El Universal, 10 de mayo de 2009;
He seguido con atención las noticias sobre la influenza A H1N1. Los primeros reportes que leía en periódicos internacionales y mexicanos sobre la situación me hablaban de caos y muerte. Estuve con un nudo en el estómago hasta que me pude comunicar con mi familia y amigos y ver que, si bien no hay que bajar la guardia ante una enfermedad desconocida, la situación está muy lejana de alcanzar dimensiones apocalípticas.
Estando geográficamente tan lejos de México, no creí que la situación me fuese a afectar de manera directa. Veía a chinos con tapabocas (algo que he visto siempre, desde la primera vez que vine a China en 2005) y me preguntaba qué iba a hacer la gente en México con la escasez de los mismos. Quiero señalar aquí que en este momento ya me había enfrentado a la ignorancia y desinformación de la problemática, saludos negados debido a la “influenza mexicana”, de chinos y de otros extranjeros también, quienes temerosos de lo “terriblemente contagioso” de la enfermedad, obviamente reaccionan con miedo, pero entiendo ahora que no es discriminación. En ese momento, leí acerca del donativo que China le haría a mi país, y me sentí profundamente agradecida de esta muestra de solidaridad, la primera y por la nada despreciable cantidad de 5 millones de dólares en material y en efectivo. Las heridas de China respecto al SARS y la gripe aviar estaban aún muy recientes cuando yo llegué aquí, y no se han borrado de la mente de la gente a pesar del tiempo
La llegada del último vuelo de Aeroméxico a Shanghai, y el posterior descubrimiento del caso de un mexicano que se encontraba enfermo del virus, detectado en Hong Kong, cambió el panorama. Amanecí el sábado 2 de mayo con una ola de rumores de mexicanos detenidos y perseguidos por todo China, y a lo largo del día, las cosas se fueron aclarando. En efecto, las autoridades sanitarias se pusieron a buscar y a aislar a todos los pasajeros que habían estado en ese mismo vuelo, a fin de poner en acción un plan de contingencia diseñado para el control de epidemias, una lección aprendida a un costo muy alto en China.
Por eso es que me saca de quicio ver las noticias sobre la situación en México. Algunos reportes (los más dramáticos) hablan de una búsqueda sistematizada de mexicanos por parte del gobierno chino para meternos a hospitales en condiciones infrahumanas. Esto no es cierto. Si bien en algunos casos particulares la situación no ha sido la ideal, se debe tener en cuenta que esto se trata de una emergencia sanitaria, en las que la responsabilidad principal del gobierno chino es evitar que se propague la enfermedad entre su población.
He leído como muchos acerca de las condiciones en las que se pretendía poner (y en algunos casos, se puso) bajo aislamiento a muchos de mis compatriotas. No todos contaron con la suerte de que se les pusiera en un hotel de cinco estrellas, ni en un hospital de clase mundial, pero tampoco hay que hacerlo parecer como si los mandaran a un campo de concentración. Nada más pregúntese usted sobre las condiciones de algunos de nuestros hospitales en México, no muy distantes de las carencias de los hospitales aquí. En esos mismos hospitales los chinos tratan a sus nacionales, por lo que no es en ningún momento una expresión de xenofobia en contra de mexicanos el que los quieran mandar ahí.
Las diferencias entre nuestros países son muchas, y quizá por eso también tantos malos entendidos, pero éstas, aunadas al amarillismo de algunos de los medios de comunicación, han hecho parecer la situación muy diferente de lo que realmente es.
Lo que más me preocupa en este momento, son las reacciones que veo por parte de gente en México, a raíz de las quejas de aquellos desafortunados que han llevado la peor parte de esta experiencia. He leído peticiones de venganza en contra de chinos por “el trato que nos están dando”, siendo que en la mayor parte de los casos este “trato” no ha sido más que medidas preventivas por la seguridad de todos y muestras de solidaridad. Me da tristeza y vergüenza leer acerca de las groserías que les han hecho a mis amigos chinos en México, siendo que son personas que viven allá porque aman nuestra cultura, nuestra comida, y quieren conocer más acerca de nosotros. Es una pena que su experiencia esté siendo amargada de esta manera, justo en un momento en que México necesita un acercamiento con China, por motivos no solamente sociales y culturales, sino también, económicos.
Es por ello que decidí finalmente expresar mi opinión, para que sepan que estamos bien, que en ningún momento hemos sido agredidos, y que mientras apreciamos su preocupación y sus muestras de solidaridad, vean que la situación en lo general es muy tranquila aunque de prevención. En lo personal, quiero pedir que se detenga toda muestra de odio a China y a los chinos, quienes a pesar de lo diferente de nuestras culturas, me han abierto las puertas de sus hogares y de su cultura. ¡Pido un alto a la discriminación, un alto a la xenofobia en todas sus formas!
Estando geográficamente tan lejos de México, no creí que la situación me fuese a afectar de manera directa. Veía a chinos con tapabocas (algo que he visto siempre, desde la primera vez que vine a China en 2005) y me preguntaba qué iba a hacer la gente en México con la escasez de los mismos. Quiero señalar aquí que en este momento ya me había enfrentado a la ignorancia y desinformación de la problemática, saludos negados debido a la “influenza mexicana”, de chinos y de otros extranjeros también, quienes temerosos de lo “terriblemente contagioso” de la enfermedad, obviamente reaccionan con miedo, pero entiendo ahora que no es discriminación. En ese momento, leí acerca del donativo que China le haría a mi país, y me sentí profundamente agradecida de esta muestra de solidaridad, la primera y por la nada despreciable cantidad de 5 millones de dólares en material y en efectivo. Las heridas de China respecto al SARS y la gripe aviar estaban aún muy recientes cuando yo llegué aquí, y no se han borrado de la mente de la gente a pesar del tiempo
La llegada del último vuelo de Aeroméxico a Shanghai, y el posterior descubrimiento del caso de un mexicano que se encontraba enfermo del virus, detectado en Hong Kong, cambió el panorama. Amanecí el sábado 2 de mayo con una ola de rumores de mexicanos detenidos y perseguidos por todo China, y a lo largo del día, las cosas se fueron aclarando. En efecto, las autoridades sanitarias se pusieron a buscar y a aislar a todos los pasajeros que habían estado en ese mismo vuelo, a fin de poner en acción un plan de contingencia diseñado para el control de epidemias, una lección aprendida a un costo muy alto en China.
Por eso es que me saca de quicio ver las noticias sobre la situación en México. Algunos reportes (los más dramáticos) hablan de una búsqueda sistematizada de mexicanos por parte del gobierno chino para meternos a hospitales en condiciones infrahumanas. Esto no es cierto. Si bien en algunos casos particulares la situación no ha sido la ideal, se debe tener en cuenta que esto se trata de una emergencia sanitaria, en las que la responsabilidad principal del gobierno chino es evitar que se propague la enfermedad entre su población.
He leído como muchos acerca de las condiciones en las que se pretendía poner (y en algunos casos, se puso) bajo aislamiento a muchos de mis compatriotas. No todos contaron con la suerte de que se les pusiera en un hotel de cinco estrellas, ni en un hospital de clase mundial, pero tampoco hay que hacerlo parecer como si los mandaran a un campo de concentración. Nada más pregúntese usted sobre las condiciones de algunos de nuestros hospitales en México, no muy distantes de las carencias de los hospitales aquí. En esos mismos hospitales los chinos tratan a sus nacionales, por lo que no es en ningún momento una expresión de xenofobia en contra de mexicanos el que los quieran mandar ahí.
Las diferencias entre nuestros países son muchas, y quizá por eso también tantos malos entendidos, pero éstas, aunadas al amarillismo de algunos de los medios de comunicación, han hecho parecer la situación muy diferente de lo que realmente es.
Lo que más me preocupa en este momento, son las reacciones que veo por parte de gente en México, a raíz de las quejas de aquellos desafortunados que han llevado la peor parte de esta experiencia. He leído peticiones de venganza en contra de chinos por “el trato que nos están dando”, siendo que en la mayor parte de los casos este “trato” no ha sido más que medidas preventivas por la seguridad de todos y muestras de solidaridad. Me da tristeza y vergüenza leer acerca de las groserías que les han hecho a mis amigos chinos en México, siendo que son personas que viven allá porque aman nuestra cultura, nuestra comida, y quieren conocer más acerca de nosotros. Es una pena que su experiencia esté siendo amargada de esta manera, justo en un momento en que México necesita un acercamiento con China, por motivos no solamente sociales y culturales, sino también, económicos.
Es por ello que decidí finalmente expresar mi opinión, para que sepan que estamos bien, que en ningún momento hemos sido agredidos, y que mientras apreciamos su preocupación y sus muestras de solidaridad, vean que la situación en lo general es muy tranquila aunque de prevención. En lo personal, quiero pedir que se detenga toda muestra de odio a China y a los chinos, quienes a pesar de lo diferente de nuestras culturas, me han abierto las puertas de sus hogares y de su cultura. ¡Pido un alto a la discriminación, un alto a la xenofobia en todas sus formas!
*Mexicana residente en China desde febrero de 2007
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