Vatican Insider, 09/17/2014
El
manifiesto de los cardenales y la respuesta de Kasper
La
"guerra preventiva" en vista del Sínodo: un nuevo libro con textos de
Müller, Burke, Caffarra, Brandmuller y De Paolis, que declaran inadmisible la
propuesta de permitir, en ciertos casos, la comunión a los divorciados que se
han vuelto a casar. Kasper: "No segundas nupcias, sino una barca para la
salvación"
ANDREA
TORNIELLI
CIUDAD
DEL VATICANO
Nunca
había sucedido que un Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en
funciones publicara en pocas semanas dos libros para declarar inadmisible
cualquier cambio a la postura de la Iglesia sobre el tema que está por ser
discutido en una reunión sinodal. Lo hizo el cardenal Gerhard Ludwig Müller,
que desde 2012 guía el ex Santo Oficio: en julio dio a la imprenta un
libro-entrevista en el que se declaraba contrario a cualquier apertura en
relación con la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar (“La
esperanza de la familia”, ediciones Ares), y ahora su nombre es el más vistoso
entre los firmatarios de un volumen colectivo que se titula “Permanecer en la
verdad de Cristo” (que ya fue publicado en los Estados Unidos y que acaba de ser
impreso en Italia), cuyo contenido fue dado a conocer ayer por el periódico
italiano “Corriere della Sera”.
Los
demás autores son otros cuatro purpurados: Carlo Caffarra, arzobispo de Boloña,
Raymond Leo Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica, y los eméritos Walter
Brandmüller y Velasio De Paolis. Además colaboran el arzobispo Cyril Vasil',
Secretario de la Congregación para las Iglesias Orientales, y otros expertos.
En ambos volúmenes el tema central es la participación a la Eucaristía para los
divorciados que viven una segunda unión, misma que se declara inadmisible.
La
inédita operación mediática (a la que se suman también, en la misma sintonía,
un texto del cardenal Angelo Scola y un libro que está por ser publicado del
cardenal australiano George Pell, “ministro” de Economía vaticano) ha sido
presentada como una respuesta a las aperturas que planteó como hipótesis en
febrero de este año el cardenal alemán Walter Kasper, a quien Francisco había
encomendado la relación introductiva del Consistorio. Frente a todos los
cardenales, Kasper habló sobre el tema de la familia y, en la última parte de
su articulado discurso, hipotizó (caso por caso, en determinadas circusntancias
y tras un recorrido penitencial) la posibilidad de volver a admitir a los divorciados
que se han vuelto a casar a la comunión. El discurso causó muchas reacciones
entre los cardenales y al día siguiente, tomando la palabra, Francisco lo
elogió, diciendo que consideraba que Kasper hacía «teología de rodillas» y que
en su discurso había encontrado «el amor de la Iglesia». Durante los siguientes
meses, después de la publicación de aquel texto, se multiplicaron las
entrevistas y las declaraciones. Las posturas se polarizaron, la confrontación
y el enfrentamiento se llevaron a cabo en la arena de los medios de
comunicación, tal y como sucedió durante el Concilio Vaticano II.
Francisco,
que considera decisivo el mensaje de la misericordia, sigue invitando a la
Iglesia a que salga de sí misma para ir al encuentro de los hombres y de las
mujeres en las condiciones en las que viven, quiso que se celebren dos Sínodos
sobre el tema de la familia: el primero, extraordinario, se llevará entre el 5
y el 19 de octubre de este año. El trabajo continuará después involucrando a
las Iglesias locales y, en octubre de 2015, un nuevo Sínodo (pero ordinario) se
ocupará de las conclusiones.
Entrevista
con el cardenal Walter Kasper.
Cardenal
Walter Kasper, usted habló en febrero sobre el Sínodo frente a los cardenales y
propuso una hipótesis sobre la posibilidad de la comunión para los divorciados
que se han vuelto a casar. ¿En qué consiste?
–No
propuse una solución definitiva, sino –después de haberme puesto de acuerdo con
el Papa– hice algunas preguntas y ofrecí consideraciones para posibles respuestas.
