¿Qué sabe usted de Íngrid Betancourt?/Inger Enkvist
La ex diputada colombiana Íngrid Betancourt, rehén de las FARC durante seis años y medio, es una estrella mediática en gran parte del mundo, especialmente en Francia. Pero ¿quién es, realmente, esta mujer?
Los periodistas extranjeros que la entrevistan suelen quedar cautivados por su carisma, su inteligencia y su preparación cultural: aparte del español, habla con soltura el francés y el inglés. Los lectores de su libro La rabia en el corazón (2002) la ven como una santa de nuestros días. Sin embargo, los responsables de las comisiones francesas de apoyo a su liberación han pasado del entusiasmo al desconcierto: no entienden su gusto por el lujo y el alto concepto que tiene de sí misma. Por otra parte, otros rehenes liberados han marcado distancias con ella.¿Por qué hay tantas opiniones opuestas sobre su persona?El padre de Íngrid, Gabriel Betancourt, fue dos veces ministro, así como representante diplomático de Colombia en Nueva York y en París. Se casó con una reina de belleza mucho más joven que él, Yolanda Pulecio, con la que tuvo dos hijas: Astrid y, en 1961, Íngrid. Ésta ha descrito a sus padres como conservadores y católicos.La familia vivió entre Bogotá y París, siempre en los mejores barrios. Cuando los Betancourt se separaron, la madre se mudó definitivamente, con sus dos hijas, a la capital francesa, donde se movió en círculos cosmopolitas.Íngrid estaba estudiando en la famosa Sciences-Po –donde tenía como profesor al futuro primer ministro francés Dominique de Villepin– cuando conoció a su primer esposo, el diplomático galo Fabrice Delloy. Tuvieron dos hijos, y se separaron cuando nació el más pequeño. Íngrid volvió entonces a Colombia, a probar fortuna en el mundo de la política.Por los contactos de su familia, pudo entrar a trabajar en un ministerio. Al poco tiempo decidió presentarse a las elecciones. Su segundo marido, Juan Carlos Lecompte, dejó su profesión de arquitecto para convertirse en un exitoso ayudante de relaciones públicas. En las elecciones de 1994, Íngrid se puso en las bocacalles de Bogotá a repartir preservativos para que los votantes no se dejaran "contaminar" por la corrupción. Así se dio a conocer, y consiguió ser elegida diputada (en representación del Partido Liberal). En las elecciones al Senado de 1998 distribuyó máscaras antipolución, alegando que el aire era ya irrespirable a causa de la corrupción. Su humor fue de nuevo apreciado por los votantes.
La ex diputada colombiana Íngrid Betancourt, rehén de las FARC durante seis años y medio, es una estrella mediática en gran parte del mundo, especialmente en Francia. Pero ¿quién es, realmente, esta mujer?
Los periodistas extranjeros que la entrevistan suelen quedar cautivados por su carisma, su inteligencia y su preparación cultural: aparte del español, habla con soltura el francés y el inglés. Los lectores de su libro La rabia en el corazón (2002) la ven como una santa de nuestros días. Sin embargo, los responsables de las comisiones francesas de apoyo a su liberación han pasado del entusiasmo al desconcierto: no entienden su gusto por el lujo y el alto concepto que tiene de sí misma. Por otra parte, otros rehenes liberados han marcado distancias con ella.¿Por qué hay tantas opiniones opuestas sobre su persona?El padre de Íngrid, Gabriel Betancourt, fue dos veces ministro, así como representante diplomático de Colombia en Nueva York y en París. Se casó con una reina de belleza mucho más joven que él, Yolanda Pulecio, con la que tuvo dos hijas: Astrid y, en 1961, Íngrid. Ésta ha descrito a sus padres como conservadores y católicos.La familia vivió entre Bogotá y París, siempre en los mejores barrios. Cuando los Betancourt se separaron, la madre se mudó definitivamente, con sus dos hijas, a la capital francesa, donde se movió en círculos cosmopolitas.Íngrid estaba estudiando en la famosa Sciences-Po –donde tenía como profesor al futuro primer ministro francés Dominique de Villepin– cuando conoció a su primer esposo, el diplomático galo Fabrice Delloy. Tuvieron dos hijos, y se separaron cuando nació el más pequeño. Íngrid volvió entonces a Colombia, a probar fortuna en el mundo de la política.Por los contactos de su familia, pudo entrar a trabajar en un ministerio. Al poco tiempo decidió presentarse a las elecciones. Su segundo marido, Juan Carlos Lecompte, dejó su profesión de arquitecto para convertirse en un exitoso ayudante de relaciones públicas. En las elecciones de 1994, Íngrid se puso en las bocacalles de Bogotá a repartir preservativos para que los votantes no se dejaran "contaminar" por la corrupción. Así se dio a conocer, y consiguió ser elegida diputada (en representación del Partido Liberal). En las elecciones al Senado de 1998 distribuyó máscaras antipolución, alegando que el aire era ya irrespirable a causa de la corrupción. Su humor fue de nuevo apreciado por los votantes.
