquiera que tenga una noción básica de cuestiones estadísticas —como se supone que las tienen en IMOP y Mitofsky— sabe que una diferencia tan marcada entre uno y otro conteo rápido —sobre todo en una elección tan cerrada, que no tiene los elementos mínimos de seguridad, reglas confiables ni respeto a la democracia— es una señal de focos rojos que hacen poco creíble no la medición, sino el proceso electoral.
Resulta increíble —y si no es por lo que está en juego, hasta sería de risa loca— la ingenuidad, si no torpeza mostrada por los “genios” que se dicen especialistas de IMOP e Mitofsky, respecto a lo que tenían en las manos, a quienes los contrataron y, sobre todo, a lo que se jugaba en el partido político para el que trabajaron. Y si es cierto que nunca midieron esas variables y esos factores, tenemos el derecho a suponer que fueron parte de la farsa que intenta imponer a Encinas en la dirigencia del PRD, usando como coartada un escandaloso fraude que, contra lo que muchos suponen, no es contra Los Chuchos, sino contra la izquierda mexicana.
Y el asunto cobra aún mayores dimensiones si se toma en cuenta una opinión que corre entre los especialistas de las encuestas. Se dice en la jerga de ese gremio que “los amores siempre son estadística”. ¿Qué quiere decir eso? Que como todos en una sociedad, los encuestadores también tienen su corazón, y ese se refleja en las estadísticas. Todos saben que Roy Campos es un enamorado de Andrés Manuel López Obrador. Y dicen sus iguales que todos los miércoles refrenda “sus lealtades” en “La mesa” con Joaquín López-Dóriga. Lo que es cierto, porque nos consta, es que, según Roy, el derrotado candidato presidencial “no cometió errores” durante su campaña presidencial.
Pero más allá de los amores, de filias y fobias, de que unos estén con los amarillos Lopos y otros con Los Chuchos, es ridículo que Encinas se “agarre” a ese dudoso triunfo en la dirigencia nacional del PRD sólo a partir “de los conteos rápidos”, cuando el propio Encinas, su mentor y jefe, AMLO, y la claque de todo ese grupo denostaron hasta más no poder a los encuestadores y encuestas porque no eran confiables en julio de 2006. Y claro, no eran confiables porque no les daban el triunfo.
Hoy las encuestas sí son confiables, porque dicen que ganó Encinas, pero además porque son la única liana de salvación para esa izquierda primitiva que aún no conoce la evolución y que cree que la convivencia social se resuelve en la copa de los árboles. La izquierda, su autorretrato. aleman2@prodigy.net.mx
Hay un común denominador en Hugo Sánchez, Juan Camilo Mouriño, Jesús Ortega y Alejandro Encinas. A ninguno de los cuatro les importa un pepino que la dignidad del grupo al que representan sufra menoscabo. Por lo visto en este marzo huracanado, los cuatro carecen de decoro.
Hugo no tuvo la grandeza de ofrecer su renuncia tras el desastre en el preolímpico. Ahora sabemos que es uno más de los “mexicanos cangrejos”, ratoneros, que nunca verán en el fracaso un asunto de gravedad. Si los dueños de los equipos o la amnesia le salvan la chamba, respirará feliz, como cualquier “mediocre”.
Aferrarse al poder es el objetivo esencial del secretario de Gobernación Mouriño. Queda claro a estas alturas que para el baluarte de la “nueva generación de políticos mexicanos” no hubo conflicto ético al firmar contratos de beneficio familiar siendo funcionario público. Mouriño, como los viejos sátrapas, se parapeta en la muralla presidencial y el laberinto de las leyes. Como ellos, enseña un desprecio bestial por el pundonor: ese estado en que la gente cree en que consiste la honra o el crédito de alguien.
