El México salpicado
ALEJANDRO CABALLERO
Revista Proceso (www.proceso.com.mx) # 1697, 11 de mayo de 2009;
En su libro Derecho de réplica, en puerta las elecciones legislativas, Carlos Ahumada no sólo describe –en episodios que lo empantanan a él mismo– el sórdido mundo de los más grandes partidos políticos (PRD, PRI y PAN), sino que devela el contubernio en que presuntamente incurrieron “el padrino” de la mafia, Carlos Salinas; su “títere” Diego Fernández de Cevallos, el presidente Vicente Fox y funcionarios de Televisa para consumar los “videoescándalos” en contra del gobierno y las aspiraciones de López Obrador, a quien el empresario argentino también exhibe en conductas poco éticas…
Contratista de la administración pública del Distrito Federal desde el período de Manuel Camacho Solís, la fortuna acumulada por el empresario Carlos Ahumada Kurtz, así como su poder de seducción, alimentaron, de acuerdo con su libro Derecho de réplica, la corrupción que envuelve al país en todos sus niveles: presidentes y expresidentes de la República, secretarios de Gobernación, procuradores, legisladores, ministros de la Corte, alcaldes, partidos políticos, televisoras, obispos, abogados, encuestólogos, periodistas...
En esta radiografía, quizás involuntaria, de la degradación política y social del país, Ahumada refiere página tras página cómo hombres y mujeres que representan los tres poderes de la nación –Ejecutivo, Legislativo y Judicial–, al igual que aquellos que aspiran a colarse en sus pantanos, sucumben uno tras otro, sin importar lo legal o lo ético de sus acciones.
A lo largo de las 364 páginas del libro, con su propio plumaje manchado, Ahumada no sólo desnuda a unos y salpica a otros, sino que, cuando se hallan en puerta los comicios federales de julio próximo, también hace añicos la autoridad moral que pudieran tener los principales partidos contendientes.
La cloaca perredista
Ahumada narra su primer contacto con René Bejarano, en aquel momento secretario particular del jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador:
“… me recomendó de manera muy clara, a nombre suyo y del jefe de Gobierno, en ese entonces López Obrador, que nos desistiéramos jurídicamente de la denuncia penal que habíamos interpuesto por despojo en Tlalpan. Le respondí que no había problema pero que quería tener la seguridad de que no se repetiría ni habría más dificultades. Quedamos de vernos después para seguir tratando ese asunto; sin embargo, en esa reunión me pidió los primeros 50 mil pesos argumentando que eran para apoyar a unos comités ciudadanos en la delegación de Iztapalapa. Accedí a dárselos. Hoy puedo pensar que no fue lo correcto, pero…”
A ese préstamo le siguieron otros, hasta llegar al episodio de las ligas.
De su relación con Gustavo Ponce, secretario de Finanzas del gobierno de López Obrador, registra con el lenguaje del soborno o la extorsión velada: “Ponce me decía: ‘Mira, me quiero ir a Las Vegas, necesito un reloj, le quiero regalar esto a mi esposa’; le gustaban mucho los relojes, también me pedía que le prestara dinero en efectivo. Tenía muchos automóviles lujosos, pero nunca compré uno directamente para él. Un empresario en esta situación se atiene a aquello de que ‘a buen entendedor, pocas palabras’”.
Y, sobre este pasaje, Ahumada señala: “No sé si fue una relación de negocios o de conveniencia”.
En la memoria del empresario nacido en Argentina pero naturalizado mexicano están los apoyos a diversos candidatos perredistas, entre ellos, conforme a su versión, Raúl Ojeda Zubieta, las dos veces que perdió como aspirante a gobernador de Tabasco, y Lázaro Cárdenas Batel, que ganó Michoacán.
Sobre la campaña del hijo de Cuauhtémoc Cárdenas, Ahumada presume que sin su apoyo al PRD Lázaro no habría ganado la simbólica elección michoacana.
Dice que puso helicópteros, 20 capturistas, equipos de cómputo, diversos vehículos terrestres, además de que el encuestólogo Francisco Abundis, de Parametría, le reportaba directamente a él. Aún más, asegura que lo convenció de anunciar el triunfo de Cárdenas a pesar del resultado tan estrecho que, en su favor, arrojaba su sondeo. Y es que, de acuerdo con Ahumada, Abundis “recibió muchísimo dinero de mi parte”.
Sin embargo, indica que no acaba de entender cómo Roy Campos, de Consulta Mitofsky (encuestador de cabecera de Televisa y de su conductor estelar Joaquín López Dóriga), dio como triunfador a Lázaro cuando a las 18:00 horas cantó empate técnico y cuatro horas después anunció una ventaja de nueve puntos para el perredista. “Eso es algo que él sólo puede explicar”, atiza el empresario.
El encuentro con AMLO
Perdida la anécdota entre las páginas 91 y 92 de su libro, Ahumada asegura que se encontró con López Obrador y que inclusive el entonces jefe de Gobierno del DF le prometió apoyo.
El episodio lo registra así: “Raúl (Ojeda) es una persona a quien respeté, tal vez hasta puedo decir que admiré su forma de ser, las ideas que tenía. Era una persona cien por ciento respaldada por Andrés Manuel López Obrador.
“En el hotel Hyatt, donde me hospedé las veces que viajé a Villahermosa, me presentó a Andrés Manuel, quien me pidió que apoyara a Raúl. Esa reunión tuvo lugar en una de las habitaciones de ese hotel, del que Raúl era propietario, socio o administrador; no sé con exactitud la naturaleza de su vinculación con el Hyatt.
“En esa conversación en Tabasco en el año 2000, López Obrador me agradeció mi respaldo para Raúl, me pidió que siguiera apoyándolo y, palabras más palabras menos, me dijo: ‘apóyalo y en lo que te podamos ayudar en el GDF, cualquier problema que tengamos o que tengas, vamos a tratar de solucionarlo’.
“En la campaña de Raúl viajamos en el mismo autobús donde iban varios perredistas: Rosario Robles, el ingeniero Cárdenas, Laura Itzel Castillo, Octavio Romero, Raúl Ojeda, desde luego; ahí estábamos Andrés Manuel y yo, pero me pidió que fuéramos discretos, que era lo mejor para los dos y de esa manera le sería posible ayudarme sin llamar la atención.”
También manifiesta Ahumada que empezó a grabar a los perredistas porque ya le debían mucho dinero (400 millones de pesos) y quería tener pruebas de esas transacciones.
Detalla, por ejemplo, que “Rosario Robles le firmó a Televisa, en la oficina de Bernardo Gómez, un pagaré de 200 millones de pesos, el cual yo rescaté. Después de una entrevista en el programa de Joaquín López Dóriga en Televisa Chapultepec, dos personas muy amables estaban esperando a Rosario y la acompañaron a la oficina de Bernardo Gómez y ahí firmó el pagaré. Antes de firmarlo le habló a Andrés Manuel y le preguntó que si lo firmaba y él le dijo que sí. En esos 200 millones estaban incluidos cincuenta y tantos millones que Andrés Manuel había quedado a deber a Televisa de las elecciones del 2000”.
La relación con Rosario Robles
Las menciones de la exjefa de Gobierno y expareja sentimental Rosario Robles en su libro son alrededor de 70. Asegura que la también exdirigente nacional del PRD participó en la edición de los videoescándalos, que lo acompañó a varias reuniones con Carlos Salinas de Gortari, tanto en el extranjero como en la casa del expresidente en el Distrito Federal.
Asienta que Robles negoció con Salinas la deuda del PRD, así como la modificación de un artículo de la ley para que ella pudiera llegar a la jefatura defeña mediante una elección.
También indica que Robles se encontró con el entonces presidente Vicente Fox para anunciarle que iba a renunciar a la dirigencia nacional del PRD y para negociar la deuda de su partido.
A juicio del empresario, Rosario era una persona que ambicionaba, sobre todas las cosas, llegar a ser presidenta de la República. Inclusive narra cómo en una cena efectuada en Londres ella le aseguró que, después de los comicios presidenciales de 2006, ambos regresarían a ese restaurante londinense para festejar su asunción al poder presidencial.
En el mismo capítulo de los videoescándalos, Ahumada se refiere al momento en que Salinas tomó una de las bandas presidenciales y se la cruzó a Robles en el pecho para en seguida decirle: “se te ve muy bien”.
De Salinas a Diego
Pero Ahumada no sólo se relacionó con funcionarios y políticos del PRD.
También lo hizo con la cúpula priista, representada por Carlos Salinas de Gortari, y con la panista, liderada por Diego Fernández de Cevallos, aunque, de acuerdo con su relato, el jefe de la banda, El Padrino, es el expresidente de la República.