Este es el argumento principal: el sacramento del matrimonio es una gracia de
Dios, que convierte a los esposos en un signo de su gracia y de su amor
definitivo. Incluso un cristiano puede fracasar y, desgraciadamente, hoy muchos
cristianos fracasan. Dios, en su fidelidad, no deja caer a nadie y, en su
misericordia, da quienes quieren convertirse una nueva oportunidad. Por lo
tanto, la Iglesia, que es el sacramento, es decir el signo y el instrumento de
la misericordia de Dios, debe estar cerca, ayudar, aconsejar, animar. Un
cristiano en esta situación tiene una necesidad particular de la gracia de los
sacramentos. No se pueden conceder segundas nupcias, sino –como decían los
Padres de la Iglesia–, después del naufragio, una barca para sobrevivir. No un
segundo matrimonio sacramental, sino los medios sacramentales necesarios en su
situación. No se trata de una solución para todos los casos, que son muy
diferentes, sino para cuantos hagan todo lo que les sea posible en sus
situaciones.
¿Puso usted en duda la
indisolubilidad del matrimonio cristiano?
–La doctrina de la
indisolubilidad del matrimonio sacramental se basa en el mensaje de Jesús; la
Iglesia no tiene el poder para cambiarla. Este punto no cambia. Un segundo
matrimonio sacramental, mientras la pareja siga con vida, no es posible. Pero
hay que distinguir la doctrina de la disciplina, es decir la aplicación
pastoral en situaciones complejas. Además, la doctrina de la Iglesia no es un
sistema cerrado: el Concilio Vaticano II enseña que hay un desarrollo, en el
sentido de una posible profundización. Me pregunto si es posible, en este caso,
llevar a cabo una profundización semejante a la que se dio en la eclesiología:
aunque la Iglesia católica sea la verdadera Iglesia de Cristo, hay elementos de
eclesialidad también más allá de las fronteras institucionales de la misma
Iglesia católica. En ciertos casos, ¿no se podrían reconocer también en un
matrimonio civil algunos elementos del matrimonio sacramental? Por ejemplo, el
compromiso definitivo, el amor y el cuidado recíproco, la vida cristiana, el
compromiso público, que no existen en las parejas de hecho.
¿Qué le parece la publicación
de este nuevo libro con aportes de cinco cardenales, incluido el Prefecto
Müller?
Me ha sorprendido. Lo supe hoy
gracias a los periodistas: a ellos les enviaron el texto, a mí no. Nunca me
había sucedido nada parecido en toda mi vida académica.
¿En la historia reciente de la
Iglesia ha sucedido que algunos cardenales hayan intervenido con esta forma
organizada y pública antes de un Sínodo?
Durante el Concilio Vaticano
II y en el post-concilio existían las resistencias de algunos cardenales frente
a Pablo VI, incluso por parte del entonces Prefecto del Santo Oficio. Pero, si
no yerro, no con esta modalidad organizada y pública. Si los cardenales, que
son los colaboradores más cercanos del Papa, intervienen de esta manera (por lo
menos en relación con la historia reciente de la Iglesia), nos encontramos
frente a una situación inédita.
¿Qué espera que suceda durante
las próximas semanas, en el debate sinodal?
Espero que podamos tener un
intercambio sincero y tranquilo de experiencias pastorales, de argumentos, en
una atmósfera de escuhca. No respuestas prefabricadas, sino aclaraciones sobre
el “status quaestionis”, y luego habrá todo un año para la discusión a nivel
local, antes de las decisiones de 2015.
¿Le parece que Papa Francisco
hable demasiado de misericordia?
¿Cómo es posible hablar
demasiado de un tema que es fundamental en el Antiguo Testamento? Claro, la misericordia
no contradice la doctrina, porque es en sí misma una verdad revelada, y no
cancela los mandamientos del Señor; pero es una clave hermenéutica para su
interpretación. Papa Juan XXIII en la apertura del Concilio dijo: «Hoy, la
Iglesia debe usar no las armas de la severidad, sino la medicina de la
misericordia». La misericordia es, pues, el tema central de la época conciliar
y post-conciliar de la Iglesia católica.
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