Cartas de amor de Edith Piaf al campeón ciclista
Un libro publica la correspondencia apasionada, fatal y desgraciada de la cantante francesa con el deportista Louis Gérardin
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París -
El País, 25/03/2011
El País, 25/03/2011
En el otoño de 1951, Edith Piaf, por entonces en la cúspide de su carrera artística y de su dependencia del alcohol y la morfina, conoció a un campeón ciclista de carreras de pista, joven y casado, con el que vivió una historia de amor muy suya: apasionada, acaparadora, triste y con final amargo. Hacía dos años que había muerto el gran amor de Piaf, el famoso boxeador Marcel Cerdam, en un accidente aéreo. Gérardin también deportista. Pero estaba casado y jamás se decidió a abandonar a su mujer, para desesperación de la artista.
Ahora, un libro, Mon amour bleu (editorial Grasset), publica en Francia las 52 cartas que la cantante envió al ciclista. El semanario Le Nouvel Observateur adelanta algunos extractos de la correspondencia de esa relación condenada al fracaso y del carácter explosivo, depresivo, obsesivo y enamorado de la intérprete de la Vie en Rose.
La primera carta está fechada en noviembre de 1951 y Piaf, por entonces de 35 años, se la envía al "Señor Maravilla", residente en la "calle de la Felicidad". Y le escribe: "Te quiero con toda la fuerza y el alma de mi corazón. Quiero que tú seas el único. Quiero cantar para ti solamente. Quiero que seas mi dueño y no hacer nada sin que tú estés de acuerdo".
A veces, Piaf parece enviarse las cartas a sí misma más que al campeón ciclista del que está locamente enamorada: "Quiero estar a la altura y no estropearlo, no creo que este amor sea pasajero, no, tengo ganas de que sea así, siempre he envidiado a las mujeres organizadas, con una parte interior ordenada, pero nunca sé cómo (...) tú vas a hacer de mí una mujer verdadera en todos los campos".
Las cartas fueron subastadas en 2009 en la sala Christie's de París y se vendieron por 67.000 euros. En ellas, además del omnipresente Gérardin, Piaf se refiere a algunos amigos y colaboradores suyos, como el por entonces su secretario y chófer, Charles Aznavour.
Pero la mayoría giran exclusivamente en torno a ellos dos: "Me has repescado a tiempo", escribe en febrero de 1952, "he hecho la promesa a la iglesia de que si tú vienes no tocaré una gota de alcohol más en mi vida (...)"
Con el tiempo, la esposa del ciclista contrató un detective privado para que siguiera los pasos de su marido y la artista. Mientras, la cantante, nacida en el trozo de acera situada enfrente del número 72 de la calle Belleville de París porque su madre no tuvo tiempo de llegar al hospital, criada en un prostíbulo, acostumbrada a deambular de la pobreza a la desgracia durante buena parte de su vida, intentaba convencer al ciclista de que lo abandonara todo por ella: "Compraré un terreno y mientras dure mi gira en América te ocuparás de construir una casa que será la tuya si Dios me concede la gracia de ser tuya también. Cuando esté en América, te enviaré todo lo que gane para montar un negocio que me permita descansar al lado del hombre que amo".
Nada salió así. La última de las cartas está firmada en Nueva York y el tono frío contrasta con el resto. Piaf, convencida de que Gérardin no dejaría jamás a su familia, resignada y desengañada, le comunica su compromiso con su amigo, el cantante Jacques Pillis. Y se lo explica: "Cuando recibas esta carta estaré casada. (...) Te advertí 1.000 veces que ibas a perderme, pero tú no reaccionaste, así que ha pasado lo que tenía que pasar. A fuerza de convivir con alguien tierno y amable, uno se deja llevar, y debo confesarte que amo sinceramente a Jacques".
Ahora, un libro, Mon amour bleu (editorial Grasset), publica en Francia las 52 cartas que la cantante envió al ciclista. El semanario Le Nouvel Observateur adelanta algunos extractos de la correspondencia de esa relación condenada al fracaso y del carácter explosivo, depresivo, obsesivo y enamorado de la intérprete de la Vie en Rose.
La primera carta está fechada en noviembre de 1951 y Piaf, por entonces de 35 años, se la envía al "Señor Maravilla", residente en la "calle de la Felicidad". Y le escribe: "Te quiero con toda la fuerza y el alma de mi corazón. Quiero que tú seas el único. Quiero cantar para ti solamente. Quiero que seas mi dueño y no hacer nada sin que tú estés de acuerdo".
A veces, Piaf parece enviarse las cartas a sí misma más que al campeón ciclista del que está locamente enamorada: "Quiero estar a la altura y no estropearlo, no creo que este amor sea pasajero, no, tengo ganas de que sea así, siempre he envidiado a las mujeres organizadas, con una parte interior ordenada, pero nunca sé cómo (...) tú vas a hacer de mí una mujer verdadera en todos los campos".
Las cartas fueron subastadas en 2009 en la sala Christie's de París y se vendieron por 67.000 euros. En ellas, además del omnipresente Gérardin, Piaf se refiere a algunos amigos y colaboradores suyos, como el por entonces su secretario y chófer, Charles Aznavour.
Pero la mayoría giran exclusivamente en torno a ellos dos: "Me has repescado a tiempo", escribe en febrero de 1952, "he hecho la promesa a la iglesia de que si tú vienes no tocaré una gota de alcohol más en mi vida (...)"
Con el tiempo, la esposa del ciclista contrató un detective privado para que siguiera los pasos de su marido y la artista. Mientras, la cantante, nacida en el trozo de acera situada enfrente del número 72 de la calle Belleville de París porque su madre no tuvo tiempo de llegar al hospital, criada en un prostíbulo, acostumbrada a deambular de la pobreza a la desgracia durante buena parte de su vida, intentaba convencer al ciclista de que lo abandonara todo por ella: "Compraré un terreno y mientras dure mi gira en América te ocuparás de construir una casa que será la tuya si Dios me concede la gracia de ser tuya también. Cuando esté en América, te enviaré todo lo que gane para montar un negocio que me permita descansar al lado del hombre que amo".
Nada salió así. La última de las cartas está firmada en Nueva York y el tono frío contrasta con el resto. Piaf, convencida de que Gérardin no dejaría jamás a su familia, resignada y desengañada, le comunica su compromiso con su amigo, el cantante Jacques Pillis. Y se lo explica: "Cuando recibas esta carta estaré casada. (...) Te advertí 1.000 veces que ibas a perderme, pero tú no reaccionaste, así que ha pasado lo que tenía que pasar. A fuerza de convivir con alguien tierno y amable, uno se deja llevar, y debo confesarte que amo sinceramente a Jacques".
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