13 mar 2008

Mouriño ¿se queda?

Columna La historia en breve/Ciro Gómez Leyva
Milenio Diario, 13/03/2008;
¿Cuánto más puede aguantar Calderón a Mouriño?
El presidente Calderón parece haber tomado la decisión de sostener en el cargo a Juan Camilo Mouriño. Carlos Castillo Peraza, ideólogo de la crema calderonista, repetía que la política es un constante ejercicio de selección entre dos posibilidades: una mala y otra mala. Quitar a Mouriño, malo; dejarlo, malo también.
Calderón estaría optando por un secretario de Gobernación dramáticamente descalificado. Creo que en los últimos tiempos sólo Patrocinio González tras el levantamiento del EZLN (1994) y Emilio Chuayffet luego de la matanza de Acteal (1997) rondaron esa zona de pérdida de reputación y respetabilidad en los círculos políticos. Escribió Manuel Camacho el lunes: “Al enfrentar la crisis de comunicación que se desató, Mouriño ha demostrado que no tiene el conocimiento, la resistencia política y la tolerancia necesarias para ocupar el cargo”. Se la estaría jugando por un jefe de gabinete que disparó ya contra la fuerza política que se quedó a 250 mil votos de ganarles en las urnas. Mantener a Mouriño es garantizarles una bandera de lucha y un punto de cohesión.
Por un funcionario reprobado por 85 por ciento de los mexicanos, de acuerdo con la encuesta de María de las Heras (MILENIO, lunes pasado). Aunque quizá Calderón esté atendiendo a encuestas como la del Gabinete de Comunicación Estratégica/Parametría, donde 65 por ciento de los entrevistados respondieron no haber oído hablar nunca de Mouriño.
Y en plena temporada pro-reforma de Pemex arroparía a un secretario de Estado que simboliza la percepción: gobierno federal + inversión privada + petróleo = corrupción.
Demasiadas agravantes. Supongo que las virtudes de Mouriño deben ser muchas. O los costos de echarlo, muy altos. Por lo pronto.
Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
Publicado en El Universal, 13 de marzo de 2008;
¿Con quién pelea el Presidente?
Como Vicente Fox, Felipe Calderón se “enganchó” a los actos de provocación ideados por López Obrador
Se convierte en defensor de un funcionario al que buena parte de la sociedad no ve como un hombre honesto
Queda claro, con el “apapacho” que le brindaron a Juan Camilo Mouriño el presidente Calderón, los gober-nadores azules y la dirigencia del PAN, que gobierno federal y partido en el poder se tragaron completo el anzuelo lanzado por Andrés Manuel López Obrador.
Y es que lo que vimos ayer en la casa presidencial de Los Pinos no sólo fue un acto de apoyo absoluto al “hombre del Presidente”, sino la confirmación de que el secretario de Gobernación permanecerá en su cargo no por sus capacidades, eficacia y popularidad, sino por un acto de autoridad que transita en la frontera del autoritarismo.
¿Qué debemos entender cuando el presidente Calderón, todos los gobernadores azules, el dirigente del partido y los jefes parlamentarios cierran filas, en la casa presidencial, en torno a Juan Camilo Mouriño?
Las lecturas pueden ser muchas: que si es una demostración de fuerza, que si acusa recibo el Presidente de los misiles de AMLO, que si no le entregará la cabeza de Mouriño porque sería una derrota política… lo que guste y mande. Pero también existe la lectura de que el Presidente “mordió el anzuelo” y colocó al señor Andrés Manuel López Obrador en calidad de prioridad del gobierno de Felipe Calderón. Una calca del gobierno de Vicente Fox.
En metáfora podemos decir que Felipe Calderón se puso los guantes, subió al “encordado” e inició el intercambio de golpes. Pero resulta que se equivoca de adversario, porque en el fondo quien derribó a Juan Camilo Mouriño no fue el señor Andrés Manuel López Obrador, sino que el “hombre del Presidente” se fue al piso cuando los ciudadanos se percataron que les vendieron “gato por liebre”. Es decir, cuando ese conglomerado social que se conoce como “opinión pública” dijo que no era ético que el señor Mouriño firmara contratos de empresas familiares al tiempo que era servidor público.
