“Impidamos que la sociedad se disuelva”/Humberto Musacchio
La entrega de la Medalla Belisario Domínguez a Miguel Ángel Granados Chapa es —lo dijo él— “un reconocimiento al periodismo en general y en particular al que se ha afanado por promover y dar cuenta del cambio democrático en nuestro país”, el que trata de contribuir, “con sus lectores y oyentes”, a la construcción de una sociedad fundada en la equidad y la justicia.
La imposición de la presea que otorga el Senado ocurrió en un acto republicano en el que se reconocía la trayectoria de un periodista ejemplar. Ahí estaban las cabezas de los tres Poderes de la Unión y, ante ellos, lejos de soslayar las querellas que separan a los mexicanos, Granados Chapa las abordó en su discurso con la palabra justa que lo caracteriza y la elegancia política que demandaba el momento, convocado por una afortunada y unánime decisión de las fuerzas representadas en la casa de Xicoténcatl, las que coincidieron en otorgar la citada medalla a un ciudadano que no ha sido complaciente con los yerros, abusos y limitaciones de las mismas corrientes partidarias que ahora le distinguieron.
La gratitud del periodista, sin embargo, no lo llevó a eludir los retos de la hora, cuando estamos ante “un futuro preñado de vicisitudes lesivas de la convivencia, porque el pasado reciente y el presente las han incubado” y “día a día crecen las adversidades y aun surgen otras más”, lo que hace del presente “uno de los momentos más críticos de la vida nacional”, pues “pocas veces en la historia habían convergido adversidades de distinta índole y semejante gravedad”.
Con “el poder del dinero y el poder criminal”, que sin haber sido elegidos “gobiernan en mayor medida que los gobiernos” y, agrego, cuando crece el México de la desigualdad y la pobreza, en medio de una inseguridad creciente y apenas al principio de una devastadora crisis económica internacional que se prevé de larga duración, estas son, dijo el periodista hidalguense, “horas de definición de las que emergerá la sociedad disminuida y en riesgo de descomposición, y aun de enfrentamiento, o engrandecida para superar la magnitud del desafío”.
Afrontar con éxito tan grandes retos, hace “imprescindible hoy restaurar las bases de la convivencia, del acuerdo en lo fundamental… Necesitamos identificar propósitos comunes impulsados desde la diferencia. Necesitamos saber, y obrar en consecuencia, que los distintos, los otros, no son por ello peligrosos. Necesitamos saber que no son enemigos sino, acaso, adversarios”.
En la sesión solemne del Senado de la República, Granados Chapa le habló a la clase política, a los partidos y a sus líderes, al gobierno y a sus adversarios, a Felipe Calderón y a Andrés Manuel López Obrador. El diálogo que ayer era deseable, hoy es de extrema urgencia, insoslayable. El llamado del ejemplar periodista evidentemente no fue para los poderes fácticos que hoy dominan anchas franjas de la vida pública. Su exhorto estuvo y está dirigido específicamente a los que actúan en la vida institucional, a quienes dan la cara a la hora de defender posiciones políticas, a las mujeres y a los hombres de Estado.
Miguel Ángel plantea la necesidad de retomar los consensos perdidos o de llegar ahora mismo a un acuerdo básico, que nos permita ser iguales a la vez que pensar y actuar de manera distinta, dentro de la ley, todos encuadrados en el marco institucional y con el futuro del país como responsabilidad compartida.
El periodista hizo un llamado, ciertamente dramático como la situación, a no criminalizar la protesta social ni reprimir a los ciudadanos que reclaman sus derechos, lo que implica impedir “la desaparición forzada de persona” a manos de agentes de la autoridad que actúan como matones y hace necesaria, en esa lógica, “una ley de amnistía que haga salir de las cárceles a presos políticos”, lo que constituye un llamado directo a quien ocupa la Presidencia de la República.
Mientras el autor de Plaza Pública leía su discurso, el centenar de políticos reunidos en el salón escuchaba en forma atentísima y Felipe Calderón tomaba notas que si tienen adecuada respuesta contribuirán a distender el ambiente, ciertamente enrarecido desde los días del desafuero y casi irrespirable desde que recursos de mala ley acompañaron el proceso electoral de 2006.
Frente al desánimo social y aun el desencanto con las formas democráticas, Granados Chapa aclaró que se trata de “enfermedades del espíritu colectivo susceptibles de ser curadas”. De ahí que exhortara a no deslizarnos en la desgracia. “Menos aún caigamos de súbito en su abismo. Cada quien desde su sitio, sin perder sus convicciones, pero sin convertirlas en dogmas que impidan el diálogo, impidamos que la sociedad se disuelva. No es un desenlace inexorable. Podemos frenarlo. Hagámoslo y con la misma fortaleza reconstruyamos la casa que nos albergue a todos o erijámosla si es que jamás la hemos tenido”.
Un hecho ominoso confirmó la oportunidad del exhorto: al día siguiente, ayer, el dólar, devaluado y despreciado en el mundo, en México llegó a cotizarse en 14 pesos.
hum_mus@hotmail.com
La imposición de la presea que otorga el Senado ocurrió en un acto republicano en el que se reconocía la trayectoria de un periodista ejemplar. Ahí estaban las cabezas de los tres Poderes de la Unión y, ante ellos, lejos de soslayar las querellas que separan a los mexicanos, Granados Chapa las abordó en su discurso con la palabra justa que lo caracteriza y la elegancia política que demandaba el momento, convocado por una afortunada y unánime decisión de las fuerzas representadas en la casa de Xicoténcatl, las que coincidieron en otorgar la citada medalla a un ciudadano que no ha sido complaciente con los yerros, abusos y limitaciones de las mismas corrientes partidarias que ahora le distinguieron.
La gratitud del periodista, sin embargo, no lo llevó a eludir los retos de la hora, cuando estamos ante “un futuro preñado de vicisitudes lesivas de la convivencia, porque el pasado reciente y el presente las han incubado” y “día a día crecen las adversidades y aun surgen otras más”, lo que hace del presente “uno de los momentos más críticos de la vida nacional”, pues “pocas veces en la historia habían convergido adversidades de distinta índole y semejante gravedad”.
Con “el poder del dinero y el poder criminal”, que sin haber sido elegidos “gobiernan en mayor medida que los gobiernos” y, agrego, cuando crece el México de la desigualdad y la pobreza, en medio de una inseguridad creciente y apenas al principio de una devastadora crisis económica internacional que se prevé de larga duración, estas son, dijo el periodista hidalguense, “horas de definición de las que emergerá la sociedad disminuida y en riesgo de descomposición, y aun de enfrentamiento, o engrandecida para superar la magnitud del desafío”.
Afrontar con éxito tan grandes retos, hace “imprescindible hoy restaurar las bases de la convivencia, del acuerdo en lo fundamental… Necesitamos identificar propósitos comunes impulsados desde la diferencia. Necesitamos saber, y obrar en consecuencia, que los distintos, los otros, no son por ello peligrosos. Necesitamos saber que no son enemigos sino, acaso, adversarios”.
En la sesión solemne del Senado de la República, Granados Chapa le habló a la clase política, a los partidos y a sus líderes, al gobierno y a sus adversarios, a Felipe Calderón y a Andrés Manuel López Obrador. El diálogo que ayer era deseable, hoy es de extrema urgencia, insoslayable. El llamado del ejemplar periodista evidentemente no fue para los poderes fácticos que hoy dominan anchas franjas de la vida pública. Su exhorto estuvo y está dirigido específicamente a los que actúan en la vida institucional, a quienes dan la cara a la hora de defender posiciones políticas, a las mujeres y a los hombres de Estado.
Miguel Ángel plantea la necesidad de retomar los consensos perdidos o de llegar ahora mismo a un acuerdo básico, que nos permita ser iguales a la vez que pensar y actuar de manera distinta, dentro de la ley, todos encuadrados en el marco institucional y con el futuro del país como responsabilidad compartida.
El periodista hizo un llamado, ciertamente dramático como la situación, a no criminalizar la protesta social ni reprimir a los ciudadanos que reclaman sus derechos, lo que implica impedir “la desaparición forzada de persona” a manos de agentes de la autoridad que actúan como matones y hace necesaria, en esa lógica, “una ley de amnistía que haga salir de las cárceles a presos políticos”, lo que constituye un llamado directo a quien ocupa la Presidencia de la República.
Mientras el autor de Plaza Pública leía su discurso, el centenar de políticos reunidos en el salón escuchaba en forma atentísima y Felipe Calderón tomaba notas que si tienen adecuada respuesta contribuirán a distender el ambiente, ciertamente enrarecido desde los días del desafuero y casi irrespirable desde que recursos de mala ley acompañaron el proceso electoral de 2006.
Frente al desánimo social y aun el desencanto con las formas democráticas, Granados Chapa aclaró que se trata de “enfermedades del espíritu colectivo susceptibles de ser curadas”. De ahí que exhortara a no deslizarnos en la desgracia. “Menos aún caigamos de súbito en su abismo. Cada quien desde su sitio, sin perder sus convicciones, pero sin convertirlas en dogmas que impidan el diálogo, impidamos que la sociedad se disuelva. No es un desenlace inexorable. Podemos frenarlo. Hagámoslo y con la misma fortaleza reconstruyamos la casa que nos albergue a todos o erijámosla si es que jamás la hemos tenido”.
Un hecho ominoso confirmó la oportunidad del exhorto: al día siguiente, ayer, el dólar, devaluado y despreciado en el mundo, en México llegó a cotizarse en 14 pesos.
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