Portada de la Revista SEMANA, no. 1368, 19/07/2008;
Canto a la libertadColombia clama para que la marcha del 20 de julio contra el secuestro sea más que un momento de euforia.
No se tiene memoria de un 20 de julio al que Colombia haya llegado con un sentimiento de júbilo tan fuerte como este. Nunca antes millones de colombianos habían estado dispuestos a abandonar el descanso de este día festivo y salir a marchar por la libertad de sus compatriotas. Ni tampoco se habían unido ídolos colombianos como Shakira, Juanes y Carlos Vives en una sola voz. Si se hiciera una comparación histórica, guardadas las proporciones que el caso amerita, se podría decir que el golpe de astucia que propinaron los militares a las Farc, el pasado 2 de julio, ha tenido un efecto similar en el ánimo del pueblo al del truco que hicieron los intelectuales y notables criollos en 1810 a los españoles.
Así como hace tres semanas un grupo elite del Ejército les hizo creer a las Farc que eran delegados de organismos humanitarios y gracias a ello lograron liberar a 15 secuestrados; hace 198 años la junta de notables se inventó el cuento del florero de Llorente gracias al cual la Corona española terminó entregando el manejo del gobierno a los criollos. En 1810, el país pensó que se había liberado de más de tres siglos de yugo español. Ahora cree que se está liberando del azote de más de 40 años de la violencia y el secuestro impuestos por las Farc.No sólo no es común que otros mandatarios participen en estas conmemoraciones, sino que en este caso envían un claro mensaje a la región de su respaldo al presidente Uribe. Y mientras los Presidentes marcan un precedente político, en la misma Leticia y en los más de 1.000 municipios del país, todo tipo de grupos musicales, como el de los niños de Batuta, harán del Día de la Independencia una verdadera fiesta de los ciudadanos y la culturaEse viernes de 1810, José María Carbonell, uno de los notables, se encargó de ir calle por calle con un puñado de amigos para animar a los campesinos, mendigos, indígenas y mulatos de los arrabales a volcarse en la plaza mayor. Según los relatos de la época, logró que 9.000 personas -la mitad de los habitantes de la Bogotá de entonces- salieran a las calles y ya entrada la noche pusieran contra la pared al virrey José María Amar y Borbón.
Este domingo, 20 de julio de 2008, millones de personas marcharán por las calles gritando "Libertad" y 100.000 artistas darán conciertos simultáneos en 1.000 municipios para -según lo propone el gobierno- recuperar el sentido de la fiesta cívica. Sobre las calles de todo el país correrá el optimismo que tiene tintes de epidemia. La comparación entre uno y otro momento histórico podría ser apenas casual. Para muchos, la euforia de hoy puede parecer flor de un día frente a las implicaciones del grito de independencia de entonces. Pero la celebración del 20 de julio es una buena coyuntura para preguntar si 2008 es un año de ruptura histórica o se trata sólo de un momento de efervescencia producido por la operación 'Jaque'.
Sin duda, se han presentado hechos que mirados a través de los binóculos de la historia son significativos.
Uno: Los colombianos por primera vez se imaginan un país sin conflicto armado. Que sus hijos y sus nietos podrán crecer en una nación sin guerrilla. Se han dado golpes sin antecedentes en los 45 años de guerra con las Farc. En lo que va del año, han muerto tres de los siete miembros de la cúpula de las Farc, incluido su jefe máximo, Manuel Marulanda, y se dio el cinematográfico rescate de 15 secuestrados, incluidas las joyas de la corona (Íngrid Betancourt y los tres estadounidenses).
Dos: La llamada operación 'Jaque' se podría equiparar al trabajo de grado con que las Fuerzas Militares ganan su PhD en combate. Es la demostración del grado de modernización logrado por el aparato de guerra del país. En cuanto a ubicación del blanco, uso de la tecnología, planeación estratégica y creatividad, unos militares del mal llamado Tercer Mundo logran triunfos dignos de las artillerías más afinadas del Primer Mundo.
Tres: La negociación con los paramilitares, a pesar de todos los errores cometidos, no sólo acabó con una federación de ilegales que azotaba el país y amenazaba al Estado, sino que ha dado pie a un proceso de "verdad" inédito en el país. Se han conocido casi 9.000 crímenes y se han encontrado más de 1.500 cadáveres que hasta ahora, como desaparecidos, les provocaban un profundo dolor a sus familias.