En 2002 trató de hacerse con la Presidencia del país. Para ello, fundó un nuevo partido. Otra vez, su marido se reveló un publicista genial: le propuso denominar Verde Oxígeno a la nueva formación, para abundar así en la idea de que Colombia necesitaba cambiar de aires. En esa campaña, Íngrid distribuyó píldoras de Viagra entre los votantes: y es que había que "enderezar" la política del país.
Como parte de la campaña, Íngrid entró en contacto con un editor parisiense de mucho éxito, Pixot. Según el periodista francés Thomet, Íngrid escribió su libro junto con el novelista Lionel Duroy, algo que no consta en la obra, en la que se da cuenta de la vida política colombiana desde la perspectiva de aquélla; de hecho, un lector que no conociera la situación podría llegar a pensar, leyéndolo, que su protagonista lo era también, absolutamente, de la política colombiana. En sus páginas, Íngrid se presentaba como una mujer joven, bella e intrépida que luchaba con ahínco y sin perder el humor contra la corrupción.
Pixot le montó una campaña publicitaria por todo lo alto, logrando que el libro fuera traducido a una veintena de idiomas. Sin embargo, en Colombia su autora no despertó tanto entusiasmo. Según una encuesta publicada en la revista Semana un mes antes de las elecciones, Íngrid tenía una intención de voto inferior al uno por ciento. No lució mejor en las respuestas a la pregunta de quién era el político mejor preparado para combatir la corrupción. Álvaro Uribe resultó vencedor de esos comicios, con el 54,6% de las papeletas. Otros tres candidatos obtuvieron más votos que Íngrid, que hubo de conformarse con el 0,5%. Estos datos podrían ser fundamentales para entender el caso Betancourt: su fama se basa, ante todo, en el relato que ha hecho de sí misma y en la publicidad de que ha disfrutado, no en la valoración política de sus compatriotas.
El entonces presidente saliente, Andrés Pastrana, había concedido a las FARC una vasta zona desmilitarizada como gesto de buena voluntad. Sin embargo, la guerrilla utilizó ese territorio para hacerse más fuerte. Por eso, a mediados de febrero 2002 Pastrana decidió volver a establecer la autoridad del Estado en la zona y, como símbolo de la autoridad del Estado, y acompañado por periodistas, se dirigió a una ciudad antes ocupada por la guerrilla. Íngrid decidió que quería estar presente, a pesar de que no se admitía a políticos en la comitiva. Como no la permitieron ir en el helicóptero presidencial, fue hasta allí en coche, a pesar de que tanto los militares como la policía le advirtieron del grave peligro a que se exponía. De hecho, tuvo que firmar un documento por el que se hacía responsable de lo que le pudiera pasar.
Efectivamente, las FARC habían establecido un control en la carretera que Íngrid debía transitar aquel día (23 de febrero). Cuando el coche de la candidata presidencial llegó hasta el mismo, fue capturada, así como sus acompañantes. Éstos fueron posteriormente liberados; todos menos la abogada Clara Rojas, mano derecha de Íngrid en Verde Oxígeno.¿Por qué cometió Íngrid una imprudencia de tal calibre? Varios comentaristas dicen que si hubiera querido ser secuestrada no habría podido comportarse de manera más adecuada. Uno de los fotógrafos que la acompañaba, citado por Thomet, especula que pensaba ejercer su influjo sobre las FARC, y que su actuación podría tener algo que ver con las bajas cifras de intención de voto que le vaticinaban las encuestas.
