La peculiar diplomacia del Papa Francisco
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ/periodista especilzado.
“Misión cumplida, he recibido a Raúl Castro dos minutos más que a Obama y dos minutos menos que a los hermanos Carlos y Rodolfo Luna”. Un mensaje breve, coloquial, recibido en Suecia la tarde de este domingo 10 de mayo. ¿El firmante? Francisco. ¿El destinatario? Un amigo suyo de vieja data, exiliado político que vive en ese país. El encuentro “familiar” del Papa con el presidente cubano dio la vuelta al mundo y sus repercusiones expresan la eficacia concreta de la peculiar diplomacia impulsada por el Papa argentino.
Unos 55 minutos duró el coloquio privado, cara a cara y sin intérprete, entre Bergoglio y Castro Ruz. Eso contabilizaron los periodistas que pudieron seguir la audiencia desde afuera del estudio ubicado en la parte posterior del Aula Pablo VI del Vaticano, donde ambos personajes dialogaron la víspera.
Un encuentro plagado de gestos sugestivos. Por ejemplo cuando, antes de iniciar la conversación, el Papa corrió personalmente un portaplumas colocado al centro del escritorio y que obstaculizaba el diálogo directo. Prefirió liberar el campo y, así, puso cómodo a su invitado. Estableció un vínculo. O cuando, tras despedirse en la puerta, Castro regresó sobre sus pasos para pedirle a Francisco: “Rece por mí” y el pontífice le respondió: “Lo hago”.
Apenas concluida la audiencia Federico Lombardi, el portavoz del Vaticano, se acercó a los periodistas y dio unas declaraciones. Aseguró que el coloquio había durado “50 minutos” y cuando los comunicadores le hicieron notar que habían sido 55, minimizó la diferencia. Más tarde la versión oficial difundida por la Santa Sede usó la fórmula “más de 50”.
Cuestión de minutos. Un detalle para nada menor cuando se habla de diplomacia. La importancia que Francisco concede a esos detalles quedó plasmada en el correo electrónico enviado a su amigo Carlos Luna. A él y a su hermano Rodolfo los recibió en la Casa Santa Marta el 12 de febrero de 2014 por 56 minutos, según consignó la Radio Vaticana. Fueron 50 los minutos que pasó a solas con Barack Obama, el 27 de marzo de 2014.
Que el Papa haya escrito un mail sobre su audiencia con Castro a Luna también tiene su lógica. Pese a vivir en Estocolmo, este último mantiene estrechos vínculos con Cuba. En su juventud viajó a la isla, donde recibió entrenamiento paramilitar y fungió –entre otras cosas- como guardaespaldas de la madre de Ernesto Guevara, el Che. Luego, en la década de los 70, debió huir de Argentina por cuestiones política y se refugió en Suecia.
He ahí otra de las claves de la peculiar diplomacia de Francisco: Contacto personal, aceptación no obstante las diferencias, diálogo franco y sin condiciones. La “cultura del encuentro” en estado puro. Una actitud que provoca empatía sincera con los interlocutores y puede generar respuestas insospechadas, como la del presidente cubano que confesó: “Sí el Papa sigue así, voy a volver a rezar y volveré a la Iglesia”.
Una actitud de vida que se inscribe en la tradición papal más inmediata, al menos para el caso de Cuba. La opción por el acercamiento y la apuesta por las relaciones humanas como llave para el cambio el primero que la puso en práctica fue Juan Pablo II, con su recepción a Fidel Castro en el Vaticano en 1996 y su histórico viaje a la isla en 1998. Una alternativa refrendada por Benedicto XVI en 2012.
Pero Francisco parece tener la capacidad para convertirse en catalizador, ir más allá y cosechar resultados concretos. Está ocurriendo con el acercamiento entre cubanos y estadounidenses, ocurrirá con otros frentes internacionales en el futuro. Porque la intensa actividad diplomática de Bergoglio continuará.
A finales de mayo está previsto que reciba en audiencia a José Mujica, ex presidente de Uruguay. El encuentro será privado y ajeno a todo protocolo, por tratarse de un mandatario que ya no está en el cargo.
El 5 de junio se reunirá con la presidente de Chile, Michelle Bachelet, un mes antes de la visita apostólica por Sudamérica y que tocará Bolivia. La diplomacia de Santiago está preocupada porque la gira pastoral pueda influir en el diferendo abierto entre bolivianos y chilenos por la salida al mar.
Dos días después, el domingo 7, el obispo de Roma sostendrá una nueva audiencia con Cristina Fernández de Kirchner, mandataria de Argentina. Será la cuarta cita de ambos en el Vaticano en el arco de dos años. Esta vez no será un almuerzo íntimo en Santa Marta, como los anteriores tres. Ellos dialogarán en el estudio del Aula Pablo VI, el mismo en el cual fue acogido Raúl Castro.
Este encuentro desató una gran polémica en el país natal del Papa. Con las elecciones presidenciales de octubre en vista, el escenario político se encuentra fragmentado y polarizado. De hecho, desde varios sectores se llegaron a alzar críticas incluso contra el mismo líder católico, por tanta dadivosidad con la presidente.
Esa perplejidad se la transmitió Carlos Luna a Francisco, en un correo electrónico del 2 de mayo pasado. La respuesta que le llegó desde el Vaticano fue emblemática: “Gracias por su correo del 2 pasado. Comprendo su inquietud pero el protocolo vaticano prevé que un Jefe de Estado sea recibido en su función de tal. El domingo viene Raúl Castro y luego Usted verá tantos otros en las noticias, así como los ha habido en los dos años que llevo aquí”.
No se sabe qué explicó Jorge Mario Bergoglio al hermano menor de Fidel pero, de lo que no hay duda, es que el líder castrista salió anonadado del Vaticano. Tras el encuentro que duró 55 minutos, hablaba del Papa como si se tratara de un viejo amigo, y en la rueda de prensa estaba tan exultante que incluso llegó a alabar al presidente estadounidense, Barack Obama: "Ya dije una vez que es un hombre honesto, y lo vuelvo a decir aquí", declaró. Tras lo ocurrido ayer, muchos ya dicen que Francisco no es el Papa de los pobres, sino directamente el Papa de la diplomacia.
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