Lo que cuenta la CIA/Rafael L. Bardají
Publicado en el periódico español ABC, 21/12/2007;
EL mundo de la inteligencia está lleno de confusión. Por eso se espera de los servicios secretos que arrojen algo de luz sobre lo que interesa a los responsables nacionales. En el caso de la Nueva Estimación de Inteligencia (NIE) sobre Irán, que el Consejo Nacional de Inteligencia norteamericano acaba de realizar, la CIA no ha hecho sino añadir más confusión a la existente. Está por ver que haya sido voluntaria o involuntariamente.
Todo el mundo ha reproducido la ya famosa frase del documento en la que se afirma «estimamos con una gran seguridad que en otoño de 2003, Teherán detuvo su programa de armamento nuclear». Frase de arranque rotunda, pero que quienquiera que se tome la molestia de leer las nueve páginas del NIE (en realidad sólo tres, porque las cinco primeras se dedican a cuestiones metodológicas y la última a una comparación entre esta versión y su anterior de 2005), verá que se matiza muy mucho en los párrafos subsiguientes hasta difuminarse del todo en su relevancia.
¿Qué es lo que dice el NIE?
Todo el mundo ha reproducido la ya famosa frase del documento en la que se afirma «estimamos con una gran seguridad que en otoño de 2003, Teherán detuvo su programa de armamento nuclear». Frase de arranque rotunda, pero que quienquiera que se tome la molestia de leer las nueve páginas del NIE (en realidad sólo tres, porque las cinco primeras se dedican a cuestiones metodológicas y la última a una comparación entre esta versión y su anterior de 2005), verá que se matiza muy mucho en los párrafos subsiguientes hasta difuminarse del todo en su relevancia.
¿Qué es lo que dice el NIE?
Brevemente: 1) que Irán detuvo su programa nuclear militar en 2003 y que no lo ha reactivado desde entonces; 2) que las entidades iraníes continúan desarrollando un abanico de capacidades técnicas que podrían ser empleadas para la producción de armas nucleares; 3) que la inteligencia americana no cuenta con la suficiente información para poder hacer un juicio con seguridad sobre si Teherán quiere mantener la congelación de su programa indefinidamente o si, dependiendo de las circunstancias, retomará su programa en el futuro; y 4) que Irán podrá disponer de uranio enriquecido para hacer una bomba, si así lo decide, en algún punto entre el 2010 y el 2015.
Primera gran contradicción. Si el programa militar nuclear está parado del todo, ¿cómo es posible que Irán siga desarrollando tecnologías para poder fabricar una bomba atómica? En segundo lugar, aunque en su farragosa introducción el NIE dice querer centrarse en capacidades y no en intenciones, siempre más complejas de valorar, la realidad es que se centra mucho más en éstas que en las primeras. Así, explica el alto en el programa nuclear como una reacción de los ayatolás ante «un mayor escrutinio y presión» internacional. A alguien en la CIA se le ha borrado la memoria. El escrutinio comenzó tras que, en agosto de 2002, el Consejo Nacional para Resistencia Iraní pusiera en evidencia las actividades de enriquecimiento de uranio en la planta de Natanz así como las de obtención de plutonio en Arak, ignoradas hasta ese momento por los inspectores de la OEIA. La presión internacional no se iniciaría hasta la carta que los 3 (Londres, París y Berlín) enviaron a Irán en el verano de 2003. Y las sanciones no han hecho sino ponerse en práctica desde finales del año pasado. Por lo tanto, es poco creíble que los ayatolás se decidieran a detener su programa nuclear clandestino por lo que dice el NIE. Hay otras razones más poderosas como el hecho de que la coalición internacional se hubiera decidido finalmente a deponer a Sadam; que los marines hubieran llegado a Bagdad en sólo 18 días, sin apenas bajas; que los tambores de guerra resonaran contra Damasco por su ayuda a los colaboradores de Sadam; y que los inspiradores de la guerra contra el terror en Washington tuvieran en su punto de mira a Teherán. Eso, el miedo a enfrentarse a la maquinaria bélica norteamericana, es mucho más convincente que lo que sugiere la CIA.
Tercer gran problema de esta estimación de inteligencia: se refiere exclusivamente al programa militar nuclear clandestino. Lo cual tiene varias inmediatas implicaciones. La más grave, que en contra de lo que los inspectores de Viena han sostenido (a saber, la imposibilidad de conocer si Teherán desarrollaba su programa de enriquecimiento de uranio con fines civiles o también militares) salta en pedazos. El Irán de los ayatolás ha querido la bomba y ha violado abiertamente sus compromisos con el régimen de no proliferación del que es signatario, desarrollando un programa militar y secreto. Segunda gran implicación. De lo que habla este NIE no es de lo que la comunidad internacional viene hablando en los últimos años. Nadie en el OIEA ni en el Consejo de Seguridad está criticando a Irán por sus actividades militares clandestinas, sino por su programa declarado de enriquecimiento y su empecinamiento en no renunciar a él. Irán tiene derecho a la energía nuclear para usos pacíficos, pero nada en el Tratado de No Proliferación le otorga derecho alguno a desarrollar por sí misma el ciclo de enriquecimiento de uranio y mucho menos el de plutonio, cuya única finalidad sólo puede ser la militar. Dicho de otra manera, es el temor y la sospecha por parte de la comunidad internacional de que Irán, pillada ya in fraganti en sus mentiras, esté engañando de nuevo sobre sus intenciones respecto de sus desarrollos nucleares. Teherán no necesita la escala que conocemos de su programa para fines científicos.
Cuarta disparidad, la brecha que se abre con este NIE entre la comunidad de inteligencia americana y sus homólogos franceses, británicos e israelíes quienes ya se han desmarcado del optimismo del nuevo documento. ¿Qué saben o creen saber los americanos que el resto desconoce? La CIA nunca se ha mostrado muy competente a la hora de saber sobre el Oriente Medio. El último fiasco, el de las armas de destrucción masiva de Sadam. Y resulta poco creíble que la CIA haya conseguido empotrar a alguno de sus agentes en el estamento gubernamental iraní en los dos últimos años (puesto que en el NIE de 2005 estaban convencidos de todo lo contrario). Es de temer que este NIE se base en los servicios de un desertor del otro bando. En febrero de este año Ali Reza Asghari, número dos en el ministerio de defensa en Teherán, desapareció durante una visita a Turquía para reaparecer en Estados Unidos de la mano de los servicios de inteligencia. Desgraciadamente estos supuestos mirlos blancos no siempre son lo que aparentan y la CIA lo debía de saber a estas alturas, tras el fiasco de las armas de Sadam causado por su dependencia de una única fuente, un iraquí cuyo nombre clave era, paradójicamente, «Bola con efecto» y que se dedicó a contar en más de cien informes lo que creía que querían oír los agentes y analistas americanos.
¿Pero por qué todo este lío ahora? La CIA dice que se debe a unos nuevos y más eficientes procedimientos para la elaboración de sus estimaciones y de su trabajo con otras agencias adoptados a comienzos de año. Pero rara vez se hace algo en el mundo de la inteligencia que sea inocente. La CIA ha estado jugando a la oposición con el presidente americano en venganza ante las numerosas críticas por sus todavía mayores fallos de los últimos años. Sus consecutivos informes sobre el terrorismo global y la estrategia en Irak se han revelado más políticos que analíticos, destinados a mermar la posición de George W. Bush. Este NIE prosigue en la misma senda. Y aunque los críticos de la Casa Blanca se abalancen a abrazar ahora a la CIA, será el comportamiento de los ayatolás lo que acabe poniendo las cosas en su sitio. Como el propio NIE reconoce, nada hace pensar en estos momentos que el régimen de Teherán haya abandonado ninguno de sus principios y objetivos.Si yo fuera George W. Bush despediría de inmediato a los responsables de la inteligencia americana y no alteraría en nada la actual política de presión sobre Irán porque este NIE sólo apunta a que los ayatolás, libres de sanciones, construirán su bomba. El drama de la CIA es que cuenta demasiadas cosas, pero que cada vez cuenta menos para ayudar a informar las decisiones políticas. Con NIE como éste, no es para extrañarse.
Primera gran contradicción. Si el programa militar nuclear está parado del todo, ¿cómo es posible que Irán siga desarrollando tecnologías para poder fabricar una bomba atómica? En segundo lugar, aunque en su farragosa introducción el NIE dice querer centrarse en capacidades y no en intenciones, siempre más complejas de valorar, la realidad es que se centra mucho más en éstas que en las primeras. Así, explica el alto en el programa nuclear como una reacción de los ayatolás ante «un mayor escrutinio y presión» internacional. A alguien en la CIA se le ha borrado la memoria. El escrutinio comenzó tras que, en agosto de 2002, el Consejo Nacional para Resistencia Iraní pusiera en evidencia las actividades de enriquecimiento de uranio en la planta de Natanz así como las de obtención de plutonio en Arak, ignoradas hasta ese momento por los inspectores de la OEIA. La presión internacional no se iniciaría hasta la carta que los 3 (Londres, París y Berlín) enviaron a Irán en el verano de 2003. Y las sanciones no han hecho sino ponerse en práctica desde finales del año pasado. Por lo tanto, es poco creíble que los ayatolás se decidieran a detener su programa nuclear clandestino por lo que dice el NIE. Hay otras razones más poderosas como el hecho de que la coalición internacional se hubiera decidido finalmente a deponer a Sadam; que los marines hubieran llegado a Bagdad en sólo 18 días, sin apenas bajas; que los tambores de guerra resonaran contra Damasco por su ayuda a los colaboradores de Sadam; y que los inspiradores de la guerra contra el terror en Washington tuvieran en su punto de mira a Teherán. Eso, el miedo a enfrentarse a la maquinaria bélica norteamericana, es mucho más convincente que lo que sugiere la CIA.
Tercer gran problema de esta estimación de inteligencia: se refiere exclusivamente al programa militar nuclear clandestino. Lo cual tiene varias inmediatas implicaciones. La más grave, que en contra de lo que los inspectores de Viena han sostenido (a saber, la imposibilidad de conocer si Teherán desarrollaba su programa de enriquecimiento de uranio con fines civiles o también militares) salta en pedazos. El Irán de los ayatolás ha querido la bomba y ha violado abiertamente sus compromisos con el régimen de no proliferación del que es signatario, desarrollando un programa militar y secreto. Segunda gran implicación. De lo que habla este NIE no es de lo que la comunidad internacional viene hablando en los últimos años. Nadie en el OIEA ni en el Consejo de Seguridad está criticando a Irán por sus actividades militares clandestinas, sino por su programa declarado de enriquecimiento y su empecinamiento en no renunciar a él. Irán tiene derecho a la energía nuclear para usos pacíficos, pero nada en el Tratado de No Proliferación le otorga derecho alguno a desarrollar por sí misma el ciclo de enriquecimiento de uranio y mucho menos el de plutonio, cuya única finalidad sólo puede ser la militar. Dicho de otra manera, es el temor y la sospecha por parte de la comunidad internacional de que Irán, pillada ya in fraganti en sus mentiras, esté engañando de nuevo sobre sus intenciones respecto de sus desarrollos nucleares. Teherán no necesita la escala que conocemos de su programa para fines científicos.
Cuarta disparidad, la brecha que se abre con este NIE entre la comunidad de inteligencia americana y sus homólogos franceses, británicos e israelíes quienes ya se han desmarcado del optimismo del nuevo documento. ¿Qué saben o creen saber los americanos que el resto desconoce? La CIA nunca se ha mostrado muy competente a la hora de saber sobre el Oriente Medio. El último fiasco, el de las armas de destrucción masiva de Sadam. Y resulta poco creíble que la CIA haya conseguido empotrar a alguno de sus agentes en el estamento gubernamental iraní en los dos últimos años (puesto que en el NIE de 2005 estaban convencidos de todo lo contrario). Es de temer que este NIE se base en los servicios de un desertor del otro bando. En febrero de este año Ali Reza Asghari, número dos en el ministerio de defensa en Teherán, desapareció durante una visita a Turquía para reaparecer en Estados Unidos de la mano de los servicios de inteligencia. Desgraciadamente estos supuestos mirlos blancos no siempre son lo que aparentan y la CIA lo debía de saber a estas alturas, tras el fiasco de las armas de Sadam causado por su dependencia de una única fuente, un iraquí cuyo nombre clave era, paradójicamente, «Bola con efecto» y que se dedicó a contar en más de cien informes lo que creía que querían oír los agentes y analistas americanos.
¿Pero por qué todo este lío ahora? La CIA dice que se debe a unos nuevos y más eficientes procedimientos para la elaboración de sus estimaciones y de su trabajo con otras agencias adoptados a comienzos de año. Pero rara vez se hace algo en el mundo de la inteligencia que sea inocente. La CIA ha estado jugando a la oposición con el presidente americano en venganza ante las numerosas críticas por sus todavía mayores fallos de los últimos años. Sus consecutivos informes sobre el terrorismo global y la estrategia en Irak se han revelado más políticos que analíticos, destinados a mermar la posición de George W. Bush. Este NIE prosigue en la misma senda. Y aunque los críticos de la Casa Blanca se abalancen a abrazar ahora a la CIA, será el comportamiento de los ayatolás lo que acabe poniendo las cosas en su sitio. Como el propio NIE reconoce, nada hace pensar en estos momentos que el régimen de Teherán haya abandonado ninguno de sus principios y objetivos.Si yo fuera George W. Bush despediría de inmediato a los responsables de la inteligencia americana y no alteraría en nada la actual política de presión sobre Irán porque este NIE sólo apunta a que los ayatolás, libres de sanciones, construirán su bomba. El drama de la CIA es que cuenta demasiadas cosas, pero que cada vez cuenta menos para ayudar a informar las decisiones políticas. Con NIE como éste, no es para extrañarse.
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