Cuánto vale el amor de Elba/ Ricardo Alemán
Columna Itinerario Político; 24 de enero de 2012
En el fondo, lo que habría descubierto el PRI no fue sino una traición por parte de la lideresa del magisterio y de su partido político.
Dicen los genios del poder que, en política, “es barato todo lo que se compra con dinero”. En otras palabras, que en política, la moneda de cambio no es el dinero; tampoco los bienes materiales y, mucho menos, las posiciones.
En realidad, en política, el bien más preciado es la lealtad: cumplir la palabra empeñada, colocar por encima de todo, y de todos, el compromiso pactado. Lo demás, sea dinero, puestos y posiciones de poder, viene por añadidura.
Y un buen ejemplo de la lealtad política a toda prueba estuvo a la vista de todos cuando Marcelo Ebrard se mantuvo leal a AMLO —a pesar de todo y de todos— y, al final, dejó pasar al tabasqueño para permitirle que compitiera, por segunda ocasión consecutiva, como candidato presidencial.
Y es que Marcelo —todos lo saben— fue rescatado del abismo político por AMLO, cuando el PRI lo marginó de fea manera —junto con Manuel Camacho—, cuando el Partido Verde le dio la espalda y cuando Fox trató de destruirlo. De hecho, Marcelo llegó al GDF gracias a Obrador. Y punto.
Pero, casualmente, Andrés Manuel López Obrador también es un buen ejemplo de la traición. Buena parte, si no es que toda la carrera política de AMLO, se la debe a su padre político: Cuauhtémoc Cárdenas, a quien traicionó desde el momento de llegar al poder como jefe de Gobierno del DF. Desde entonces, AMLO destruyó a todos los potenciales competidores por el amor de Cárdenas y, al final, destruyó políticamente al propio Cuauhtémoc. Y todo, claro, por la ambición sin límite de ser candidato presidencial.
Y viene a cuento porque, luego de una verdadera diarrea de versiones sobre las presuntas o supuestas causas del rompimiento entre la profesora Gordillo y el candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, empiezan a aparecer indicios de que, en el fondo, lo que habría descubierto el PRI no fue sino una traición por parte de la lideresa del magisterio y de su partido político, el Panal. ¿De qué tipo de traición estamos hablando?
No se tienen los detalles, pero lo cierto es que, a partir de la caída del presidente nacional del PRI, Humberto Moreira, toda la relación entre el PRI, el Panal y el poderoso sindicato magisterial, empezó a tornarse más frágil que las arenas movedizas. En otras palabras, que la caída de Moreira de la dirigencia nacional del PRI habría sido vista por la señora Elba Esther Gordillo, no sólo como una traición, sino mucho más que eso, como una señal de guerra en su contra.
Vale recordar que, en realidad, el profesor Moreira era un alfil de la señora Gordillo en las entrañas del PRI. O si se quiere —y para efectos prácticos—, Moreira era una suerte de “cuello de ganso” del Panal y el SNTE, dentro del PRI. Por eso la jugosa alianza —jugosa para el Panal, claro— entre el PRI de Moreira y la profesora Gordillo, con el PRI.
Así, una vez que por supervivencia elemental el PRI de Peña Nieto debió quitar de la presidencia del partido tricolor a Humberto Moreira —luego del vergonzoso escandalo por el derroche de dinero público en Coahuila—, la señora Gordillo se dijo traicionada —porque siempre creyó que Moreira era su hombre en la presidencia del PRI—, y empezó a operar en contra de la candidatura presidencial de Peña Nieto.
Para no pocos priistas de viejo cuño fue evidente que, en los hechos, la señora Gordillo había declarado cancelada la alianza con el PRI, una vez que fue removido de su cargo el señor Humberto Moreira. Fue entonces cuando se prendieron los focos rojos que alertaron de una potencial tragedia en la campaña de Enrique Peña Nieto. Por eso, el paso siguiente fue hacer los cálculos de rigor, sobre el costo-beneficio de la alianza PRI-Panal y, en especial, del tamaño del costo que acarrearía al PRI la traición de la señora Gordillo.
A Peña Nieto y a sus leales no les costó mucho llegar a la conclusión de que podían pagar todo lo que fuera necesario en posiciones y cuotas políticas. Pero que la traición no tiene precio. Y, por eso, cortaron por lo sano. La respuesta de la señora Gordillo, de su partido y el gremio que regentea, confirmaron la versión. Es decir, si el PRI simple y llanamente hubiera incumplido los términos de la alianza, los líderes del Panal, la señora Gordillo y sus leales, se hubiesen llamado traicionados. Pudieron gritar y patalear durante días porque, sin más, el PRI los dejó colgados de la brocha. Pero no, el Panal se quedó calladito. ¿Por qué? Porque sabe sus culpas.
Por eso la pegunta: ¿cuánto vale el amor político de la señora Gordillo? Al tiempo.
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