Africa y los piratas somalíes/Manuel Trigo Chacón, profesor doctor en Derecho Internacional.
Publicado en EL MUNDO, 15/04/09;
África es en gran parte, un continente a la deriva, donde la comunidad internacional no tiene ningún interés en intervenir a favor de sus habitantes, que permanecen en el olvido con su pobreza y su miseria endémica. El llamado Cuerno de Africa es un área que comprende Etiopía, Somalia -con más de 1.500 kilómetros de costa- y al norte, cerrando el estrecho de Bal el Mandel, Yemen. En el mismo estrecho, la República de Yibuti, con la importante base aeronaval francesa de Obock. En esta zona estratégica del Océano Indico se está incrementando una nueva forma de piratería, que es el secuestro para la obtención de importantes sumas de dinero. Esta práctica no es nueva, aunque se ha perfeccionado, al tiempo que ha ido aumentando la cuantía de los rescates. En los estrechos de Indonesia, Malasia y Filipinas se viene practicando desde hace decenas de años, si bien se limitaba a apoderarse de mercancías y del dinero de la caja fuerte del buque. Las dificultades estratégicas de la zona, con cientos de islas y estrechos navegables, hacen extremadamente difícil la vigilancia para las modestas armadas de los países ribereños.
La piratería ha pasado al Océano Indico, donde se da un enorme flujo de navegación entre Asia, Africa y también Europa. El acto de piratería, según la Convención del Derecho del Mar de Naciones Unidas, solo se puede dar en alta mar, artículo 100 y 101, y «consiste en todo acto ilegal de violencia o detención contra un buque o aeronave, personas o bienes en un lugar no sometido a la jurisdicción de ningún estado». Estas normas se complementan con las referidas a la libertad de navegación y al Derecho de Paso Inocente de todo buque, atravesando la franja de doce millas de aguas territoriales de cualquier estado. Tanto el Derecho de Paso Inocente, como el Derecho de Paso en Tránsito, cuando se refiere a los estrechos, están claramente regulados en los artículos 24 y 25 de la Convención. Pero esta extensa Convención, que tardó más de diez años en redactarse, y se firmó en Jamaica el 10 de diciembre de 1982, tiene escasa aplicación, ya que las principales potencias se negaron a firmar algunas de sus partes esenciales.
La libertad de los mares y la de navegación han sido una aspiración y un logro de la comunidad internacional desde la Edad Moderna.En la antigüedad, Roma consideró el Mediterráneo Mare Nostrum, como algo propio, inherente a la soberanía de Roma y al poderío de su imperio. En el siglo XII, los monarcas anglonormandos, consideraron también como propio el Mar del Norte, y llegaron a cobrar un peaje a los barcos, según la carga. Lo mismo hicieron los reyes de Dinamarca hasta bien entrado el siglo XVII, por el paso de los estrechos daneses. En la época de los descubrimientos en 1492, Portugal reivindicó como exclusivo el mar por el que circunnavegaba la costa de Africa, y se enfrentó a España por la soberanía de la «mar océana», con motivo del descubrimiento de América. El Tratado de Tordesillas de 1494 puso fin a esta controversia. La libertad de los mares se impuso, y salvo limitadas situaciones, se ha mantenido hasta nuestros días. Fue la defensa de la libertad de navegación lo que contribuyó a la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial, debido a los ataques indiscriminados a buques mercantes por parte de submarinos alemanes en el Atlántico Norte. Fue también el intento de Gadafi de cerrar el espacio marítimo del Golfo de Sidra, en Libia, lo que originó el ataque de la VI Flota del Mediterráneo, forzando la navegación en dicho mar. Desde la proclamación de los Catorce Puntos del presidente Wilson, en enero de 1918, quedó definida una concepción americana de esa libertad. Concretamente el punto segundo declaraba «la defensa de la libertad absoluta de navegación en alta mar, tanto en tiempo de paz como de guerra». Siguiendo esta doctrina, mantenida por todos los presidentes estadounidenses, Barack Obama no tenía más remedio que actuar de inmediato para liberar al capitán Richard Phillips, secuestrado por los piratas somalíes.Navíos de guerra norteamericanos se dirigieron a toda máquina para apoyar a la fragata USS Bainbridge que seguía a los secuestrados. Inmediatamente atacaron los comandos de marines con éxito y liberaron al capitán Phillips. El secuestro del capitán del buque norteamericano, al que los piratas somalíes dejaron seguir su rumbo a cambio de pedir un rescate por él de dos millones de dólares, ha supuesto un serio reto para las buenas intenciones de diálogo del presidente Obama.
