El Padrino Fonseca: “Lo mataron a lo pendejo”
Reportaje de Diego Osorno.
Los responsables del asesinato del locutor tabasqueño ya fueron detenidos, pero el líder de esta célula de Los Zetas es ahora testigo protegido de las autoridades.
Revista Milenio, 2009-01-04•
Revista Milenio, 2009-01-04•
Villahermosa.-“Quiero que detengan a los asesinos, que les sea prioritario detener a esos canallas”, ordenó el gobernador Andrés Granier a los miembros de su gabinete de seguridad. La reunión se realizaba unos cuantos días después del crimen.
El Padrino Fonseca había apoyado públicamente al Gobernador e, incluso, había sido animador en algunos de los eventos públicos de la administración estatal emanada del PRI.
“Entre más pronto estén en la cárcel mejor para todos”, volvió a decir, y luego pasó la discusión a otro de los tantos asuntos pendientes de la principal agenda pública de Tabasco: la delincuencia organizada.
Por esos días, una grabación telefónica dada a conocer en la Ciudad de México dejaba en el aire la sospecha de que el anterior procurador de Tabasco estaba coludido con una banda del crimen organizado. El esclarecimiento del caso de Fonseca era una buena oportunidad para revertir la mala imagen arrastrada por la grabación telefónica.
“El Padrino tenía una vocación natural de ayuda al prójimo, se preocupaba mucho por los problemas que surgían en el estado y se entregaba a solucionarlos. Una de esas entregas le costó la vida”, cuenta el procurador Rafael González Lastra, quien supervisó directamente la investigación que permitió la captura de los asesinos del comunicador muerto a los 33 años de edad.
“Lo mataron a lo pendejo. Nadie se mete con esa gente”, me dijo en cambio Ángel, un taxista que escuchaba de vez en cuando el programa del locutor.
La llamada desde el taxi
A las cuatro de la tarde del día en que asesinaron a Fonseca, Patricia Pizaña Alvarado viajaba a bordo de un taxi sobre la avenida Ruiz Cortines. Cuando el coche esperaba el cambio de semáforo en el Paseo Tabasco, la joven se dio cuenta que estaban colocando mantas en el crucero. Primero pensó que se trataba de alguien de “los suyos”.
El semáforo cambió a verde, el coche avanzó y pasó a un lado de un par de personas que alistaban la manta. Pizaña no reconoció a ninguno, por lo que más adelante pidió que el taxista detuviera la marcha del coche para bajar y acercarse a echar un vistazo. Al llegar encontró al Padrino Fonseca y a dos de sus colaboradores colocando las mantas. Preguntó de qué se trataba y le enseñaron una manta cuyo texto decía: “El secuestrador vive hasta que el ciudadano quiere”.
De inmediato regresó al taxi y le marcó de su celular a Ricardo López Ortiz, un jefe de sicarios de Los Zetas apodado el Pitufo. Pizaña —conocida como la Chanchunflas— le avisó que alguien estaba colocando mantas en contra de “la organización”, y siguió su viaje en taxi.
La mujer secuestrada y asesinada por Los Zetas .
Exactamente un mes después de esto, el 23 de octubre, Patricia Pizaña fue detenida por agentes federales y estatales cuando intentaba cometer un asalto junto con Roberto Sánchez Guzmán. La Procuraduría sospechaba que la célula del Pitufo había sido responsable del asesinato del Padrino; después de interrogar a Pizaña, ésta les confesó que ella había avisado a Los Zetas de la colocación de las mantas en el crucero de Paseo Tabasco y Ruiz Cortines.
La mujer, que ya fue consignada como copartícipe del asesinato de Fonseca, nació en Matamoros, Tamaulipas, y llevaba varios meses viviendo en Villahermosa, trabajando como informante o “cisne” dentro del cártel del Golfo. Tiene 18 años de edad y se hace llamar también Nicole Aguilera.
El secuestro en Teapa
Cuatro días después de la detención de la Chanchunflas, un comandante de la policía ministerial avisó que en Teapa, ciudad cercana a Villahermosa, donde también operaba la célula de Zetas a cargo del Pitufo, habían secuestrado a una mujer llamada María del Rosario Bautista Galán. Los agentes que investigaban el asesinato del Padrino pensaron que era una buena oportunidad para detener al presunto asesino material del comunicador.
