El cuarto mito: “La solución a la violencia está en pactar con los criminales”/Alejandro Poiré Romero
20 jun 2011
Para establecer una seguridad auténtica y duradera, el camino es el de las instituciones, la ley y la reconstrucción del tejido social.
Durante mucho tiempo, la inacción y tolerancia al crimen permitieron su crecimiento, y que incurrieran en delitos como el secuestro, la extorsión y el robo. Esta expansión de la delincuencia provocó el debilitamiento de nuestras instituciones, que se acentuaba con cada paso que daban las organizaciones delictivas para fortalecerse ante la ignorancia, impotencia o incluso complicidad de algunas autoridades.
Los mexicanos hemos sido testigos de las graves consecuencias que tienen soluciones falsas como pactar o evadir el confrontar al crimen. Acordar con delincuentes sólo hace florecer la impunidad y no garantiza el fin de la violencia; otorga licencia a narcotraficantes, secuestradores, extorsionadores, ladrones y traficantes de personas para dañar a la sociedad. Nadie que haya sido víctima de alguno de estos delitos indecibles, estaría dispuesto a pactar con su agresor. Nadie que reconozca los retos que hoy vivimos en materia de seguridad, precisamente derivados de ese pasado, apoyaría a la idea de la negociación criminal en búsqueda de una tranquilidad que simplemente sería ilusoria.
El único pacto debe ser de la sociedad y su gobierno, y el principal compromiso con nuestro fortalecimiento institucional y legal. La reducción de la incidencia delictiva en localidades como Tijuana no se ha logrado permitiendo a algunos delinquir mientras se castiga a otros. Se ha conseguido combatiendo frontalmente la actividad criminal de manera coordinada y corresponsable, al tiempo que se renuevan las corporaciones policiales y se reconstruye el tejido social.
El caso de Palermo, en Italia, refleja el alcance del pacto entre gobierno y sociedad como salida auténtica contra el crimen. La mafia siciliana — conocida como Cosa Nostra— creó alianzas con grupos políticos y sociales de la región, e influía progresivamente en el arte, la religión, las escuelas y los espacios recreativos.
Ante la inserción de la mafia en la sociedad, el juez Giovanni Falconne y el magistrado Paolo Borsellino impulsaron un proyecto que comprometía a políticos, banqueros y empresarios para debilitar la actividad criminal de la Cosa Nostra. Sin embargo, la mafia siciliana no permitiría el avance en su contra, por lo cual asesinó al juez Falcone y al magistrado Borsellino, advirtiendo que el próximo sería el alcalde de Palermo, Leoluca Orlando.La sociedad dejó a un lado la indiferencia hacia los delincuentes y puso un alto al silencio y la ignorancia de la violencia criminal. Se sumó al pacto con la autoridad y abanderó la consigna: ¡Ya basta de la mafia! La primera manifestación de que no estaba dispuesta a seguir tolerando el crimen tuvo lugar cuando madres sicilianas acudieron con el jefe de policía para, con sus hijos de por medio, salvaguardar la vida del alcalde Orlando tras las amenazas en su contra.
Adoptaron el modelo del “carro siciliano”, cuyas dos ruedas, la de la cultura y la de la legalidad, habían de avanzar al mismo tiempo y velocidad dentro de la sociedad para contener la actividad criminal de la mafia.
Si lo que buscamos los mexicanos es establecer una seguridad auténtica y duradera, el camino es el de las instituciones, la ley y la reconstrucción del tejido social, no el de la negociación criminal olvidando la justicia. Podrá ser el más difícil y costoso, pero es también el más efectivo y permanente.
@AlejandroPoire
blog@presidencia.gob.mx
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