¡Agnieszka,
Pawel, Polonia os necesita!/Timothy Garton Ash es profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige el proyecto freespeechdebate.com project, e investigador titular en la Hoover Institution, Universidad de Stanford. Su último libro es Los hechos son subversivos.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
El
País | 27 de octubre de 2015..
¡El
putinismo polaco!”, “¡la revolución cultural polaca!”, “¡la orbanización del
Vístula!” (esto último, en referencia al húngaro Victor Orban). Oigo los
lamentos de mis amigos polacos y pienso: un momento, vamos a ver qué pasa y qué
se puede hacer. Polonia ha vivido momentos peores, y siempre habrá otras
elecciones. No obstante, todos estamos de acuerdo en que lo que ha sucedido es
importante. Polonia es el mayor éxito de la Europa poscomunista y la principal
potencia de la región situada entre una Alemania desbordada y una Rusia
desenfrenada. Con España e Italia luchando para terminar de salir de la crisis
de la eurozona y el Reino Unido apartado hasta que se celebre el referéndum
sobre la UE, Europa necesita a Polonia más que nunca.
El
Partido Ley y Justicia (PiS) ha vencido por varias razones. La primera, el
argumento más irresistible que existe en política: “Ha llegado la hora del
cambio”. El Gobierno de la Plataforma Cívica, que ha servido bien al país
durante ocho años, con un crecimiento medio del 4% anual, estaba claramente
agotado. Para muchos votantes polacos representaba a una clase política remota
y arrogante que lleva un cuarto de siglo, desde la caída del comunismo, dándoles
lecciones mientras ocupa cómodos sillones (y caros restaurantes) en Varsovia.
Este sentimiento se palpó ya hace unos meses cuando el presidente de la nación,
el sólido y paternal Bronislaw Komorowski, sufrió una derrota inesperada a
manos del candidato del PiS, el joven y desconocido Andrezj Duda, que hizo una
campaña a la norteamericana.
Ahora
el PiS ha vuelto a hacer la mejor campaña y contra la sensata y profesional
primera ministra de la Plataforma Cívica, Ewa Kopacz, ha presentado a una
candidata también sensata y profesional, Beata Szydlo, en lugar del verdadero
líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, que a muchos les resulta anticuado y
desagradable. Según los sondeos a pie de urna, el PiS fue el partido más votado
incluso en el grupo entre 18 y 25 años, que se repartió entre ellos y diversos
partidos alternativos.
El
PiS representa a un amplio segmento de la sociedad polaca: los habitantes
patriotas y católicos de los pueblos y las ciudades pequeñas, sobre todo en el
este y el sureste del país, las partes más pobres, que no se sienten
beneficiadas por la transición a la economía de mercado. El PiS promete un
Estado fuerte y la protección contra los fríos vientos del liberalismo
económico y social. Es de extrema derecha en cuestiones culturales, religión, moral
sexual (nada de abortos ni fecundación in vitro), xenofobia (nada de refugiados
musulmanes) y nacionalismo, pero casi de izquierdas en sus promesas económicas
y sociales a los pobres y desfavorecidos (una mezcla muy similar a la que
ofrece Orban en Hungría). Simplificando mucho, existen dos Polonias, y el
domingo ganó esta.
Ahora
el PiS formará Gobierno, el primer Gobierno monopartidista desde que Polonia
recobró su libertad hace 25 años. ¿Cumplirá todas sus promesas populistas: unas
generosas prestaciones sociales imposibles de financiar, la rebaja de la edad
de jubilación y el castigo a los malvados bancos y supermercados
multinacionales? Un economista calcula que, en ese caso, el crecimiento anual
del país podría disminuir en un 0,5%. ¿O dejará sin cumplir varias de ellas,
como suele hacer la mayoría de los Gobiernos? ¿Elaborarán la política exterior
unos nacionalistas irresponsables? ¿O se encargarán de hacerlo unos patriotas
sensatos —que también hay unos cuantos en el partido—, conscientes de que, para
ser verdaderamente independiente, Polonia necesita mantener una posición fuerte
en Europa, aunque eso signifique colaborar con el exprimer ministro de la
Plataforma Cívica Donald Tusk, hoy en Bruselas?
¿Y
qué pueden hacer los demás? He aquí cuatro propuestas rápidas.
En
primer lugar, los partidos polacos que van del centro a la izquierda deben
aclararse las ideas, porque han estado sumidos en el caos y han dejado que el
PiS y otros partidos alternativos de protesta recogieran sus posibles votos.
En
segundo lugar, muchos de los jóvenes polacos llenos de energía y talento que
dejaron su país para disfrutar de las libertades en países como Reino Unido e
Irlanda deberían volver ahora para ayudar a consolidar una Polaca moderna,
liberal y europea. Personalmente, me encanta tenerlos como alumnos en Oxford, y
más en una Inglaterra euroescéptica, pero creo que debo gritar: “¡Agnieszka,
Pawel, vuestro país os necesita!”.
Tercero,
al margen de los sentimientos que nos despierten los demagogos más radicales
del PiS, todos los políticos y amigos de Polonia en otros países deben entablar
un diálogo constructivo con ellos. Con todos sus defectos, la Unión Europea es
el mejor experimento mundial de socialización política. En esas reuniones
interminables en las que pasan más tiempo con sus colegas de la UE que con sus
propias familias, los nuevos ministros aprenden que, para defender los
intereses nacionales en la Europa del siglo XXI, lo mejor son la negociación y
los acuerdos, no las grandilocuencias decimonónicas. El PiS subraya su deseo de
reforzar la especial relación de Polonia con Estados Unidos: pues bien, el
presidente Obama debería decir a la nueva primera ministra polaca, en su
primera conversación telefónica, lo que ya le ha dicho a Cameron: si queréis
ser amigos nuestros, comprometeos plenamente con la UE.
Por
último, hay que entender el verdadero significado de la orbanización. No quiere
decir que un partido gobierne durante años con una mayoría holgada: eso sucede
también en Reino Unido o España. La orbanización consiste en que ese partido
dominante abuse de su poder para erosionar las bases de la democracia
constitucional liberal, que, en teoría, son un requisito para pertenecer a la
UE. Por ejemplo, cuando da un poder desmesurado al Ejecutivo, designa intereses
empresariales, hace mal uso de los servicios de seguridad y debilita la
independencia de los tribunales, el banco central y los medios de comunicación,
para asegurarse de que las siguientes elecciones no sean libres ni limpias. El
PiS tiene un proyecto constitucional que incluye ciertos elementos de este
tipo, y, si logra unos cuantos aliados parlamentarios, podría sacarlo adelante.
La UE no se ha mostrado firme ante la orbanización de Hungría; esta vez tiene
que serlo más, apoyar a las fuerzas independientes polacas que defienden los
valores liberales, constitucionales y europeos.
Si
conseguimos estas cuatro cosas, es posible que en 2020 volvamos la vista atrás
y digamos: “Fueron unos años extraños y difíciles en los que Polonia anduvo con
paso de cangrejo, para atrás y de lado, pero, al final, incluso dio algún paso
adelante”.
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