Ahora sabemos bastante de cómo fue la vida en la selva durante todos esos años, porque hay testimonios de varios de los rehenes liberados. Por el momento, los más detallados son los de los norteamericanos Gonsalves, Stansell y Howes, que cayeron en manos de las FARC luego de que su avión, con el que realizaban una labor de identificación de campos de coca y plantas de procesamiento, sufriera una avería. En algunas fases de su cautiverio compartieron campo con Íngrid. Gonsalves, Stansell y Howes hablan de enfermedades tropicales, mala alimentación, amenazas y marchas forzadas. Hubo noches en que fueron encerrados en jaulas. A los rehenes colombianos incluso se les encadenaba a árboles. A veces, un prisionero era encadenado a otro prisionero. Lo que más les asustaba era que los guerrilleros eran unos adolescentes apenas, ignorantes del mundo fuera de la selva pero provistos de armas automáticas.
El padre de Íngrid murió a los tres meses de empezado el secuestro de su hija. La madre fue incansable en sus esfuerzos por liberarla. Se dirigió a los presidentes Chirac, Chávez y Fox, así como al Papa. En sus intervenciones públicas, su tono era emocional, y siempre atacó a Uribe por no liberar a su hija. La hermana, Astrid, también se esforzó lo suyo, al igual que los dos maridos. El segundo de ellos, los hijos y la madre publicaron libros en Francia para mantener vivo el interés de la opinión pública. La señora Pulecio hasta recibió la Legión de Honor francesa por sus desvelos. Los verdes hicieron campaña por Íngrid, que fue nombrada ciudadana de honor de numerosos municipios franceses y de otros países. De muchos edificios públicos colgaban retratos de la política colombiana.
Villepin presionó a la embajada francesa en Bogotá para que negociara con las FARC, entre otras cosas, ofreciendo dinero por la liberación de su ex alumna. La líder de Verde Oxígeno aparecía constantemente en los medios, y toda esta atención provocó que las FARC elevaran sus peticiones.
En julio de 2003 sucede algo que el investigador francés Jean-Jacques Kourliandsky califica de "rocambolesco". El primer ministro Villepin mandó a Brasil un enorme avión militar con vistas a lograr la liberación de Íngrid. Lo hizo sin consultar a su presidente, Jacques Chirac, ni a los ministros de Defensa e Interior; este último era Nicholas Sarkozy, que en aquel momento se encontraba en Bogotá. Tampoco avisó a las autoridades brasileñas, ni al presidente Uribe. Los malpensados vieron en la premura de Villepin algo más que preocupación por un rehén: una mezcla de afecto por Íngrid y ganas de mejorar los niveles propios de popularidad. Algo más tarde, el ex embajador de Francia en Bogotá volvió a París como esposo de Astrid y accedió a un cargo en el que representaba al Hexágono en las relaciones con América Latina.
La amalgama de intereses privados y actuaciones directamente relacionadas con la política exterior francesa lleva a Thomet a calificar de vergonzoso el papel de los representantes galos en el caso Betancourt. Sobre todo si se tiene en cuenta la falta de interés por rehenes menos mediáticos, como la también franco-colombiana Aida Duvaltier, que murió en cautiverio.
El testimonio de los tres norteamericanos es interesante porque es gente que no alberga ambiciones intelectuales o políticas. En su libro afirman que el cautiverio tiende a mostrar a las personas como son. De Íngrid dicen que es muy inteligente, pero también arrogante y egoísta. Vieron en ella maniobras para obtener privilegios, en particular a través de su influencia sobre diferentes hombres, entre los que cabe citar a Luis Eladio Pérez, otro senador colombiano, con quien forjó una alianza que le permitió ejercer poder sobre los demás rehenes.
La crítica contra Íngrid incide en situaciones en las que ésta colabora con las FARC en perjuicio de otros rehenes; es decir, que ocupa una posición ideológicamente poco clara. Clara Rojas, respetada por su integridad, se alejará también de ella. Más tarde, Clara queda embarazada de un guerrillero, con el que mantiene una relación consentida, y da a luz un niño, Emmanuel. Será liberada un poco antes que Íngrid. La liberación de Íngrid –y de otros 14 rehenes– tendrá lugar el 3 de julio de 2008. Para el éxito de la operación fue decisivo que las autoridades hubieran capturado a varios líderes de las FARC, entre los que se encontraba Doris Adriana, responsable de las compras de material de la guerrilla y esposa de César, uno de los jefes del grupo que custodiaba a los rehenes. El matrimonio decidió colaborar con el Gobierno para poder tener algunos años de vida normal y ver a sus hijos.
