¿Quién
está detrás del EI (ISIS)?/Tahar Ben Jelloun, miembro de la Academia Goncourt.
Publicado en La
Vanguardia | 8 de junio de 2015
La
consternación es universal. Pero es inútil. Indignarse, denunciar, hacer
llamamientos… Todo esto no cambia la situación sobre el terreno. Somos
millones, musulmanes o no musulmanes, laicos, humanistas, gente sencilla o
cultivada los que no entendemos cómo el Estado Islámico (EI) –este monstruo
salido un túnel subterráneo o del vientre de una maquinación diabólica–
progresa, avanza, ocupa ciudades, controla fronteras, saquea bancos, vende en
el mercado negro el petróleo iraquí y destruye museos, mata a mujeres y niños y
apenas encuentra resistencia efectiva ante sus ambiciones. Ramadi, en Iraq,
está ocupado; Palmira, en Siria, acaba de caer, una ciudad tan bella,
patrimonio de la humanidad, una humanidad asesinada y ausente.
La
belleza y la gracia, la inteligencia y la civilización son hoy pisoteadas por
los pies de los gigantes que lo aplastan todo a su paso. Bajo esos pies ninguna
hierba vuelve a crecer. Campos de petróleo y gas se encuentran ahora en las
manos de estas hordas. El destino del mundo árabe parece depender de su
crueldad. ¿Dónde se detendrán si su objetivo declarado es establecer un Estado
islámico en todo el mundo árabe? La coartada es el islam. La tragedia es su
interpretación. Hay gentes que les ayudan con armas y dinero, personas anónimas
que se ocultan detrás de los estados que tienen interés en que el mundo árabe
se desintegre y caiga en el caos.
Ya
sea en África o en Europa, los jóvenes abandonan la escuela, sus familias se
comprometen a intercambiar el estilo de vida con el de la muerte fácilmente
aceptada, incluso deseada, una muerte a la que se entregan y que no temen. A
menudo se trata de jóvenes convertidos, musulmanes embrujados, niños bien
educados, preparados, que tienen un trabajo del que vivir bien, quienes se
comprometen –los ojos cerrados, la mente cambiada, lavada, escurrida y llena de
fórmulas hechas, clichés que operan como las llamadas desde el cielo, imágenes
que pasan a toda velocidad evitando la reflexión, las ideas de higiene
cultural, mental y corporal–. Una puesta en escena satánica que ha superado
todo lo que las sectas han hecho en el mundo, todo lo que los realizadores de
videos con efectos especiales podrían imaginar. Esto ya no es espectáculo, es
el horror en tiempo real.
Nos
gustaría que las Naciones Unidas hicieran un trabajo de investigación para
encontrar a los que han financiado o siguen financiando al Estado Islámico y
sus hordas bárbaras, a quien les arma, a quien favorece su avance en Siria,
Iraq o Libia. Investigar, acusar y juzgar a los que están detrás del Estado
Islámico porque visto su arsenal armado y sus medios financieros, este
movimiento no nació de la nada. Investigar y juzgar no está en los genes de
esta sociedad de naciones que no debe ofender a nadie. A fuerza de hacer
cálculos, a fuerza de usar la diplomacia en lugar de actuar, a fuerza de tener
en la cabeza y en el corazón una balanza ultraprecisa, la ONU resulta ineficaz.
De todos modos los niños que mueren bajo las bombas sirias provenientes de las
tropas sirias de Bashar el Asad o de las bandas de Al Nusra o Estado Islámico
ya no esperan nada de esta organización, de esta “cosa”, como la llamó el
general De Gaulle, que pesa toneladas y cuesta miles de millones.
Los
bombardeos de los aliados no tienen efecto disuasorio aunque el Pentágono dice
lo contrario. Son inútiles. Los combatientes de este movimiento anárquico son
despiadados porque están motivados por un objetivo para el que la religión
sirve como un trampolín para alcanzar el poder.
El
mundo ahora está pagando la política demasiado prudente de Obama y de los
europeos. Una política sin envergadura, sin noble ambición, una política que ha
favorecido la venta de armas y algunos otros intereses. Tuvimos que intervenir
en Siria desde el primer día que el ejército de Bashar disparó contra
manifestantes pacíficos y desarmados. Había que haber dado un buen puñetazo en
agosto del 2013, cuando Bashar utilizó armas químicas. No se hizo y todo el
mundo dijo: es mejor un dictador como El Asad que un régimen islamista que
masacraría a los cristianos. Bashar sigue ahí y los cristianos no están seguros
y son cada vez más los que huyen de su país.
El
caos está ahí, con o sin Bashar, al igual que en Libia, con o sin Gadafi. No
olvidemos que son Bashar y su oculto consejero y amigo, el presidente Putin,
quienes han favorecido la aparición de los extremistas del Estado Islámico. Hoy
en día, estos yihadistas criminales avanzan y se burlan del mundo civilizado,
musulmán o no.
A
menos que proclamemos oficialmente que ya no existe una gran potencia, que no
existe el derecho ni la justicia, que la barbarie ha ganado y que debemos
someternos a sus horrores. Así fue como el fascismo y el nazismo comenzaron a
planear sus crímenes y en su momento nadie se atrevió a creer que estos
sistemas iban a gasear a millones de seres humanos.
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