De esa manera, el “apapacho” del Presidente y de todo el panismo al secretario de Gobernación, más que una respuesta al señor López Obrador, más que una demostración de fuerza y un posicionamiento del Presidente frente a sus adversarios políticos, parece un acto de autoritarismo frente a los ciudadanos que ven en el señor Mouriño un político y servidor público que actuó sin ética, en los tiempos en que según los propios panistas deben aparecer las manos limpias.
De manera casi idéntica a lo ocurrido con el gobierno de Vicente Fox, el presidente Calderón se “enganchó” a los actos de provocación y torpedeo mediático ideados por el derrotado candidato presidencial. Con ello convirtió al “legítimo” en el centro de las preocupaciones del gobierno federal y —como si no fuera suficiente que el tabasqueño esté en el centro de la influencia mediática— entró a una peligrosa vorágine de ingobernabilidad. ¿Por qué ingobernabilidad?
Porque la estabilidad de un gobierno, eso que se conoce como la gobernabilidad, se adquiere y refuerza cuando los actos de autoridad de un mandatario van acompañados por la aceptación de los mandantes. ¿Y qué es lo que está pasando a raíz del “escándalo Mouriño”?
Primero, que, en efecto, el principal adversario del presidente Calderón lanzó un misil con una buena dosis de demagogia, pero que portaba elementos suficientes para llamar a la duda de los ciudadanos. Segundo, que frente a esa duda, los “genios” que asesoran al secretario de Gobernación lo hicieron aparecer con un discurso que quiso ser de víctima, pero que terminó por ser visto como una pieza redonda de cinismo: “Sí firme los contratos, pero eso no es ilegal”. Y tercero, que frente a la certeza de un amplio sector social —mucho más que los malquerientes del gobierno calderonista— de que el señor Mouriño actuó, por lo menos, sin la menor ética, el Presidente responde con un tufo autoritario: “¡Se queda, porque se queda”. Además, confirma a los ojos ciudadanos que sí sabía de las andanzas de su operador político.
En efecto, son muchas las voces que recomiendan que el Presidente sostenga a su secretario de Gobernación, porque cambiarlo sería una muestra de debilidad frente a sus adversarios, frente al PRD y al señor “legítimo”, porque se pondría en riesgo la estabilidad política… Y es muy probable que eso sea cierto, pero también tienen razón aquellos que señalan que la institución presidencial es mucho más grande, más importantes que un partido, un político y un escándalo.
Y lo que vemos hoy es a un gobierno empeñado en mantener en su cargo a un político que la sociedad, a través de eso que conocemos como “la opinión pública”, ya calificó de poco ético. Es decir, el Presidente se convierte en defensor de un servidor público al que una buena parte de la sociedad no ve como un hombre honesto. Con ello, el gobierno y el Presidente caminan en dirección contraria a la que camina y perciben sectores amplios. Felipe Calderón se coloca en el lado opuesto ya no de sus críticos naturales, sino incluso de sus aliados.
Y cuando un gobierno y un presidente caminan en sentido contrario al de sus gobernados, cuando los mensajes que envía no son de autoridad sino autoritarios, entonces sí estamos ante un riesgo real de crisis política y de gobernabilidad. Por supuesto que todo gobernante debe defender a sus colaboradores, porque son parte de su proyecto, pero la prioridad de todo gobierno está en la defensa de los intereses de la sociedad. Y el señor Mouriño no representa los intereses sociales. En todo caso, dos de cada tres encuestados proponen que deje el cargo.
En el camino
De un teclazo, más que de un plumazo, los “duendes” de la redacción convirtieron al autor del Itinerario Político en militante del PAN. En la entrega de ayer miércoles 12, en el penúltimo párrafo se escribió: “Nos guste o no a los panistas...”. El original dice: “Nos guste o no, les guste o no a los panistas...”. Y como podrán imaginar, el de ayer fue un día de intenso ejercicio cardiaco. Sí, divertidas las reacciones a un “duende” de redacción.
aleman2@prodigy.net.mx

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