15 abr 2009

Seguirle la pista a las armas

Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Excélsior (www.exonline.com.mx), 15 de abril de 2009;
Hay que seguirle la pista a las armas
Sí, es verdad. Los viejos investigadores, comenzando por el célebre escritor Dashiell Hammett, decían que, para encontrar al criminal es preciso seguirle la pista al dinero, pero, en ocasiones, como la que vivimos en nuestro país en el combate a la delincuencia organizada, esa pista del dinero tiene íntima relación con la de las armas: la violencia que se
vive en algunas zonas del país sería incomprensible con el inaudito aprovisionamiento de armas con que cuentan los cárteles mexicanos e incluso cualquiera de las pandillas que operan a lo largo y ancho de México. Por supuesto, pueden lograr ese aprovisionamiento gracias al dinero, pero si no hubiera una enorme oferta legal para armarse, los costos serían mayores y las posibilidades de darle seguimiento a los vendedores de armas, también.
Los números en ese sentido no mienten: nadie sabe con exactitud la cantidad de muertos en las guerras contra y entre los grupos del narcotráfico y el crimen organizado, sin embargo, estamos hablando de unos ocho mil en lo que va del sexenio, incluido lo relativo a enfrentamientos entre lo que podríamos denominar los grupos del crimen desorganizado, también profusamente armados. Se han decomisado 40 mil armas de todo tipo pero ingresan unas 190 mil al año.
Cuando mañana llegue a México el presidente Barack Obama el tema de las armas tendrá que estar a la cabeza de la agenda bilateral si se quiere atender el tema de la seguridad. El gobierno estadunidense está consciente de la necesidad de frenar la violencia en la frontera e incluso dentro de su territorio. En estos días, distintos informes de inteligencia han insistido en la presencia de una veintena de “pandillas” relacionadas con grupos mexicanos (del otro lado de la frontera nunca son cárteles), que controlan la venta de drogas en unas 250 ciudades de la Unión Americana. Probablemente es verdad, aunque el número, sin duda, es mucho mayor, tanto como la diversidad de organizaciones sobre todo si tomamos en cuenta que 60% de la mariguana que se consume en Estados Unidos se produce dentro de ese país y nadie sabe con certeza el porcentaje de drogas sintéticas que se terminan fabricando en la Unión Americana. De este lado, por supuesto que sigue pasando cocaína, mariguana, en menor medida, heroína, y drogas sintéticas y sus precursores, pero el problema central, allá y aquí, son las armas.
El tema se ha disparado desde 2004, cuando el presidente Bush, pletórico de contradicciones y yerros, no refrendó una ley expedida desde 1994 por el entonces presidente Clinton, que prohibía la venta de armas de alto poder a extranjeros. Ese simple decreto, que podría ser renovado ahora por Obama durante su visita a México (y había sido impulsado por Eric Holder, un hombre sinceramente preocupado por la enorme proliferación de armas en su país, entonces subprocurador con Clinton y ahora responsable del Departamento de Justicia con Obama), frenó la venta de armas largas a este lado de la frontera, que volvió a dispararse desde 2005. El mecanismo es sencillo: existen unos 12 mil puntos de venta de armas en la frontera y unos cien mil en Estados Unidos, sin sumar a ello los llamados Gun Shows, tianguis de armas que van rotando de localidad en localidad y donde se puede conseguir desde un revólver 22 hasta un tanque descontinuado del ejército (y no es una exageración), sin mayores requisitos. Salvo unos casos muy específicos, no se han encontrado grandes cargamentos de armas transitando por la frontera: en realidad suele tratarse de un contrabando tipo hormiga donde pasan cotidianamente, escondidas en carros o personas, miles de armas.
Para ello, los traficantes, en casi todos los casos relacionados con alguno de los cárteles que operan en ambos lados de la frontera, contactan a ciudadanos estadunidenses que compran armas y luego las revenden a los delincuentes: en muchos casos las armerías mismas, como en un par de ellos que han sido detectados por las autoridades estadunidenses, simplemente falsifican la documentación o duplican las ventas. Pero el grueso parece ser un negocio “entre particulares”, amparado por la legalidad de la operación del mercado de armas en Estados Unidos y la posibilidad de venderlas al mejor postor. En los hechos, ni siquiera se requiere en muchos casos falsificar papeles o realizar operaciones sofisticadas, porque la venta de esas armas sencillamente es legal. Las que más han sido decomisadas a los grupos del crimen organizado en México demuestran ese tipo de comercio: en primer lugar están las Colt, luego las Smith and Wesson, en tercer lugar las Sturm Ruger, siguen los Remington y Winchester, y las otras armas decomisadas cuentan con licencias de otros países, pero son de las más comercializadas en Estados Unidos: las Beretta, las Browning, las Norinco. Incluso las autoridades, tanto las mexicanas como las estadunidenses, han reconocido que no parecen existir, por lo menos en la relación con México, grandes organizaciones dedicadas exclusivamente a la venta de armas, por la sencilla razón de que los mecanismos legales o semilegales no lo hacen necesario.
Clinton trató, en su momento, de prohibir la venta de armas de alto poder a los particulares. Argumentaba que no se requería un lanzagranadas, por ejemplo, para garantizar la seguridad individual. Pudo establecer límites a ese comercio, mas no consiguió prohibirlo: sin embargo, logró que sí estuviera penalizada la venta de esas armas, a terceros países, sin autorización. Ese fue el decreto que no quiso renovar Bush por sus compromisos con la Asociación Nacional del Rifle, uno de los grupos más conservadores y económicamente poderosos de nuestros vecinos del norte. Obama puede revertir esa situación: sería, más que cualquier otra cosa, el sello del próximo encuentro binacional.
Cuando mañana llegue a México el presidente Barack Obama el tema de las armas tendrá que estar a la cabeza de la agenda bilateral.

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