El jefe del Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, y el cardenal Norberto Rivera presentaron el Proyecto Plaza Mariana de la Basílica de Guadalupe, obra que incluirá el Centro de Evangelización San Juan Diego con museo interactivo”. Eso dice MILENIO del 10 de abril de 2003. Los terrenos para esa pía megalimosna, que contradice el espíritu y la letra de la Reforma de Juárez, cuya águila lleva López en la solapa y nada más, fueron regalados por AMLO a la Basílica de Guadalupe. Para construir su campaña presidencial, regaló algo que no era suyo, sino de la ciudad que gobernó. La Virgen no le hizo el milagro, a Dios gracias. El gran negocio mariano son los nichos con promesa de Paraíso. Los pases al Cielo los firman el cardenal y el Mesías.
Que un político cometa un delito no autoriza a otro la comisión del mismo delito. Tan delincuente fue López Obrador, como lo es Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, con su regalo de 90 millones para un santuario. Pero es notable la diferencia en los medios y en la respuesta social. Hace exactamente cinco años no hubo ni una sola queja ante la Comisión de Derechos Humanos del DF. Contra González Márquez ya se han acumulado un millar y medio.Los indignados juaristas que salieron a marchar por Guadalajara el 11 de abril de 2008 (y muy bien que lo hayan hecho) jamás se plantearon marchar en el DF contra López Obrador el 11 de abril de 2003. Aquí tenemos, como en un corte preciso de tejido para observar al microscopio, la doble moral que nos abruma. No es siquiera imaginable el escándalo si el panista gobernador construyera en Guadalajara puentes con valor de miles de millones de pesos por asignación directa a sus amigos constructores y lograra que el PAN le concediera diez años de libros contables cerrados a cualquier investigación. Lo hizo López. No pasó nada.
No existen bloqueos pacíficos
Hablar de “bloqueos pacíficos” es una contradicción en los términos. Quien cierra una calle, un aeropuerto, más aún la sede del Congreso, está ejerciendo violencia y cometiendo delitos perfectamente tipificados. Está además, y por supuesto, suplicando al gobierno que elimine por la fuerza el bloqueo, patalea desesperadamente porque le pongan siquiera un golpe. Es un jaque perfecto.El obradorismo y sus paniaguados llevan meses agitando el petate de una privatización de Pemex que no llegaba, y no llegó. Pero eso poco importa. Su única finalidad es crear tensión. El rencor por la derrota inesperada es su único impulso. Para un movimiento de jaque no se necesita gente ni, menos aún, razones: el centro de una ciudad de cinco o quince millones de habitantes puede ser paralizado por medio centenar de personas decididas. Es exactamente lo contrario a la democracia: la imposición de unos cuantos sobre la vida cotidiana, el trabajo y la tranquilidad de millones. ¿Cuántos cerraron Reforma y Juárez en el DF? Una tarde pude contar 43 jugadores de dominó y uno que otro más en plena siesta.Para eso cuentan con el temor del gobierno a aplicar la ley. Fue la táctica del fascismo: unos pocos, pero decididos, acabaron con las libertades que les habían permitido actuar con impunidad. Su fuerza reside en el chantaje: cuando golpean lo hacen a nombre del pueblo, cuando encuentran vallas se mesan los cabellos por el acto de represión.En entrevista con López-Dóriga, el Presidente recordó cómo, para asociarse en una refinería con la Shell, Pemex debió irse a Texas, y así “da empleo a texanos y paga impuestos a Estados Unidos”. Es un misterio por qué eso sea más patriótico que poner la refinería de este lado del río, dar empleo a mexicanos y pagar impuestos a México. Es una ley aberrante. Pero tratamos la ley como a la geografía: un barranco sobre el que hacemos puentecitos, como si la ley no la hiciéramos nosotros y pudiéramos, sencillamente, desaparecer el obstáculo. Ya compramos gasolinas hasta a India, pero no permitimos que esos mismos capitales pongan aquí sus refinerías y, además de ser fuentes de empleo, nos entreguen gasolina más barata.
Que Pemex se asocie con terceros es un esquema previsto desde el decreto mismo de nacionalización, en 1938, y ha sido propuesto hasta por López Obrador en su programa de gobierno, aunque ahora le convenga negar sus propias palabras, escritas y publicadas. Ah, el gran Tartufo.
www.luisgonzalezdealba.com
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