Los familiares de Bautista habían acordado entregar a los secuestradores una cantidad de dinero el 30 de octubre, y la policía no podía intervenir a menos que hubiera una denuncia formal. Unas horas antes de que se diera la negociación, un hermano de la mujer secuestrada decidió poner la denuncia para que la policía entrara en acción.
Ricardo López Ortiz, líder de la célula de Los Zetas y sus cómplices.
El operativo debió apurarse porque algún infiltrado habría advertido a Los Zetas. Lo que se planeó como una acción de inteligencia que permitiera llegar a la detención del Pitufo, acabó siendo un enfrentamiento armado de casi dos horas en una carretera de Teapa. El presunto asesino material fue capturado junto con tres sicarios más.
A los pocos días de la detención del Pitufo, el cadáver de María del Rosario Bautista, la mujer secuestrada, fue encontrado tirado a la orilla de un río.
Copias del expediente
Domingo al mediodía. El procurador Rafael González Lastra me da una entrevista en su despacho.
—Veo la muerte del Padrino como un parteaguas. Se fijaron plazos, se designaron responsables y ahora tenemos a tres implicados detenidos: la Chanchunflas y otro miembro de la banda que detuvimos días después en Cárdenas, al cual apodan el Taxista. Ellos dos ya confesaron su participación en el crimen de Fonseca. El que se ha negado a hablar es el Pitufo, precisamente.
—¿Qué tipo de célula formaban?
—Lo que sabemos es que formaban parte de una célula del crimen organizado y que cometían diversos delitos, incluyendo la colocación de las llamadas narcomantas en la vía pública.
—La mayoría de los asesinatos de periodistas en el país no se esclarecen…
—Para nosotros era prioritario por orden del Gobernador y porque creemos que debe impartirse la justicia en un caso tan importante.
—¿Cómo se logró la detención?
—Primero se lo debemos a servicios de inteligencia que se satisfacen por cada una de las áreas involucradas. Lo segundo, a eficiencia en las acciones emprendidas en este caso. Hubo enfrentamientos a balazos y luego una persecución.
—¿La detención es mérito de su Procuraduría?
—Existe una participación y una colaboración con las corporaciones a nivel federal. Yo le puedo decir que la Procuraduría no actúa en forma individual. Actuamos todas las instituciones de forma coordinada.
—¿La Fiscalía para periodistas de la PGR participó en la investigación?
—Sólo nos pidieron copia del expediente.
—¿Qué más hicieron?
—Nada más.
El 1 de enero de 1994, cuando comenzó el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), González Lastra era el secretario general de gobierno de Chiapas. Catorce años después, como procurador del vecino estado de Tabasco, dice que ahora participa en otra guerra. “Más compleja y cruel”.
“¿Qué chingados quieren?”
El Pitufo nació en Alvarado, Veracruz, y vivía entre Villahermosa y Pichucalco, Chiapas. Se hacía llamar también Fernando Sandoval Martínez.
Mientras reportaba esta historia, hubo un motín en el penal de Villahermosa durante un operativo de la Policía Federal Preventiva (PFP). Una de las principales causas de la asonada fue la llegada del Pitufo al área de primer ingreso, desde donde se ha librado una guerra en contra de los presos más antiguos.
Un camarógrafo gubernamental entró a la zona de recién ingreso, territorio zeta controlado por los reos que forman parte del brazo armado del cártel del Golfo. El camarógrafo pensó en algún momento que no iba a salir vivo.
Tenía la orden de grabar en video al Pitufo. Cámara en mano, el operador caminó nervioso entre los angostos pasillos de una cárcel con capacidad para mil 300 reos, pero ocupada por más de 2 mil 200. Una vez que llegó al módulo de recién ingreso, donde se encuentra la celda del Pitufo, el camarógrafo empezó a preparar su equipo para cumplir la misión que le habían encargado desde un despacho oficial. Husmeó lentamente en el maletín buscando el aparato marca Sony cuando sintió que comenzaban a rodearlo. Una treintena de reos lo rondaban a él y a los demás. Eran la guardia del sicario. El camarógrafo desistió de encender la cámara. El Pitufo, desde el interior de la celda, lanzó una mirada directa al director del reclusorio que acompañaba el camarógrafo.
—¿Qué chingados quieren? —recuerdan que dijo.
—Es parte de una diligencia —contestó el funcionario.