La operación, llamada Jaque, exigía, para concluir con éxito, el envío de un mensaje al grupo que estaba vigilando a los rehenes en el que se le informaba de que éstos iban a ser trasladados con vistas a que los entrevistara una comisión internacional en el marco de un posible intercambio de prisioneros. Finalmente, los rehenes fueron liberados sin que se disparara un solo tiro.Lo que sucede inmediatamente después está documentado en vídeo y se puede consultar en internet. Íngrid puede por fin abrazar a su madre y a sus hijos (que han llegado a Bogotá a bordo del avión presidencial de Sarkozy). Íngrid es entrevistada para la televisión junto con Uribe, y aprovecha para darle las gracias. Casi inmediatamente, Íngrid viaja a Francia en el mismo avión habían empleado sus hijos: al llegar a destino es saludada por Sarkozy y su esposa, Carla Bruni. El día de la fiesta nacional francesa, el 14 de julio, Sarkozy la condecora con la Legión de Honor.También entrevista a la ex rehén de las FARC el famoso periodista estadounidense Larry King, quien le pregunta si fue torturada: Íngrid le responde diciendo que no quiere hablar de eso. King menciona también el rumor de que Íngrid salvó a Emmanuel de su propia madre, Clara Rojas, que hubiera querido ahogarlo, pero Íngrid tampoco quiere hablar de eso.
Clara decide entonces romper su silencio. En una entrevista declara que Íngrid tiene un lado muy teatral, y que no entiende por qué no se mantiene dentro de los límites de la verdad. Subraya que las dos han tenido muy poco trato durante el cautiverio, y que Íngrid no ha mantenido contacto alguno con el bebé. El periodista insiste en preguntarle si votaría por Íngrid. Con todo respeto, Clara dice que no la votaría porque se considera una persona analítica y no ve en Íngrid alguien coherente. En otras palabras: Íngrid no conserva una buena relación con quien fuera su colaboradora más cercana. Tampoco con su marido, a quien apenas ha querido ver desde que salió de la selva.
Actualmente, Íngrid vive en el centro de París junto con su madre y su hermana. En la vida pública se la ve como un símbolo del idealismo, pero ¿es idealista? ¿El sufrimiento la ha ennoblecido? Diferentes observadores llegan a diferentes conclusiones. Cuando aparece en público, es notable que cuide mucho su presentación y que se vista con cierto lujo. Los colaboradores de las comisiones de apoyo dicen sentirse desconcertados por la vida mundana que lleva. En septiembre de 2008 recibió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia. También hubo una campaña para que le fuera concedido el Nobel de la Paz. Íngrid creyó que iba a recibir también este último: sus comisiones de apoyo mandaron un comunicado a diferentes agencias, y se reservó una sala en el elegante hotel Meurice, en el centro de París, para la conferencia de prensa correspondiente. Como sabemos, el elegido fue finalmente el mediador finlandés de la ONU Martti Ahtisaari.
Están en preparación varias películas sobre la vida de Íngrid, y se dice que ella misma está escribiendo una pieza teatral. Sin embargo, no se publicará en la misma casa editorial que su libro de 2002, porque su editor francés no ha querido aceptar su exigencia de un cuantioso adelanto. Lo importante de la historia de Íngrid no es lo que ella u otros puedan haber hecho o dicho. Lo importante es que nos muestra unos rasgos de la vida pública harto preocupantes. Asusta pensar que tantas personas hayan formado su opinión sobre un personaje de la vida política mediante la sola lectura de lo que ese personaje dice de sí mismo. Asusta pensar que en un país importante la política exterior pueda estar a merced de los sentimientos privados de tal o cual gobernante. Asusta saber que no se controla cuál es la verdadera obra de los que reciben los premios y condecoraciones más destacados. Asusta comprobar que los medios de comunicación y la mercadotecnia pueden influir poderosamente en la política.
La historia de Íngrid es muy mediática: contiene juventud, belleza, inocencia, valor, enfrentamientos, lágrimas, y además se alarga en el tiempo, hasta convertirse en un culebrón. Gracias a los medios de comunicación, Íngrid ya dispone de una plataforma internacional, y puede hacer lo que quiera con su fama.Quizá ahora no importe tanto quién es o quién fue, sino quién decide ser. Por el momento, estamos en plena telenovela, porque Íngrid ha pedido el divorcio, Luis Eladio Pérez acaba de publicar su relato del cautiverio y Clara Rojas está por publicar el suyo. Continuará.
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