Morena Tacha de "Fascista" a la Oposición para Blindar a Sheinbaum
El cerrado apoyo de las bancadas de Morena y sus aliados en el Congreso a la Presidenta Sheinbaum, tras la marcha del sábado, revela una estrategia política defensiva que prioriza la descalificación radical de la protesta antes que el análisis mesurado de sus causas subyacentes.
El discurso central, articulado por Adán Augusto López Hernández, recurrió a una hipérbole política al tachar la movilización de ser una "embestida" orquestada por la "parte más oscura de la derecha mexicana" con tintes de "ultraderecha y fascismo".
El uso de términos como "fascismo" para describir una protesta civil (a pesar de los incidentes de violencia) conlleva el riesgo de banalizar un concepto histórico de grave calado. Al atribuir la movilización a una conspiración perfectamente orquestada por figuras como Claudio X. González y Roberto Madrazo, la mayoría legislativa desvía el debate de las demandas legítimas —que incluso Monreal reconoce— hacia una caza de brujas política.
Si bien el diputado Ignacio Mier Velazco apuntó a la evidencia de "ferreterías" en manos de los violentos, la narrativa dominante se centró en quién financia (una asociación civil y figuras opositoras) y no en la falla de inteligencia y seguridad que permitió a los grupos violentos acceder al Zócalo.
La voz de Ricardo Monreal se alza como el contrapeso incómodo dentro del oficialismo. Al reconocer que existe una "inconformidad" legítima entre los jóvenes, Monreal abre una fisura en el muro de defensa monolítico del oficialismo.
No obstante, esta apertura se limita a explicar la inconformidad como una resistencia a la "política social" y la "distribución de la riqueza". Aunque esta es una causa real de la polarización, evita señalar directamente la crisis de inseguridad, que fungió como detonante inicial y fue uno de los principales temas de queja.
Su defensa de la Presidenta ante los ataques y calumnias es un acto de lealtad partidista, pero su reconocimiento del descontento ciudadano es la única parte del mensaje que intenta conectar con la realidad social, no solo con la realidad política.
La unidad manifestada por el Congreso, que promete respaldo absoluto a Sheinbaum y la continuidad de las reformas, si bien es una muestra de cohesión para el proyecto de nación, también actúa como un muro que obstaculiza la autocrítica y el diálogo real con los sectores disidentes.
La respuesta de la mayoría legislativa, al igual que la de la Presidenta, fue efectiva para defender la administración de los ataques externos (tanto de Trump como de la oposición), pero sacrificó la oportunidad de realizar una reflexión profunda sobre las causas que llevan a miles a las calles, más allá de etiquetarlos como "fascistas" o de "ultraderecha".
Es una pena.
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