Revista
Proceso
# 2032, a 10 de octubre de 2015..’
El
enigma del normalista-soldado/EZEQUIEL FLORES CONTRERAS
CHILPANCINGO,
GRO.- Cuatro meses después de que Proceso dio a conocer que uno de los 43
estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa estaba dado de alta como militar en
activo y su identidad había sido catalogada como “confidencial”, el secretario
de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos Zepeda, reveló a Televisa
el nombre del normalista-soldado: Julio César López Patolzin, de 25 años,
originario de Tixtla, Guerrero.
En
entrevista transmitida la noche del lunes 5 en el noticiario estelar de esa
televisora, Cienfuegos dijo que este caso “no es nada extraño” pues los
soldados están autorizados para estudiar, siempre que eso “no interfiera en su
actividad de servicio”.
Negó
que López Patolzin haya sido “un espía infiltrado” en la Normal Rural Raúl
Isidro Burgos; “en dos o tres meses que tenía ahí, pues no podía haber servido
de nada”, expresó.
Las
afirmaciones del divisionario contrastan con las declaraciones de Rafael López
Catarino, padre de Julio César, quien el 22 de junio, en entrevista con
Proceso, informó que su hijo fue militar pero insistió en decir que desertó un
año antes para ingresar a la normal de Ayotzinapa.
López
Catarino les reprocha a las autoridades el hecho de que hasta ahora no se haya
aclarado el tema del teléfono de su hijo, aparato que siguió activo días
después de la desaparición de los 43 estudiantes y, de acuerdo con un rastreo
satelital, se ubicó por última vez en las instalaciones del 27 Batallón de
Infantería, en Iguala.
En
declaraciones públicas externadas en enero pasado, López Catarino contó que
familiares suyos que trabajan en la Fiscalía General de Guerrero (antes
Procuraduría General de Justicia del Estado de Guerrero) lo ayudaron a realizar
el seguimiento del celular de su hijo.
La
actitud de Cienfuegos difiere de la postura oficial emitida a mediados de este
año sobre el mismo caso por el subjefe administrativo y de logística del Estado
Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), general David Córdova
Campos.
En
respuesta a una solicitud de información –folio 77315– hecha en abril pasado
por este semanario, la Sedena contestó en voz de Córdova Campos: “Se hace de su
conocimiento que se localizó a una persona que corresponde al nombre de uno de
los 42 estudiantes (sic) desaparecidos de la escuela rural Isidro Burgos que
refiere en su solicitud; sin embargo, el nombre se encuentra clasificado como
confidencial por tratarse de datos personales”.
En
el oficio 2433, fechado el 10 de junio, se justificó la reserva del nombre con
el argumento de que proporcionar este dato representaría “un riesgo real para
la seguridad de la familia del militar desaparecido, ya que podrían ser
identificados con facilidad, dando como resultado posibles atentados en su
contra y potenciaría considerablemente una amenaza en agravio de la vida,
seguridad y salud de su familia”.
El
caso fue documentado desde el citado mes en notas periodísticas de la agencia
Apro y en el texto de Proceso titulado El enigma del soldado-normalista
desaparecido.
En
enero último, durante una protesta realizada por padres de los 43 normalistas
frente al cuartel militar de Iguala, López Catarino declaró públicamente que el
sistema de localización satelital (GPS) del celular de su hijo detectó que
había estado en esas instalaciones castrenses. Insistió en su exigencia de que
se abrieran las puertas del cuartel, pues el teléfono de su hijo estuvo activo
varios días después del 26 de septiembre de 2014.
Ninguna
autoridad atendió su reclamo. López Catarino terminó por alejarse del
movimiento.
Tras
la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, activistas y reporteros
difundieron un breve perfil de López Patolzin acompañado de una foto: “(Julio)
no tiene apodo –dice uno de los normalistas–; simplemente es El Julio. Ya es
más grande (tiene 25 años) y viene de Tixtla; es buena onda el bato, pero
calladito; no echa mucho relajo así con todos, nomás con unos pocos con los que
se lleva, pero es agradable siempre”.
Fuentes
castrenses consultadas por este semanario contradicen lo dicho por el
secretario de la Defensa. Señalan que a los soldados sólo les permiten hacer
estudios en el sistema de educación a distancia o semiescolarizado, lo cual
significa que no acuden a clases diariamente, pues “primero está el servicio a
la institución armada”.
Los
militares que estudian, por lo general lo hacen en las tardes o los fines de
semana. Pero todos deben reportarse para que sus jefes siempre sepan dónde
están.
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