La Captura de la política/Fernando Gómez Mont, exsecretario de Gobernación; se presenta hoy como “consultor jurídico”.
Invitado a Reforma 24 de enero de 2012
La democracia mexicana está a punto de vivir tiempos definitorios. Se acercan las campañas políticas y los mexicanos estamos en riesgo de tener que elegir entre dos modelos de comunicación política. La primera basada en la imagen de un candidato que busca ser agradable al electorado pero que a todas costas evita asumir el riesgo de propuestas específicas frente a problemas concretos. En este caso la imagen predomina sobre la sustancia y la política se ve vaciada de contenidos. Por otro lado, una parte de la sociedad exige que se abran espacios para un auténtico debate público en donde los candidatos propongan medidas concretas con las que pretenden superar los graves rezagos que sigue sufriendo el país. En este contexto, el papel que juegan los medios de comunicación, especialmente las televisoras en pantalla abierta, es fundamental. Si se sigue el modelo de la política como entretenimiento, donde los personajes se mueven en una narrativa superficial y muchas veces cursi, la democracia mexicana seguirá retrasando sus mejores posibilidades. Si, en cambio, la política se vuelve el espacio donde izquierdas, centros y derechas validan un diagnóstico del país y proponen soluciones, o donde las fortalezas y las vulnerabilidades de cada una de las marcas se debatan entre sí y le permitan al electorado tener la mejor información posible para tomar sus decisiones, podemos consolidar un régimen político donde el verdadero poder resida en los ciudadanos.
Obviamente a las televisoras les conviene el primer modelo, no solo porque es el que saben hacer mejor sino porque es el que supedita a los políticos a su esfera de influencia. Por ello es fundamental que los agentes críticos del país presionen por que en la próximas campañas los candidatos rompan el secuestro de lo superficial y se comprometan ante los ciudadanos a las políticas que están dispuestos a implementar después.
La relación entre los políticos, especialmente los candidatos, con las televisoras, no solo es profundamente hipócrita, sino hasta paranoica. Cuando empiezan las campañas bajan la mirada y se someten a las presiones de estas empresas. Los políticos necesitan la pantalla para competir, las televisoras necesitan someter a los políticos para preservar sus privilegios. Superadas las campañas los políticos resienten estas presiones y de una u otra manera buscan recuperar la dignidad. En el 2006, en posición de ventaja se procesa lo que fue conocida como la Ley Televisa. En 2007, se procesó la reforma electoral. Uno y otro caso se procesaron de manera antidemocrática, es decir, en fast track y sin un auténtico debate público. En ambos casos ha tenido que intervenir la Suprema Corte de Justicia para contener estas tensiones dentro del marco constitucional.
En este escenario la existencia de órganos autónomos, como el Poder Judicial, la Comisión Federal de Competencia o la Comisión Federal de Telecomunicaciones han sido las soluciones que nuestro régimen ha construido para poder regular a estos factores de poder sin las vulnerabilidades antes descritas. Por ello es importante defender esa autonomía, que debe de estar por encima de la representación política, que por cierto, es la que ha garantizado en buena medida la preservación de los oligopolios en este país. Hoy se gesta un nuevo atentado a este principio. Desde la Cámara de Diputados se busca someter a la COFETEL con acusaciones falsas y parciales a una investigación que atenta contra su autonomía. La Cámara pretende suplantar al IFAI, a las Contralorías y hasta al Ministerio Público con el único propósito de amedrentar a los Comisionados para que no voten la asignación de frecuencias para nuevas cadenas nacionales de televisión. Con este propósito se ayudan de uno de los políticos más desprestigiados del Partido Revolucionario Institucional, como lo es César Augusto Santiago. El Diputado Santiago es un histórico defensor de los privilegios autoritarios de nuestra historia. Siempre se resistió a la apertura democrática, a la apertura de los medios escritos y radiofónicos. Hoy es consecuente al defender el privilegio del duopolio televisivo y con ello obstruir la pluralización de la pantalla abierta en México. Nuestra democracia ya no puede sostener que seis millones de hogares se vean favorecidos con la pluralidad informativa de la televisión por cable, mientras más de 17 millones se ven excluidos de esta posibilidad al verse sometidos a los contenidos informativos decididos por los grupos empresariales que detentan estos medios de comunicación. Ni censura previa, ni el sometimiento de los medios de comunicación social a los intereses particulares de sus dueños. Pluralidad y competencia. Que sean las muchas voces de México las que decidan su rumbo. Por mi cuenta no guardo ni encono ni complacencia con las televisoras, pero como mexicano exijo que el Estado tome todas las medidas necesarias para pluralizar la pantalla abierta de la televisión. A los políticos les exijo dignidad, a las televisoras responsabilidad social y apego a la verdad.
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