El
misterio de la carta de los cardenales contra el método del Sínodo
Caffarra,
Collins, Dolan, Eijk, Erdö, Müller, Fox Napier, Pell, Piacenza, Sarah, Urosa
Savino, (pero no Scola, Piacenza, Erdö y Vingt-Trois, que desmienten) habrían
escrito al Papa sugiriendo el riesgo de que la asamblea pueda ser «piloteada».
Francisco les responde invitando a perder «la hermenéutica conspiradora»
ANDREA
TORNIELLI/Vatican Insider, 12 de octubre
Trece
cardenales, padres sinodales, firman una carta a Papa Francisco en la que
plantean críticas sobre el método y sugieren una dirección «piloteada» para el
Sínodo sobre la familia, que pretendería obtener «resultados predeterminados».
En particular, los purpurado piden cuentas sobre la composición de la comisión
que redactará el texto final, y piden que los relatores de los círculos menores
sean elegidos y no nombrados (eventualidad que algunos círculos mediados
plantearon antes de que comenzara el Sínodo, pero que nunca entró en la lista
de las posibilidades).
El
texto original de la carta dirigida al Papa durante el primer día del Sínodo
fue escrito en inglés, y el vaticanista Sandro Magister ofrece una traducción
italiana en su sitio, acompañada con la lista de los firmantes. Según Magister
se trata de Carlo Caffarra, arzobispo de Boloña (Italia); Thomas C. Collins,
arzobispo de Toronto (Canadá); Timothy M. Dolan, arzobispo de Nueva York
(Estados Unidos); Willem J. Eijk, arzobispo de Utrecht (Holanda); Péter Erdö,
arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría) y relator general del Sínodo; Gerhard
L. Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Wilfrid Fox
Napier, arzobispo de Durban, (Sudáfrica) y presidente delegado del Sínodo;
George Pell, Prefecto de la Secretaría para la Economía; Mauro Piacenza (de
Italia), Penitenciero Mayor; Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el
Culto Divino; Angelo Scola, arzobispo de Milán (Italia); Jorge L. Urosa Savino,
arzobispo de Caracas (Venezuela); André Vingt-Trois, arzobispo de París
(Francia) y presidente delegado del Sínodo.
Pero
hoy por la mañana llegó el desmentido sobre dos de estos nombres. Angelo Scola,
según informó su portavoz, no firmó la carta enviada al Papa. Después de esta
noticia, el nombre de Scola fue borrado de la lista de Magister. Y después el
arzobispo de París, André Vingt-Trois, desmintió al vaticanista de «La Croix»
haber firmado la carta, así como el cardenal Mauro Piacenza, quien indicó que
no solo no había firmado el texto, sino que no fue invitado a hacerlo. También
desmintió haber firmado el documento el arzobispo Peter Erdö, de
Esztergom-Budapest (Hungría) y relator general del Sínodo.
En
el texto, los cardenales, que afirman haber reunido las preocupaciones de otros
padres sinodales, critican el «Instrumentum laboris», el documento preparatorio
del Sínodo, afirmando: «También tiene secciones que se beneficiarían con una
sustancial reflexión y reelaboración». Después critican «los nuevos
procedimientos» que «parecen garantizar una influencia excesiva sobre las
deliberaciones del Sínodo y sobre el documento final».
«Los
nuevos procedimientos sinodales -se lee en la carta- serán vistos en algunos
ambientes como faltos de apertura y de genuina colegialidad». Los cardenales no
especifican a cuáles «ambientes» se refieren, pero es evidente que estas
perplejidades son las suyas. «En el pasado, el proceso de presentar posiciones
y de votar servía al objetivo precioso de medir las orientaciones de los padres
sinodales. La ausencia de proposiciones y de las relativas discusiones y
votaciones parece desanimar un debate abierto y confinar la discusión a los
círculos menores; entonces, nos parece urgente que la redacción de
proposiciones que deben ser votadas desde dentro del Sínodo debería ser
restablecida. El voto sobre un documento final llega demasiado tarde en el
proceso de revisión completa y de ajuste del texto».
En
otro párrafo de la carta, los purpurado escriben: «La falta de una
participación de los padres sinodales en la composición de la comisión de
redacción ha creado un notable disgusto. Sus miembros fueron nombrados, no
elegidos, sin consultación. De la misma manera, quien forme parte de la
redacción de cualquier texto a nivel de los círculos menores debería ser
elegido, no nombrado».
«A
su vez, estos hechos han creado el temor de que los nuevos procedimientos no
sigan el tradicional espíritu y la finalidad de un Sínodo. No se entiende por
qué estos cambios de procedimiento sean necesarios. A cierto número de padres,
el nuevo proceso parece configurado para facilitar resultados predeterminados
sobre importantes cuestiones controvertidas».
Para
concluir, los cardenales expresan «la preocupación de que un Sínodo proyectado
para afrontar una cuestión pastoral vital (reforzar la dignidad del matrimonio
y de la familia) pueda llegar a ser dominado por el problema teológico-cultural
de la comunión para los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. Si
sucede así, esto hará surgir inevitablemente cuestiones aún más fundamentales
sobre cómo la Iglesia, en su camino, debería interpretar y aplicar la Palabra
de Dios, sus doctrinas y sus disciplinas a los cambios en la cultura».
A
esta carta respondieron un día después el el Aula el Secretario general del
Sínodo, el cardenal Lorenzo Baldisseri, y el mismo Papa Francisco. El primero
explicó que los que habían firmado la carta se equivocaban al hablar de cambios
de procedimiento en relación con la comisión encargada de redactar el documento
final y en relación con el nombramiento de los relatores de los «Circuli
minores».
Baldisseri
indicó, refiriéndose a la primera cuestión, que hasta el Sínodo extraordinario
de 2014 la redacción del documento final se encomendaba a tres o cuatro
personas de la Secretaría general. Fue Francisco el que quiso extenderla,
incluyendo a un padre sinodal por continente. Esta comisión nunca había sido
elegida por el aula. Además, también es errónea la previsión, anticipada por
círculos mediáticos cercanos a los que firmaron la carta, de la falta de
elección de los relatores y de los moderadores de los «Circuli minores». Como
sucedió en 2014, los relatores y moderadores de estos grupos de trabajo fueron
elegidos por los padres y no fueron nombrados. Y las relaciones de estos
«círculos», como sucedió el año pasado, fueron publicadas íntegramente.
Como
se recordará, Francisco citó la «hermenéutica conspiradora», definiéndola la
interpretación «sociológicamente más débil» y «teológicamente» más divisoria.
Es decir: exactamente lo contrario de lo que deben hacer los padres sinodales,
«basta con esta mentalidad que ve tramas y complots por todas partes». Sus
palabras fueron recibidas con un fuerte aplauso.
El
Papa también había precisado que «la doctrina católica sobre el matrimonio
nunca ha sido tocada, nadie la ha puesto en discusión ya desde la asamblea
extraordinaria, se conserva en su integridad», y sugirió a los padres no
dejarse «condicionar» reduciendo el horizonte, «como si el único problema fuera
el de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar».
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