Fábricas
de terroristas/Fernando Reinares, es investigador principal en el Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos. Actualmente profesor visitante en la American University, en Washington.
El
País | 27 de octubre de 2015
En
2010, el año antes de iniciarse la guerra civil en Siria, había en el mundo
unos 1.600 millones de musulmanes. Apenas el 1,25% de ellos en Europa
Occidental. Sin embargo, los procedentes de Europa Occidental constituyen al
menos el 20% de los entre 25.000 y 30.000 que han viajado a aquel país para
unirse al Estado Islámico, el Frente Al Nusra u otras organizaciones
yihadistas.
Esta
movilización yihadista sin precedentes y de alcance global tiene pues una de
sus bases fundamentales en Europa Occidental, aun cuando los combatientes
terroristas extranjeros sean por lo común varones jóvenes —si bien la minoría
de mujeres implicadas es estadísticamente significativa— y la cohorte de
jóvenes en la población musulmana de la región sea más reducida que en
cualquier otra del planeta.
Pero
no es un fenómeno que incida de manera uniforme. Los países más afectados son
aquellos donde los musulmanes son predominantemente segundas generaciones,
descendientes de inmigrantes llegados décadas atrás desde África, Oriente
Próximo y Asia. Entre esos hay naciones grandes como Alemania, Francia o Reino Unido,
pero también pequeñas como Bélgica, Dinamarca, Países Bajos o Suecia.
España
o Italia tienen importantes poblaciones musulmanas pero todavía ampliamente
compuestas por una primera generación de inmigrantes y registran niveles muy
inferiores de movilización yihadista.
Todo
ello pone de manifiesto que los Gobiernos de Europa Occidental tienen un serio
problema con el acomodo de los musulmanes de segunda generación en el seno de
nuestras sociedades plurales y pluralistas. Ni el multiculturalismo británico
ni el asimilacionsimo francés pueden ser evaluados positivamente.
Por
otra parte, los combatientes terroristas extranjeros procedentes de Europa
Occidental denotan una notable diversidad en su caracterización social. Este
dato y el hecho de que emanen más de los países con poblaciones musulmanas
constituidas principalmente por segundas generaciones, conceden verosimilitud a
la hipótesis de acuerdo con la cual lo que subyace a la movilización yihadista
en los países más opulentos de Europa Occidental es una generalizada crisis de
identidad entre los musulmanes jóvenes.
Este
argumento no se aplica en los mismos términos al reducido pero relevante
porcentaje de conversos observable entre los combatientes terroristas
extranjeros en Siria e Irak que proceden de Europa Occidental.
Los
descendientes de inmigrantes musulmanes en Europa Occidental, a menudo
atrapados entre dos culturas, son especialmente propensos a tensiones de
identidad relacionadas con su situación de diáspora. Muchos de ellos no
muestran afecto hacia la nación en que han nacido o donde han crecido, pero
tampoco apego hacia la nación de la que son originarios sus padres.
Expuestos
con facilidad a la propaganda yihadista, a través de Internet y de redes
sociales y mediante el contacto cara a cara con agentes de radicalización
activos en ámbitos locales, en no pocos casos encuentran una solución —no la
única posible sino la más extrema— a su conflicto de identidad. Una solución en
un momento particularmente sensible del ciclo vital de personas vulnerables.
Miles
de esos jóvenes musulmanes de segunda generación en Europa Occidental terminan
por mostrarse receptivos a la idea de que la única nación a la que en realidad
pertenecen es la “nación del Islam”, tal y como la promueven el Estado Islámico
y su pretendido Califato al igual que, en menor medida, Al Qaeda. Así se
conectan identidad y terrorismo.
Un
reciente número de Dabiq, órgano de propaganda del Estado Islámico, lo presenta
de modo elocuente: “El revival del Califato proporciona a cada musulmán una
entidad concreta y tangible para satisfacer su natural deseo de pertenecer a
algo mayor” que otras alternativas posibles, incluyendo la de adherirse a Al
Qaeda.
Pese
a que existen programas nacionales de prevención de la radicalización y una
estrategia de la Unión Europea, los países de Europa Occidental están siendo
incapaces de persuadir a miles de jóvenes musulmanes de segunda generación de
que su identidad religiosa es compatible con su identidad —o multiplicidad de
identidades— como ciudadanos de sociedades abiertas. Mientras tanto, la
movilización yihadista en Europa Occidental continúa. Por una parte,
contribuyendo a la insurgencia yihadista en Siria e Irak. Por otra, elevando la
amenaza del terrorismo endógeno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario