Rincón/José Woldenberg
1.- A fines de 1981 se realizó la asamblea constitutiva del Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Fue del primer esfuerzo integrador de la izquierda mexicana al amparo de la reforma política de 1977. Se trataba de contrarrestar la profunda dispersión y explotar las posibilidades que abría el espacio electoral. Se disolvían, para dar paso a una nueva organización, los partidos Comunista Mexicano, del Pueblo Mexicano, Socialista Revolucionario, y los movimientos de Acción y Unidad Socialista y de Acción Popular (MAP).
Fue entonces que conocí a Gilberto Rincón Gallardo. Él, junto a Arnoldo Martínez Verdugo y Pablo Gómez, conformaba la tercia más influyente de líderes procedentes del PC.
El PC, gracias en buena medida a ellos, había vivido un proceso de cambio cuyo pilar básico era un nuevo aprecio por la democracia. Había condenado la invasión soviética a Checoslovaquia, se había distanciado de la URSS, y en 1976 postuló como candidato a la Presidencia de la República al histórico luchador sindical Valentín Campa, a pesar de no contar con registro. La campaña era una denuncia (no se nos permite trabajar en el mundo institucional y legal) y un reclamo (resulta imprescindible abrir las puertas para que las corrientes políticas e ideológicas hasta este momento excluidas puedan contender por los cargos de elección popular).
Esa campaña, y una potente conflictividad social y política en (casi) todos los ámbitos, fue el acicate de la reforma de 1977, que en buena medida estuvo diseñada para darle entrada al escenario electoral al PCM.
El gran mérito del PCM de entonces fue abrir el camino para que paulatinamente la izquierda pudiera trascender el discurso revolucionario y fuera capaz de valorar a la democracia como un medio y un fin. Y Rincón Gallardo fue uno de los impulsores pioneros y más lúcidos. Contra los vientos y mareas del momento, teñidos por la pulsión refundadora total de la vida pública, Rincón sabía conjugar lo posible y lo deseable.
2. En 1987 el PSUM junto al PMT, la Unidad de Izquierda Comunista, el Movimiento Revolucionario del Pueblo, el Partido Patriótico Mexicano y una escisión del PFCRN, dieron paso al Partido Mexicano Socialista (PMS), y Rincón fue su primer y único secretario general. La vida interna en la nueva organización no era sencilla. Las trayectorias y convicciones de los partidos fusionados no resultaban fácilmente compatibles. Pero el talante conciliador, abierto, educado, de Gilberto, lograba facilitar la convivencia.
El candidato a la Presidencia de la República del PMS salió de unas elecciones internas en las que contendieron Heberto Castillo, Eraclio Zepeda, Antonio Becerra y José Hernández Delgadillo. Se trató de un expediente ejemplar y Heberto resultó ganador.Como se sabe, una escisión del PRI encabezada por el ingeniero Cuahutémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo logró forjar un frente que postuló al propio ingeniero, cuya candidatura creció de una manera excepcional. En esa coyuntura, diversas voces dentro del PMS empezaron a plantear la declinación de Heberto para sumarse a la del ingeniero Cárdenas. Rincón, a la cabeza del PMS y con su proverbial tacto, estableció que la única posibilidad para hacer a un lado la candidatura de Heberto era que él mismo declinara y relevara al partido de su compromiso. Cuando ello sucedió, el PMS se sumó al Frente Democrático Nacional.
Luego de la elección, cuando el ingeniero Cárdenas llamó a construir un nuevo partido (el PRD), ninguno de los originales que conformaron el frente (PARM, PPS, PFCRN) aceptó disolverse, sólo el PMS accedió, y no sólo eso, sino que su registro fue el que utilizó el PRD para adquirir reconocimiento legal (era el mismo registro que había pasado del PCM al PSUM). En esa coyuntura, plagada de mezquindades, Rincón Gallardo, no sólo aceptó sino promovió el "gran salto" hacia la unidad. Sabía jerarquizar, y no anteponía la conveniencia personal a la general.
3. En el año 2000, luego de abandonar sin estridencias las filas del PRD, encabezó un nuevo proyecto de organización política, Democracia Social. Fue su candidato a la Presidencia de la República. En un debate televisivo célebre, Rincón fue capaz de darle visibilidad pública a una naciente y pequeña agrupación de corte socialdemócrata. Logró el 1.88 por ciento de la votación y se quedó a sólo 12 centésimas de conseguir el registro. No desmayó.
4. En el 2003, encabezó un nuevo esfuerzo organizativo (Socialdemocracia: Partido de la Rosa). Realizaron las asambleas que marcaba la ley, elaboraron su declaración de principios y su programa de acción, pero sólo presentaron ante el IFE el esbozo de unos estatutos. Por ello, el naciente partido no obtuvo su registro. En aquel momento, no sólo voté sino que intervine en el Consejo General para argumentar en contra del registro. Nuestra relación -que había sido intermitente pero cálida- se enfrió. Nunca me reclamó, pero imagino que pensó que habíamos sido demasiado rigoristas. Lo lamenté... pero era una derivación del ejercicio de la función pública.
5. A través de José Luis Gutiérrez Espíndola restablecimos algún (débil) puente de comunicación, y él desde el Conapred y yo en la revista Nexos hicimos un memorable (para mí) número sobre la discriminación (Octubre 2004).
Gilberto era un hombre cordial y atento. Una personalidad extraña (por su corrección) en un ambiente casi siempre crispado y tenso. Destacaba por su inteligencia y claridad expositiva. Quería militar en un partido de causas, con una vida interna intensa pero civilizada, y capaz de hacer avanzar, aunque fuera de manera gradual, la justicia y la libertad, la no discriminación y la convivencia de la diversidad.
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