Joan Manuel Serrat: “El miedo está haciendo mucho daño a esta sociedad”
Perfil
Joan Manuel Serrat lleva medio siglo cantando y hoy afronta la tarea de reconstruir ese pasado en el que ha sido feliz y nos ha hecho felices. Nació el 27 de diciembre de 1943, en Barcelona, y ha cantado al amor, al Mediterráneo, a las pequeñas cosas. Su vida y su voz están unidas a las vidas y a las aspiraciones de varias generaciones de españoles y de latinoamericanos que ven como propios el barrio de Serrat, su mar, sus creencias, las imágenes y las palabras a las que ha puesto música. Ahora prepara un disco en el que comparte sus canciones con amigos y colegas como Ana Belén, Víctor Manuel o Miguel Ríos, Silvia Pérez Cruz, Lolita, Quico Pi de la Serra, Pablo Alborán… El disco se llamará ‘Trencadís’ y lo estrenará en febrero de 2015 en una gira que comenzará en Uruguay, continuará por América y concluirá en España. Le hemos visitado en estos días de sol, y del verano nos ha hablado como parte indisoluble de ese entusiasmo por vivir en el que nos educó a tantos con su voz. Habló también, claro, de Cataluña, de su familia, de la alegría y de los tiempos que nos toca vivir. Y de cómo escribe, en el otoño de su vida, cuando llega el verano.
- Sigue siendo el poeta de las pequeñas cosas.
Entrevista/JUAN CRUZ: El País Semanal 1 SEP 2014
¿Le apetece escribir con este tiempo?
Me cambia mucho la vida. Soy una
persona que ama y agradece mucho el buen tiempo, incluso el calor. Amo el
calor, el agua y el mar desde que empieza el verano hasta Navidad. A lo largo
de todas mis actividades artísticas he procurado desplazarme a la América
austral en los meses de invierno, para pasar dos veranos al año. El verano lo
representa perfectamente un melocotón, comerme un melocotón bien jugoso, que se
me escurra el líquido por la barbilla y que me deje las manos pegajosas…, eso
es perfecto.
En sus composiciones hay siempre tiempo. Canción de cuna es
autobiográfica, como una postal que le mandara la infancia: “Por la mañana
rocío, al mediodía calor, por la tarde los mosquitos, no quiero ser labrador”.
La vida del niño cambiaba absolutamente cuando llegaba el verano, cuando se
encendían las hogueras de San Juan quemábamos todo el año y te ibas a la playa
en libertad. O la familia te mandaba al campo. Todo aquello cambiaba
absolutamente la vida. Es la relación del niño con el agua, con las balsas, con
los sapos, con esos insectos que flotan, con los barbos, con todos los seres
vivos… Y de alguna forma la tristeza que nos acompañaba cuando nos separábamos
en septiembre y teníamos que empezar a renunciar a aquellas escapadas.
Yo tengo dos paisajes fundamentales, el mar
y el campo. El mar es la Barceloneta de mi niñez, con todo lo que representaba
el recorrido desde la casa hasta la playa. Primero, trincar algo de comer en
casa, bocadillo, toalla y bañador, la indumentaria que nosotros necesitábamos;
colarte en el tranvía, colarte en los baños que entonces no eran públicos, para
llegar a las instalaciones con piscinas y duchas. Hubo una época preciosa en la
que me tocó ir a Navarra, con 13 años, a un lugar al que no había ido nunca,
Viana. Ahora tengo una casa allí y voy a pasar alguna semana con mis amigos,
gente con la que crecí y aprendí todo del campo. Mi madre tenía allí una amiga
de la juventud. Iban al mismo baile de sirvientas y estrecharon lazos, una
amiga a la que le unía el más profundo sentimiento que seguramente pueda unir a
dos mujeres, que les ocurrió lo mismo a las dos, se les murió el novio pocos
días antes de casarse. Eso creó en ellas un sentimiento mucho más allá de lo fraternal.
Viana se convirtió para mí en la tía joven que yo no tenía, la tía cercana.
Cuando ella dejó el oficio y se retiró, me llamó. Aquello fue maravilloso
porque vivía en aquella casa como un hijo (que lo era, el hijo malcriado de la
casa) y al tiempo vivía en un pueblo magnífico donde conocí a Alejandro y a
Teófilo, toda esa gente con la que me crié. Viví de lo bueno lo mejor y de lo
malo pocas cosas; en la ciudad somos peores.
¿Cómo era el anterior muchacho, el niño, el hijo de Ángeles Teresa?
