20 jun 2011

“¡Ya párenle, hijos de la chingada!”: Sicilia

Juan Pablo Becerra-Acosta M., entrevista a Javier Sicilia.
La situación de la justicia en el país, la petición de humanidad y redención a los criminales junto a un “¡Ya basta, hijos de la chingada!”, son los temas de esta charla.
Milenio Semanal, 2011-06-19 |
Primero fue en Morelia. Luego en San Luis Potosí. Después Zacatecas y Durango. Monterrey, Torreón, Chihuahua y Ciudad Juárez. El último episodio fue en El Paso, Texas. Del sábado cuatro al sábado 11 de junio, en cada una de esas plazas, la Caravana del Consuelo escuchó dramáticas quejas sobre la barbarie criminal: desapariciones, “levantones”, secuestros, ejecuciones, amenazas, extorsiones, mutilaciones. Nueve de cada 10 historias narradas en lágrimas detallando las monstruosidades de los delincuentes. Sólo una de cada 10, máximo dos en Juárez, por ejemplo, se referían a fuerzas del Estado mexicano.
Sin embargo, en nueve de cada 10 exigencias la rabia no era canalizada hacia Los señores de la muerte, como les llama el poeta Javier Sicilia a los sicarios, sino contra las autoridades, contra los gobernantes de los tres niveles de gobierno y los tres poderes de la Unión.
Durante un receso de la Caravana, parados en una hirviente zona de descanso de alguna carretera, intentando cubrirnos del sol bajo el techito de un teléfono público mientras fumaba sus Delicados, le pregunté al poeta por los responsables.
JPBA: ¿Qué le podrías decir a estos cabrones?
JS: El problema es que hay una monstruosidad en cómo actúan, de la cual no se han dado cuenta. Hasta hace tiempo tenían ciertos códigos de honorabilidad. Yo creo que la fracturación de éstos se les ha ido de las manos a sus propios sicarios, que son unos pinches demonios. Nadie los controla. Por eso yo les digo: “¡Contrólenlos!”. No les estamos pidiendo más que un pinche gramo de sentido humano, el pinche gramo de sentido humano que les quede, cabrón…
JPBA: ¿Cómo le dices “vuelve a tus códigos” a un secuestrador? No tienen códigos de nada…
JS: No, sí tienen códigos de honorabilidad; de cierta honorabilidad dentro de lo que son ellos, pues. Una cosa es secuestrar, que ya es una pinche condición inhumana, y otra cosa es, en esos mínimos grados de humanidad que les quedan, tratar bien a los plagiados. No sé si me explico: no ensañarse con la familia, con las víctimas, no cortarles dedos, no mutilarlos, no madrearlos. Es ese gramo de humanidad al que me refiero. No puede ser que no lo puedan sacar. Dentro de lo que son, que tengan grados mínimos de humanidad. No esperemos que cambien; ojalá, pero entonces dejarían de ser lo que son. Ojalá dejaran de ser lo que son, pero no se puede. Bueno, entonces, dentro de lo que son, hay que pedirles grados mínimos de humanidad.
LA POLICÍA ES LA QUE MENOS SABE
JPBA: Mucha gente dice que hacen falta más reclamos hacia los criminales porque la generalidad de las protestas va contra los gobiernos, y que los que matan son ellos, los criminales…
JS: Sí, sí, pero ¿que sean nuestros interlocutores ellos o el Estado? El Estado, su función, su mandato, es cuidar y proporcionar seguridad, cuidar la seguridad de la nación. Ahora, si no quieren o no pueden, entonces que se vayan y dialogamos con los criminales. ¡Es una exigencia verdaderamente absurda! Es una exigencia del propio Estado diciendo: “Pues nosotros no servimos, díganles a ellos”. ¿Quién es el interlocutor legal, a quién se eligió para cuidar la seguridad del Estado? ¡Pues a ellos! Ahora, si no quieren ellos porque son impotentes, bueno, pues que se vayan…
JPBA: Hay gobiernos que son impotentes, ahí están las cifras de la inseguridad.
JS: Pues entonces ya no hay Estado. Entonces hay un Estado cooptado, hay un Estado fallido. Y entonces nuestra demanda es real: hay que refundar las instituciones. Si la criminalidad está así es porque el Estado no está cumpliendo su función fundamental, porque es ineficaz o porque está podrido o cooptado en una buena parte de sí, y está haciendo un juego con los criminales. Ese es el problema. Por eso hablamos de refundación nacional. Por eso hemos hablado de limpieza de las instituciones…
JPBA: Julián Le Barón decía en un mitin que había que aislar a los criminales: la gente sabe en su calle quién vende qué y a qué se dedica…
JS: Pues sí, pero tú vas a la policía y la policía es la que menos sabe. Es curioso… En el caso de mi hijo todo mundo ahí adentro (cuerpos policiales) sabía dónde estaba El Negro Radilla. Nadie decía nada porque se lo cargaba la chingada, como se cargó la chingada a los amigos de mi hijo, y a mi hijo junto con ellos, porque iban a hacer una denuncia. La gente tiene miedo. Y uno se pregunta: si la gente sabe quiénes son y dónde están, las policías, las encargadas de la seguridad y el Ejército, ¿no lo saben? Uno se pregunta escandalizado: frente a eso, ¿qué se hace, qué te dejan? Bueno, pues Cherán (Michoacán, pueblo organizado contra talamontes que se encerró y puso retenes para defenderse) tuvo que hacer lo que tuvo que hacer. La policía comunitaria de Guerrero tuvo que hacer lo que tuvo que hacer. La gente de Salvárcar (Ciudad Juárez, donde masacraron a jóvenes hace un año y medio), ¿qué están haciendo? Funciones que le corresponderían al Estado.
JPBA: La gente tiene miedo, pero ¿no hay que decirle, como decía Le Barón, que no se calle, que denuncie? ¿Cómo se puede, desde la sociedad, aislar a estos criminales?
JS: Bueno, pues en eso, con la denuncia, pero tenemos que tener también sistemas de protección. ¿Qué sistemas de protección propios? Lo decía Le Barón: unámonos, reconozcamos a nuestros vecinos y a nuestro entorno, blindemos nuestro entorno, para que huyan y para que tengamos un cerco de confianza entre nosotros. Hay muchos ejemplos: en Morelos hay muchas comunidades, como Tetela del Volcán, donde lo están haciendo. Sí, hay que construir un cerco de confianza entre los ciudadanos, como decía Julián Le Barón: si la gente sabe quién delinque en su calle o colonia hay que aislarlos y denunciarlos, pero el Estado tiene que proteger y actuar, porque el que los ciudadanos tengan que hacer eso habla muy mal del Estado, habla de la descomposición del Estado.
MAJADERÍAS PRECISAS
JPBA: En un ejercicio de ficción, tú estás frente a líderes de sicarios, de secuestradores, ¿qué les dices para que le paren a sus crímenes?
JS: Tratar de tocar el corazón de esos hombres. De alguna manera son humanos. Yo soy un hombre de fe, soy creyente, soy católico. Mi tradición me enseña que lo humano es creación de Dios y que esa humanidad se oscurece. Yo creo que todavía hay un gramo de luz en cualquier ser confuso, a menos que verdaderamente sea un demonio que haya renegado absolutamente de cualquier dignidad humana, que los hay, pero pueden ser tocados. Yo tengo un libro donde trata ese tema, una novela que se llama El reflejo de lo oscuro (México, Fondo de Cultura Económica, Tierra Firme, 1997; es el caso de Jacques Fesh, un joven en Francia adinerado y hastiado de la vida que encuentra el sentido de ella a través de su abogado, del párroco de la prisión y de su propia pena de muerte. “Puedo salvar tu cuello, pero antes tengo que salvar tu alma”, son las palabras del abogado al joven que, sin desearlo realmente, mata a un policía). Y ahí se habla de eso, de la posibilidad de redimirse.
JPBA: Cuando tú decías en un mitin que querías que la marcha le tocara los corazones a los criminales (y a los políticos), debajo de la crónica que publicamos en internet unos lectores opinaban que es imposible eso, que cómo vas a cambiar lo que son los sicarios diciéndoles “sean buenos”. Decían que hay que ser más duros con ellos.
JS: Sí, hay muchas formas de llegar al golpe. No es nada más el diálogo, también está la pena. El problema es que en nuestra sociedad la justicia se aplica como una venganza, no se aplica como un proceso de reconocimiento del ser humano, de rehabilitación, de readaptación. De dolor de corazón, de sufrimiento, de vivencia frente a la verdad de su crimen.
JPBA: Pero mira: hicimos un reportaje en MILENIO Diario sobre una doctora que durante cinco años visitó a secuestradores en diversas cárceles y realizó un perfil psicológico de éstos. La conclusión es que muchos, la mayoría, no se puede rehabilitar, readaptar: son monstruos de nuestra sociedad, así les dice ella. Y agrega que tienen que estar presos el resto de su vida…
JS: Quizá. Quizá… Ahora, habría que tener más inventiva en el trabajo de la justicia para llevar a esos seres, si es posible, hacia la conciencia de su acto. Sólo ahí empieza el dolor de corazón, donde la penitencia es una forma de la justicia; la justicia es una penitencia, adquiere un sentido de salvación de lo humano que hay en esos seres. Pero ni siquiera hemos ensayado eso: los sistemas judiciales, los sistemas penitenciarios son sistemas de la humillación y de la venganza.

JPBA: ¿No hace falta también en las plazas que les digas un “¡Ya basta, cabrones!” a los criminales?
JS: Yo les dije ya una vez un “¡Ya basta, hijos de la chingada!”, dirigido a los dos, a la clase política y a los criminales. Y ahora… Sí, claro, a los criminales. Sí: “¡Ya párenle, hijos de la chingada!”. Hay que llamar a las cosas con su nombre a veces. Luego me dicen: “No, es que dices majaderías”. Pues sí, pero hay veces que las majaderías son precisas.

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