—No me voy a olvidar de ti —amenazó.
La diligencia acabó ahí. El Pitufo ha pasado a ser uno de los testigos protegidos que forman parte de la Operación Limpieza, emprendida por el gobierno federal en contra de mandos y policías corruptos.
Diego Enrique Osorno, enviado
El Padrino Fonseca había apoyado públicamente al Gobernador e, incluso, había sido animador en algunos de los eventos públicos de la administración estatal emanada del PRI.
“Entre más pronto estén en la cárcel mejor para todos”, volvió a decir, y luego pasó la discusión a otro de los tantos asuntos pendientes de la principal agenda pública de Tabasco: la delincuencia organizada.
Por esos días, una grabación telefónica dada a conocer en la Ciudad de México dejaba en el aire la sospecha de que el anterior procurador de Tabasco estaba coludido con una banda del crimen organizado. El esclarecimiento del caso de Fonseca era una buena oportunidad para revertir la mala imagen arrastrada por la grabación telefónica.
“El Padrino tenía una vocación natural de ayuda al prójimo, se preocupaba mucho por los problemas que surgían en el estado y se entregaba a solucionarlos. Una de esas entregas le costó la vida”, cuenta el procurador Rafael González Lastra, quien supervisó directamente la investigación que permitió la captura de los asesinos del comunicador muerto a los 33 años de edad.
“Lo mataron a lo pendejo. Nadie se mete con esa gente”, me dijo en cambio Ángel, un taxista que escuchaba de vez en cuando el programa del locutor.
La llamada desde el taxi
A las cuatro de la tarde del día en que asesinaron a Fonseca, Patricia Pizaña Alvarado viajaba a bordo de un taxi sobre la avenida Ruiz Cortines. Cuando el coche esperaba el cambio de semáforo en el Paseo Tabasco, la joven se dio cuenta que estaban colocando mantas en el crucero. Primero pensó que se trataba de alguien de “los suyos”.
El semáforo cambió a verde, el coche avanzó y pasó a un lado de un par de personas que alistaban la manta. Pizaña no reconoció a ninguno, por lo que más adelante pidió que el taxista detuviera la marcha del coche para bajar y acercarse a echar un vistazo. Al llegar encontró al Padrino Fonseca y a dos de sus colaboradores colocando las mantas. Preguntó de qué se trataba y le enseñaron una manta cuyo texto decía: “El secuestrador vive hasta que el ciudadano quiere”.
De inmediato regresó al taxi y le marcó de su celular a Ricardo López Ortiz, un jefe de sicarios de Los Zetas apodado el Pitufo. Pizaña —conocida como la Chanchunflas— le avisó que alguien estaba colocando mantas en contra de “la organización”, y siguió su viaje en taxi.
La mujer secuestrada y asesinada por Los Zetas .
Exactamente un mes después de esto, el 23 de octubre, Patricia Pizaña fue detenida por agentes federales y estatales cuando intentaba cometer un asalto junto con Roberto Sánchez Guzmán. La Procuraduría sospechaba que la célula del Pitufo había sido responsable del asesinato del Padrino; después de interrogar a Pizaña, ésta les confesó que ella había avisado a Los Zetas de la colocación de las mantas en el crucero de Paseo Tabasco y Ruiz Cortines.
La mujer, que ya fue consignada como copartícipe del asesinato de Fonseca, nació en Matamoros, Tamaulipas, y llevaba varios meses viviendo en Villahermosa, trabajando como informante o “cisne” dentro del cártel del Golfo. Tiene 18 años de edad y se hace llamar también Nicole Aguilera.
El secuestro en Teapa
Cuatro días después de la detención de la Chanchunflas, un comandante de la policía ministerial avisó que en Teapa, ciudad cercana a Villahermosa, donde también operaba la célula de Zetas a cargo del Pitufo, habían secuestrado a una mujer llamada María del Rosario Bautista Galán. Los agentes que investigaban el asesinato del Padrino pensaron que era una buena oportunidad para detener al presunto asesino material del comunicador.
Los familiares de Bautista habían acordado entregar a los secuestradores una cantidad de dinero el 30 de octubre, y la policía no podía intervenir a menos que hubiera una denuncia formal. Unas horas antes de que se diera la negociación, un hermano de la mujer secuestrada decidió poner la denuncia para que la policía entrara en acción.
Ricardo López Ortiz, líder de la célula de Los Zetas y sus cómplices.
El operativo debió apurarse porque algún infiltrado habría advertido a Los Zetas. Lo que se planeó como una acción de inteligencia que permitiera llegar a la detención del Pitufo, acabó siendo un enfrentamiento armado de casi dos horas en una carretera de Teapa. El presunto asesino material fue capturado junto con tres sicarios más.
A los pocos días de la detención del Pitufo, el cadáver de María del Rosario Bautista, la mujer secuestrada, fue encontrado tirado a la orilla de un río.
Copias del expediente
Domingo al mediodía. El procurador Rafael González Lastra me da una entrevista en su despacho.
—Veo la muerte del Padrino como un parteaguas. Se fijaron plazos, se designaron responsables y ahora tenemos a tres implicados detenidos: la Chanchunflas y otro miembro de la banda que detuvimos días después en Cárdenas, al cual apodan el Taxista. Ellos dos ya confesaron su participación en el crimen de Fonseca. El que se ha negado a hablar es el Pitufo, precisamente.
—¿Qué tipo de célula formaban?
—Lo que sabemos es que formaban parte de una célula del crimen organizado y que cometían diversos delitos, incluyendo la colocación de las llamadas narcomantas en la vía pública.
—La mayoría de los asesinatos de periodistas en el país no se esclarecen…
—Para nosotros era prioritario por orden del Gobernador y porque creemos que debe impartirse la justicia en un caso tan importante.
—¿Cómo se logró la detención?
—Primero se lo debemos a servicios de inteligencia que se satisfacen por cada una de las áreas involucradas. Lo segundo, a eficiencia en las acciones emprendidas en este caso. Hubo enfrentamientos a balazos y luego una persecución.
—¿La detención es mérito de su Procuraduría?
—Existe una participación y una colaboración con las corporaciones a nivel federal. Yo le puedo decir que la Procuraduría no actúa en forma individual. Actuamos todas las instituciones de forma coordinada.
—¿La Fiscalía para periodistas de la PGR participó en la investigación?
—Sólo nos pidieron copia del expediente.
—¿Qué más hicieron?
—Nada más.
El 1 de enero de 1994, cuando comenzó el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), González Lastra era el secretario general de gobierno de Chiapas. Catorce años después, como procurador del vecino estado de Tabasco, dice que ahora participa en otra guerra. “Más compleja y cruel”.
“¿Qué chingados quieren?”
El Pitufo nació en Alvarado, Veracruz, y vivía entre Villahermosa y Pichucalco, Chiapas. Se hacía llamar también Fernando Sandoval Martínez.
Mientras reportaba esta historia, hubo un motín en el penal de Villahermosa durante un operativo de la Policía Federal Preventiva (PFP). Una de las principales causas de la asonada fue la llegada del Pitufo al área de primer ingreso, desde donde se ha librado una guerra en contra de los presos más antiguos.
Un camarógrafo gubernamental entró a la zona de recién ingreso, territorio zeta controlado por los reos que forman parte del brazo armado del cártel del Golfo. El camarógrafo pensó en algún momento que no iba a salir vivo.
Tenía la orden de grabar en video al Pitufo. Cámara en mano, el operador caminó nervioso entre los angostos pasillos de una cárcel con capacidad para mil 300 reos, pero ocupada por más de 2 mil 200. Una vez que llegó al módulo de recién ingreso, donde se encuentra la celda del Pitufo, el camarógrafo empezó a preparar su equipo para cumplir la misión que le habían encargado desde un despacho oficial. Husmeó lentamente en el maletín buscando el aparato marca Sony cuando sintió que comenzaban a rodearlo. Una treintena de reos lo rondaban a él y a los demás. Eran la guardia del sicario. El camarógrafo desistió de encender la cámara. El Pitufo, desde el interior de la celda, lanzó una mirada directa al director del reclusorio que acompañaba el camarógrafo.
—¿Qué chingados quieren? —recuerdan que dijo.
—Es parte de una diligencia —contestó el funcionario.
—No me voy a olvidar de ti —amenazó.
La diligencia acabó ahí. El Pitufo ha pasado a ser uno de los testigos protegidos que forman parte de la Operación Limpieza, emprendida por el gobierno federal en contra de mandos y policías corruptos.
Diego Enrique Osorno, enviado
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