Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
Excelsior, 13/03/2008;
¿Por qué se fueron a la guerrilla?
Todavía no sabemos a ciencia cierta cuántos mexicanos había en el campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Ecuador que fue atacado por el ejército colombiano. Tampoco sabemos qué hacían ahí. Hay dos hipótesis. La primera es que eran investigadores universitarios que estaban en el lugar equivocado a la hora equivocada. La segunda es que se habían unido a las FARC para entrenarse como guerrilleros. Sobre esta posible hipótesis, Héctor Aguilar Camín nos llama a reflexionar por qué un joven deja su carrera universitaria para irse a hacer la revolución. “¿Dónde se siembran esas vocaciones redentoras, dispuestas a ir al infierno por la causa?”, pregunta el columnista de Milenio.
En su ensayo “Reclutamiento y lealtad. Microfundaciones de la rebelión”, publicado en el Journal of Conflict Resolution, Scott Gates*, académico de la Universidad del Estado de Michigan, trata de responder a la pregunta de qué motiva a una persona a arriesgar su vida para unirse a una rebelión armada. Rescato algunas de sus ideas para atender el llamado de Aguilar Camín.
Gates examina el sistema de incentivos que usan los grupos revolucionarios para reclutar gente y evitar que deserten. El autor comienza con un buen argumento. El contrato de una persona que entra a la guerrilla no puede, por definición, regularlo el Estado. Se necesitan mecanismos internos del grupo para reclutar y mantener a sus cuadros. En esto los revolucionarios se parecen a los mafiosos. La diferencia es que mientras la mafia necesita un número limitado de recursos humanos, las guerrillas requieren centenares de tropas para combatir a las fuerzas del Estado. Como necesitan mucha gente, recurren al reclutamiento en tierras lejanas. No sorprende, entonces, que las FARC afilien a cuadros en toda América Latina incluido México.
¿Cómo los convencen? ¿Cómo llegan mexicanos a un campamento revolucionario en Ecuador? Dice Gates que hay gente que se une la guerrilla porque vive en condiciones sombrías: en la pobreza y en el aburrimiento. Sin oportunidades, se unen a un grupo rebelde para hacer algo de su vida. Me parece que no es el caso de los universitarios mexicanos, al parecer de clase media, que estaban con las FARC. No creo que hayan tenido tal desesperación como para unirse a revolucionarios colombianos que están a miles de kilómetros de distancia.
Gates argumenta que también hay gente que se une a las guerrillas porque es buen negocio. En el mundo existen “revolucionarios” que en realidad luchan por apropiarse de un valioso botín. Es el caso, por ejemplo, de grupos en Angola y Sierra Leona en las ricas zonas de diamantes. Estos guerrilleros se parecen más al crimen organizado. Las ganancias que obtienen las distribuyen entre sus miembros. Por tanto, los incentivos de reclutamiento y mantenimiento de cuadros son fundamentalmente pecuniarios.
Pero también hay grupos rebeldes que luchan por ideología, ya sean reivindicaciones sociales o étnicas. En este caso, la gente se une a ellas por la afinidad con la causa. Creen que vale la pena arriesgar la vida para que, de acuerdo con su concepción, el mundo sea mejor. Aquí los incentivos para reclutar y mantener a los cuadros no son pecuniarios sino simbólicos y emotivos: ser parte de la vanguardia revolucionaria.
Las FARC son un grupo rebelde que lucha en pos de los ideales marxista-leninistas de justicia social pero que también pelea por controlar un botín muy valioso: la distribución de cocaína al mundo entero. Siguiendo la categorización de Gates, los mexicanos podrían haber llegado al campamento de las FARC para hacer realidad su ideal marxista, para asociarse al rentable negocio del narcotráfico, o ambos. La guerrilla colombiana, ávida de reclutar a nuevos camaradas de otras latitudes, podría haberles ofrecido parte del botín de la distribución de drogas y/o la mismísima droga de la solidaridad revolucionaria. Y como suele suceder con las drogas, acabaron matándolos.
