11 oct 2015

Soldados impunes por violación/


Revista Proceso # 2032,  a 10 de octubre de 2015..’
Soldados impunes por violación/LUCIANO CAMPOS GARZA
Dos militares de la Sedena que se dijeron “tenientes” privaron ilegalmente de su libertad a una mujer para después violarla, golpearla y humillarla en un cuartel castrense de Nuevo Laredo. Pese a que en junio de 2014 se presentó la denuncia ante la PGR –luego de que la víctima logró vencer su miedo por las amenazas recibidas–, no hay hasta ahora señales de que los soldados serán castigados. La queja fue presentada a los miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que recientemente visitaron México por el caso Ayotzinapa.
NUEVO LAREDO, TAMPS.- El 20 de septiembre de 2013 una mujer –a quien denominaremos Aurora para proteger su identidad– fue secuestrada, violada, golpeada, robada, amenazada y ultrajada por dos militares que, hasta la fecha, no han sido castigados por la justicia, aunque los hechos fueron denunciados ante la PGR en junio de 2014.

La agresión sexual y las vejaciones contra Aurora fueron cometidas por los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) Édgar Díaz Frías y Roberto Acosta Vargas en el interior del Cuartel Militar Macario Zamora, de Nuevo Laredo, Tamaulipas, a donde la mujer fue introducida subrepticiamente en un coche por ambos, según se desprende de la averiguación previa AP/PGR/TAMPS/NL-II/288272014.
Además de violarla, señala la acusación, los victimarios videograbaron su ilícito con un teléfono celular, y la impunidad que prevalece en el caso fue reportada por el Comité de Derechos Humanos de Nuevo Laredo (CDHNL), organismo civil presidido por Raymundo Ramos, a los enviados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que a finales de septiembre visitaron México.
Aurora refiere en su denuncia que en julio de 2013 conoció al militar Ángel de Jesús Castillejos cuando ella trabajaba de vendedora en una tienda Elektra del centro de esta ciudad.


Ángel, quien dijo estar comisionado en la vigilancia de las instalaciones del Puente Internacional I, se hizo amigo de Aurora y luego iniciaron “una relación informal de pareja”, saliendo ocasionalmente.

Él le presentó al soldado Édgar Díaz Frías.

En septiembre, “un día antes del Grito”, Aurora y Ángel acordaron ir al palenque de la Feria de Expomex para asistir a la presentación del grupo Calibre 50. El soldado le recomendó llevar a dos amigas para que salieran con Édgar y otro compañero al que ella no conocía.

El 19 de septiembre de 2013 Ángel la contactó por la mañana para avisarle que no podría acudir al palenque porque le habían dado vacaciones y se iría a la Ciudad de México. En seguida, la comunicó con un compañero suyo, al que presentó con el nombre de Roberto Acosta Vargas y al cual proporcionó los números del teléfono celular y del radio de Aurora.

Ella tenía boletos de cortesía para ver a Calibre 50 y no quería ir sola. A su vez, Roberto le envió al radio un mensaje de Whatsapp y una fotografía suya, preguntándole si podía ir con ella al palenque, en compañía de Édgar. Cuando la mujer aceptó, Roberto le pidió acudir al Cuartel Militar Macario Zamora, ubicado en la colonia Hidalgo, pero Aurora se negó.

En cambio, propuso que pasaran a su domicilio en la colonia Infonavit Fundadores. Acordaron verse en el estacionamiento de un Walmart cercano a su casa, pues ellos alegaron que no podían aproximarse a la vivienda por seguridad.

De ese lugar se desplazaron en un vehículo a Expomex y lo estacionaron en la Secundaria Técnica 32. Allí, Aurora solicitó a Édgar que le cuidara 3 mil pesos. Pasearon por el sitio y dejaron pasar el tiempo hasta que, a las 12:00 de la noche, entraron a la presentación de Calibre 50.

El secuestro

“Cuando empezó el concierto –asienta Aurora–, Roberto y Édgar compraron varias cervezas Tecate y me invitaron algunas, pero a mí no me gusta tomar. Aun así, Roberto me destapaba las cervezas y yo solamente les daba un trago y las dejaba en los asientos del palenque, aunque sí me puse algo mareada.”