Ortega y Encinas se volvieron tan famosos que ya no saben quiénes son. Desprovistos de la cualidad moral de la honorabilidad, intentan justificar un muladar. Culpan de la suciedad al otro, pero no son capaces de anunciar que se hacen a un lado para que se limpie el excremento. Impensable. Creen que ellos no ensucian. La suciedad, escribió Margo Glantz, podría definirse simplemente como algo que no está colocado en su lugar. Como ya no lo están Hugo, Mouriño, Chucho, Encinas.
México 2008: el país donde las figuras arruinadas nunca se van.
Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
Publicado en El Universal, 21 de marzo de 2008
¿Qué van a decir ahora las empresas responsables de los conteos rápidos del proceso para seleccionar al nuevo dirigente del PRD? ¿Van a reconocer que se equivocaron? ¿Aceptarán que fallaron sus metodologías y por ello sus resultados?; ¿los directivos de Consulta Mitofsky e IMOP reconocerán públicamente que fueron usadas por la dirigencia del PRD para hacer trampa? ¿Serán capaces de desmarcarse del “cochinero”?
Las interrogantes sobre el papel desempeñado en la elección interna del PRD por las dos prestigiadas encuestadoras pueden llegar al infinito. Sí, pero también puede ser infinito el desprestigio que llevarán de ahora en adelante. Y es que nadie con dos dedos de frente puede creer en la veracidad de los conteos rápidos realizados por Mitofsky e IMOP, sobre todo luego del “cochinero” que todos vimos, que presenció y en el que participó una buena cantidad de militantes.
Claro que los directivos de las dos empresas —hasta antes del 16 de marzo, reputadas encuestadoras— pueden decir que las inconsistencia son resultado del clima, la humedad, la insolación... que interfirió en el resultado el efecto Mouriño, la presión del SME y la proximidad de la Semana Santa: lo que quieran y manden. Sí, pero frente al silencio de las encuestadoras y ante la posibilidad de que recurran al cinismo de la clase política —de la que son parte cada vez con mayor contundencia— los ciudadanos tenemos el derecho a recordar el refranero de nuestros mayores y decir: “¡Claro, desde que se inventaron los pretextos se acabaron los tarugos!”.
Y habrá quien crea que incurrimos en un exceso al invocar el anterior refrán. Y en ese caso, entonces cambiamos de refranero y preferimos la referencia zapatista. No, aquí no se trata de que “la tierra es de quien la trabaja”, sino que “la encuesta es de quien la paga”. ¿Y quién pagó los conteos rápidos de la elección para renovar la dirigencia del PRD? El mismo que —según Jesús Ortega— pidió a las encuestadoras que validaran los resultados que tenían la noche del domingo 16 de marzo, a pesar de las inconsistencias e irregularidades. Y una perla, sólo para apuntalar la idea: ¿qué cargo ocupa en el Cisen el encuestador que reportó una sorprendente alza en las preferencias a favor de Felipe Calderón, en los previos a julio de 2006?
¿Quién —insistimos— en su sano juicio puede dar credibilidad a dos conteos rápidos que muestran diferencias tan notorias como las reveladas por las dos empresas? Según el nada creíble dirigente del PRD, el “pelele” Leonel Cota, IMOP recabó 93% de la muestra y reportó que Alejandro Encinas aventajaba con 52.1% contra 41.0% de Jesús Ortega. Es decir, una diferencia de 11.1%. Pero el problema no está en esa supuesta diferencia, sino en el contraste con Consulta Mitofsky, que recabó 91% de la muestra —siempre según el nada creíble Leonel Cota—, y sus resultados relevaron que Encinas habría ganado con 49.70%, en tanto que Ortega obtuvo 43.07%. En este caso, la diferencia es de 6.7%.
Lo interesante del asunto es que cualquiera que tenga una noción básica de cuestiones estadísticas —como se supone que las tienen en IMOP y Mitofsky— sabe que una diferencia tan marcada entre uno y otro conteo rápido —sobre todo en una elección tan cerrada, que no tiene los elementos mínimos de seguridad, reglas confiables ni respeto a la democracia— es una señal de focos rojos que hacen poco creíble no la medición, sino el proceso electoral.