Cuatro: El escándalo de la para-política tiene tras las rejas a más de 30 congresistas, y a otros 30 en investigación. Es otro proceso inédito en el mundo, y si bien deja al descubierto cómo la criminalidad se estaba devorando al Estado, también es cierto que la acción de la justicia ha mostrado que el Estado es fuerte y no ha sido derrotado.
Cinco: En 2008, millones de colombianos dejaron atrás su indiferencia frente a las víctimas de la violencia y de los secuestrados y salieron a las calles a decir "No más". Es un extraordinario resurgimiento del poder ciudadano.
Y seis: Están en camino dos reformas que, en teoría, deben tener impacto sobre dos estructuras fundamentales de la Nación. La reforma política, que fortalecería la democracia participativa y evitaría una repetición de la pesadilla de la para-política. Y la reforma de la justicia, que busca corregir errores cometidos en la Constitución de 1991, en la que no se trazaron bien las fronteras entre política y justicia al permitir que el Presidente y los congresistas participaran en la elección de los magistrados y a estos en la elección del Contralor y el Procurador
Los sismos que se han observado en los entramados político y militar del país son tan fuertes, que noticias como el desmantelamiento de un cartel de la droga completo, como ocurrió con el del Norte del Valle, y la captura de un hombre como 'Don Diego', que compartía página de "se busca" en el FBI con Osama Bin Laden, han pasado casi inadvertidos. Pero que también son excepcionales; en menos de un año se acabó con una organización criminal.
¿Está viviendo el país una ruptura histórica, o es sólo una euforia pasajera?
Las opiniones de historiadores y analistas consultados por SEMANA están divididas. Para algunos, como Darío Acevedo, doctor en Historia y profesor invitado de la Universidad de París III, no cabe la menor duda de que se ha dado una ruptura histórica. "Estamos frente al final de una violencia política que ha afectado todo en el país, desde hace muchas décadas. La desmovilización y el proceso de Justicia y Paz, y la derrota del proyecto revolucionario, indican que estamos frente un cambio profundo, las guerrillas están debilitadas y sólo les resta negociar". Y añade: "No hubo ruptura del orden institucional para enfrentar y derrotar a las guerrillas como ocurrió en otros países donde se tuvo que acudir a regímenes dictatoriales".
Otros, como el historiador y profesor de la Universidad Nacional Fabio Zambrano, prefieren hablar de quiebres. "Desde diversos puntos de vista hay quiebres. Hay un quiebre en la celebración misma del 20 de julio. En el pasado había sido una fiesta muy ciudadana, poco a poco se fue convirtiendo en un desfile militar en el que los ciudadanos sólo miraban, y este 20 de julio va a suceder algo que hace muchos años no pasaba, van a cantar 100.000 músicos al mismo tiempo. Algo que crea Nación es la simultaneidad de los actos culturales. Comulgar en la fiesta cívica es de un simbolismo muy grande. Es algo supremamente importante que apareció en la marcha de febrero. Y el gobierno con este acto del 20 de julio va a hacer algo muy importante porque si esta civilidad no pasa por el Estado, se vuelve algo común".
El decano de Economía de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, es más cauto. "Es difícil defender la afirmación de que el país está frente a una ruptura histórica. Hay evidentes discontinuidades: la guerrilla no será la misma, y también el proceso de Justicia y Paz de los paramilitares dejará secuelas profundas. Pero así mismo, veo dos continuidades, el narcotráfico y el clientelismo, que se dan sobre todo en las regiones y mientras no registren variación, es incorrecto hablar de un cambio histórico".
Por su parte, el ex consejero de paz Carlos Eduardo Jaramillo dice: "Estamos sí, frente a una coyuntura como nunca se había visto. Están pasando cosas muy, muy, importantes. Tanto buenas como malas. En el conflicto no sé si estamos más cerca de la paz, pero viene un viraje importante porque las Farc no pueden seguir así, son inviables. En cuanto a las relaciones del Ejecutivo con el Legislativo, estamos también frente a algo inédito en la historia del siglo pasado y del presente, pero tampoco sabemos en qué va a terminar".
Para Román Ortiz, de la Fundación Ideas para la Paz, "sí es un año de quiebre. Eso no quiere decir que todo sea bueno. En perspectiva de los 40 años dimos pasos de gigante. Estamos más cerca de la paz, pero empezando una guerra distinta". En cambio, el historiador Juan Carlos Flórez es mucho menos optimista: "No, no hay ninguna ruptura histórica. El Estado sigue funcionando como venía haciéndolo y las reformas de las que se habla ya se han hundido en el Congreso. Lo que sí hay es un quiebre en un campo en particular: en el de la lucha contra el crimen organizado. Lo que ocurre en los otros campos son sólo paños de agua tibia. Es hacer que todo cambie para que nada cambie".
