¿Es
el modelo francés una excepción?/Kenneth Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. His most recent book, co-authored with Carmen M. Reinhart, is This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly.
Traducción de Kena Nequiz.
Project
Syndicate | 9 de octubre de 2015
El
debate actual en el mundo está más centrado que nunca en la economía francesa y
el análisis sobre el tamaño y control del Estado en una democracia capitalista.
Para aquellos de izquierda, los beneficios generosos de Francia y los fuertes
sindicatos ofrecen una fórmula para un Estado de bienestar dadivoso. Para
aquellos de derecha, el obeso e intrusivo gobierno francés solo facilita un
proyecto de decadencia duradero. Por el momento, la derecha parece tener la
razón.
La
economía francesa alguna vez estuvo a la par de la economía alemana; pero
Francia se ha rezagado en la última década y ahora su PIB per cápita es 10%
inferior. Francia es superior en poder político, pero es inferior en cuanto a
su peso económico.
Siempre
que alguien propone convertir la eurozona en una unión de transferencias, como
sugirió hace poco el ministro francés de Economía, Emmanuel Macron, la
suposición es que Alemania se hará cargo de todos. Sin embargo, ¿por qué solo
Alemania tendría dicha responsabilidad? La economía de Francia es de casi tres
cuartas partes del tamaño de la de Alemania. Persuadir a los alemanes de que
los franceses pueden y quieren contribuir con su parte crearía el marco para
crear los compromisos necesarios que hasta el momento parecen imposibles.
Por
el momento, pocos tienen confianza en el futuro económico de Francia. La buena
noticia es que Francia no es tan francesa como lo pretende. Sí, la semana
laboral es de 35 horas, pero las empresas pueden negociar el límite si ofrecen
pagar horas extras. El tiempo laboral por semana efectivo es cercano a 39
horas.
Sí,
Francia recientemente prohibió el servicio de transporte Uber, cuyo modelo de
negocio se dice ha tenido uno de los avances más transformadores e importantes
de la década. Sin embargo, si bien este es un triunfo para los sindicatos de
taxis y una tragedia para los pasajeros y conductores de Uber, Francia también
ha empezado a centrarse en fomentar compañías de tecnología de alto potencial.
El
gobierno francés no está apostando todo a proyectos grandes dirigidos por el
Estado, como hizo en el apogeo de inversión masiva en trenes de alta velocidad
y aeronaves Airbus en los años setenta. El presidente François Hollande ha dado
a Macron margen amplio para implementar desesperadamente las reformas
estructurales en los mercados laborales y de productos. Claro, queda por ver
cuánto apoyo político pueden ganar esas políticas orientadas al mercado.
Los
economistas progresistas ven con buenos ojos al gobierno francés porque gasta
un alarmante 57% del PIB con respecto al 44% del PIB en gasto público que hace
el gobierno alemán. Y se debe reconocer que el gobierno alemán ofrece un excelente valor en algunas áreas
clave. El servicio de salud francés tiene mejores evaluaciones que el de Reino
Unido. Puede que los ciudadanos franceses pagan muchos impuestos y lidien con
un alto nivel de regulación, pero al menos reciben algo a cambio.
Con
todo, el obeso gobierno francés no es una fuente de dinamismo puro. Y de hecho,
se puede sospechar que los indicadores franceses relativos al PIB y la
productividad se ven mejor porque, a falta de precios de mercado, los
estadísticos asumen ciegamente que los ciudadanos obtienen un dólar de valor
por cada dólar que se invierte en el gobierno, lo que puede ser una
exageración.
Resulta
preocupante no tener claro cómo podría ampliarse a los migrantes la cultura de
inclusión de Francia. Las mismas leyes que restringen los despidos y los altos
niveles de salarios mínimos destinados a proteger a los trabajadores franceses
de la globalización hacen mucho más difícil para los recién llegados obtener un
empleo. Sin embargo, prácticamente todos los estudios sobre desigualdad global
indican que los beneficios de permitir una mayor movilidad laboral superan por
mucho los beneficios de redistribuir el ingreso entre la población local. En
contraste, las leyes laborales más liberales de los Estados Unidos y el Reino
Unido dan mayores oportunidades a los extranjeros.
El
centro de París y de otras ciudades francesas puede ser grandioso, pero muchos
inmigrantes de África del Norte y otros lugares viven en guetos marginados en
las afueras. Aunque la tasa de desempleo exacta que corresponde a cada grupo
étnico no se conoce (la legislación francesa prohíbe reunir información con
criterios étnicos), las evidencias empíricas indican niveles de desempleo mucho
más elevados entre los inmigrantes y sus hijos.
Es
cierto que el gobierno proporciona beneficios sociales generosos, pero por sí
mismo eso no genera inclusión. El firme apoyo popular al partido anti
inmigración de Marie Le Pen, el Frente Nacional, junto con la intransigencia de
Francia en lo que se refiere a recibir a migrantes que escapan de la guerra en
Siria, muestra los problemas de aplicar el modelo francés en sociedades
diversas.
Otro
obstáculo para aplicar el modelo francés en otros lugares es que Francia tiene
ciertas ventajas únicas que puede decirse son esenciales para su éxito. Los
gerentes franceses de primer nivel están considerados como entre los mejores
del mundo y frecuentemente se les contrata para dirigir las grandes empresas
internacionales. La corrupción innegablemente es un problema pero es
significativamente menor que en el sur de la eurozona (el Estado italiano
también es grande e intrusivo, pero no produce servicios públicos de alta
calidad como el gobierno francés). Por último, Francia tiene uno de los
ambientes naturales más favorables del mundo, con suelos fértiles y un clima
excepcionalmente templado.
Una
economía francesa saludable sería muy útil para sacar a la eurozona de su
estancamiento. También sería un ejemplo para todo el mundo de que el
capitalismo incluyente puede funcionar. Sin embargo, para eso el gobierno
francés debe adoptar las reformas estructurales que la economía de Francia
necesita con tanta urgencia.
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