3 nov 2014

San Martín de Porres

Este lunes 3 de noviembre  durante la Misa en la Casa Santa Marta, Francisco exhortó a los fieles a no dejarse seducir por la vanagloria ni fomentar las rivalidades al interior de la Iglesia, sino más bien actuar con espíritu de concordia y servicio a los demás, como San Martín de Porres, el “humilde fraile dominico”. 
Su espiritualidad estaba en el servicio, porque sentía que todos los otros, incluso los más grandes pecadores, eran superiores a él. Lo sentía de verdad”, afirmó Francisco al referirse al santo mulato de origen peruano.
San Martín es recordado con la escoba, que es símbolo de su humilde servicio. Por ello, San Juan XXIII al canonizarlo en 1962 dijo: “Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimiento de Jesucristo y en la sumisión 
San Martín nació en Lima en 1579. Desde niño sintió predilección por los enfermos y los pobres. Aprendió el oficio de barbero y algo de medicina. A los quince años pidió ser admitido como “donado”, es decir, como terciario en el convento de los Dominicos.
 En su servicio de enfermero no hacía diferencia entre pobres y ricos, aunque tuvo que pasar por experiencias de incomprensión y envidia. En 1603 hizo su profesión religiosa. 
Se dice realizaba milagros de curaciones instantáneas o en ocasiones bastaba su presencia para que el enfermo desahuciado empezara a recuperarse. Hay quienes lo vieron entrar y salir de recintos con las puertas cerradas, mientras que otros aseguraron haberlo visto en dos lugares distintos a la misma vez.
San Martín de Porres vivió en la misma época de Santa Rosa de Lima. Además era amigo de San Juan Macías y fue confirmado por Santo Toribio de Mogrovejo.
Era tanto el cariño y admiración que le tenían al humilde Fray Martín que hasta el Virrey de aquel entonces fue a visitarlo en su lecho de muerte para besar su mano. Murió un 3 de noviembre de 1639, besando el crucifijo con gran alegría.
Y este lunes, durante la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta, Francisco exhortó a los fieles a no caer en las rivalidades ni en la búsqueda de la vanagloria, “dos polillas que devoran la consistencia de la Iglesia, la debilitan”; sino más bien actuar con espíritu de humildad y concordia, trabajando en el servicio a los demás.
Reflexionando sobre la carta de San Pablo a los Filipenses, afirmó que la alegría de un obispo es ver en su Iglesia amor, unidad y concordia. “Esta armonía es una gracia, lo hace el Espíritu Santo, pero nosotros por nuestra parte, debemos hacer de todo para ayudar al Espíritu Santo a realizar está armonía en la Iglesia”.
Por esto, San Pablo invita a los Filipenses a no hacer nada “por rivalidad o vanagloria”, ni a “luchar uno contra el otro, ni siquiera para hacerse notar, para aparentar ser mejor que los otros”. “Se ve que esto no es solamente cosa de nuestro tiempo”, sino “que viene desde antes”, señaló el papa.
“Y cuántas veces en nuestras instituciones, en la Iglesia, en las parroquias, por ejemplo, en los colegios, encontramos esto, ¿no? La rivalidad; el hacerse notar, la vanagloria. Se ve que son dos polillas que devoran la consistencia de la Iglesia, la debilitan. La rivalidad y la vanagloria van contra esta armonía, esta concordia”.
“En vez de rivalidad y vanagloria, ¿qué cosa aconseja Pablo? ‘Pero cada uno de ustedes, con toda humildad’ – ¿qué cosa se debe hacer con humildad? – ‘considerar a los otros superiores a si mismo’. Él sentía esto, ¿eh? Él se califica ‘no digno de ser llamado apóstol’, el último. También se humilla fuertemente ahí. Este era su sentimiento: pensar que los otros eran superiores a él”.
En ese sentido, destacó el testimonio de San Martin de Porres, “humilde fraile dominico” originario de Perú y del cual la Iglesia hoy celebra su memoria. “Su espiritualidad estaba en el servicio, porque sentía que todos los otros, incluso los más grandes pecadores, eran superiores a él. Lo sentía de verdad”, afirmó Francisco.
El Pontífice recordó que San Pablo exhorta a cada fiel a no buscar el propio interés, sino “buscar el bien del otro. Servir a los demás. Pero esto es la alegría de un obispo, cuando ve en su Iglesia así: un mismo sentir, la misma caridad, permaneciendo unánimes y concordes”.
“Este es el ambiente que Jesús quiere en la Iglesia. Si pueden tener diversas opiniones, está bien, pero siempre dentro de este ambiente, de esta atmosfera: de unidad, caridad, sin despreciar a ninguno”, aseguró el Papa.
Luego, al abordar el Evangelio del día, Francisco advirtió que “es feo cuando en las instituciones de la Iglesia, de una diócesis, encontramos en las parroquias gente que busca su propio interés, no el servicio, no el amor. Y esto es lo que Jesús nos dice en el Evangelio: no buscar el propio interés, no caminar por el camino del contracambio, ¿eh? ‘Pero sí, yo te he hecho este favor, pero tú no me haces esto’”.
“Y, con esta parábola, de invitar a cena a aquellos que no pueden contracambiar nada. Es la gratuidad. Cuando en una Iglesia hay armonía, hay unidad, no se busca el propio interés, existe esta actitud de gratuidad. Yo encuentro el bien, no hago un negocio con el bien”.
Finalmente invitó a los fieles a hacer un examen de conciencia y preguntarse “¿cómo es mi parroquia? ¿Cómo es mi comunidad? ¿Tiene este espíritu? ¿Cómo es mi institución?”.
“Este espíritu de sentimientos de amor, de unanimidad, de concordia, sin rivalidad o vanagloria, con humildad y pensando que los demás son superiores a nosotros, en la parroquia, en la comunidad… Y tal vez encontraremos que hay algo para mejorar. ¿Hoy, cómo puedo yo mejorar esto?”, concluyó.

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