Aunque todos coinciden en hablar de que hay un quiebre histórico en el combate a la guerrilla, es difícil hablar de una ruptura generalizada. Y también es cierto que la revolución del 20 de julio no fue suficiente para la independencia definitiva, pero sí un primer paso importante. Después del 'grito', alrededor del concepto de libertad se consolidó un movimiento político sobre cual se construyó la columna vertebral de la Colombia independiente.
Ahora, Colombia está en un momento de transición crucial y con muchos temas críticos pendientes. El país, hasta hace unas semanas, estaba viviendo una crisis institucional entre el presidente Álvaro Uribe y la Corte Suprema con rasgos de hecatombe, que apenas ahora, y gracias también al buen ambiente creado por el rescate de los secuestrados, ha comenzado a tratar de sanarse.
Llama la atención que un hecho totalmente ajeno a las causas de una pelea como en la que estaban enfrascados el gobierno y la Corte hubiera servido para calmar las aguas. De alguna manera, frente a la extraordinaria liberación de los rehenes de las Farc, la disputa entre las cabezas de los dos poderes perdía brillo y trascendencia. Parecía casi mezquino ante lo que vivieron esa mujer y los 14 hombres en manos de las Farc. Y lo que sufren más de 400 colombianos y sus familias secuestrados por las Farc y el ELN.
En este ambiente, parecería también insignificante la pregunta del año del mundo político: ¿Se lanzará el presidente Álvaro Uribe a una nueva reelección? Hasta antes de la operación 'Jaque', alcanzó a tomar fuerza la idea de que no lo haría. Que así se lo había dicho a algunos de sus asesores más cercanos e incluso a su familia. Sin embargo, después del espectacular rescate, que disparó su imagen hasta un histórico 91 por ciento de popularidad, los cantos de sirena no se hicieron esperar. Es entendible. Como lo dijo la revista The Economist, "sólo aquellos enceguecidos por la ideología negarían que Álvaro Uribe ha hecho de Colombia un mejor lugar". Queda el interrogante de si para seguir en esta senda de optimismo es fundamental que el presidente Uribe siga en el poder más allá de 2010. La respuesta suya se conocerá a más tardar en septiembre u octubre de este año, cuando llegue al Congreso el proyecto de ley de referendo que le preguntaría al pueblo si está de acuerdo en que se elija por tercera vez consecutiva a un presidente de la República. Para la revista británica, que ha apoyado en el pasado a Uribe, la respuesta es un rotundo no: "La transformación colombiana se mantendrá frágil mientras sea la obra de un hombre.
Para ser completa, necesita ser institucionalizada (...) En vez de un hombre fuerte por plebiscito, al estilo del venezolano Chávez o del peruano Fujimori, Colombia necesita fortalecer sus instituciones democráticas".
Con o sin Uribe, los problemas en Colombia seguirán siendo enormes y complejos. Aún hay miles de hombres de las Farc en armas con una capacidad de hacer inmenso daño. La posibilidad de un acuerdo de paz con la guerrilla sigue muy lejana. El narcotráfico, causante de tantos males en Colombia, sigue siendo una amenaza para la democracia, la estabilidad institucional y la sociedad general, a pesar de los éxitos contra los carteles.
Existe el riesgo de que bandas emergentes como las Águilas Negras se conviertan en poderosas organizaciones criminales. El proceso de verdad y reparación de las víctimas de los paramilitares está en mitad de camino. El Congreso sigue en cuidados intensivos por efecto de la parapolítica. Ni hablar de la pobreza y la desigualdad social. Pero siempre hay momentos para ser aguafiestas. Lo increíble es que este 20 de julio la mayoría de los colombianos no quiere pensar en el vaso medio vacío. Según la última medición de Gallup, el 73 por ciento considera que "las cosas en Colombia están mejorando". Porcentaje altísimo para cualquier país y una condición fundamental para salir adelante. Aquel viernes de mercado, cuando ya la noche había caído sobre la plaza mayor, José Acevedo y Gómez, en medio de la emoción de la protesta, hizo una arenga que luego le valió el título de 'Tribuno del pueblo' Y que bien se podría aplicar ahora. Dijo: "Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de 12 horas seréis tratados como los insurgentes, ved los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario