Vatican Insider, 10/
8/2015
El
«Sínodo mediático» piloteado
Una
inédita lista de argumentos usados para sugerir que el Sínodo de los Obispos,
que se celebra en el Vaticano hasta el próximo 25 de octubre, está
“manipulado”. Pero todos son falsos. Aquí el por qué
Nota de ANDRÉS
BELTRAMO ÁLVAREZ/
Lo
pidió el Papa a los “padres sinodales”: No ceder a las “lógicas conspirativas”,
que son “sociológicamente débiles” y, teológicamente, “provocan mayores
divisiones”. Las palabras de Francisco no fueron casuales, como lo reveló el
Vatican Insider. Fueron la respuesta a la queja específica de un grupo de
participantes en el Sínodo, que se celebra en el Vaticano hasta el próximo 25
de octubre y que debate sobre los desafíos de la familia en la actualidad.
Los
clérigos, un total de 13 entre cardenales y obispos, sostuvieron que la reunión
de obispos estaría “piloteada”. Y dieron sus razones. Pero varios de esos
argumentos no responden a la realidad y coinciden sorprendentemente con una
lista de ideas que llevan meses circulando en sitios web y blogs. Son las
mismas cuestiones que crearon una cierta paranoia preventiva en torno a la
asamblea episcopal, pero responden más bien a un “Sínodo mediático”. Una
lectura paralela, esta sí piloteada desde afuera.
Al
lamento de ese grupo respondió primero el secretario del Sínodo, Lorenzo
Baldisseri, para explicar el nuevo método de trabajo en el aula sinodal, que
–entre otras cosas- prevé más debates en los “círculos menores” y menos
discursos ante pleno. Lo hizo la mañana del 6 de octubre, segundo día de
labores. Entonces tomó la palabra el pontífice, para aclarar que él mismo
aprobó las renovadas reglas y pedir alejarse de una “hermenéutica de la
conspiración”.
Pero,
¿cuáles son las quejas de quienes acusan al Sínodo de estar manipulado? Son
varias. Primero se dijo que los relatores de los “círculos menores” iban a ser
nombrados “a dedo”, elegidos por directamente por Baldisseri. No ocurrió así.
Una acusación similar circuló el año pasado y también se reveló falsa. Tanto
los moderadores como los relatores de los grupos lingüísticos fueron elegidos
por votación de sus miembros. En 2014 y en 2015. Entre ellos destacan
cardenales como Robert Sarah, George Pell, Mauro Piacenza y el arzobispo
Charles Chaput. Ninguno, precisamente, del ala más “aperturista”.
Otra
falacia, reportada desde hace unos días en la prensa, aseguraba que las
conclusiones de los 13 “círculos menores” no iban a ser públicas. Pero, desde
el primer día de sesiones, se informó que al final de cada semana del Sínodo
los periodistas tendrán acceso a las copias integrales de esos documentos. El
año pasado, sobre este mismo tema, hubo una discusión encendida. Pero, al final
del día, las conclusiones de cada grupo lingüístico fueron publicadas completas.
Y mucha fue la sorpresa cuando se descubrió que el contenido de esos informes
difería sustancialmente de algunas afirmaciones públicas de conocidos
cardenales.
También
se llegó a publicar que los “padres sinodales” no iban a poder expresar
abiertamente -a través del voto directo- su anuencia o no a las conclusiones
finales. En el viejo sistema, la asamblea concluía con dos documentos: un texto
de “Proposiciones” (propuestas específicas numeradas) y un mensaje final al
pueblo de Dios. Ambos escritos se aprobaban por el sufragio de los
participantes. Las proposiciones se votaban una por una y el mensaje todo
entero.
En
esta ocasión sólo habrá un escrito final, que no estará dividido en propuestas
pero que sí será votado. Los obispos estarán llamados a decir sí o no a cada
uno de los párrafos, que estarán numerados. Y si alguno de ellos no obtiene las
tres cuartas partes de los sufragios, no logrará la aprobación de la asamblea,
según el reglamento aún vigente. Salvo alguna intervención directa del Papa.
Otras
ideas propias del “Sínodo mediático” fueron desmentidas en las últimas horas
por Charles Gabriel Palmer-Buckle. El obispo de Accra (Ghana) desechó la idea
de que sus colegas africanos sean la punta de lanza para un bloqueo a la
asamblea episcopal. Y cuando le preguntaron si la cuestionada relación inicial
del cardenal Peter Erdö ya ha sido puesta a un lado, fue muy gráfico cuando
respondió: “Eso lo pongo en duda”.
Quizás
la acusación más repetida –ya desde la asamblea del año pasado- es la de una
supuesta “falta de transparencia” en toda la reunión. Quienes esto sostienen,
hacen referencia a la orden general de no divulgar a la prensa los discursos
integrales que pronuncian los obispos ante el pleno. Para algunos observadores,
esta sería la prueba tangible de que la asamblea episcopal está manipulada.
Pero los hechos demuestran lo contrario.
Aunque
los discursos no son públicos, todos los “padres sinodales” pueden hablar con
la prensa en cualquier momento, dar entrevistas y decir lo que piensan. No
siempre fue así. En los anteriores sínodos todos los obispos estaban obligados
a mantener la reserva. Y además existía un especial tiempo de “intervenciones
libres” a puertas cerradas. Una hora cada día. Este momento fue introducido por
Benedicto XVI, quien ya se daba cuenta de los límites que se autoimponían
los “padres sinodales” en sus discursos
formales (entregados por escrito).
Así
las cosas, las aportaciones más interesantes salían justamente en esas
“intervenciones libres”. No obstante, la mayoría de las veces la prensa y el
público en general no se enteraba de nada. Salvo excepciones. Esto terminaba
generando también la impresión de estar ante dos sínodos: uno oficial, con los
discursos escritos formales, y otro el verdadero, con los debates privados y
las discusiones que no salían del aula.
De
todas maneras, si así lo desean, los “padres sinodales” ahora tienen la
libertad de publicar ellos mismos sus discursos. O darles copias de ellos a los
periodistas. Algunos lo han hecho ya en sus blogs personales, como el arzobispo
estadounidense de Nueva York, Timothy Dolan.
Pero
en la discusión sobre la no publicidad oficial de todas las intervenciones en
el Sínodo parecen esconderse dos concepciones distintas y contrapuestas de la
asamblea episcopal: Una verticalista y la otra horizontal. Las describió bien
el arzobispo canadiense de Gatineau (Quebec), Paul-Andrè Durocher, cuando
confesó que entre los obispos existe quienes “buscan reforzar la doctrina” y
quienes “desean dialogar con el mundo”.
En
la Iglesia algunos reivindican con fuerza la opción verticalista. Ellos
quisieran leer los discursos de los obispos con un solo objetivo: buscar
herejías, supuestas o presuntas traiciones al depósito de la fe. Así tendrían
la oportunidad alzar sus dedos acusadores y lanzar modernos anatemas desde sus
púlpitos digitales.
No
por nada, entonces, el Papa Francisco recomendó a los obispos no dejarse llevar
por la tentación de crear “lobbies”, los exhortó a buscar la unidad y mantener
el corazón abierto al discernimiento. En ese contexto se comprenden mejor sus
palabras: “El Sínodo no es un parlamento en el cual para alcanzar un consenso o
un acuerdo común se echa mano de la negociación, al acuerdo o al compromiso. El
único método del Sínodo es aquel de abrirse al espíritu santo, con valentía
apostólica, con humildad evangélica y con oración confiada”.
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