Era un
chico muy movido, muy activo, torpe, se me caían los vasos, estaba pensando en
hacer la tercera cosa cuando aún no había hecho la primera, tenía que hacer las
otras dos y no me acordaba de la anterior. Fui un excelente estudiante, muy
brillante en la escuela de agricultura y en la universidad.
Biología hasta tercero; dejé la carrera
porque siempre he tenido que financiar mis actividades universitarias, parte la
hice con becas y parte buscándome mis chapas, mis clases, cantaba… En una época
estuve trabajando como becario en el Consejo Superior del Instituto Pirenaico.
Era el año 1967, yo ya había cantado y aquello acabó de decidirme a emprender
mi carrera profesional.
En su primer paisaje humano su madre fue fundamental.
Era la que ponía el
orden cotidiano, el trabajo, que era mucho, y el ejemplo, que también era
mucho. Mi padre era lampista y trabajaba en Catalana de Gas. Muy mañoso, podía
hacer cualquier cosa, desde una nevera hasta toda la instalación eléctrica de
la casa, pintaba las paredes, alicataba el baño, lo hacía todo. Con todo lo
habilidoso que ha sido mi padre, yo he sido muy torpe. El ejemplo no me lo daba
con esto, me lo daba con su comportamiento, con su respeto a la gente, a su
mujer, estas cosas tan importantes, el espejo con el que aprendes cómo son o
cómo deberían ser las cosas. Mi madre también era un poco hiperactiva, con un
genio más levantisco, me recuerda a la madre de Juan José Millás, cuando él
cuenta que ella era desconcertante porque abría la nevera y decía: “¡Ay, cuánto
pan, qué haremos con tanto pan!”. Y al día siguiente decía: “¡No hay pan, no
hay pan!”. Tanto por exceso como por defecto mi madre pensaba que la hecatombe
estaba a la vuelta de la esquina, aunque era muy instintiva y repentina, en
realidad era capaz de conducir un ejército. Tenía un carácter muy sólido, menos
duro de lo que ella quería aparentar, pero muy consistente. Y a pesar de todo
lo que he dicho, muy cariñosa.
Ese episodio de la infancia y la adolescencia que es central no sólo en
su vida sino en sus canciones, ¿le devuelve imágenes, postales de casa, con
otros, de cosas que hayan ocurrido y que le vengan de vez en cuando a la
memoria?
Sí, pero vienen más si las reclamas. Y ahora las he reclamado para
conmemorar mis 50 años en el escenario. Y previamente estoy preparando la
presentación de “un objeto” para Navidad que contiene 50 canciones y 50
relatos, no sabemos muy bien aún cómo será ese objeto. Las 50 canciones no son
lo que podría ser un relato histórico, en principio traté de hacer una lista
cronológica y que la cronología llevara de una canción a otra, pero era
bastante aburrido al oído y seguramente como documento. Sin embargo, lo que sí
puede ser interesante es que escoja 50 canciones entre las cuales habrá algunas
que puedan resultar muy curiosas. Por ejemplo, una de ellas va a ser el La la
la, que voy a cantar en alemán, la grabé en alemán y es la versión que voy a
poner; aquello fue un hito en mi vida, pero me niego en estos momentos tanto a
prescindir de ella como a señalarla de una u otra manera. La hago en alemán
para que quede constancia y que cada cual piense lo que quiera. Hay otras
canciones, 25, que las hago con dúos con diferente gente. Y hay 50 relatos, no
son memorias, son 50 ocurrencias u ocurridos que me han pasado en la vida o que
yo he pensado, no creo que ninguna excesivamente dramática.
¿Qué le ha sorprendido entre lo que se ha encontrado?
La claridad con la
que aparecen, los ves con una nitidez extraordinaria y se pierde más lo
accesorio pero lo que es lo mollar viene caminando solo. A veces, no sé cómo
explicarlo bien, ves que el recuerdo tenía una falda plisada y ojos azules,
pero no sabes cómo se llamaba.
Oyéndole hablar de sus padres parece que ahora es cuando ya es usted una
combinación de los dos.
Estaría bien. Nunca eres la combinación de tus padres,
un hijo es el resultado de sus padres evidentemente, pero yo también soy el
resultado de todo lo que me ha ocurrido en la vida. Lo que me ha ocurrido en la
vida me ha hecho ser de una forma o de otra, continuamente nos va mutando, nos
levanta, nos baja, nos mejora, nos empeora…
¿Cómo vivieron ellos la evidencia de que era un artista apreciado?
Antes
de ser un artista conocido y apreciado, a mi madre le produjo un patatús saber
que yo iba ser un músico y mi padre respondió con una extraordinaria serenidad
dándome toda la confianza cuando les anuncié que iba a dejar la universidad y
que me iba a dedicar plenamente al oficio de cantar y viajar. Hasta entonces yo
había sido la gran esperanza blanca de mi familia, el que iba a convertirse en
profesor de instituto, y a mi madre le rebrincó bastante aquello. Cuando
ocurrían estas cosas mi madre no decía nada, optaba por sentarse en un sillón,
mirar hacia otro lado y llorar, pero no decía nada. Mi padre le dijo: “Mujer,
estate tranquila que el chico sabrá lo que hace”.
¿Qué hubo después cuando vieron que su padre tenía razón?
Orgullo. Mi
padre dejó el trabajo, ya podríamos vivir sin que tuviera que tragar más gas,
compramos un R-5 de segunda mano y mi padre se dedicó a hacer de chófer de mi
madre, la llevaba siempre, hasta tal punto que cuando murió mi padre ella
apareció un día muy jodida por mi casa, muy compungida, había olvidado las
líneas de autobuses, los metros, había olvidado casi que levantando una mano se
podía parar un taxi. La llevaba a todas partes. Mi padre murió el 29 de abril
de 1980. De cáncer.
Llevaba 13 años en los escenarios.
¡Más!, desde 1965, en 1967 ya fue
profesionalmente, ya había escrito Cançó de matinada, Ara que tinc vint anys,
que habían sido éxitos.
La inspiración me llegaba de un
imaginario en el que había una gran parte de recuerdos, pero también una parte
de pesebre, de jugar con las figuritas y adornarlas, por ejemplo, yo no tenía
una tía como La tieta pero las veía, las adornaba, las llenaba de tópicos. De
alguna manera es lo que sigo haciendo.
Creó un universo que coincidió con el mundo de otros. Como Mediterráneo.
Los del Atlántico lo escuchábamos como si fuera nuestro.
Otras ya venían de
otros caminos y de otros lugares, algunas con pretensiones más amplias, pero en
ningún momento me planteé si unas eran muy locales y otras muy globales, a fin
de cuentas no lo sabía. Luego entendí que la única forma de que algo pueda ser
realmente internacional y que le interese a gente de todo el mundo es que sea bien
provinciano porque lo entiende cualquiera en cualquier parte.
Ahora se enfrenta a toda su trayectoria. ¿Qué estado de ánimo le produce
ese regreso?
Cuando esto salga ya habrá pasado toda la época laboriosa. Han
sido meses muy trabajosos para preparar algo que aparecerá de una forma muy
sencilla, pero todo lo que he tenido que escribir, grabar, cantar con otros o
que mezclar es una barbaridad. Ahora ya no me bajo del carro, pero cuando esto
sea algo real lo único que tendré será una gran satisfacción. Y el cantarlo me
dará mucha más satisfacción. El disco se llama Trencadís, es el mosaico que
hacía Gaudí a partir de fragmentos que unía. Cada fragmento, cada canción de
este Trencadís llevará un número que se verá en la pantalla, y la gente podrá
escoger 10 y votarlas por Internet en cada concierto. Yo preservaré cinco, y
otras cinco que no hará falta que voten porque irán fijas (Mediterráneo y
otras). Las 10 más votadas se tocarán cada día. Este es el ambiente que quiero
generar en estos conciertos, nada más alejado de la solemnidad y grandiosidad,
será enorme y grandioso porque nosotros lo vamos a hacer posible.
Usted ha alegrado la vida de mucha gente en tiempos difíciles. Y también
ha tenido sus momentos duros: el exilio, la enfermedad… ¿Qué estímulos ha
tenido en esas situaciones?
En 1975, cuando me tuve que quedar fuera a raíz de
los últimos fusilamientos de Franco, eso me afectó bastante en la parte
creativa; era muy difícil escribir, todo lo que tengo escrito de aquella época
es francamente malo, como si con todo lo que ocurría me hubiera quedado vacío.
Tuve que inventar una gira por México de varios meses para alargar el proceso
de la muerte de Franco, que parecía que no acababa nunca, hasta la transición
que llevaba a la desaparición de los mecanismos represivos. Tuve dos cosas muy
buenas, la primera haber conocido en aquella época a un grupo maravilloso de
gente en el exilio en México, de Max Aub a Mantecón; y la suerte de conocer un
país y de intimar con él. Llegó un momento en que ya no pude aguantar más y me
vine. Recuerdo con la misma amargura también los años que no podía ir a
Argentina o a Chile cuando estuve vetado por aquellos Gobiernos. La prohibición
me parece un castigo injusto para el que nunca estás preparado. ¿La enfermedad?
Ya ves, ni me acuerdo.
