6 jul 2008

El secuestro de Ingrid

La vida secreta de las palabras de Ingrid
Una psicóloga colombiana advierte sobre la precipitación de minimizar el impacto de tan prolongado secuestro
Brou Rovira, reportera.
La Vanguardia Barcelona 05/07/2008;
Cuál es la vida secreta de las palabras, ciertamente hermosas, eufóricas, que viene pronunciado estos días Ingrid que vemos en el momento de su liberación, advierte la psicóloga Dary Lucía Nieto, no es la persona "real". El secuestrado ha cambiado, está desorientado y necesita tiempo para resituarse.
Los secuestrados nunca hablan de sus dolencias en el momento de recobrar la libertad y sólo lo hacen cuando han pasado unos días, a veces semanas o, incluso, meses, afirma esta psicóloga de la fundación colombiana País Libre, especializada en la atención al secuestrado. ¿Por qué esta euforia del primer momento, esta sensación de entereza en secuestros tan brutales como fue el de Maria Àngels Feliu, farmaceútica de Olot? (Otro tema sería preguntarse porque, la sociedad que la recibe sufre asimismo una desorientación alucinante. circense, al evaluar y narrar los hechos).
Al principio, dice Dary Lucía Nieto volviendo al secuestrado, el sabor de la libertad, el encuentro cara a cara con los suyos, el abrazo, el cariño social, son más fuertes que el dolor profundo - "la libertad puede con cualquier cosa"-. Pero el trauma que enmascara este momento único acabará saliendo porque el secuestrado ya no es el que era. También el mundo que le recibe ha cambiado. Y ahora, además de tratar de aliviar las huellas profundas de la tortura, habrá que reajustar ambas realidades. -Recuerdo un señor- dice la doctora en conversación telefónica- que durante el cautiverio hizo la siguiente reflexión: he dedicado toda la vida al trabajo, a partir de ahora la dedicaré a la familia. Hizo un viaje familiar y al poco de regresar ya estaba trabajando de nuevo. La realidad, los propósitos, los ideales, que había construido durante el cautiverio, no encajaban con lo que encontró. Sus hijos habían crecido sin él, que había perdido el pulso de lo cotidiano. Casi no los conocía y no se reconocía en su relación con ellos. Hubo otro caso de un señor, un caso muy colombiano debido al machismo de nuestra sociedad, que con mucho dolor descubrió al recuperar la libertad cómo su mujer era más fuerte que él, había conseguido trabajo, había cuidado a los hijos, era ella, y no él, la pieza aglutinadora de la familia, Y se hundió.
El secuestro en Colombia es una enfermedad social que salpica a cientos de miles de personas. Estamos hablando del conflicto armado más largo de la historia, del país con más desplazados del mundo -con casi tres millones-, de ejecuciones sumarias, violencia sexual, reclutamiento forzado de niños. En sólo los diez últimos años la cifra de secuestrados supera los 23 mil y no todos tienen que ver con el conflicto armado, pues al menos un tercio son puro delito. "Necesitábamos ver y escuchar a Ingrid - dice Nieto-, pero quizás sea desproporcionado esperar que cumpla las expectativas de la figura de redentora presidenciable que construyen los medios, porque lo que ella necesita es evaluar lo vivido, reencontrarse con el mundo, público y privado, un mundo distinto al que dejó hace seis años".
El secuestro estuvo en auge 10 años
Varios estudios dicen que el secuestro en el vecino pais de Colombia es un arma de guerra o una actividad lucrativa muy rentable. Sin embargo, bajó sustancialmente en los últimos seis años.
EL Comercio de Quito, 8 de julio de 2008;
Calos Rojas. Corresponsal en Bogotá
Los relatos que la sociedad colombiana escucha cada vez que un secuestrado como Íngrid Betancourt, Clara Rojas o el subintendente John Frank Pinchao, recobran su libertad se quedan en la memoria colectiva. Más aún cuando estas historias se conocen a través de alguna prueba de supervivencia enviada por la gente que está en manos de sus captores. Son duros e interminables testimonios del trato inhumano, de la falta de alimentos y medicina, de enfermedades tropicales, crisis emocionales, intentos de suicidio… son vidas que se quedan congeladas en los largos años del cautiverio.