Todavía no sabemos a ciencia cierta cuántos mexicanos había en el campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Ecuador que fue atacado por el ejército colombiano. Tampoco sabemos qué hacían ahí. Hay dos hipótesis. La primera es que eran investigadores universitarios que estaban en el lugar equivocado a la hora equivocada. La segunda es que se habían unido a las FARC para entrenarse como guerrilleros. Sobre esta posible hipótesis, Héctor Aguilar Camín nos llama a reflexionar por qué un joven deja su carrera universitaria para irse a hacer la revolución. “¿Dónde se siembran esas vocaciones redentoras, dispuestas a ir al infierno por la causa?”, pregunta el columnista de Milenio.
En su ensayo “Reclutamiento y lealtad. Microfundaciones de la rebelión”, publicado en el Journal of Conflict Resolution, Scott Gates*, académico de la Universidad del Estado de Michigan, trata de responder a la pregunta de qué motiva a una persona a arriesgar su vida para unirse a una rebelión armada. Rescato algunas de sus ideas para atender el llamado de Aguilar Camín.
Gates examina el sistema de incentivos que usan los grupos revolucionarios para reclutar gente y evitar que deserten. El autor comienza con un buen argumento. El contrato de una persona que entra a la guerrilla no puede, por definición, regularlo el Estado. Se necesitan mecanismos internos del grupo para reclutar y mantener a sus cuadros. En esto los revolucionarios se parecen a los mafiosos. La diferencia es que mientras la mafia necesita un número limitado de recursos humanos, las guerrillas requieren centenares de tropas para combatir a las fuerzas del Estado. Como necesitan mucha gente, recurren al reclutamiento en tierras lejanas. No sorprende, entonces, que las FARC afilien a cuadros en toda América Latina incluido México.
¿Cómo los convencen? ¿Cómo llegan mexicanos a un campamento revolucionario en Ecuador? Dice Gates que hay gente que se une la guerrilla porque vive en condiciones sombrías: en la pobreza y en el aburrimiento. Sin oportunidades, se unen a un grupo rebelde para hacer algo de su vida. Me parece que no es el caso de los universitarios mexicanos, al parecer de clase media, que estaban con las FARC. No creo que hayan tenido tal desesperación como para unirse a revolucionarios colombianos que están a miles de kilómetros de distancia.
Gates argumenta que también hay gente que se une a las guerrillas porque es buen negocio. En el mundo existen “revolucionarios” que en realidad luchan por apropiarse de un valioso botín. Es el caso, por ejemplo, de grupos en Angola y Sierra Leona en las ricas zonas de diamantes. Estos guerrilleros se parecen más al crimen organizado. Las ganancias que obtienen las distribuyen entre sus miembros. Por tanto, los incentivos de reclutamiento y mantenimiento de cuadros son fundamentalmente pecuniarios.
Pero también hay grupos rebeldes que luchan por ideología, ya sean reivindicaciones sociales o étnicas. En este caso, la gente se une a ellas por la afinidad con la causa. Creen que vale la pena arriesgar la vida para que, de acuerdo con su concepción, el mundo sea mejor. Aquí los incentivos para reclutar y mantener a los cuadros no son pecuniarios sino simbólicos y emotivos: ser parte de la vanguardia revolucionaria.
Las FARC son un grupo rebelde que lucha en pos de los ideales marxista-leninistas de justicia social pero que también pelea por controlar un botín muy valioso: la distribución de cocaína al mundo entero. Siguiendo la categorización de Gates, los mexicanos podrían haber llegado al campamento de las FARC para hacer realidad su ideal marxista, para asociarse al rentable negocio del narcotráfico, o ambos. La guerrilla colombiana, ávida de reclutar a nuevos camaradas de otras latitudes, podría haberles ofrecido parte del botín de la distribución de drogas y/o la mismísima droga de la solidaridad revolucionaria. Y como suele suceder con las drogas, acabaron matándolos.
Scott Gates -PhD en Ciencia Política de la Universidad de Michigan. Actualmente es Profesor Investigador y director del Centro para el estudio de la Guerra Civil de la PRIO (Peace Research Institute of Oslo). Sus investigaciones actuales son acerca de Teoría de Relaciones Internacionales, Economía Política Internacional, Modelos Formales de la Burocracia y Análisis de la teoría de Juegos aplicada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario