Monsiváis activista: a un año de su partida*
Marta Lamas
Proceso # 1807, 19 de junio de 2011
Hoy que se cumple un año de la ausencia de Carlos, no quisiera recordarlo bajo el dictado de la amistad. Si bien ciertas personas sufrimos la brutal ruptura de nuestro lazo con él, son miles las que lamentan su partida, porque era la brújula política de amplios sectores de nuestro país. Por eso quisiera recordar una de sus facetas: la de su activismo.
Sí, hoy nos embarga una enorme tristeza no sólo porque nos ha dejado un hombre extraordinario, sino porque Monsiváis encarnaba una postura paradigmática: la de un luchador incansable en todos los frentes que lo requerían. Atento a la realidad nacional, exhibía las mentiras y las barbaridades de los poderes fácticos, lamentaba lo que hoy nos lacera como país y, además, nos explicaba por qué ocurría. Nunca olvidó las necesidades de los postergados y siempre denunció las deudas sociales pendientes.
Carlos trazaba escenarios políticos posibles, diseñaba intervenciones y nos develaba a los propios activistas las razones de nuestra militancia. Lo buscábamos para que nos explicara, y decía: “No soy un profeta”. Sin embargo, no recuerdo ni una sola vez que no atinara en sus apreciaciones y pronósticos. Utilizaba su celebridad como un estratega político al servicio de los grupos activistas. Su fama nos abría puertas que sin él jamás hubiéramos franqueado. Cuando me involucré políticamente con un grupo de trabajadoras sexuales, le pedí a Carlos que nos consiguiera una cita con el entonces responsable de la Delegación Cuauhtémoc, Ignacio Vázquez Torres, quien se la dio de inmediato. Detrás de Carlos entramos las cuatro representantes de Sullivan, Claudia Colimoro y yo. Pese a su sorpresa, Vázquez Torres fue amable, aguantó una larga reunión donde hablamos de los problemas que enfrentaban las trabajadoras sexuales bajo la mirada cómplice de Carlos.
Monsiváis no sólo era el referente ético-político de muchos movimientos sociales y organizaciones civiles; también fue un poderoso e influyente aliado. Al ser la figura imprescindible de activistas necesitados, todos lo perseguíamos para que respaldara nuestras causas: que redactara un manifiesto, que asistiera a una reunión, que corrigiera un desplegado, que nos consiguiera una cita con tal político o funcionario. Carlos aceptaba casi todas las llamadas de ayuda, especialmente cuando se trataba de personas que habitaban en pueblos remotos en los estados del interior, adonde viajaba con una humildad sorprendente y entre muchas incomodidades.
Pocos intelectuales han respondido como él a los cuestionamientos que planteó el feminismo, y nadie se ha esforzado como él lo hizo por analizar el desarrollo y el impacto del movimiento. Es impresionante la eficacia simbólica de sus agudas reflexiones. Sus señalamientos sobre la marginación social y política de las mujeres produjeron un efecto esclarecedor y legitimador. Sus primeras críticas al sexismo aparecieron en el suplemento La Cultura en México, desde su toma de posesión en 1972 como director del suplemento, con David Huerta, Rolando Cordera y Carlos Pereyra en la redacción y Vicente Rojo en el diseño. En las secciones Para documentar nuestro optimismo, el Consultorio de la Dra. Ilustración y Por mi madre, bohemios, Monsiváis registró el cambio en las relaciones entre los sexos, la evolución del movimiento y el desarrollo del pensamiento feminista.
Monsiváis participó en muchos actos feministas (la fundación de DIVERSA, la Campaña por la Maternidad Voluntaria, el arranque del partido feminista México Posible), y en Debate feminista publicó una docena de textos específicamente sobre mujeres o feminismo: escribió sobre Nancy Cárdenas, Rosario Castellanos, Susan Sontag, Simone de Beauvoir, Frida Kahlo, sobre Mujeres y poder, sobre la visita del Papa y sobre el libro Huesos en el desierto, de Sergio González Rodríguez, acerca de las asesinadas de Juárez. Y en sus otros ensayos, la mayoría sin duda sobre diversidad sexual, siempre hacía alguna alusión sobre las mujeres o el feminismo.
Carlos insistía en que la apuesta por la transformación política encuentra su mayor aliado en el campo de la cultura, al grado de que si no se da también la batalla cultural, se puede perder la batalla política. En su incansable y persistente lucha a favor de la tolerancia en todos los campos, Monsiváis apoyó a muchísimos grupos de activistas, entre ellos a las feministas. Era un verdadero oxímoron: un misógino feminista. Y no lo digo yo, sino que así se describió en una ficha autobiográfica diciendo: alterna su misoginia con una encendida defensa del feminismo. Sus amigas cercanas tuvimos la suerte de disfrutar una relación tormentosa, fuente de valiosos aprendizajes e inolvidables disfrutes.
Carlos era, como tituló su biografía de Salvador Novo, un marginal en el centro. A diferencia de muchos intelectuales, perseveró en su posición ética y radical. Su partida nos conmueve porque aún tenía mucho que dar a este México, tan necesitado de sus inteligentes y valientes intervenciones. Hace un año Elena Poniatowska, reflejando el sentir de miles, se preguntó: ¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? Hoy me respondo: hay que seguir leyéndolo, porque leerlo es recuperar su lucidez y su aliento combativo. l
*Extracto de la conferencia que la autora pronunciará este domingo 19 en Bellas Artes con motivo del primer aniversario luctuoso de Carlos Monsiváis.
Sí, hoy nos embarga una enorme tristeza no sólo porque nos ha dejado un hombre extraordinario, sino porque Monsiváis encarnaba una postura paradigmática: la de un luchador incansable en todos los frentes que lo requerían. Atento a la realidad nacional, exhibía las mentiras y las barbaridades de los poderes fácticos, lamentaba lo que hoy nos lacera como país y, además, nos explicaba por qué ocurría. Nunca olvidó las necesidades de los postergados y siempre denunció las deudas sociales pendientes.
Carlos trazaba escenarios políticos posibles, diseñaba intervenciones y nos develaba a los propios activistas las razones de nuestra militancia. Lo buscábamos para que nos explicara, y decía: “No soy un profeta”. Sin embargo, no recuerdo ni una sola vez que no atinara en sus apreciaciones y pronósticos. Utilizaba su celebridad como un estratega político al servicio de los grupos activistas. Su fama nos abría puertas que sin él jamás hubiéramos franqueado. Cuando me involucré políticamente con un grupo de trabajadoras sexuales, le pedí a Carlos que nos consiguiera una cita con el entonces responsable de la Delegación Cuauhtémoc, Ignacio Vázquez Torres, quien se la dio de inmediato. Detrás de Carlos entramos las cuatro representantes de Sullivan, Claudia Colimoro y yo. Pese a su sorpresa, Vázquez Torres fue amable, aguantó una larga reunión donde hablamos de los problemas que enfrentaban las trabajadoras sexuales bajo la mirada cómplice de Carlos.
Monsiváis no sólo era el referente ético-político de muchos movimientos sociales y organizaciones civiles; también fue un poderoso e influyente aliado. Al ser la figura imprescindible de activistas necesitados, todos lo perseguíamos para que respaldara nuestras causas: que redactara un manifiesto, que asistiera a una reunión, que corrigiera un desplegado, que nos consiguiera una cita con tal político o funcionario. Carlos aceptaba casi todas las llamadas de ayuda, especialmente cuando se trataba de personas que habitaban en pueblos remotos en los estados del interior, adonde viajaba con una humildad sorprendente y entre muchas incomodidades.
Pocos intelectuales han respondido como él a los cuestionamientos que planteó el feminismo, y nadie se ha esforzado como él lo hizo por analizar el desarrollo y el impacto del movimiento. Es impresionante la eficacia simbólica de sus agudas reflexiones. Sus señalamientos sobre la marginación social y política de las mujeres produjeron un efecto esclarecedor y legitimador. Sus primeras críticas al sexismo aparecieron en el suplemento La Cultura en México, desde su toma de posesión en 1972 como director del suplemento, con David Huerta, Rolando Cordera y Carlos Pereyra en la redacción y Vicente Rojo en el diseño. En las secciones Para documentar nuestro optimismo, el Consultorio de la Dra. Ilustración y Por mi madre, bohemios, Monsiváis registró el cambio en las relaciones entre los sexos, la evolución del movimiento y el desarrollo del pensamiento feminista.
Monsiváis participó en muchos actos feministas (la fundación de DIVERSA, la Campaña por la Maternidad Voluntaria, el arranque del partido feminista México Posible), y en Debate feminista publicó una docena de textos específicamente sobre mujeres o feminismo: escribió sobre Nancy Cárdenas, Rosario Castellanos, Susan Sontag, Simone de Beauvoir, Frida Kahlo, sobre Mujeres y poder, sobre la visita del Papa y sobre el libro Huesos en el desierto, de Sergio González Rodríguez, acerca de las asesinadas de Juárez. Y en sus otros ensayos, la mayoría sin duda sobre diversidad sexual, siempre hacía alguna alusión sobre las mujeres o el feminismo.
Carlos insistía en que la apuesta por la transformación política encuentra su mayor aliado en el campo de la cultura, al grado de que si no se da también la batalla cultural, se puede perder la batalla política. En su incansable y persistente lucha a favor de la tolerancia en todos los campos, Monsiváis apoyó a muchísimos grupos de activistas, entre ellos a las feministas. Era un verdadero oxímoron: un misógino feminista. Y no lo digo yo, sino que así se describió en una ficha autobiográfica diciendo: alterna su misoginia con una encendida defensa del feminismo. Sus amigas cercanas tuvimos la suerte de disfrutar una relación tormentosa, fuente de valiosos aprendizajes e inolvidables disfrutes.
Carlos era, como tituló su biografía de Salvador Novo, un marginal en el centro. A diferencia de muchos intelectuales, perseveró en su posición ética y radical. Su partida nos conmueve porque aún tenía mucho que dar a este México, tan necesitado de sus inteligentes y valientes intervenciones. Hace un año Elena Poniatowska, reflejando el sentir de miles, se preguntó: ¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? Hoy me respondo: hay que seguir leyéndolo, porque leerlo es recuperar su lucidez y su aliento combativo. l
*Extracto de la conferencia que la autora pronunciará este domingo 19 en Bellas Artes con motivo del primer aniversario luctuoso de Carlos Monsiváis.
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