Radiografía del delito
Según el reporte del Departamento Nacional de Planeación, el Estado colombiano le costó entre 1996 y 2003 USD 246 millones combatir el delito del secuestro.
Después de los colombianos, con 23 336 casos de secuestro, los venezolanos (35), estadounidenses (32), españoles (29), italianos (28), alemán (26), y ecuatorianos (19) son los grupos de nacionalidades más afectados por el secuestro, según País Libre.
Son 11 los departamentos colombianos que más sufren el flagelo del secuestro. En Antioquia ha habido 4210 casos, en Bogotá-Cundinamarca 2 418 y en el Cesar 2 002.En lLos departamentos de Valle, Santander, Meta, Tolima, Bolívar, Magdalena y Norte de Santander se registra un promedio de 1 000 casos en 10 años.
Según datos oficiales de País Libre y del Fondelibertad, el 58 % de los secuestrados logra ser liberado, en la mayoría de casos bajo la negociación por extorsión. Un 19 por ciento del total es rescatado por las autoridades.
Sin embargo, detrás de cada una de esas experiencias, íntimas y diferentes entre sí, se esconde una realidad: la práctica del secuestro como arma de guerra o actividad lucrativa que ha aterrado a Colombia por muchos años.
Como una verdadera industria lo han definido los economistas e intelectuales a la hora de conceptualizar un drama que afecta a ricos y a pobres. Los primeros son presas esenciales para negociar rescates millonarios. Los segundos políticos o miembros de la fuerza pública de rangos inferiores que han caído en manos de los grupos subversivos, para ser parte de las negociaciones del un virtual canje humanitario que casi nunca llega a materializarse.
Dentro de la política de Seguridad Democrática, que ha permitido al presidente Álvaro Uribe ser el gobernante más popular de la historia reciente, el secuestro es uno de los flagelos del conflicto armado que se propuso combatir. Las cifras de diferentes organizaciones señalan que es de los índices delictivos que más ha decaído en los seis años de este Gobierno.
La Fundación País Libre señala que entre 1996 y diciembre del 2007, en Colombia fueron secuestradas 23 666 personas. Un 64% corresponde al secuestro extorsivo, por el cual los captores exigen un determinado pago económico. El 36% correspondería a fines políticos, de intercambio humanitario, reclutamiento forzoso y otros aspectos propios de la guerra.
El grupo que más gente ha secuestrado en Colombia son las FARC, con el 29% del total de cautivos. Le sigue el ELN con el 23% y la delincuencia común con el 16%. Los grupos paralimilitares y las disidencias han secuestrado a un 9% de este universo.
Detrás de estas cifras se esconde un negocio que por años ha sido millonario. Según Fondelibertad, entidad adscrita al Ministerio de Defensa de Colombia, encaminada a reducir este drama, es complejo establecer montos exactos de esta economía ilegal que ha beneficiado a los grupos armados y a la delincuencia común. “Esto, porque las Leyes colombianas prohíben el pago de rescates”, dice Carolina Eslava, portavoz de la entidad. Pero en un estudio que hizo el Departamento Nacional de Planeación entre 1996 y el 2003, por encargo del Estado, se concluyó que por concepto de rescates, en el caso de los secuestros extorsivos, los rehenes pagaron USD 56,5 millones. El 43,9% de esta cifra fue para las FARC, un 20,2% para el ELN y 5,42% para la delincuencia común.
Durante ese período, el valor parece no ser muy alto si se compara con las cifras que en marzo del 2003 dio el estadounidense Paul Collier, director de un grupo de investigación del Banco Mundial y autor del libro ‘El club de la miseria’. Aseguró que a la guerrilla colombiana le han llegado USD 1 000 millones por extorsiones a compañías multinacionales de Europa y la compra de seguros contra secuestro. El tema produjo gran polémica entre las grandes empresas extranjeras afincadas en Colombia, pues negaron este tipo de prácticas. No obstante, el año pasado, la Justicia estadounidense impuso a la empresa Chiquita Brands una multa de USD 25 millones tras comprobarse que pagó ‘vacunas’ por unos cuatro millones de dólares a los grupos paramilitares como medida de seguridad, entre 1997 y el 2004.