En este caso, conforme a los relatos de Ahumada, ambos personajes trabajaban como parte de una misma mafia, de la que emergían un sinfín de tentáculos, como el presidente Vicente Fox, el secretario de Gobernación Santiago Creel, el procurador de la República Rafael Macedo de la Concha, el responsable del Cisen, Eduardo Medina Mora, y la dueña del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo.
Brazos menores también se incorporaron al que López Obrador llamó “complot”: gobernadores de la reputación de Manuel Andrade (Tabasco) y Arturo Montiel (Estado de México); políticos, entonces emergentes, como Enrique Peña Nieto, y, para rematar, en la cola de la historia de inmundicias, uno de los brazos golpeadores de Felipe Calderón: Juan Molinar Horcasitas, quien buscaba, desesperado, en la recta final de las campañas presidenciales de 2006, favorecer al actual huésped de Los Pinos, con más videos, marca Ahumada, que ensuciaran la imagen de López Obrador. Del actual secretario de Comunicaciones y Transportes, Ahumada evalúa: “actuó como en las mejores mafias”.
El empresario de la construcción sostiene, así mismo, que Salinas era el personaje dueño de la última palabra.
Respecto de la estrategia para difundir los videos del escándalo contra AMLO, el empresario escribe: “La manera de dar a conocer los videoescándalos fue de Carlos Salinas. Me planteó la estrategia, junto con Diego Fernández de Cevallos. Fui testigo de las múltiples conversaciones telefónicas que ambos sostuvieron con Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación, así como con Ramón Martín Huerta, subsecretario de Gobierno de esa misma dependencia”.
Y resume: “Salinas decidió la estrategia, no la decidí yo. Salinas fue el cerebro de los videoescándalos. Yo fui el de los videos, él fue el del escándalo. En cuanto a Diego Fernández de Cevallos, él fue el coordinador”.
Después devela, a su manera, las jerarquías dentro de la mafia salinista: “Hago un paréntesis para hablar de una actitud que me impresionó y es el hecho de que en esos días descubrí que Diego realmente era un títere de Carlos Salinas. Respondía de tal manera a sus peticiones, a sus instrucciones, que en verdad era impactante que el presidente del Senado y coordinador de los senadores por parte del PAN se sometiera con tanta facilidad a Salinas. No dialogaban. Salinas le daba órdenes cuando hablaban; claro, de manera amable, pero con su voz le daba órdenes”.
El canal de las estrellas
En el entramado de los videoescándalos, a su juicio, la participación de Televisa fue clave.
Ahumada la describe así: “Para ultimar la estrategia, Salinas le habló a Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa. Presencié la llamada. Primero lo saludó y luego le dijo que tenía un asunto muy importante que comentarle, que le beneficiaría mucho a Televisa y a todos en general, que más tarde se contactaría Diego con él para tratarlo con más detalle.
“Días después tuve una reunión con Diego, concretamente el día 19 de febrero. Me dijo que ya se había reunido con Santiago Creel y habían decidido que Federico Döring, asambleísta del PAN, fuera quien diera a conocer esos videos…
“Es decir –concluye Ahumada–, se implementó toda una estrategia mediática para los fines que en ese entonces convenían al gobierno federal (de extracción panista), a Salinas (cabeza del priismo) y a Televisa.”
La manipulación en que incurren esa cadena de televisión y su conductor estelar de noticias Joaquín López Dóriga, es igualmente desnudada por Ahumada.
Cuenta: “… Cuando yo estaba en Cuba, Juan Collado (abogado de Ahumada y de Raúl Salinas) me habló y me dijo: ‘Oye, dice Salinas que le hables a Bernardo para que salgas con Joaquín López Dóriga en el noticiero de hoy en la noche, es importantísimo que salgas…’. Y recibí la siguiente instrucción: ‘No contestes ninguna pregunta aunque te insista Joaquín, porque lo va a hacer para no verse tan obvio’”.
Pero la exhibición de la conducta de Televisa no concluye ahí. Involucra a Leopoldo Gómez, otro de sus altos directivos y coordinador del programa nocturno de debates Tercer grado.
Relata Ahumada: “Me pidieron que le hablara por teléfono a Bernardo, lo cual hice de inmediato y al contestarme el teléfono me dijo: ‘… Estamos tratando de manejar esto lo mejor posible. Te pido que le hables a Leopoldo Gómez para coordinar tu entrevista con Joaquín hoy por la noche’. Así lo hice. Le hablé a Leopoldo y a las 8:00 de la noche se realizó la comunicación con Joaquín…”.
El negocio se puso sobre la mesa. Ahumada pidió 400 millones de pesos por los videos. “Antes de entregárselos (los videos), me hizo llegar (Salinas) aproximadamente 35 millones de pesos. Me los entregaron Manuel Andrade, gobernador de Tabasco; Arturo Montiel, gobernador del Estado de México; Enrique Peña Nieto, diputado del PRI; Elba Esther Gordillo…
“Entre todos ellos me entregaron esa cantidad de dinero. Diego Fernández me hizo un primer pago, a cuenta, por la cantidad de 33 millones el día 19 de febrero de 2004. Fue depositado de alguna de sus cuentas bancarias a Nueva Perspectiva Editores, la empresa que editaba El (periódico) Independiente.”
Según Ahumada, el abogado Juan Collado le confió que el encargado de coordinar la recolección de dinero fue Manlio Fabio Beltrones, actual jefe de la bancada priista en el Senado.
Y el empresario, cuyo libro empezó a circular el jueves 7 de mayo, involucra así al presidente Fox en la liberación de Raúl Salinas:
“Considero que para Salinas, en lo personal y para su familia, concretamente, para su hermano Raúl, fue uno de los mejores negocios que pudieron haber hecho en su vida, por un hecho que para muchos pasó desapercibido. Carlos Salinas me confió que una de las cuestiones que había negociado con el presidente Fox a cambio de los videos, a través de Diego Fernández de Cevallos, era la exoneración de todos los cargos, inclusive el de homicidio, que mantenían en ese momento a Raúl en la cárcel, además de la devolución por parte de la Procuraduría General de la República de todos sus bienes, incluyendo los millones de dólares congelados por la PGR. Y así sucedió finalmente.”
En cuanto a si negoció con el PAN, Ahumada precisa: “No hice ningún acuerdo directo con el Partido Acción Nacional, ni con nadie que dijera actuar en nombre del PAN. Pero siendo que Diego Fernández de Cevallos, Santiago Creel y el presidente Vicente Fox no sólo pertenecían a ese partido, sino que tenían el mayor peso específico en su cúpula dirigente, en ese sentido me parece que sí hubo un acuerdo con el PAN”. Lo que resultó obvio porque, finalmente, Felipe Calderón, candidato panista, resultó ganador de la contienda electoral de 2006.
ALEJANDRO CABALLERO
Revista Proceso (www.proceso.com.mx) # 1697, 11 de mayo de 2009;
En su libro Derecho de réplica, en puerta las elecciones legislativas, Carlos Ahumada no sólo describe –en episodios que lo empantanan a él mismo– el sórdido mundo de los más grandes partidos políticos (PRD, PRI y PAN), sino que devela el contubernio en que presuntamente incurrieron “el padrino” de la mafia, Carlos Salinas; su “títere” Diego Fernández de Cevallos, el presidente Vicente Fox y funcionarios de Televisa para consumar los “videoescándalos” en contra del gobierno y las aspiraciones de López Obrador, a quien el empresario argentino también exhibe en conductas poco éticas…
Contratista de la administración pública del Distrito Federal desde el período de Manuel Camacho Solís, la fortuna acumulada por el empresario Carlos Ahumada Kurtz, así como su poder de seducción, alimentaron, de acuerdo con su libro Derecho de réplica, la corrupción que envuelve al país en todos sus niveles: presidentes y expresidentes de la República, secretarios de Gobernación, procuradores, legisladores, ministros de la Corte, alcaldes, partidos políticos, televisoras, obispos, abogados, encuestólogos, periodistas...
En esta radiografía, quizás involuntaria, de la degradación política y social del país, Ahumada refiere página tras página cómo hombres y mujeres que representan los tres poderes de la nación –Ejecutivo, Legislativo y Judicial–, al igual que aquellos que aspiran a colarse en sus pantanos, sucumben uno tras otro, sin importar lo legal o lo ético de sus acciones.
A lo largo de las 364 páginas del libro, con su propio plumaje manchado, Ahumada no sólo desnuda a unos y salpica a otros, sino que, cuando se hallan en puerta los comicios federales de julio próximo, también hace añicos la autoridad moral que pudieran tener los principales partidos contendientes.
