Revista Proceso # 2032, 10 de
octubre de 2015-10-12
Chihuahua, tierra de
guerrillas/MARCO RASCÓN
A 50 años del ataque al
cuartel de Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965, sus repercusiones siguen
presentes en el país. Particularmente en la década posterior, Chihuahua fue
escenario de por lo menos cuatro movimientos guerrilleros que trazan una línea
continua a partir de esa fecha:
A Chihuahua, cuna de la
Revolución Mexicana, regresaron a gobernar, como parte de un pacto
posrevolucionario, las viejas familias de la oligarquía porfiriana,
reconstruyendo, con sus descendientes y herederos de militares que pasaron del
villismo al carrancismo y al callismo, los viejos latifundios, la posesión de
bosques y minas, o dedicadas a la ganadería de exportación.
Los latifundios al estilo de
Luis Terrazas no sólo sobrevivieron, sino que se convirtieron en la base
económica de Chihuahua y el norte bajo la discrecionalidad y el apoyo del poder
federal. De ahí nació la nueva oligarquía norteña propietaria de aserraderos,
plantas de celulosa, acero, bancos e inmobiliarias, imponiendo a la propuesta
ejidal una estructura neolatifundista.
El agrarismo cardenista
permaneció refugiado desde los años treinta, y resurgió organizando luchas
campesinas desde las normales rurales de Salaices y Saucillo, donde la tarea
magisterial y agrarista fueron la base de formación crítica y militante contra
esa nueva oligarquía chihuahuense.
Desde la Revolución, el
estado de Chihuahua nunca ha dejado de estar polarizado. El antivillismo y el
anticardenismo se convirtieron, a partir de los años de la Guerra Fría
(1950-1970), en un profundo anticomunismo y en una visión reaccionaria dominada
por latifundistas, ganaderos y banqueros.
Investidos de un supuesto
orgullo norteño, en el fondo tienen ellos un viejo resentimiento regionalista
frente “al centro”, y de ahí su identificación plena con el macarthismo y las
derechas, llegando hasta la histeria ante la amenaza comunista. Ese delirio
reaccionario en la tierra de los defensores de la República liberal y que fue
cuna de la Revolución Mexicana fue creciendo frente a la simpatía de
normalistas, agraristas, sindicalistas, maestros, universitarios y
profesionistas, muchos de ellos unidos al Movimiento de Liberación Nacional
(MLN), convocado por el general Lázaro Cárdenas durante 1962 en defensa de la
Revolución Cubana, que también alteraba a los reaccionarios.
En el terreno de la lucha
social, éste fue un factor para el desarrollo de las ideas y las exigencias de
derechos agrarios contra los viejos latifundios en manos de extranjeros y
caciques, particularmente en la sierra de Chihuahua. Esto implicó el desarrollo
del lombardismo y su Partido Popular Socialista (PPS), del Partido Comunista y
su Central Campesina Independiente (CCI), así como de otras corrientes
campesinas provenientes de Sonora, de los valles del Yaqui y de la región
lagunera en Coahuila y Durango, donde se dio una fuerte influencia cardenista.
Sin duda, este fue el
contexto social, político e ideológico que inspiró el ataque al cuartel de
Madera en la sierra de Chihuahua el 23 de septiembre de 1965, marcado por la
espiral de represión y el amasiato entre la oligarquía norteña y sus gobiernos.
Ese día cayeron en combate
Arturo Gámiz García, profesor rural y principal dirigente de la guerrilla;
Pablo Gómez Ramírez, médico y profesor de la Escuela Normal Rural “Ricardo
Flores Magón” de Saucillo, Chihuahua; Emilio Gámiz García, estudiante y hermano
de Arturo; Antonio Scobell, campesino; Óscar Sandoval Salinas, estudiante de la
Escuela Normal del Estado; Miguel Quiñones Pedroza, profesor rural y egresado
de la Escuela Normal Rural “Abraham González” de Salaices; Rafael Martínez
Valdivia, profesor rural, y Salomón Gaytán, campesino de Dolores, Madera.
Tras el asalto al cuartel de
Madera, cuando los guerrilleros muertos iban a ser sepultados, el cura del
lugar se negó a bendecir a los caídos por ser comunistas, y, a manera de
oratorio, al pie de la fosa común, el gobernador Práxedes Giner Durán pronunció
aquella célebre frase neoporfiriana: “Querían tierra… ¡denles hasta que se
harten!”.
Gustavo Díaz Ordaz, siendo
presidente de la República, solicitó al general Lázaro Cárdenas encabezar una comisión
para determinar las causas de la rebelión encabezada por Arturo Gámiz que había
cimbrado al estado y al país.
El diagnóstico no se hizo
esperar y fue contundente: La causa social era sin duda la injusticia agraria y
la existencia de grandes latifundios disfrazados de pequeña propiedad ganadera
y protegidos por grupos paramilitares. La causa política e ideológica: El
asalto al cuartel era el anuncio de una nueva Revolución.
Por ello, para la izquierda
mexicana Madera significa un parteaguas y un deslinde profundo de las tesis
insurreccionales contra el camino al socialismo vía los procesos electorales,
el cual reaparece en 1988, uniendo muchas raíces políticas e ideológicas, así
como distintas formas de lucha desarrolladas desde la izquierda. Es un trazo de
acontecimientos que pasaron de lo social a la lucha armada y política, ante la
cerrazón y la aplicación de políticas represivas por parte del régimen contra
sus opositores.
Es ahí, entre estas
experiencias históricas, donde se halla la consistencia de la izquierda
mexicana, pues abarca al 68, a las guerrillas urbanas y rurales posteriores a
1971, las movilizaciones contra la austeridad, las originadas por el sismo de
1985, las derivadas del fraude electoral de1988, hasta llegar a la insurrección
del EZLN en 1994.
A 50 años del asalto al
Cuartel de Madera, ese trazo continúa como perspectiva de una ideología de
liberación nacional que busca nuevos proyectos de nación. l
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