Las cifras monetarias citadas, que no tienen una metodología de confirmación, tienen un parámetro común: que fueron calculadas entre 1996 y el 2003.
Precisamente, estudios realizados por País Libre y corroborados por la fundación Seguridad y Democracia estiman que la tasa de secuestros ha disminuido durante los últimos seis años, correspondientes al gobierno de Uribe. El informe de este último organismo señala que si en el 2002 hubo 2 285 secuestros registrados. En el 2006, esa cifra fue de 687. “De igual forma, se redujo el tiempo de cautiverio de un secuestrado, pasó de 417 días en promedio durante el 2002, a 190 días en el 2006”. Los secuestros extorsivos se han reducido, según la fundación citada, en un 83%.
Aunque se trata de cifras alentadoras, el drama de los secuestros lo marca un gran sufrimiento para rehenes y familiares. Por cada 10 secuestros en 2002 dos víctimas siguen en cautiverio. Muchos son parte de las fichas de ajedrez que la guerrilla tiene para negociar el canje humanitario. Luego del rescate del miércoles a 15 rehenes, donde fue liberada Betancourt, los tres contratistas estadounidenses y otros 11 militares y soldados, quedan en la selva 25 personas. Sus destinos están en manos de las FARC.
El grupo de los últimos rescatados en la operación ‘Jaque’. Los ex secuestrados por las FARC a su arribo a la base de Catam, en Bogotá. Foto:AFP
Betancourt, un símbolo del secuestro
La llaman la ‘Juana de Arco de los Andes’ por su lucha contra los secuestros.
El Comercio de Quito, 6/07/200; agencias AP, AFP y ANSA
Íngrid Betancourt fue durante sus seis años de cautiverio uno de los principales símbolos del secuestro en la nación sudamericana.
La líder política, de 46 años, era candidata a la presidencia por el partido Verde Oxígeno cuando fue secuestrada en su campaña el 23 de febrero del 2002 por los rebeldes, mientras se movilizaba entre la ciudad de Florencia y la población de San Vicente del Caguán (sur), tres días antes de que el Gobierno del ex presidente Andrés Pastrana rompiera contactos con las FARC.
Betancourt es hija de Gabriel Betancourt, quien fue ministro de Educación y que falleció en marzo del 2002, y de la ex reina de belleza Yolanda Pulecio, quien se convirtió en una de las más grandes defensoras del canje humanitario y férrea crítica del rescate “a sangre y fuego” propuesto por el presidente Álvaro Uribe.
Betancourt se educó en el Liceo Francés de Bogotá y posteriormente, cuando su padre trabajó para la Unicef en París, estudió en la escuela de Ciencias Políticas de París. La ex candidata presidencial siempre se caracterizó por ser una mujer aguerrida: durante la década de los noventa le declaró la batalla al entonces presidente Ernesto Samper (1994-1998) por los dineros del narcotráfico que entraron a su campaña.
Betancourt fue elegida a la Cámara de Representantes y después fue senadora por el partido Verde Oxígeno. Y en 2002 postuló su nombre a la Primera Magistratura del país, pero su aspiración fue silenciada con su secuestro.
Tiene dos hijos, Lorenzo y Melanie, de su matrimonio con el francés Fabrice Delloye. Pero actualmente está casada con el colombiano Juan Carlos Lecompte.
Las fechas
23-02-2002 Las FARC secuestran a Íngrid en San Vicente del Caguán (sur de Colombia).
19-07-2004 El presidente Álvaro Uribe acepta el canje de 50 rebeldes presos por rehenes políticos, incluida Íngrid.
28-05-2007 "Vamos a rescatar a Íngrid Betancourt, así no hay jueguitos con esos bandidos de las FARC", ordena Uribe .
02-07-2008 Después de seis años en cautiverio, es rescatada Betancourt y otros 14 secuestrados por el Ejército de Colombia.
La ex candidata presidencial a pocas horas después de ser liberada.Betancourt se convirtió un ícono de paz en el mundo por su lucha. Foto:AFP

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