La cloaca perredista
Ahumada narra su primer contacto con René Bejarano, en aquel momento secretario particular del jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador:
“… me recomendó de manera muy clara, a nombre suyo y del jefe de Gobierno, en ese entonces López Obrador, que nos desistiéramos jurídicamente de la denuncia penal que habíamos interpuesto por despojo en Tlalpan. Le respondí que no había problema pero que quería tener la seguridad de que no se repetiría ni habría más dificultades. Quedamos de vernos después para seguir tratando ese asunto; sin embargo, en esa reunión me pidió los primeros 50 mil pesos argumentando que eran para apoyar a unos comités ciudadanos en la delegación de Iztapalapa. Accedí a dárselos. Hoy puedo pensar que no fue lo correcto, pero…”
A ese préstamo le siguieron otros, hasta llegar al episodio de las ligas.
De su relación con Gustavo Ponce, secretario de Finanzas del gobierno de López Obrador, registra con el lenguaje del soborno o la extorsión velada: “Ponce me decía: ‘Mira, me quiero ir a Las Vegas, necesito un reloj, le quiero regalar esto a mi esposa’; le gustaban mucho los relojes, también me pedía que le prestara dinero en efectivo. Tenía muchos automóviles lujosos, pero nunca compré uno directamente para él. Un empresario en esta situación se atiene a aquello de que ‘a buen entendedor, pocas palabras’”.
Y, sobre este pasaje, Ahumada señala: “No sé si fue una relación de negocios o de conveniencia”.
En la memoria del empresario nacido en Argentina pero naturalizado mexicano están los apoyos a diversos candidatos perredistas, entre ellos, conforme a su versión, Raúl Ojeda Zubieta, las dos veces que perdió como aspirante a gobernador de Tabasco, y Lázaro Cárdenas Batel, que ganó Michoacán.
Sobre la campaña del hijo de Cuauhtémoc Cárdenas, Ahumada presume que sin su apoyo al PRD Lázaro no habría ganado la simbólica elección michoacana.
Dice que puso helicópteros, 20 capturistas, equipos de cómputo, diversos vehículos terrestres, además de que el encuestólogo Francisco Abundis, de Parametría, le reportaba directamente a él. Aún más, asegura que lo convenció de anunciar el triunfo de Cárdenas a pesar del resultado tan estrecho que, en su favor, arrojaba su sondeo. Y es que, de acuerdo con Ahumada, Abundis “recibió muchísimo dinero de mi parte”.
Sin embargo, indica que no acaba de entender cómo Roy Campos, de Consulta Mitofsky (encuestador de cabecera de Televisa y de su conductor estelar Joaquín López Dóriga), dio como triunfador a Lázaro cuando a las 18:00 horas cantó empate técnico y cuatro horas después anunció una ventaja de nueve puntos para el perredista. “Eso es algo que él sólo puede explicar”, atiza el empresario.
El encuentro con AMLO
Perdida la anécdota entre las páginas 91 y 92 de su libro, Ahumada asegura que se encontró con López Obrador y que inclusive el entonces jefe de Gobierno del DF le prometió apoyo.
El episodio lo registra así: “Raúl (Ojeda) es una persona a quien respeté, tal vez hasta puedo decir que admiré su forma de ser, las ideas que tenía. Era una persona cien por ciento respaldada por Andrés Manuel López Obrador.
“En el hotel Hyatt, donde me hospedé las veces que viajé a Villahermosa, me presentó a Andrés Manuel, quien me pidió que apoyara a Raúl. Esa reunión tuvo lugar en una de las habitaciones de ese hotel, del que Raúl era propietario, socio o administrador; no sé con exactitud la naturaleza de su vinculación con el Hyatt.
“En esa conversación en Tabasco en el año 2000, López Obrador me agradeció mi respaldo para Raúl, me pidió que siguiera apoyándolo y, palabras más palabras menos, me dijo: ‘apóyalo y en lo que te podamos ayudar en el GDF, cualquier problema que tengamos o que tengas, vamos a tratar de solucionarlo’.
“En la campaña de Raúl viajamos en el mismo autobús donde iban varios perredistas: Rosario Robles, el ingeniero Cárdenas, Laura Itzel Castillo, Octavio Romero, Raúl Ojeda, desde luego; ahí estábamos Andrés Manuel y yo, pero me pidió que fuéramos discretos, que era lo mejor para los dos y de esa manera le sería posible ayudarme sin llamar la atención.”
También manifiesta Ahumada que empezó a grabar a los perredistas porque ya le debían mucho dinero (400 millones de pesos) y quería tener pruebas de esas transacciones.
Detalla, por ejemplo, que “Rosario Robles le firmó a Televisa, en la oficina de Bernardo Gómez, un pagaré de 200 millones de pesos, el cual yo rescaté. Después de una entrevista en el programa de Joaquín López Dóriga en Televisa Chapultepec, dos personas muy amables estaban esperando a Rosario y la acompañaron a la oficina de Bernardo Gómez y ahí firmó el pagaré. Antes de firmarlo le habló a Andrés Manuel y le preguntó que si lo firmaba y él le dijo que sí. En esos 200 millones estaban incluidos cincuenta y tantos millones que Andrés Manuel había quedado a deber a Televisa de las elecciones del 2000”.
La relación con Rosario Robles
Las menciones de la exjefa de Gobierno y expareja sentimental Rosario Robles en su libro son alrededor de 70. Asegura que la también exdirigente nacional del PRD participó en la edición de los videoescándalos, que lo acompañó a varias reuniones con Carlos Salinas de Gortari, tanto en el extranjero como en la casa del expresidente en el Distrito Federal.
Asienta que Robles negoció con Salinas la deuda del PRD, así como la modificación de un artículo de la ley para que ella pudiera llegar a la jefatura defeña mediante una elección.
También indica que Robles se encontró con el entonces presidente Vicente Fox para anunciarle que iba a renunciar a la dirigencia nacional del PRD y para negociar la deuda de su partido.
A juicio del empresario, Rosario era una persona que ambicionaba, sobre todas las cosas, llegar a ser presidenta de la República. Inclusive narra cómo en una cena efectuada en Londres ella le aseguró que, después de los comicios presidenciales de 2006, ambos regresarían a ese restaurante londinense para festejar su asunción al poder presidencial.
En el mismo capítulo de los videoescándalos, Ahumada se refiere al momento en que Salinas tomó una de las bandas presidenciales y se la cruzó a Robles en el pecho para en seguida decirle: “se te ve muy bien”.
De Salinas a Diego
Pero Ahumada no sólo se relacionó con funcionarios y políticos del PRD.
También lo hizo con la cúpula priista, representada por Carlos Salinas de Gortari, y con la panista, liderada por Diego Fernández de Cevallos, aunque, de acuerdo con su relato, el jefe de la banda, El Padrino, es el expresidente de la República.
En este caso, conforme a los relatos de Ahumada, ambos personajes trabajaban como parte de una misma mafia, de la que emergían un sinfín de tentáculos, como el presidente Vicente Fox, el secretario de Gobernación Santiago Creel, el procurador de la República Rafael Macedo de la Concha, el responsable del Cisen, Eduardo Medina Mora, y la dueña del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo.
Brazos menores también se incorporaron al que López Obrador llamó “complot”: gobernadores de la reputación de Manuel Andrade (Tabasco) y Arturo Montiel (Estado de México); políticos, entonces emergentes, como Enrique Peña Nieto, y, para rematar, en la cola de la historia de inmundicias, uno de los brazos golpeadores de Felipe Calderón: Juan Molinar Horcasitas, quien buscaba, desesperado, en la recta final de las campañas presidenciales de 2006, favorecer al actual huésped de Los Pinos, con más videos, marca Ahumada, que ensuciaran la imagen de López Obrador. Del actual secretario de Comunicaciones y Transportes, Ahumada evalúa: “actuó como en las mejores mafias”.
El empresario de la construcción sostiene, así mismo, que Salinas era el personaje dueño de la última palabra.
Respecto de la estrategia para difundir los videos del escándalo contra AMLO, el empresario escribe: “La manera de dar a conocer los videoescándalos fue de Carlos Salinas. Me planteó la estrategia, junto con Diego Fernández de Cevallos. Fui testigo de las múltiples conversaciones telefónicas que ambos sostuvieron con Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación, así como con Ramón Martín Huerta, subsecretario de Gobierno de esa misma dependencia”.
Y resume: “Salinas decidió la estrategia, no la decidí yo. Salinas fue el cerebro de los videoescándalos. Yo fui el de los videos, él fue el del escándalo. En cuanto a Diego Fernández de Cevallos, él fue el coordinador”.
Después devela, a su manera, las jerarquías dentro de la mafia salinista: “Hago un paréntesis para hablar de una actitud que me impresionó y es el hecho de que en esos días descubrí que Diego realmente era un títere de Carlos Salinas. Respondía de tal manera a sus peticiones, a sus instrucciones, que en verdad era impactante que el presidente del Senado y coordinador de los senadores por parte del PAN se sometiera con tanta facilidad a Salinas. No dialogaban. Salinas le daba órdenes cuando hablaban; claro, de manera amable, pero con su voz le daba órdenes”.
El canal de las estrellas
En el entramado de los videoescándalos, a su juicio, la participación de Televisa fue clave.
Ahumada la describe así: “Para ultimar la estrategia, Salinas le habló a Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa. Presencié la llamada. Primero lo saludó y luego le dijo que tenía un asunto muy importante que comentarle, que le beneficiaría mucho a Televisa y a todos en general, que más tarde se contactaría Diego con él para tratarlo con más detalle.
“Días después tuve una reunión con Diego, concretamente el día 19 de febrero. Me dijo que ya se había reunido con Santiago Creel y habían decidido que Federico Döring, asambleísta del PAN, fuera quien diera a conocer esos videos…
“Es decir –concluye Ahumada–, se implementó toda una estrategia mediática para los fines que en ese entonces convenían al gobierno federal (de extracción panista), a Salinas (cabeza del priismo) y a Televisa.”
La manipulación en que incurren esa cadena de televisión y su conductor estelar de noticias Joaquín López Dóriga, es igualmente desnudada por Ahumada.
Cuenta: “… Cuando yo estaba en Cuba, Juan Collado (abogado de Ahumada y de Raúl Salinas) me habló y me dijo: ‘Oye, dice Salinas que le hables a Bernardo para que salgas con Joaquín López Dóriga en el noticiero de hoy en la noche, es importantísimo que salgas…’. Y recibí la siguiente instrucción: ‘No contestes ninguna pregunta aunque te insista Joaquín, porque lo va a hacer para no verse tan obvio’”.
Pero la exhibición de la conducta de Televisa no concluye ahí. Involucra a Leopoldo Gómez, otro de sus altos directivos y coordinador del programa nocturno de debates Tercer grado.
Relata Ahumada: “Me pidieron que le hablara por teléfono a Bernardo, lo cual hice de inmediato y al contestarme el teléfono me dijo: ‘… Estamos tratando de manejar esto lo mejor posible. Te pido que le hables a Leopoldo Gómez para coordinar tu entrevista con Joaquín hoy por la noche’. Así lo hice. Le hablé a Leopoldo y a las 8:00 de la noche se realizó la comunicación con Joaquín…”.
El negocio se puso sobre la mesa. Ahumada pidió 400 millones de pesos por los videos. “Antes de entregárselos (los videos), me hizo llegar (Salinas) aproximadamente 35 millones de pesos. Me los entregaron Manuel Andrade, gobernador de Tabasco; Arturo Montiel, gobernador del Estado de México; Enrique Peña Nieto, diputado del PRI; Elba Esther Gordillo…
“Entre todos ellos me entregaron esa cantidad de dinero. Diego Fernández me hizo un primer pago, a cuenta, por la cantidad de 33 millones el día 19 de febrero de 2004. Fue depositado de alguna de sus cuentas bancarias a Nueva Perspectiva Editores, la empresa que editaba El (periódico) Independiente.”
Según Ahumada, el abogado Juan Collado le confió que el encargado de coordinar la recolección de dinero fue Manlio Fabio Beltrones, actual jefe de la bancada priista en el Senado.
Y el empresario, cuyo libro empezó a circular el jueves 7 de mayo, involucra así al presidente Fox en la liberación de Raúl Salinas:
“Considero que para Salinas, en lo personal y para su familia, concretamente, para su hermano Raúl, fue uno de los mejores negocios que pudieron haber hecho en su vida, por un hecho que para muchos pasó desapercibido. Carlos Salinas me confió que una de las cuestiones que había negociado con el presidente Fox a cambio de los videos, a través de Diego Fernández de Cevallos, era la exoneración de todos los cargos, inclusive el de homicidio, que mantenían en ese momento a Raúl en la cárcel, además de la devolución por parte de la Procuraduría General de la República de todos sus bienes, incluyendo los millones de dólares congelados por la PGR. Y así sucedió finalmente.”
En cuanto a si negoció con el PAN, Ahumada precisa: “No hice ningún acuerdo directo con el Partido Acción Nacional, ni con nadie que dijera actuar en nombre del PAN. Pero siendo que Diego Fernández de Cevallos, Santiago Creel y el presidente Vicente Fox no sólo pertenecían a ese partido, sino que tenían el mayor peso específico en su cúpula dirigente, en ese sentido me parece que sí hubo un acuerdo con el PAN”. Lo que resultó obvio porque, finalmente, Felipe Calderón, candidato panista, resultó ganador de la contienda electoral de 2006.
***
Vos también tenés tu historia...
RAúL MONGE
Revista Proceso (www.proceso.com.mx) # 1697, 11 de mayo de 2009;
Desde su llegada a México con su familia, en 1975, Carlos Ahumada fue dejando por las oficinas gubernamentales un reguero de documentos apócrifos: acta de nacimiento, pasaportes, formas migratorias, actas matrimoniales... Después, como negociante, se enfrascó en litigios amañados, compró influencias y al final se enredó con poderosos políticos y funcionarios en una conjura contra Andrés Manuel López Obrador. En Derecho de réplica, el empresario se autodefine como inocente y hasta idealista, pero su propia historia lo condena...
Antes de mezclar los negocios con la política, aventura de la que ahora se arrepiente porque –confiesa– “fue una combinación explosiva”, Carlos Ahumada ya arrastraba un largo historial de traiciones, estafas y engaños.
Éstos comenzaron desde su llegada a México, a mediados de los setenta, en las gestiones que realizó para obtener la nacionalidad mexicana, entre otros documentos oficiales, y continuaron a lo largo de su carrera, en la cual tejió una bien estructurada red de complicidades políticas y empresariales que en menos de una década lo llevaron a concentrar más de una docena de empresas, dos equipos profesionales de futbol, un diario y, por si fuera poco, una fortuna personal estimada en al menos 50 millones de dólares, de acuerdo con la Procuraduría General de la República.
“Sinceramente me rompí el alma para lograr lo que tengo hoy”, le dijo Ahumada a la periodista Olga Wornat, quien lo entrevistó en septiembre de 2003 para la revista Poder. Hace dos años, luego de una estancia de mil 131 días en la cárcel –del 28 de marzo de 2004 al 7 de mayo de 2007–, Ahumada decidió retornar a su natal Argentina.
La parte oscura de la historia del empresario naturalizado mexicano comenzó cuando llegó a México, en compañía de su madre, Mercedes Leonor Sofía Kurtz Salvatierra, y de su hermano Pablo. Los tres ingresaron con visa de turistas a territorio mexicano el 6 de octubre de 1975 y se alojaron provisionalmente en casa de una media hermana de Carlos que radicaba en el país desde hacía años y cuyo nombre, ahora se sabe, es Graciela.
Según consta en los documentos que entregaron a la oficina mexicana de Migración, los Kurtz ingresaron con visas de turista por un término de 180 días, y no existe constancia alguna en los archivos de esa dependencia de que hayan refrendado su permiso con el fin de permanecer más tiempo en el país.
Otro dato menor pero que refleja su tendencia a la mentira: a Wornat le dijo que era “el séptimo de siete hermanos”; en su libro menciona que es el quinto de seis.
Luego de concluir sus estudios de primaria en 1976, cuenta Ahumada, él y su familia se fueron a vivir a San Cristóbal de Las Casas, donde asegura que permanecieron un año.
En 1977, dice, regresaron a la Ciudad de México y el mismo año cursó el segundo grado de secundaria en la escuela Amado Nervo. El tercero lo estudió en la secundaria 95 Víctor Hugo.
Sin embargo, en la entrevista con Wornat, Ahumada declaró que cursó los tres años en la secundaria número 75.
De ahí, cuenta Ahumada en su libro, saltó al Colegio de Ciencias y Humanidades plantel sur y, en 1983, “ingresé en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde cursé cuatro semestres de la licenciatura en actuaría”. Lo cierto es que en su expediente académico sólo tiene acreditados los dos primeros semestres de esa carrera.
Antes de cumplir la mayoría de edad, el 23 de julio de 1979, Carlos Ahumada recibió otro ejemplo de cómo abrirse paso frente a la ley, ya sea por su puerta principal o a través de sus lagunas, omisiones, o de plano aprovechando los atajos que facilita la corrupción.