Resulta increíble —y si no es por lo que está en juego, hasta sería de risa loca— la ingenuidad, si no torpeza mostrada por los “genios” que se dicen especialistas de IMOP e Mitofsky, respecto a lo que tenían en las manos, a quienes los contrataron y, sobre todo, a lo que se jugaba en el partido político para el que trabajaron. Y si es cierto que nunca midieron esas variables y esos factores, tenemos el derecho a suponer que fueron parte de la farsa que intenta imponer a Encinas en la dirigencia del PRD, usando como coartada un escandaloso fraude que, contra lo que muchos suponen, no es contra Los Chuchos, sino contra la izquierda mexicana.
Y el asunto cobra aún mayores dimensiones si se toma en cuenta una opinión que corre entre los especialistas de las encuestas. Se dice en la jerga de ese gremio que “los amores siempre son estadística”. ¿Qué quiere decir eso? Que como todos en una sociedad, los encuestadores también tienen su corazón, y ese se refleja en las estadísticas. Todos saben que Roy Campos es un enamorado de Andrés Manuel López Obrador. Y dicen sus iguales que todos los miércoles refrenda “sus lealtades” en “La mesa” con Joaquín López-Dóriga. Lo que es cierto, porque nos consta, es que, según Roy, el derrotado candidato presidencial “no cometió errores” durante su campaña presidencial.
Pero más allá de los amores, de filias y fobias, de que unos estén con los amarillos Lopos y otros con Los Chuchos, es ridículo que Encinas se “agarre” a ese dudoso triunfo en la dirigencia nacional del PRD sólo a partir “de los conteos rápidos”, cuando el propio Encinas, su mentor y jefe, AMLO, y la claque de todo ese grupo denostaron hasta más no poder a los encuestadores y encuestas porque no eran confiables en julio de 2006. Y claro, no eran confiables porque no les daban el triunfo.
Hoy las encuestas sí son confiables, porque dicen que ganó Encinas, pero además porque son la única liana de salvación para esa izquierda primitiva que aún no conoce la evolución y que cree que la convivencia social se resuelve en la copa de los árboles. La izquierda, su autorretrato. aleman2@prodigy.net.mx
Qué manera de perder/Epigmenio Ibarra,
Publicado en Milenio Diario, 21/03/2008;
Carta a la dirigencia perredista
Profesionales como son de la derrota, lograron ustedes al fin su cometido: se hundieron en el fango facilitándole la labor al adversario, cediéndole el terreno. Interesados sólo en el reparto del botín, de la nómina, de los cargos internos, de las posiciones de poder y la atención de las diferentes clientelas, terminaron todos por quedarse con las manos vacías. No importa quién de ustedes gane. Al final perdieron, perdimos todos. Perdió el país.
Es pues el suyo, señores dirigentes de tribus, facciones, corrientes del PRD, un crimen, largamente anunciado, de lesa democracia. No pudieron en su proceso electoral interno hacer valer los principios que dieron origen y razón de ser a su partido. No sólo traicionaron con sus mañas la lucha de decenas de miles de mexicanos, muchos de quienes entregaron sus vidas por esa causa, sino que se convirtieron en un remedo, en un subproducto del antiguo régimen al que debían combatir, asimilando sus peores vicios. Son hoy, todos ustedes, sólo una lamentable caricatura del caciquismo priista. ¿Cómo se atreverán luego de esto a tildarse de demócratas y además revolucionarios?
No tuvieron ustedes, inmersos como están en sus luchas clandestinas, la visión de país, el compromiso con sus compatriotas, la integridad moral que demanda una lucha desde la izquierda y con la izquierda para defender los intereses de las grandes mayorías. Tampoco tuvieron el coraje, la dignidad, el valor de preservar un capital político que no les pertenece y que es vital para el futuro del país.
