Luis
Villegas Montes, le envia esta
Carta
abierta a Denise Dresser.
Antes
de continuar, es preciso aclararle a Usted que, con su postura, incurre de
manera grave en el lugar común de disociar a la sociedad mexicana de su clase
política; y dar por sentado que el ciudadano “de a pie” es intrínsecamente
mejor que sus gobernantes. Y no afirmo que “el pueblo tenga el gobierno que se
merece” -porque nadie, en ningún país del mundo, en ninguna sociedad, en ningún
caso, se merece estar sometido a una oligarquía de delincuentes, de cleptómanos
o de discapacitados mentales- pero sí digo que en los males públicos que nos
agobian, los ciudadanos tenemos mucha responsabilidad. Es más, me preocupa una
visión de otra índole (como la suya, ni más ni menos) pues corrompe, en
esencia, lo que debe ser el ideal democrático en su auténtica connotación: La
activa participación de todos en las tareas del Gobierno. Culpar “a los
partidos” de su mal funcionamiento, es propalar una gran mentira y obvia el
fondo de la cuestión: A saber, cómo o por qué, los ciudadanos hemos padecido,
auspiciado, tolerado o consentido ese estado de cosas. Es decir, al triste
estado al que hemos llegado, no se llegó por arte de magia; se necesitaron muchos,
muchos años en verdad, de silencios y de complicidades que nos involucran a
todos (o por lo menos a la mayoría): Cámaras empresariales, sindicatos, medios
de comunicación, sectas e iglesias, universidades públicas y privadas, grupos
de interés, etc. Pretender que el sistema político (viciado, según su tesis y
en lo que coincido absolutamente) va a refundarse a partir de una elección
donde la mayoría de los electores anula su voto no solo resulta ingenuo; sino
que le hace el “caldo gordo” a los partidos hegemónicos pues alcanzarán, y de
manera más fácil, su objetivo de hacerse con el poder (como le digo, la tesis
de Crespo es falsa).
Y
es así desde hace muchos años, señora mía, pues los grandes partidos tienen,
por buenas o malas razones, lo que se llama “voto duro”; esas personas, que
además están en su derecho, van a salir a votar. De ese modo, va a ser una
mayoría ínfima, pero mayoría al fin, la que termine decidiendo por todos. Y no
importa quién, cómo, cuándo o dónde, impulse ese ridículo “castigo” del “voto
nulo”, lo único que va a ocurrir es que la gente que cree y sigue a personas
como Usted, tenga “razones” para anular su voto (o lo que es lo mismo, echarlo
a la basura) y facilitar así que sean las “minimayorías” las que se hagan con
el poder.
Peor
aún, suponiendo que fuera cierta la teoría de la “eficacia” de los votos nulos
y sirvieran para algo ¿cuál sería la consecuencia de obrar así? Una nueva
elección, lo que Usted reconoce pero soslaya. Frente a lo cual se abren dos
posibilidades: Volver a anular esa elección extraordinaria que, por lo demás,
consumiría más recursos (el doble) y así hasta el infinito; o volver a elegir a
uno u otro de los candidatos postulados por los partidos. Siendo irrelevantes
las consideraciones que soslayen esa verdad pues la realización de los nuevos
comicios extraordinarios, requiere de financiar a los partidos de nueva cuenta
no sobre el número de votos recibidos sino sobre el porcentaje del total de los
mismos de la elección previa.
La
otra falacia en la que descansa su postura, es la de que, efectivamente, un
gran número de votos nulos tendrá un impacto en la reformulación del sistema
político o de partidos en México. ¿Dónde está la demostración de tan absurda
tesis? Eventualmente, lo único que se podría conseguir es que se repitiera la
elección, como ya vimos. ¿O qué piensan quienes están detrás de la propuesta?
¿Qué por el solo hecho de hallar en la urnas un montón de votos nulos o anular
20, 30 o 40 elecciones en otros tantos distritos, los políticos de este país se
van a juntar jalándose los pelos y van a decir: “Vamos a refundar el Estado
Mexicano o por lo menos el régimen de partidos”?
Si
no estuviera convencido de su buena fe y de su entereza moral e intelectual -de
Usted por lo menos-, diría que detrás de esta iniciativa existe una maquinación
tendente a mantener el estatus quo. Anular el voto va a tener como única
consecuencia jurídica, se lo garantizo desde ahora, que los diputados electos
cuenten con un aval mayoritario ínfimo y nada más.
Más
sensato e inteligente, sería alentar una campaña en favor del voto útil. Hacer
conscientes a los ciudadanos de la fuerza de su voto y la necesidad de que lo
ejerciten cada vez, todas las veces. El llamado “voto útil” tiene distintas
connotaciones; tantas como la pretensión que subyace detrás de él; para el
especialista Imer B. Flores, existen muchos tipos de voto útil: El de control,
voto plural, voto crítico, etc.1 Para mí, el voto útil es el voto racional. Es
el que se emite al margen de preferencias personales; y por ende, es un llamado
a la inteligencia del elector para que vote por la mejor opción cuando todas
las demás alternativas (incluida la de sus preferencias personales) ya no son
viables; o bien, cuando de todas las opciones, la que es peor, a su juicio,
tiene una posibilidad de alzarse con el triunfo. El “voto útil” se emite
atendiendo a la razón, no a la facción; al cálculo, no al arrebato; a la
reflexión, no a la pasión. Esa, me parece una medida más consecuente con la
idea de democracia, entendida como la acción del gobierno desde la sociedad y
con la sociedad. Como escribió Alejandro Rozitchner, más allá de “gestos
dignos” del tipo “no, no, no, a mí ninguno me convence”, es un hecho que esa
indefinición no puede producir nada bueno; en todo caso “no hay que hacerse el
bueno y salvarse, hay que hacer algo que sirva”. 2
Ojalá
y estas palabras mías puedan servir de algo; ojalá y le permitan hacer una
pausa y replantearse el asunto; se engaña (o lo que es peor, miente) quien
piense que anular el voto va a servir o sirve de algo.
Sin
más por el momento, me reitero a su amable consideración.
Luis
Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com,
luvimo6614@hotmail.com
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