Una vez más, el operativo Atlanta de la Unión Europea, mandado esta vez por el capitán español de navío Juan Manuel Garat Carame, quedaba al margen de la misión estadounidense por ser insuficiente y carecer de la necesaria coordinación. Prueba de ello es también la actuación del comando francés, que siguiendo órdenes de París, trató de liberar a los cinco rehenes del velero Tanit, lo que causó la muerte de uno de ellos. África, y el Cuerno de Africa en particular, es un polvorín humano que puede extenderse e incendiar otras zonas. Las tropas estadounidenses ya se retiraron de las playas de Somalia y de Mogadiscio, porque consideraron que allí no tenían nada que hacer. Tampoco la ONU ha concedido ninguna atención al país, que vive en un estado de desgobierno desde hace 18 años, cuando cayó el dictador Siad Barre y su territorio pasó a ser una especie de sociedad feudal, regida por los señores de la guerra. La región semiautónoma de Puntland, pobre, desértica, sin agricultura, ni ganadería, ni industria, tiene su fuente de ingresos en los suculentos botines de los secuestros. Si en Afganistán se cultiva el opio para salir de la pobreza, y en Colombia o Bolivia la coca, en Puntland para combatir la pobreza se practica la moderna piratería, cuya única finalidad es robar para vivir sin miseria. Combatir esa clase de piratería va a ser difícil, muy difícil, ya que con la fuerza de las armas no se erradica la miseria.
Hay que comprender también que la piratería en sus diversas formas, está ligada a la existencia de los paraísos fiscales. Los cauces por los que discurre el dinero ilícito acaban siempre en cuentas bancarias numeradas de bancos localizados en estos paraísos.Las transferencias a través de sociedades instrumentales se hacen opacas. La República de Yibuti, en el Golfo de Adén, antiguo territorio somalí bajo protectorado francés hasta que en 1977 alcanzó la independencia, promulgó en febrero de 1980 su Ley de Sociedades Offshore, que es copia de la Ley Panameña de 1927, inventada por Estados Unidos para sus negocios sucios fuera de Norteamérica. Gran parte del pago de los rescates se hace seguramente a través de cuentas opacas en este territorio, desde cualquier banco. Con ese dinero se compran armas y sofisticados sistemas de navegación. Son los circuitos del dinero invisible.
El célebre Prestige era también un caso de piratería sin armas, con paraísos fiscales y dinero negro de por medio. Fue en Monrovia, capital de Liberia y paraíso fiscal de inscripción de buques, donde se registró el Prestige. El abanderamiento era de Bahamas y el seguro se firmó en Manual Insurance de Londres, por la mínima póliza obligatoria. El fletador, el ruso Mijail Friedman, lo hizo en nombre de una sociedad offshore llamada Crown Resorce, completamente insolvente. Entre la maraña de sociedades en paraísos fiscales, la responsabilidad se diluye. Nadie responde.
Bien es cierto que hay que defender la libertad de los mares y la libertad de navegación, pero hará falta un mayor compromiso de la comunidad internacional de esas Naciones Unidas que no sirven para nada. Con la décima parte de su presupuesto, se podrían poner bajo tutela a Somalia y a algún otro país. No son sólo piratas somalíes, son piratas del Indico, entre los que hay etíopes, yemeníes, sudaneses y de otras etnias. Sólo el poderío naval de Estados Unidos podría asegurar la navegación por el Océano Indico, y lo hará cuando sus propios intereses sean atacados.Pero son muchos los problemas logísticos que tiene Norteamérica, entre los más importantes está la vigilancia permanente del Estrecho de Ormuz, por donde pasa todo el petróleo procedente del Golfo Pérsico, que Irán ha amenazado en alguna ocasión con cerrar.
En 1876, el rey Leopoldo II de Bélgica convocó en Bruselas una conferencia africanista, en la que declaró su dominio colonial a título personal sobre el extenso territorio del Congo. A esta Conferencia siguió la de Berlín de 1885, en la que las potencias coloniales se repartieron Africa para explotarla y esquilmarla hasta lo más profundo. Ya en 1960, en la era de las Naciones Unidas, se impuso una acelerada descolonización, que devolvió a Africa a la ignorancia y al abandono de un siglo atrás. El continente cayó en manos de gobernantes corruptos y señores de la guerra, que inventan nuevas formas de comercio ilícito, entre ellas esta piratería en sus costas que tantos beneficios les reporta. El peligro irá creciendo, y cualquier día pueden secuestrar, con su moderna tecnología, un crucero con miles de turistas a bordo, con la tensión que ello puede generar. Será necesaria una nueva Convención Internacional, como la que puso fin a los secuestros de aeronaves en la década de los setenta. La actual regulación del Derecho del Mar, aunque tiene numerosos artículos dedicados a la represión de la piratería, no está pensada para estos casos, porque quienes cometen los delitos son un gran porcentaje de población de un estado sin gobierno, que consideran que hay que pagarles una especie de impuesto de subsistencia. Si en este caso el fin no justifica los medios, la fuerza únicamente de los barcos de guerra tampoco.
Si en Haití, el país más pobre del Caribe y de América, las Naciones Unidas mantienen un estado y un gobierno, costeando todos los gastos de infraestructura hasta que alcance una mínima madurez, y lo mismo se intenta hacer en Afganistán, ¿por qué no ocuparse un poco de Somalia, que está también sumida en el desgobierno?.Quizá la única razón es que no está tan cerca de Estados Unidos como Haití, y que no es un país estratégico como Afganistán.Como decía el ministro de información del territorio autónomo de Puntland, Abdirahman Salah, «los europeos se acuerdan ahora de Somalia porque le secuestran gente».
La piratería ha pasado al Océano Indico, donde se da un enorme flujo de navegación entre Asia, Africa y también Europa. El acto de piratería, según la Convención del Derecho del Mar de Naciones Unidas, solo se puede dar en alta mar, artículo 100 y 101, y «consiste en todo acto ilegal de violencia o detención contra un buque o aeronave, personas o bienes en un lugar no sometido a la jurisdicción de ningún estado». Estas normas se complementan con las referidas a la libertad de navegación y al Derecho de Paso Inocente de todo buque, atravesando la franja de doce millas de aguas territoriales de cualquier estado. Tanto el Derecho de Paso Inocente, como el Derecho de Paso en Tránsito, cuando se refiere a los estrechos, están claramente regulados en los artículos 24 y 25 de la Convención. Pero esta extensa Convención, que tardó más de diez años en redactarse, y se firmó en Jamaica el 10 de diciembre de 1982, tiene escasa aplicación, ya que las principales potencias se negaron a firmar algunas de sus partes esenciales.
La libertad de los mares y la de navegación han sido una aspiración y un logro de la comunidad internacional desde la Edad Moderna.En la antigüedad, Roma consideró el Mediterráneo Mare Nostrum, como algo propio, inherente a la soberanía de Roma y al poderío de su imperio. En el siglo XII, los monarcas anglonormandos, consideraron también como propio el Mar del Norte, y llegaron a cobrar un peaje a los barcos, según la carga. Lo mismo hicieron los reyes de Dinamarca hasta bien entrado el siglo XVII, por el paso de los estrechos daneses. En la época de los descubrimientos en 1492, Portugal reivindicó como exclusivo el mar por el que circunnavegaba la costa de Africa, y se enfrentó a España por la soberanía de la «mar océana», con motivo del descubrimiento de América. El Tratado de Tordesillas de 1494 puso fin a esta controversia. La libertad de los mares se impuso, y salvo limitadas situaciones, se ha mantenido hasta nuestros días. Fue la defensa de la libertad de navegación lo que contribuyó a la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial, debido a los ataques indiscriminados a buques mercantes por parte de submarinos alemanes en el Atlántico Norte. Fue también el intento de Gadafi de cerrar el espacio marítimo del Golfo de Sidra, en Libia, lo que originó el ataque de la VI Flota del Mediterráneo, forzando la navegación en dicho mar. Desde la proclamación de los Catorce Puntos del presidente Wilson, en enero de 1918, quedó definida una concepción americana de esa libertad. Concretamente el punto segundo declaraba «la defensa de la libertad absoluta de navegación en alta mar, tanto en tiempo de paz como de guerra». Siguiendo esta doctrina, mantenida por todos los presidentes estadounidenses, Barack Obama no tenía más remedio que actuar de inmediato para liberar al capitán Richard Phillips, secuestrado por los piratas somalíes.Navíos de guerra norteamericanos se dirigieron a toda máquina para apoyar a la fragata USS Bainbridge que seguía a los secuestrados. Inmediatamente atacaron los comandos de marines con éxito y liberaron al capitán Phillips. El secuestro del capitán del buque norteamericano, al que los piratas somalíes dejaron seguir su rumbo a cambio de pedir un rescate por él de dos millones de dólares, ha supuesto un serio reto para las buenas intenciones de diálogo del presidente Obama.
Una vez más, el operativo Atlanta de la Unión Europea, mandado esta vez por el capitán español de navío Juan Manuel Garat Carame, quedaba al margen de la misión estadounidense por ser insuficiente y carecer de la necesaria coordinación. Prueba de ello es también la actuación del comando francés, que siguiendo órdenes de París, trató de liberar a los cinco rehenes del velero Tanit, lo que causó la muerte de uno de ellos. África, y el Cuerno de Africa en particular, es un polvorín humano que puede extenderse e incendiar otras zonas. Las tropas estadounidenses ya se retiraron de las playas de Somalia y de Mogadiscio, porque consideraron que allí no tenían nada que hacer. Tampoco la ONU ha concedido ninguna atención al país, que vive en un estado de desgobierno desde hace 18 años, cuando cayó el dictador Siad Barre y su territorio pasó a ser una especie de sociedad feudal, regida por los señores de la guerra. La región semiautónoma de Puntland, pobre, desértica, sin agricultura, ni ganadería, ni industria, tiene su fuente de ingresos en los suculentos botines de los secuestros. Si en Afganistán se cultiva el opio para salir de la pobreza, y en Colombia o Bolivia la coca, en Puntland para combatir la pobreza se practica la moderna piratería, cuya única finalidad es robar para vivir sin miseria. Combatir esa clase de piratería va a ser difícil, muy difícil, ya que con la fuerza de las armas no se erradica la miseria.
Hay que comprender también que la piratería en sus diversas formas, está ligada a la existencia de los paraísos fiscales. Los cauces por los que discurre el dinero ilícito acaban siempre en cuentas bancarias numeradas de bancos localizados en estos paraísos.Las transferencias a través de sociedades instrumentales se hacen opacas. La República de Yibuti, en el Golfo de Adén, antiguo territorio somalí bajo protectorado francés hasta que en 1977 alcanzó la independencia, promulgó en febrero de 1980 su Ley de Sociedades Offshore, que es copia de la Ley Panameña de 1927, inventada por Estados Unidos para sus negocios sucios fuera de Norteamérica. Gran parte del pago de los rescates se hace seguramente a través de cuentas opacas en este territorio, desde cualquier banco. Con ese dinero se compran armas y sofisticados sistemas de navegación. Son los circuitos del dinero invisible.
El célebre Prestige era también un caso de piratería sin armas, con paraísos fiscales y dinero negro de por medio. Fue en Monrovia, capital de Liberia y paraíso fiscal de inscripción de buques, donde se registró el Prestige. El abanderamiento era de Bahamas y el seguro se firmó en Manual Insurance de Londres, por la mínima póliza obligatoria. El fletador, el ruso Mijail Friedman, lo hizo en nombre de una sociedad offshore llamada Crown Resorce, completamente insolvente. Entre la maraña de sociedades en paraísos fiscales, la responsabilidad se diluye. Nadie responde.
Bien es cierto que hay que defender la libertad de los mares y la libertad de navegación, pero hará falta un mayor compromiso de la comunidad internacional de esas Naciones Unidas que no sirven para nada. Con la décima parte de su presupuesto, se podrían poner bajo tutela a Somalia y a algún otro país. No son sólo piratas somalíes, son piratas del Indico, entre los que hay etíopes, yemeníes, sudaneses y de otras etnias. Sólo el poderío naval de Estados Unidos podría asegurar la navegación por el Océano Indico, y lo hará cuando sus propios intereses sean atacados.Pero son muchos los problemas logísticos que tiene Norteamérica, entre los más importantes está la vigilancia permanente del Estrecho de Ormuz, por donde pasa todo el petróleo procedente del Golfo Pérsico, que Irán ha amenazado en alguna ocasión con cerrar.
En 1876, el rey Leopoldo II de Bélgica convocó en Bruselas una conferencia africanista, en la que declaró su dominio colonial a título personal sobre el extenso territorio del Congo. A esta Conferencia siguió la de Berlín de 1885, en la que las potencias coloniales se repartieron Africa para explotarla y esquilmarla hasta lo más profundo. Ya en 1960, en la era de las Naciones Unidas, se impuso una acelerada descolonización, que devolvió a Africa a la ignorancia y al abandono de un siglo atrás. El continente cayó en manos de gobernantes corruptos y señores de la guerra, que inventan nuevas formas de comercio ilícito, entre ellas esta piratería en sus costas que tantos beneficios les reporta. El peligro irá creciendo, y cualquier día pueden secuestrar, con su moderna tecnología, un crucero con miles de turistas a bordo, con la tensión que ello puede generar. Será necesaria una nueva Convención Internacional, como la que puso fin a los secuestros de aeronaves en la década de los setenta. La actual regulación del Derecho del Mar, aunque tiene numerosos artículos dedicados a la represión de la piratería, no está pensada para estos casos, porque quienes cometen los delitos son un gran porcentaje de población de un estado sin gobierno, que consideran que hay que pagarles una especie de impuesto de subsistencia. Si en este caso el fin no justifica los medios, la fuerza únicamente de los barcos de guerra tampoco.
Si en Haití, el país más pobre del Caribe y de América, las Naciones Unidas mantienen un estado y un gobierno, costeando todos los gastos de infraestructura hasta que alcance una mínima madurez, y lo mismo se intenta hacer en Afganistán, ¿por qué no ocuparse un poco de Somalia, que está también sumida en el desgobierno?.Quizá la única razón es que no está tan cerca de Estados Unidos como Haití, y que no es un país estratégico como Afganistán.Como decía el ministro de información del territorio autónomo de Puntland, Abdirahman Salah, «los europeos se acuerdan ahora de Somalia porque le secuestran gente».
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