Ese capital político, el que han dilapidado tan miserablemente, nos pertenece a los 15 millones de mexicanos que con nuestros votos los hemos puesto donde están, disfrutando un estipendio, haciendo uso de prerrogativas que pagamos todos. En cargos públicos para los que nosotros los elegimos y por los cuales sólo a nosotros los votantes deben rendirnos cuentas. Un capital político en el que muchos ciframos la esperanza de arrancar al gobierno, a su partido, a los representantes del antiguo régimen, cambios estructurales profundos que son, a fin de cuentas, la única garantía de una paz, que sin justicia ni desarrollo no tiene futuro.
Indigna saber que, como la derecha lo había previsto, no lograron ustedes comportarse con pulcritud y decoro. Hemos sido defraudados —hablo de los que votamos por ustedes— por individuos incapaces de anteponer a sus mezquinos intereses, los intereses de una nación sedienta de transformaciones. ¿Quién se encargará hoy de las mismas? ¿En quién confiar para que conduzca con solvencia moral, con cohesión orgánica, con eficiencia política el proceso? ¿Para qué se desgañitan en la plaza o rasgan sus vestiduras en la tribuna prometiendo defender a toda costa principios y valores que en su propia casa son incapaces de sostener?
Todos ustedes —habrán de disculpar que cuelgue a todos el pecado—, por acción u omisión, jugaron sucio. Unos conveniente y públicamente se hicieron al margen del proceso electoral y se mostraron sin candidato ni preferencia abierta, mientras en la oscuridad maniobraban a favor de uno o contra otro.
Otros condenaron con tibieza las malas mañas pero fueron incapaces de crear una corriente moral de rechazo a las prácticas fraudulentas. Más bien se pusieron al pairo, esperando ser beneficiados o por la turbulencia o por el viento a favor de un candidato determinado.
Otros más metieron las manos hasta el fondo en defensa de su candidato y fueron desde un apoyo público decisivo pero indebido, que rozaba, sólo rozaba, la ilegalidad hasta la manipulación del padrón o los más sucios trucos el día de los comicios.
Desde el omiso al que robó las urnas. Desde el que desde su posición de liderazgo moral se abstuvo, al que mandaba cartas. Desde el que a pesar de su indignación se quedó callado y se dejó llevar, hasta el que, sin ninguna posibilidad de triunfo, se presentó como candidato o se sumó a una candidatura perdida de antemano sólo para ganar una posición más favorable en la negociación que se avecina. Todos cargan con el peso de una responsabilidad histórica.
No hay nadie entre ustedes, señores de la dirigencia, que quede limpio. Que conste que en su partido militan mexicanas y mexicanos de excepción a los que ustedes antes que a nadie les han fallado. Todos son, sin importar la tribu a la que pertenecen, protagonistas, autores de esta debacle.
Lástima que no sea sólo de ustedes la debacle. Lástima que con su fracaso nos arrastren a todos. Lástima que den así la razón a quienes, empeñados en el linchamiento mediático de la izquierda, le cierran el paso a las transformaciones que el país necesita y que sólo con el impulso ético de una izquierda comprometida y limpia pueden conseguirse. Lástima que pierdan —como segunda fuerza política— su oportunidad histórica. Otros habrá, estoy seguro, que no seguirán sus pasos, que no habrán de encajar en el patrón de corrupción de nuestro sistema político tradicional.
Profesionales como son de la derrota, lograron ustedes al fin su cometido: se hundieron en el fango facilitándole la labor al adversario, cediéndole el terreno. Interesados sólo en el reparto del botín, de la nómina, de los cargos internos, de las posiciones de poder y la atención de las diferentes clientelas, terminaron todos por quedarse con las manos vacías. No importa quién de ustedes gane. Al final perdieron, perdimos todos. Perdió el país.
Es pues el suyo, señores dirigentes de tribus, facciones, corrientes del PRD, un crimen, largamente anunciado, de lesa democracia. No pudieron en su proceso electoral interno hacer valer los principios que dieron origen y razón de ser a su partido. No sólo traicionaron con sus mañas la lucha de decenas de miles de mexicanos, muchos de quienes entregaron sus vidas por esa causa, sino que se convirtieron en un remedo, en un subproducto del antiguo régimen al que debían combatir, asimilando sus peores vicios. Son hoy, todos ustedes, sólo una lamentable caricatura del caciquismo priista. ¿Cómo se atreverán luego de esto a tildarse de demócratas y además revolucionarios?
No tuvieron ustedes, inmersos como están en sus luchas clandestinas, la visión de país, el compromiso con sus compatriotas, la integridad moral que demanda una lucha desde la izquierda y con la izquierda para defender los intereses de las grandes mayorías. Tampoco tuvieron el coraje, la dignidad, el valor de preservar un capital político que no les pertenece y que es vital para el futuro del país.
Ese capital político, el que han dilapidado tan miserablemente, nos pertenece a los 15 millones de mexicanos que con nuestros votos los hemos puesto donde están, disfrutando un estipendio, haciendo uso de prerrogativas que pagamos todos. En cargos públicos para los que nosotros los elegimos y por los cuales sólo a nosotros los votantes deben rendirnos cuentas. Un capital político en el que muchos ciframos la esperanza de arrancar al gobierno, a su partido, a los representantes del antiguo régimen, cambios estructurales profundos que son, a fin de cuentas, la única garantía de una paz, que sin justicia ni desarrollo no tiene futuro.
Indigna saber que, como la derecha lo había previsto, no lograron ustedes comportarse con pulcritud y decoro. Hemos sido defraudados —hablo de los que votamos por ustedes— por individuos incapaces de anteponer a sus mezquinos intereses, los intereses de una nación sedienta de transformaciones. ¿Quién se encargará hoy de las mismas? ¿En quién confiar para que conduzca con solvencia moral, con cohesión orgánica, con eficiencia política el proceso? ¿Para qué se desgañitan en la plaza o rasgan sus vestiduras en la tribuna prometiendo defender a toda costa principios y valores que en su propia casa son incapaces de sostener?
Todos ustedes —habrán de disculpar que cuelgue a todos el pecado—, por acción u omisión, jugaron sucio. Unos conveniente y públicamente se hicieron al margen del proceso electoral y se mostraron sin candidato ni preferencia abierta, mientras en la oscuridad maniobraban a favor de uno o contra otro.
Otros condenaron con tibieza las malas mañas pero fueron incapaces de crear una corriente moral de rechazo a las prácticas fraudulentas. Más bien se pusieron al pairo, esperando ser beneficiados o por la turbulencia o por el viento a favor de un candidato determinado.
Otros más metieron las manos hasta el fondo en defensa de su candidato y fueron desde un apoyo público decisivo pero indebido, que rozaba, sólo rozaba, la ilegalidad hasta la manipulación del padrón o los más sucios trucos el día de los comicios.
Desde el omiso al que robó las urnas. Desde el que desde su posición de liderazgo moral se abstuvo, al que mandaba cartas. Desde el que a pesar de su indignación se quedó callado y se dejó llevar, hasta el que, sin ninguna posibilidad de triunfo, se presentó como candidato o se sumó a una candidatura perdida de antemano sólo para ganar una posición más favorable en la negociación que se avecina. Todos cargan con el peso de una responsabilidad histórica.
No hay nadie entre ustedes, señores de la dirigencia, que quede limpio. Que conste que en su partido militan mexicanas y mexicanos de excepción a los que ustedes antes que a nadie les han fallado. Todos son, sin importar la tribu a la que pertenecen, protagonistas, autores de esta debacle.
Lástima que no sea sólo de ustedes la debacle. Lástima que con su fracaso nos arrastren a todos. Lástima que den así la razón a quienes, empeñados en el linchamiento mediático de la izquierda, le cierran el paso a las transformaciones que el país necesita y que sólo con el impulso ético de una izquierda comprometida y limpia pueden conseguirse. Lástima que pierdan —como segunda fuerza política— su oportunidad histórica. Otros habrá, estoy seguro, que no seguirán sus pasos, que no habrán de encajar en el patrón de corrupción de nuestro sistema político tradicional.
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