Al presentar una constancia de inexistencia del acta de nacimiento, Mercedes Kurtz consiguió que el oficial noveno del Registro Civil adscrito a La Aurora, Coahuila, Roberto García Sánchez, reconociera legalmente a Carlos Ahumada como ciudadano mexicano, nacido en Saltillo, Coahuila. Así quedó asentado en el libro I, tomo II, folio 242, foja 042 de la oficina del Registro Civil del municipio de La Aurora.
En el documento oficial se consigna, además, que Carlos nació en el Hospital Civil de Saltillo, a las 2:00 horas del día 11 de junio de 1964, y que sus padres, Aníbal Ahumada Ferreira y Mercedes Leonor Kurtz, son mexicanos, igual que sus abuelos paternos y maternos Arturo Ahumada Anchorena (finado), Herminia Ferreira Salvatierra (finada), Roberto Kurtz (finado) y Mercedes Salvatierra de Kurtz (finada).
El único dato que coincide con el acta levantada en Argentina es el día de nacimiento. El documento original fue expedido por el Registro Civil de la ciudad de Córdoba, en el que se establece que Carlos Ahumada nació en la Clínica Integral de esa ciudad el mismo 11 de junio de 1964, aunque a las 18:45 horas.
No obstante, en su libro Ahumada menciona una fecha y un lugar de nacimiento distintos: dice que nació en 1963, en el Sanatorio Británico de Córdoba.
Cumplida la mayoría de edad y ya jurídicamente dueño de sus actos, Ahumada cometió su primera trasgresión en México: amparado en el acta de nacimiento apócrifa, tramitó y obtuvo el 31 de agosto de 1982 su cartilla militar en la junta de reclutamiento número 16 del Distrito Federal. El documento quedó registrado en la Secretaría de la Defensa Nacional bajo la matrícula B-2403280.
Animado por su buena suerte, obtuvo luego el primero de los tres pasaportes mexicanos que llegó a tener, todos con distintos datos personales. Le asignaron el número 15920. En la solicitud, Ahumada se declaró mexicano e hijo de padres mexicanos por nacimiento.
Por esa época, según su propio dicho, ya había desempeñado varios oficios: cadenero, lavacoches y gerente de una discoteca. También había sido dueño de dos carritos de hot-dogs, un taxi y una taquería.
Con el falso estatus de mexicano, en 1983 estableció una pequeña fábrica de mesas multiusos. Por ese proyecto, el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado le entregó el Premio Nacional de la Juventud en la categoría de Capacitación y Productividad en la Fábrica.
En los archivos del Instituto Mexicano de la Juventud (antes Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud) existe constancia del reconocimiento otorgado al empresario, que en la ficha de inscripción quedó registrado como mexicano nacido en La Aurora, Coahuila.
Problemas de identidad
Según refiere Ahumada en Derecho de réplica, también fue en 1983 cuando contrajo nupcias con su primera esposa, Sonia Georgina Medrano Tinoco, de quien, subraya, se divorció seis años más tarde, en 1989.
En este punto Ahumada también falta a la verdad: se casó con Sonia Georgina Medrano en agosto de 1984, según consta en el acta matrimonial número 02184, expedida por el entonces juez 25 del Registro Civil, Romero Aramez Garza Garza.
En dicho documento, que firmaron como testigos del contrayente su madre Mercedes Kurtz Salvatierra y su hermana Verónica, Carlos Ahumada vuelve a aparecer como ciudadano mexicano, nacido en Coahuila.
Sujeto al régimen de separación de bienes, el matrimonio se disolvió el 30 de agosto de 1990 –y no en 1989, como afirma Ahumada–, de acuerdo con los datos registrales 090310/00047/1990 del Juzgado Décimo del Registro Civil. Nunca dio parte a la Secretaría de Gobernación sobre la disolución del vínculo matrimonial, como están obligados a hacerlo los extranjeros.
Estimulado por el Premio Nacional de la Juventud y recién casado, Ahumada fundó en sociedad con algunas amistades la empresa Maderamex, cuyo giro era el diseño y fabricación de juguetes de madera, pero fracasó.
Antes de emprender otro negocio, el empresario volvió a incurrir en falsedades con documentos oficiales. El 23 de marzo de 1984 tramitó en la oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores en la delegación Tláhuac la renovación de su pasaporte, por un período de cinco años.
En la copia de su solicitud anotó que sus padres eran mexicanos, y en el renglón destinado a la ocupación o profesión que desempeñaba en aquel entonces escribió “actuario”.
Ahumada afirma que por esas fechas ayudó a la familia de su hermano mayor, Roberto, a establecerse en México:
“Roberto fundó la empresa Grupo Director Empresarial que ofrecía a sus socios rendimientos similares a los de una casa de bolsa, mediante la inversión de ahorros en diversas empresas. En 1990, Roberto enfrentó una demanda de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores por actuar ilícitamente como casa de bolsa. Fue aprehendido e ingresó al Reclusorio Oriente y más tarde fue trasladado al Sur, donde enfrentó un juicio que lo mantuvo preso hasta 2001.”
Lo que no cuenta en su libro es que él fue socio de dicha empresa. Únicamente recuerda que su hermano lo involucró y que por esa razón él mismo permaneció en el Reclusorio Oriente durante 28 días. Refiere que salió absuelto de todos los cargos que le imputaban a él, a su madre y a su otro hermano, Pablo.
En el juicio que se le siguió en el Juzgado Décimo Octavo de lo Penal (expediente 191/90), Ahumada volvió a cambiar sus datos de identidad: declaró que había nacido en Córdoba, Argentina; que ingresó a México en calidad de turista el 6 de octubre de 1975 en compañía de su madre; que su hermano los alcanzó en 1984 junto con su esposa y sus hijos, y que se habían quedado irregularmente en el país.
En esa ocasión Ahumada se identificó con el pasaporte número 9664329 expedido por el Ministerio de Interior de la República Argentina el 11 de septiembre de 1975. El documento incluía la visa 1270, con validez de 180 días.
A pesar de su confesa y acreditada estancia irregular en el país, las autoridades judiciales no iniciaron el procedimiento correspondiente para deportar a Ahumada.
Otro capítulo oscuro que omite Ahumada en su libro es cómo se hizo de las granjas de cría y engorda de pavos.
Según contó su hermano Roberto en declaraciones a Proceso (edición 1430, marzo de 2004), Carlos Ahumada fabricaba pólvora y la vendía en un negocio ubicado cerca de La Merced. Pero en abril de 1987 le alquiló a Estela Cabrera Sanabria y Enrique Sanabria Bernal un rancho en Amecameca, Estado de México, con el propósito de instalar ahí una granja.
Estableció ahí su negocio y poco después quiso comprar el rancho, pero Estela y Enrique se negaron porque pretendía pagarles en abonos.
Cuando se acercaba la fecha de vencimiento del contrato de arrendamiento y los propietarios del predio querían cobrarle, Ahumada se ocultó y posteriormente los despojó del terreno sin pagarles nada. Tramitó sus nuevas escrituras a nombre de Cecilia Gurza González, con quien se casó tiempo después.
En medio de la larga batalla jurídica que emprendió para quedarse con el rancho de Amecameca, y tras otro intento de despojo de una granja en Yecapixtla, Morelos, Ahumada se dio tiempo para continuar con sus tropelías.
El 19 de abril de 1989 gestionó su tercer pasaporte mexicano, con vigencia de cinco años, y bajo protesta de decir verdad volvió a sostener que había nacido en La Aurora, Coahuila, y que sus padres eran mexicanos.
Por esas fechas, luego de su para entonces ya fallida aventura avícola y financiado por su hermano Roberto, Carlos Ahumada descubrió, por así decirlo, el negocio de la minería en el estado de Guerrero.
Pero tampoco le fue bien. En Derecho de réplica dice que la depresión en la industria lo obligó a cerrar la planta. Lo que no dice es que dejó embarcadas a casi 900 personas ni que cuando empezaron los problemas legales le traspasó la mina a su cuñado Enrique Gurza.
Entonces regresó a la Ciudad de México y decidió cambiar de giro. Eligió el rubro de la construcción y se promovió como contratista en distintas delegaciones políticas.
Pero antes de que la prosperidad le llegara, el 26 de abril de 1990 Ahumada burló de nueva cuenta a la Secretaría de Gobernación al simular que había entrado como turista al país, y de esa forma obtuvo la Forma Migratoria de Turista número 3436291, con vigencia de 30 días.
Un par de días antes de vencerse el permiso, el 22 de mayo, solicitó la extensión de su estancia en México por un plazo de 30 días. Y el 31 de mayo pidió a la Dirección de Servicios Migratorios un permiso para casarse con una ciudadana mexicana. En ese trámite manifestó que era soltero, cuando en realidad seis días antes había recibido el acta de nulidad de su primer matrimonio.
Cumplidas las formalidades de ley, el 18 de junio contrajo matrimonio con Cecilia Gurza González.
Según consta en el acta 01841, expedida por el juez vigésimo del Registro Civil de la Ciudad de México, Ahumada presentó documentación que lo acreditaba como argentino, y con esa misma nacionalidad registró a sus padres. Datos que contradijeron a los que manifestó en su primer matrimonio.
El 29 de enero de 1991, luego de haber burlado a las autoridades de Relaciones Exteriores al obtener tres pasaportes con documentación apócrifa, Ahumada consiguió la nacionalidad y juró respetar las leyes y a las autoridades mexicanas.
Amparado en su nueva condición migratoria, Ahumada tramitó el 28 de enero de 1992 una nueva cartilla militar como mexicano por naturalización. La Sedena avaló el trámite y le otorgó la cartilla B-9617276.
Seis meses después, en julio, renovó su pasaporte y en éste declaró haber nacido en la ciudad argentina de Córdoba, aunque mintió en los datos de sus progenitores al anotar que era hijo de padre argentino y madre mexicana.
En octubre de 1992, las autoridades migratorias abrieron una investigación para conocer el estatus del empresario y se toparon con otra sorpresa: en sus archivos no encontraron antecedentes de la forma migratoria 177436 con la que Ahumada acreditó su residencia legal en el país y promovió su carta de naturalización. Por ese hecho, la PGR abrió la averiguación previa 2175/FESPLE/93, pero el asunto pasó a la reserva porque la Secretaría de Gobernación, entonces encabezada por Patrocinio González Garrido, no formuló cargos.
Negocios en grande
Carlos Ahumada afirma que comenzó a trabajar para la delegación Álvaro Obregón a principios de los noventa, en el sexenio de quien luego sería su cómplice en el caso de los videoescándalos, Carlos Salinas de Gortari.
Ahí comenzó su meteórico enriquecimiento. Y en los tres años de la siguiente administración capitalina, la de Óscar Espinosa Villarreal, el empresario facturó poco más de 100 millones de pesos.
Contra lo que podría suponerse, el fin del priismo y el ascenso de la izquierda al poder en el Distrito Federal no implicaron el fin de los negocios de Ahumada con las obras públicas. Según cuenta el propio empresario, la persona que lo vinculó con el Partido de la Revolución Democrática fue el extitular de la Procuraduría General de Justicia del DF y de la Procuraduría General de la República, quien además era su notario de cabecera: Ignacio Morales Lechuga.
El titular de la Notaría Pública 116 del Distrito Federal lo presentó con Ramón Sosamontes Herreramoro, quien estaba a punto de asumir las riendas de la delegación Iztapalapa, la más grande y la de mayor presupuesto en la capital del país, junto con la Gustavo A. Madero. “Como en todas sus gestiones, Nacho percibió por ésta sus honorarios correspondientes”, subraya Ahumada.
Por Sosamontes, Ahumada conoció a Rosario Robles, entonces jefa de Gobierno del Distrito Federal, y ella le abrió las puertas a otros negocios de construcción en distintas delegaciones políticas. A la vez, el apoyo financiero del empresario contribuyó a que le pintaran bien las cosas al PRD en los comicios del 6 de julio de 2003.
Cuando los delegados electos comenzaron a armar sus equipos, Ahumada, ya dueño del diario El Independiente, comenzó a cobrarles sus favores y lanzó sus redes en aquellos sitios en los que presumía que podría ampliar sus negocios o afincar nuevas sucursales.
El modus operandi de Ahumada consistía en recomendar a incondicionales suyos en las áreas de Administración y Finanzas, con el fin de amarrar licitaciones de obras públicas y tener asegurado el pago rápido de los trabajos realizados.
A la par de sus negocios en las delegaciones políticas, Ahumada tejió otras redes con funcionarios y exfuncionarios públicos, incluido el expresidente Carlos Salinas de Gortari, con quien fraguaría el golpe mediático contra el entonces jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, en complicidad con el entonces legislador panista Diego Fernández de Cevallos.
En su libro, Ahumada se arrepiente de haber mezclado los negocios con la política: “Fue una combinación explosiva”, dice, para alguien tan inocente como él:
“Mezclé muchas cuestiones y las llevé al extremo. Por ejemplo, mi idealismo. Como lo había vivido desde chico, como simpatizaba con los proyectos de izquierda, me deslumbré con participar en el PRD, con gente como Ramón Sosamontes y Rosario Robles, en quienes creí ciegamente y que hoy sigo pensando estaban comprometidos con su proyecto.
“Posteriormente, me cautivó Lázaro Cárdenas (Batel), a quien considero una buena persona. Enredé todo esto con mi actividad principal que era la de empresario; me metí, como se dice, entre las patas de los caballos, en un conflicto de pesos pesados, como fue la pugna de Andrés Manuel con los Cárdenas. Después se sumaron a esto Salinas, Diego Fernández, la elección de 2006.”
Otra falsedad
RAúL MONGE
Revista Proceso (www.proceso.com.mx) # 1697, 11 de mayo de 2009;
En dos pasajes de su libro Derecho de réplica, Carlos Ahumada hace alusión a las fotografías que fueron publicadas por este semanario en su edición del 2 de mayo de 2004 (número 1435) y en el diario La Jornada, momentos después de su ingreso en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte, en las cuales aparece mientras se viste con el uniforme de recluso.
Dice Ahumada: “El rencor de las autoridades del GDF y del sector de la prensa más afín a ellas, se reflejó claramente en ese abuso vil y cobarde de retratarme semidesnudo para hacer mayor escarnio de mí.
“Considero que un periodismo supeditado a intereses políticos, ejercido por mediocres, sin rastro de sentido ético, no puede ser la aspiración de medios como Proceso y La Jornada, de gran tradición de investigación y denuncia en nuestro país.”
El empresario, que desde hace dos años reside en Argentina, recuerda que por ese motivo interpuso una queja en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, que el 13 de octubre de 2006 giró a las autoridades capitalinas la recomendación 11/2006, en la que pide que ofrezcan una disculpa pública al ofendido.
Según Ahumada, dicha disculpa “no se ha dado ni creo que se vaya a dar. Al día de hoy no ha sido resarcido ese daño moral, conforme lo estableció dicha comisión”.
Eso es falso.
Las autoridades aludidas en la queja de Ahumada atendieron las recomendaciones de la CNDH, inclusive la de ofrecer una disculpa pública al empresario de origen argentino. En el diario Milenio, el 2 de noviembre de 2006, fue publicada una nota en la cual autoridades del GDF –a través de la Dirección de Reclusorios– se disculpan con el empresario por haber violado sus garantías individuales en el curso del proceso de su internamiento en el Reclusorio Norte el 28 de abril de 2004.
RAúL MONGE
Revista Proceso (www.proceso.com.mx) # 1697, 11 de mayo de 2009;
Desde su llegada a México con su familia, en 1975, Carlos Ahumada fue dejando por las oficinas gubernamentales un reguero de documentos apócrifos: acta de nacimiento, pasaportes, formas migratorias, actas matrimoniales... Después, como negociante, se enfrascó en litigios amañados, compró influencias y al final se enredó con poderosos políticos y funcionarios en una conjura contra Andrés Manuel López Obrador. En Derecho de réplica, el empresario se autodefine como inocente y hasta idealista, pero su propia historia lo condena...
Antes de mezclar los negocios con la política, aventura de la que ahora se arrepiente porque –confiesa– “fue una combinación explosiva”, Carlos Ahumada ya arrastraba un largo historial de traiciones, estafas y engaños.
Éstos comenzaron desde su llegada a México, a mediados de los setenta, en las gestiones que realizó para obtener la nacionalidad mexicana, entre otros documentos oficiales, y continuaron a lo largo de su carrera, en la cual tejió una bien estructurada red de complicidades políticas y empresariales que en menos de una década lo llevaron a concentrar más de una docena de empresas, dos equipos profesionales de futbol, un diario y, por si fuera poco, una fortuna personal estimada en al menos 50 millones de dólares, de acuerdo con la Procuraduría General de la República.
“Sinceramente me rompí el alma para lograr lo que tengo hoy”, le dijo Ahumada a la periodista Olga Wornat, quien lo entrevistó en septiembre de 2003 para la revista Poder. Hace dos años, luego de una estancia de mil 131 días en la cárcel –del 28 de marzo de 2004 al 7 de mayo de 2007–, Ahumada decidió retornar a su natal Argentina.
La parte oscura de la historia del empresario naturalizado mexicano comenzó cuando llegó a México, en compañía de su madre, Mercedes Leonor Sofía Kurtz Salvatierra, y de su hermano Pablo. Los tres ingresaron con visa de turistas a territorio mexicano el 6 de octubre de 1975 y se alojaron provisionalmente en casa de una media hermana de Carlos que radicaba en el país desde hacía años y cuyo nombre, ahora se sabe, es Graciela.
Según consta en los documentos que entregaron a la oficina mexicana de Migración, los Kurtz ingresaron con visas de turista por un término de 180 días, y no existe constancia alguna en los archivos de esa dependencia de que hayan refrendado su permiso con el fin de permanecer más tiempo en el país.
Otro dato menor pero que refleja su tendencia a la mentira: a Wornat le dijo que era “el séptimo de siete hermanos”; en su libro menciona que es el quinto de seis.
Luego de concluir sus estudios de primaria en 1976, cuenta Ahumada, él y su familia se fueron a vivir a San Cristóbal de Las Casas, donde asegura que permanecieron un año.
En 1977, dice, regresaron a la Ciudad de México y el mismo año cursó el segundo grado de secundaria en la escuela Amado Nervo. El tercero lo estudió en la secundaria 95 Víctor Hugo.
Sin embargo, en la entrevista con Wornat, Ahumada declaró que cursó los tres años en la secundaria número 75.
De ahí, cuenta Ahumada en su libro, saltó al Colegio de Ciencias y Humanidades plantel sur y, en 1983, “ingresé en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde cursé cuatro semestres de la licenciatura en actuaría”. Lo cierto es que en su expediente académico sólo tiene acreditados los dos primeros semestres de esa carrera.
Antes de cumplir la mayoría de edad, el 23 de julio de 1979, Carlos Ahumada recibió otro ejemplo de cómo abrirse paso frente a la ley, ya sea por su puerta principal o a través de sus lagunas, omisiones, o de plano aprovechando los atajos que facilita la corrupción.
Al presentar una constancia de inexistencia del acta de nacimiento, Mercedes Kurtz consiguió que el oficial noveno del Registro Civil adscrito a La Aurora, Coahuila, Roberto García Sánchez, reconociera legalmente a Carlos Ahumada como ciudadano mexicano, nacido en Saltillo, Coahuila. Así quedó asentado en el libro I, tomo II, folio 242, foja 042 de la oficina del Registro Civil del municipio de La Aurora.
En el documento oficial se consigna, además, que Carlos nació en el Hospital Civil de Saltillo, a las 2:00 horas del día 11 de junio de 1964, y que sus padres, Aníbal Ahumada Ferreira y Mercedes Leonor Kurtz, son mexicanos, igual que sus abuelos paternos y maternos Arturo Ahumada Anchorena (finado), Herminia Ferreira Salvatierra (finada), Roberto Kurtz (finado) y Mercedes Salvatierra de Kurtz (finada).
El único dato que coincide con el acta levantada en Argentina es el día de nacimiento. El documento original fue expedido por el Registro Civil de la ciudad de Córdoba, en el que se establece que Carlos Ahumada nació en la Clínica Integral de esa ciudad el mismo 11 de junio de 1964, aunque a las 18:45 horas.
No obstante, en su libro Ahumada menciona una fecha y un lugar de nacimiento distintos: dice que nació en 1963, en el Sanatorio Británico de Córdoba.
Cumplida la mayoría de edad y ya jurídicamente dueño de sus actos, Ahumada cometió su primera trasgresión en México: amparado en el acta de nacimiento apócrifa, tramitó y obtuvo el 31 de agosto de 1982 su cartilla militar en la junta de reclutamiento número 16 del Distrito Federal. El documento quedó registrado en la Secretaría de la Defensa Nacional bajo la matrícula B-2403280.
Animado por su buena suerte, obtuvo luego el primero de los tres pasaportes mexicanos que llegó a tener, todos con distintos datos personales. Le asignaron el número 15920. En la solicitud, Ahumada se declaró mexicano e hijo de padres mexicanos por nacimiento.
Por esa época, según su propio dicho, ya había desempeñado varios oficios: cadenero, lavacoches y gerente de una discoteca. También había sido dueño de dos carritos de hot-dogs, un taxi y una taquería.
Con el falso estatus de mexicano, en 1983 estableció una pequeña fábrica de mesas multiusos. Por ese proyecto, el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado le entregó el Premio Nacional de la Juventud en la categoría de Capacitación y Productividad en la Fábrica.
En los archivos del Instituto Mexicano de la Juventud (antes Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud) existe constancia del reconocimiento otorgado al empresario, que en la ficha de inscripción quedó registrado como mexicano nacido en La Aurora, Coahuila.
Problemas de identidad
Según refiere Ahumada en Derecho de réplica, también fue en 1983 cuando contrajo nupcias con su primera esposa, Sonia Georgina Medrano Tinoco, de quien, subraya, se divorció seis años más tarde, en 1989.
En este punto Ahumada también falta a la verdad: se casó con Sonia Georgina Medrano en agosto de 1984, según consta en el acta matrimonial número 02184, expedida por el entonces juez 25 del Registro Civil, Romero Aramez Garza Garza.
En dicho documento, que firmaron como testigos del contrayente su madre Mercedes Kurtz Salvatierra y su hermana Verónica, Carlos Ahumada vuelve a aparecer como ciudadano mexicano, nacido en Coahuila.
Sujeto al régimen de separación de bienes, el matrimonio se disolvió el 30 de agosto de 1990 –y no en 1989, como afirma Ahumada–, de acuerdo con los datos registrales 090310/00047/1990 del Juzgado Décimo del Registro Civil. Nunca dio parte a la Secretaría de Gobernación sobre la disolución del vínculo matrimonial, como están obligados a hacerlo los extranjeros.
Estimulado por el Premio Nacional de la Juventud y recién casado, Ahumada fundó en sociedad con algunas amistades la empresa Maderamex, cuyo giro era el diseño y fabricación de juguetes de madera, pero fracasó.
Antes de emprender otro negocio, el empresario volvió a incurrir en falsedades con documentos oficiales. El 23 de marzo de 1984 tramitó en la oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores en la delegación Tláhuac la renovación de su pasaporte, por un período de cinco años.
En la copia de su solicitud anotó que sus padres eran mexicanos, y en el renglón destinado a la ocupación o profesión que desempeñaba en aquel entonces escribió “actuario”.
Ahumada afirma que por esas fechas ayudó a la familia de su hermano mayor, Roberto, a establecerse en México:
“Roberto fundó la empresa Grupo Director Empresarial que ofrecía a sus socios rendimientos similares a los de una casa de bolsa, mediante la inversión de ahorros en diversas empresas. En 1990, Roberto enfrentó una demanda de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores por actuar ilícitamente como casa de bolsa. Fue aprehendido e ingresó al Reclusorio Oriente y más tarde fue trasladado al Sur, donde enfrentó un juicio que lo mantuvo preso hasta 2001.”
Lo que no cuenta en su libro es que él fue socio de dicha empresa. Únicamente recuerda que su hermano lo involucró y que por esa razón él mismo permaneció en el Reclusorio Oriente durante 28 días. Refiere que salió absuelto de todos los cargos que le imputaban a él, a su madre y a su otro hermano, Pablo.
En el juicio que se le siguió en el Juzgado Décimo Octavo de lo Penal (expediente 191/90), Ahumada volvió a cambiar sus datos de identidad: declaró que había nacido en Córdoba, Argentina; que ingresó a México en calidad de turista el 6 de octubre de 1975 en compañía de su madre; que su hermano los alcanzó en 1984 junto con su esposa y sus hijos, y que se habían quedado irregularmente en el país.
En esa ocasión Ahumada se identificó con el pasaporte número 9664329 expedido por el Ministerio de Interior de la República Argentina el 11 de septiembre de 1975. El documento incluía la visa 1270, con validez de 180 días.
A pesar de su confesa y acreditada estancia irregular en el país, las autoridades judiciales no iniciaron el procedimiento correspondiente para deportar a Ahumada.
Otro capítulo oscuro que omite Ahumada en su libro es cómo se hizo de las granjas de cría y engorda de pavos.
Según contó su hermano Roberto en declaraciones a Proceso (edición 1430, marzo de 2004), Carlos Ahumada fabricaba pólvora y la vendía en un negocio ubicado cerca de La Merced. Pero en abril de 1987 le alquiló a Estela Cabrera Sanabria y Enrique Sanabria Bernal un rancho en Amecameca, Estado de México, con el propósito de instalar ahí una granja.
Estableció ahí su negocio y poco después quiso comprar el rancho, pero Estela y Enrique se negaron porque pretendía pagarles en abonos.