Durante el concierto, los dos iban seguido a los sanitarios y regresaban alterados, por lo que ella sospechó que se drogaban.

A las 2:30 horas del 20 de septiembre salieron de Expomex. En el coche, de regreso, Édgar la invitó a ir a otro lugar, pero la mujer se rehusó, pidiendo que la llevaran a su casa, pues trabajaría al día siguiente.

Roberto manejaba, ella iba a un lado y Édgar viajaba en el asiento posterior. En el trayecto, Édgar insistía en que fueran a otro lugar a continuar la convivencia, pero Aurora se negaba. En ese momento, dice, todo parecía normal.

Recuerda que antes de llegar a la avenida Reforma detectó que Édgar y Roberto intercambiaron miradas. En vez de virar hacia el sur, rumbo a Infonavit, el coche siguió derecho por la calle Paseo Colón, hacia Obregón, a velocidad considerable.

Aurora estaba asustada y les pidió que le dieran su dinero, pero la ignoraron. Al llegar a la avenida César López de Lara enfilaron el coche de norte a sur, e inesperadamente Édgar la sujetó del cuello, inmovilizándola. Aurora intentó abrir la puerta, pero tenía seguro. Los dos se carcajeaban.

Al llegar a la avenida Macario Zamora, donde está la entrada principal del cuartel, giraron a la izquierda y unos 50 metros antes de entrar detuvieron el coche. Édgar saltó hacia el asiento del copiloto y la obligó a colocarse en el piso. Roberto la amenazó: “Vamos para tu casa. Más vale que te quedes callada o te va a cargar la verga”. Édgar expresó: “Espero que no nos hagan revisión”.

Llegaron a un portón y Roberto bajó el vidrio del lado del conductor. Se identificaron como teniente Roberto y teniente Édgar. Entonces los dejaron ingresar.

Aurora lloraba por temor a que la fueran a asesinar. La bajaron a empujones del coche y la introdujeron en una vivienda. Roberto le manifestó: “Ésta es tu casa”.

Amenazas y violación

Quiso salir para pedir auxilio, pero la puerta tenía llave.

Roberto la empujó a una de las camas y le sujetó los brazos por encima de la cabeza para inmovilizarla. Cuando pretendió levantarse, Édgar le dio un empellón y se colocó encima de ella al mismo tiempo que le tocaba varias partes del cuerpo.

Édgar le advirtió: “Más vale que te quedes callada, pinche puta, o voy a matar a tus papás y a toda tu familia. Te vieron la cara, pendeja. Ángel está casado y tiene un hijo. Es mejor que te quedes callada o te voy a romper el hocico”.

Le subió la falda, le quitó el short, y luego, cuenta, “Roberto se subió a mi cuerpo, bajándose su pantalón, haciéndome a un lado mi pantaleta, y penetrándome en mi vagina muy fuerte, sin importarle que estuviera en mi primer día de menstruación”.

Édgar decía: “Coge a esa pinche puta”, mientras la víctima imploraba que no la lastimaran, que la dejaran ir.

Después de varios minutos de abuso, Roberto se movió y la víctima aprovechó para correr hacia un sanitario, pero él la alcanzó y, jalándola de un brazo, la regresó a la cama.

Entonces Édgar tomó su turno para violarla, mientras le espetaba: “Esto te pasa porque eres una pinche ofrecida”.

Aurora lloraba y preguntaba qué les había hecho para que la maltrataran, y ellos respondían con burlas.

Édgar se levantó y la golpeó en el estómago. Mirándola a los ojos, la amenazó: “Más vale que hagas lo que te voy a decir, si no quieres que a tu familia se la cargue la verga. Quiero que finjas teniendo sexo con nosotros. Si haces una reacción mala, te voy a matar”.

Luego sacó un teléfono celular y la grabó mientras los dos abusaban sexualmente de ella. Uno la penetraba mientras el otro la obligaba a practicarle sexo oral. Acto seguido, intercambiaron posiciones.

Recuerda Aurora los sentimientos de ese momento: “El ataque fue en varias ocasiones por uno y por otro. Me sentí la peor mujer, asquerosa, triste, decepcionada. Me preguntaba cómo me pueden hacer eso si se supone que ellos deben cuidar a los ciudadanos. Lo peor que hicieron: me sentí humillada”.

Por desesperación y náusea vomitó a un lado de la cama. Roberto protestó: “No vomites, pendeja. Eres una estúpida”. La jalaron hacia el sanitario y Roberto le dio un puntapié en el estómago que le sacó el aire.

Cuando ella quiso defenderse, la golpearon en el vientre con los puños. Roberto seguía insultándola: “¡Eres una puta, para qué vomitas!”.

Aurora supuso que estaban en el departamento o habitación que les asignaron en el interior del cuartel. Describe el inmueble con dos camas individuales a los costados y un buró en medio, con teléfonos celulares, cargadores y una conexión múltiple.

A los pies de las camas había un mueble con una televisión de plasma, un aparato de videojuegos, un ropero y un baño. Las cortinas eran azules, al igual que las sobrecamas.

Édgar le decía que si lo denunciaba nadie le creería. Roberto le arrojó su ropa, que se puso de inmediato. Aurora no recuerda ya cuánto tiempo estuvo privada de su libertad, agredida sexualmente, humillada, golpeada y amenazada de muerte.

Denuncia postergada

Cuando los dos soldados se vistieron, le ordenaron guardar silencio porque saldrían de ahí. Roberto se colocó al volante, y Édgar en el asiento posterior, donde le ordenó agacharse para en seguida sentarse sobre ella.

Salieron del cuartel por la calle González y se detuvieron debajo del puente que está sobre la misma calle, antes de llegar a la avenida Niños Héroes.

En el trayecto Édgar le dijo: “Te va a cargar la verga si hablas. Todo mundo se va a enterar de esto”. Roberto, a quien describe como un psicópata, también le advirtió: “Te voy a matar a ti y a toda tu familia. Ya sé dónde vives, en dónde trabajas y a qué se dedica toda tu familia”.

Roberto detuvo el coche, y cuando ella bajaba le espetó: “¡Hija de tu puta madre, eres una zorra, ya quedaste quemada!”. Aurora mantuvo la cabeza agachada y esperó a que se retiraran. No tenía dinero para pagar un taxi porque Édgar se había quedado con sus 3 mil pesos.

Caminó una hora hasta llegar a su casa. La esperaban sus padres, molestos y preocupados debido a que no respondía sus llamadas. Cuando le preguntaron la razón de la demora, ella no respondió y tomó un baño, porque se aprestaba a ir al trabajo.

“Estaba muy asustada por las amenazas que constantemente me repetían mis agresores y principalmente porque eran militares que trabajan para el Ejército Mexicano. Sólo agaché la cabeza por vergüenza y decidí arreglar mis cosas para irme a trabajar así, en mi estado”, recuerda.

Inicialmente rechazó denunciar los hechos, por temor a que los agresores cumplieran sus amenazas, pero posteriormente se decidió a enfrentar la situación y quejarse, para que Édgar y Roberto no lastimaran a otras mujeres.

Fue así como el 28 de junio del 2014, acompañada de la CDHNL, presentó la denuncia formal ante la PGR, para que los mílites fueran investigados por privación ilegal de la libertad, violación, lesiones, abuso de autoridad, delitos cometidos por servidores públicos, tentativa de homicidio, robo, amenazas y los que resulten.

Sin embargo, el agente del Ministerio Público federal Jorge Hernán Díaz López se declaró incompetente para llevar el caso. Por ello, Raymundo Ramos y Aurora enviaron una carta de queja al presidente de la República, a los titulares de la Segob y de la PGR –en ese entonces Jesús Murillo Karam– y al presidente de la CNDH.

En ella denunciaron la falta de interés del representante social, así como la lentitud para integrar la averiguación previa. Únicamente hubo dos actuaciones que en nada beneficiaron a la afectada y sí la revictimizaron. Además, consideran que es urgente que sean arraigados los militares involucrados, para evitar que evadan la acción de la justicia.

El caso sigue impune hasta hoy. l

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