25 nov 2007

Y ahora, ¿qué?, pregunta El Tiempo

Editorial del periódico El Tiempo, Noviembre 24 de 2007 -
Y ahora, ¿qué?
Honda y amarga la desilusión de los secuestrados y sus familias, tras la abrupta interrupción, por parte del presidente Álvaro Uribe, de la facilitación que adelantaban su colega venezolano, Hugo Chávez, y la senadora opositora Piedad Córdoba. Esta nueva frustración para cientos de colombianos que llevan largos años de atroz cautiverio obliga a reflexionar sobre las causas de estos reiterados fracasos.Y a vislumbrar el panorama, bastante sombrío, que deja la fallida intervención de quien, como Chávez, parecía el único capaz de sacudir a un grupo guerrillero fosilizado en su intransigente dureza.
En medio de la desazón y las versiones encontradas, lo que nadie debe olvidar es que el primer responsable de este drama son las Farc. Además de utilizar hace muchos años el secuestro de manera despiadada como arma financiera y de presión política, la inflexibilidad del secretariado ha sido una muralla para el intercambio humanitario. 'Iván Márquez' solo añadió nuevas condiciones en Caracas, y las Farc ni siquiera tuvieron el gesto elemental de entregar a Chávez pruebas de supervivencia para su viaje a París.
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Sin embargo, la condena de los colombianos, y del mundo entero, de esta conducta no debe perder de vista una cruda realidad: en materia de intercambio humanitario se está lidiando con una organización ajena a todo concepto de piedad o compasión, que utiliza de manera implacable el más cruel de los chantajes. Y esto tiene obvias implicaciones e inevitables costos para quien negocia con gente así la liberación de sus secuestrados.
O negociaba. Porque la designación del alto comisionado Luis Carlos Restrepo como vocero único, y el viraje de Uribe hacia una "solución humanitaria" en lugar de un "intercambio" no parecen un mero cambio formal. Se ha designado como vocero a alguien con quien las Farc se han negado sistemáticamente a tratar y se ha reducido el espacio para la mediación internacional. Lo que obliga a preguntar qué función cumplen ahora los países amigos (Francia, Suiza y España) o la propia Iglesia. El brusco fin de la mediación de Chávez y Córdoba devuelve las cosas al impasse de siempre y aleja aún más la posible liberación de los secuestrados. Porque las perspectivas del rescate militar o la 'alternativa Pinchao' (la de arriesgar la vida volándose) son tan improbables como desalentadoras.
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Inicialmente mesurada, la reacción venezolana se ha endurecido. Chávez declaró primero su "aceptación" y su "frustración" y luego, en la madrugada del sábado, dijo que se sentía "traicionado" y que esto afectará la relación entre los dos países. El presidente francés, Nicolás Sarkozy, junto a los familiares, pidió a Uribe reconsiderar y declaró a Chávez "la mejor opción", y se espera una carta suya para Uribe. Entre tanto, más allá de la indiscreción y teatral locuacidad del mandatario vecino, no se puede negar que en los tres meses de su gestión el intercambio empezaba a moverse del punto muerto. Con efectos previsibles: las Farc ya habían comenzado a cobrar en protagonismo internacional, sin aflojar siquiera una prueba de supervivencia de sus víctimas.
Pero, como decíamos, negociar con un secuestrador la liberación de rehenes tiene costos. Y todo indica que el Gobierno prefirió no pagarlos. La actitud de Uribe ha contado con espontáneo respaldo en gran parte de la opinión. Pero también ha dejado cierta sensación de precipitud. Confirmada por la propia admisión presidencial de que no había calculado bien los riesgos políticos de su audaz decisión inicial. Lo que no resulta fácil de entender, cuando para cualquier persona era obvio el enorme riesgo calculado que significaba invitar a un personaje como Chávez a mediar con las Farc.
¿Qué puede venir ahora? Cerrar la puerta a la mediación internacional no impedirá eventuales movidas unilaterales de todos los actores de este drama. De uno tan protagónico como Sarkozy, por ejemplo, decidido a liberar a Íngrid Betancourt. O de los familiares y sus miles de simpatizantes aquí y en el exterior, cuyo justo clamor irá subiendo, no solo contra la inclemencia de las Farc, sino contra la inflexibilidad de Uribe. O ¿qué tal que las Farc decidan, ahora sí, liberar secuestrados y entregárselos directamente a Chávez? Sin contar con los resquemores que está dejando este lance en la relación con Venezuela. Cabe esperar que Bogotá y Caracas entiendan el interés superior de la buena vecindad para saber doblar esta doliente hoja.
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El fracaso de una gestión que había sido vista como la mejor posibilidad de acercar a las Farc y Uribe clausura, por supuesto, cualquier expectativa para el país de una pronta solución política negociada del conflicto armado con las Farc. Pero tiene un efecto más inmediato y desgarrador para quienes más lo sufren en carne propia. Prolongará la agonía de los secuestrados que aún sobreviven en la selva a las inhumanas condiciones de su cautiverio. Aumentará en los hogares la desesperanza de sus familias. Y, en el monte, ajeno al sufrimiento, 'Tirofijo', ahí.
Habrá que ver qué clase de "solución humanitaria" nacional buscará el Comisionado. Pero no puede olvidarse que, más allá de razones de Estado y de lógicos imperativos políticos y militares,ya cumplen diez años -¡una década!- los cautivos más antiguos. Para las Farc son mera mercancía y carne de cañón. Pero, para los colombianos, conseguir que regresen a la libertad y a sus seres queridos es una necesidad sentida. Y no parece haber otra fórmula que el intercambio. Ojalá no tome otros diez años aceptar que, para lograr la una y concretar lo otro, hay un precio que vale la pena pagar.
editorial@eltiempo.com.co

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