El exilio es un mundo en el que siempre se vive pensando en lo
provisional que es todo. Cuando compruebas que esta situación de
provisionalidad se ha prolongado tanto que te ha hecho perder casi todas tus
ilusiones, que has creado una familia en otro lugar y que te tienes que
reciclar seriamente, ya es muy difícil mantener una comunicación respecto al
país que dejaste. El exilio ha sido muy duro para todos los que tuvieron que
salir.
A ellos (y a los que estábamos aquí) les debieron reconfortar sus
versiones de Miguel Hernández y de Antonio Machado…
Yo elijo a estos dos poetas
fundamentalmente porque me los creo, porque pienso que son buena gente y porque
lo que están contando es actual, porque sus historias son de una extraordinaria
calidad que a mí me hubiera gustado escribir. No lo hago con ninguna pretensión
divulgativa, lo hago tratando de hacer buenas canciones.
Con serias preocupaciones en todos los sentidos, como
Estado, como sociedad. Como democracia que debe defender a los ciudadanos de
uno en uno por encima de cualquier cosa y por tanto con una sanidad justa, una
enseñanza obligatoria, gratuita y para todos, y una justicia rápida y eficaz,
lo veo con suma preocupación. Si realmente se han aplicado los métodos para
conseguirlo, lo que veo cada día me tiene absolutamente aterrado, desconfío de
la especie humana y no me siento nada partícipe del proyecto de futuro. Creo
que el miedo está haciendo mucho daño a la sociedad, le impide organizarse y
habrá que plantear las cosas de otro modo porque, si no, esto es como una
riada, puedes ponerle todos los muros que quieras al río, pero cuando llueve
fuerte, el río baja por allí y el muro se va a tomar por culo.
¿Y el tema catalán?
Es un tema muy mal llevado, especialmente desde el
Gobierno de Zapatero cuando promete apoyar la mejora del Estatut, la división
de poderes y luego el Constitucional toma otro camino, resuelve tarde y mal y
aquellas tempestades traen estos lodos. ¡Y cuidado, que no se equivoque nadie
que lea esto! Aquí están pasando cosas muy serias, hay lugares en Cataluña
donde ya se creen que son independientes. Retorno, si lo hay, yo no lo conozco.
Haríamos bien en tomar responsabilidades todos con independencia de cuál sea el
lado en el que nos situaríamos en caso de consulta. Hay que tomárselo en serio.
El Gobierno tiene metido en el famoso cajón asuntos que el tiempo resolverá, un
cajón muy grande en el que lo dejan. Esta es una cuestión en la que prevalecen
las vísceras por encima de las razones, por tanto estamos en manos de muy malos
consejeros. El momento económico actual ha dinamitado este aspecto.
El 19 de abril de 2006 le hice una especie de cuestionario de palabras.
Le dije independencia y usted dijo: “Escribió Espronceda: ‘Oigo patria tu
aflicción”, y añadió “y sirve para todo, para independencia, para patria…”.
Ahora puedes encontrar gente que no sea catalanista y que sea independentista.
Por ir a una de sus canciones más bellas, ¿cuáles serían hoy para usted
las pequeñas cosas?
No son pequeñas ya, las pequeñas cosas son las que nos
acaban haciendo feliz el día, que estés trabajando, que tu hija entre en
silencio y despacito, se ponga a tu lado y te pegue un susto de cojones. Cuando
se te pasa el susto te das cuenta de lo hermoso que es tener una hija así de
cariñosa y que juegue contigo de esa manera, con esta confianza. Esta es una de
las pequeñas cosas que me han ocurrido antes de que tú llegaras. Este sol,
tener la posibilidad de disfrutar lo que la vida puede llegar a ofrecerte. Aquí
la gran cuestión es ser agradecido cuando para otros todo esto es imposible.
O terminar una cosa, como su padre terminó la nevera. ¿Sabes cómo
funcionaba?
Con hielo, hizo un mueble, lo alicató todo con mosaicos, hizo un
recipiente donde metíamos la barra de hielo rota y esto iba soldado a un tubo
que salía fuera y tenía un grifo, aquello tenía un depósito, de vez en cuando
lo abrías, lo vaciabas y seguía impecable. Era lo más elemental del mundo. La
carcasa era de madera muy fina con corcho aislante por dentro. Mi padre inventó
también la ducha para casa. El confort de mi casa surgió gracias a mi padre,
las estufas de gas, la luz de gas, el horno de gas. Y luego las de tipo
digestivo venían del pueblo, las magdalenas, las tortas de aceite, las olivas.
Se llamaba José, le llamaban Pepe. Yo le llamaba papa o pare. Creo que empecé a
llamarle pare de mayor pero supongo que le llamaba de las dos cosas, igual que
a mi madre, mama o mare.
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