Cuando se acercaba la fecha de vencimiento del contrato de arrendamiento y los propietarios del predio querían cobrarle, Ahumada se ocultó y posteriormente los despojó del terreno sin pagarles nada. Tramitó sus nuevas escrituras a nombre de Cecilia Gurza González, con quien se casó tiempo después.
En medio de la larga batalla jurídica que emprendió para quedarse con el rancho de Amecameca, y tras otro intento de despojo de una granja en Yecapixtla, Morelos, Ahumada se dio tiempo para continuar con sus tropelías.
El 19 de abril de 1989 gestionó su tercer pasaporte mexicano, con vigencia de cinco años, y bajo protesta de decir verdad volvió a sostener que había nacido en La Aurora, Coahuila, y que sus padres eran mexicanos.
Por esas fechas, luego de su para entonces ya fallida aventura avícola y financiado por su hermano Roberto, Carlos Ahumada descubrió, por así decirlo, el negocio de la minería en el estado de Guerrero.
Pero tampoco le fue bien. En Derecho de réplica dice que la depresión en la industria lo obligó a cerrar la planta. Lo que no dice es que dejó embarcadas a casi 900 personas ni que cuando empezaron los problemas legales le traspasó la mina a su cuñado Enrique Gurza.
Entonces regresó a la Ciudad de México y decidió cambiar de giro. Eligió el rubro de la construcción y se promovió como contratista en distintas delegaciones políticas.
Pero antes de que la prosperidad le llegara, el 26 de abril de 1990 Ahumada burló de nueva cuenta a la Secretaría de Gobernación al simular que había entrado como turista al país, y de esa forma obtuvo la Forma Migratoria de Turista número 3436291, con vigencia de 30 días.
Un par de días antes de vencerse el permiso, el 22 de mayo, solicitó la extensión de su estancia en México por un plazo de 30 días. Y el 31 de mayo pidió a la Dirección de Servicios Migratorios un permiso para casarse con una ciudadana mexicana. En ese trámite manifestó que era soltero, cuando en realidad seis días antes había recibido el acta de nulidad de su primer matrimonio.
Cumplidas las formalidades de ley, el 18 de junio contrajo matrimonio con Cecilia Gurza González.
Según consta en el acta 01841, expedida por el juez vigésimo del Registro Civil de la Ciudad de México, Ahumada presentó documentación que lo acreditaba como argentino, y con esa misma nacionalidad registró a sus padres. Datos que contradijeron a los que manifestó en su primer matrimonio.
El 29 de enero de 1991, luego de haber burlado a las autoridades de Relaciones Exteriores al obtener tres pasaportes con documentación apócrifa, Ahumada consiguió la nacionalidad y juró respetar las leyes y a las autoridades mexicanas.
Amparado en su nueva condición migratoria, Ahumada tramitó el 28 de enero de 1992 una nueva cartilla militar como mexicano por naturalización. La Sedena avaló el trámite y le otorgó la cartilla B-9617276.
Seis meses después, en julio, renovó su pasaporte y en éste declaró haber nacido en la ciudad argentina de Córdoba, aunque mintió en los datos de sus progenitores al anotar que era hijo de padre argentino y madre mexicana.
En octubre de 1992, las autoridades migratorias abrieron una investigación para conocer el estatus del empresario y se toparon con otra sorpresa: en sus archivos no encontraron antecedentes de la forma migratoria 177436 con la que Ahumada acreditó su residencia legal en el país y promovió su carta de naturalización. Por ese hecho, la PGR abrió la averiguación previa 2175/FESPLE/93, pero el asunto pasó a la reserva porque la Secretaría de Gobernación, entonces encabezada por Patrocinio González Garrido, no formuló cargos.
Negocios en grande
Carlos Ahumada afirma que comenzó a trabajar para la delegación Álvaro Obregón a principios de los noventa, en el sexenio de quien luego sería su cómplice en el caso de los videoescándalos, Carlos Salinas de Gortari.
Ahí comenzó su meteórico enriquecimiento. Y en los tres años de la siguiente administración capitalina, la de Óscar Espinosa Villarreal, el empresario facturó poco más de 100 millones de pesos.
Contra lo que podría suponerse, el fin del priismo y el ascenso de la izquierda al poder en el Distrito Federal no implicaron el fin de los negocios de Ahumada con las obras públicas. Según cuenta el propio empresario, la persona que lo vinculó con el Partido de la Revolución Democrática fue el extitular de la Procuraduría General de Justicia del DF y de la Procuraduría General de la República, quien además era su notario de cabecera: Ignacio Morales Lechuga.
El titular de la Notaría Pública 116 del Distrito Federal lo presentó con Ramón Sosamontes Herreramoro, quien estaba a punto de asumir las riendas de la delegación Iztapalapa, la más grande y la de mayor presupuesto en la capital del país, junto con la Gustavo A. Madero. “Como en todas sus gestiones, Nacho percibió por ésta sus honorarios correspondientes”, subraya Ahumada.
Por Sosamontes, Ahumada conoció a Rosario Robles, entonces jefa de Gobierno del Distrito Federal, y ella le abrió las puertas a otros negocios de construcción en distintas delegaciones políticas. A la vez, el apoyo financiero del empresario contribuyó a que le pintaran bien las cosas al PRD en los comicios del 6 de julio de 2003.
Cuando los delegados electos comenzaron a armar sus equipos, Ahumada, ya dueño del diario El Independiente, comenzó a cobrarles sus favores y lanzó sus redes en aquellos sitios en los que presumía que podría ampliar sus negocios o afincar nuevas sucursales.
El modus operandi de Ahumada consistía en recomendar a incondicionales suyos en las áreas de Administración y Finanzas, con el fin de amarrar licitaciones de obras públicas y tener asegurado el pago rápido de los trabajos realizados.
A la par de sus negocios en las delegaciones políticas, Ahumada tejió otras redes con funcionarios y exfuncionarios públicos, incluido el expresidente Carlos Salinas de Gortari, con quien fraguaría el golpe mediático contra el entonces jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, en complicidad con el entonces legislador panista Diego Fernández de Cevallos.
En su libro, Ahumada se arrepiente de haber mezclado los negocios con la política: “Fue una combinación explosiva”, dice, para alguien tan inocente como él:
“Mezclé muchas cuestiones y las llevé al extremo. Por ejemplo, mi idealismo. Como lo había vivido desde chico, como simpatizaba con los proyectos de izquierda, me deslumbré con participar en el PRD, con gente como Ramón Sosamontes y Rosario Robles, en quienes creí ciegamente y que hoy sigo pensando estaban comprometidos con su proyecto.
“Posteriormente, me cautivó Lázaro Cárdenas (Batel), a quien considero una buena persona. Enredé todo esto con mi actividad principal que era la de empresario; me metí, como se dice, entre las patas de los caballos, en un conflicto de pesos pesados, como fue la pugna de Andrés Manuel con los Cárdenas. Después se sumaron a esto Salinas, Diego Fernández, la elección de 2006.”
Otra falsedad
RAúL MONGE
Revista Proceso (www.proceso.com.mx) # 1697, 11 de mayo de 2009;
En dos pasajes de su libro Derecho de réplica, Carlos Ahumada hace alusión a las fotografías que fueron publicadas por este semanario en su edición del 2 de mayo de 2004 (número 1435) y en el diario La Jornada, momentos después de su ingreso en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte, en las cuales aparece mientras se viste con el uniforme de recluso.
Dice Ahumada: “El rencor de las autoridades del GDF y del sector de la prensa más afín a ellas, se reflejó claramente en ese abuso vil y cobarde de retratarme semidesnudo para hacer mayor escarnio de mí.
“Considero que un periodismo supeditado a intereses políticos, ejercido por mediocres, sin rastro de sentido ético, no puede ser la aspiración de medios como Proceso y La Jornada, de gran tradición de investigación y denuncia en nuestro país.”
El empresario, que desde hace dos años reside en Argentina, recuerda que por ese motivo interpuso una queja en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, que el 13 de octubre de 2006 giró a las autoridades capitalinas la recomendación 11/2006, en la que pide que ofrezcan una disculpa pública al ofendido.
Según Ahumada, dicha disculpa “no se ha dado ni creo que se vaya a dar. Al día de hoy no ha sido resarcido ese daño moral, conforme lo estableció dicha comisión”.
Eso es falso.
Las autoridades aludidas en la queja de Ahumada atendieron las recomendaciones de la CNDH, inclusive la de ofrecer una disculpa pública al empresario de origen argentino. En el diario Milenio, el 2 de noviembre de 2006, fue publicada una nota en la cual autoridades del GDF –a través de la Dirección de Reclusorios– se disculpan con el empresario por haber violado sus garantías individuales en el curso del proceso de su internamiento en el Reclusorio Norte el 28 de abril de 2004.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario