El Universal, 29 de abril de 2015
Meses después de cumplir 30 años –nació el 19 de septiembre de 1984–, agoniza el periódico La Jornada, otrora diario emblema de la izquierda mexicana. Y su muerte parece inevitable por factores que lo llevaron a la quiebra económica, al fracaso editorial y al rezago tecnológico.
Durante años, la crisis terminal de La Jornada era un secreto a voces entre directivos y trabajadores que se resistían a reconocer y socializar lo inevitable; que cada quincena el diario enfrenta problemas para el pago de su nómina, que no hay dinero para comprar papel y otros insumos básicos y que las deudas ahogan a la empresa.
Se suma la quiebra publicitaria –privada y pública–, y la cancelación de convenios con instituciones estatales. En contraste con la crisis que golpea a trabajadores de todas las áreas, existe otro secreto a voces que escandaliza a no pocos.
Se trata de un sistemático saqueo que habría operado un sector directivo que se repartió franquicias estatales de La Jornada, préstamos y jubilaciones aún cuando siguen cobrando y trabajando de manera normal.
Según un directivo, el rescate de La Jornada es casi imposible. ¿Por qué? Porque no hay nada que rescatar. “Ya se acabaron todo; el edificio está hipotecado, la imprenta no vale nada, las deudas son impagables y no queda nada que vender”.
Algunos colaboradores denunciaron en redes que el desfalco es de 30 millones de pesos. Es posible que exista ese desfalco –muchos gerentes de La Jornada se han ido luego de repetidos desfalcos–, pero frente al tamaño de la crisis general esa cantidad es minucia si se toma en cuenta que la nómina sólo del aparato administrativo –sin tomar en cuenta la dirección general, reporteros y fotógrafos–, se calcula en 36 millones de pesos anuales.
Hace días, y frente a la agonía inminente, la dirección propuso a los trabajadores reducir 30% de sus salarios. Si no aceptan, se les dijo, será inevitable el cierre a causa de la quiebra técnica; quiebra que la tarde de ayer trataron de desmentir directivos, pero que ratificaron trabajadores consultados y que saben que el barco se hunde sin remedio.
¿Qué le pasó a La Jornada?
La Jornada nació como un proyecto político-periodístico que intentó ser instrumento de un sector social liberal y de izquierda –apoyado en una impensable pluralidad–, para acompañar la alternancia en el poder, la caída del PRI y la transición democrática. Durante los primeros 14 años La Jornada fue “¡el periódico!”; cumplió su objetivo y era referente de amplios sectores sociales liberales y de izquierda. También en ese tiempo empezó la salida de sus fundadores, por diferencias editoriales.
Y es que luego de los primeros años empezó la debacle. La Jornada “inventó” en sus páginas el liderazgo social de Andrés Manuel López Obrador, al que entregó su línea Editorial para su personal proyecto presidencial, en los años 2000, 2006 y 2012.
En esos años el periodismo de La Jornada dejó su lugar a la militancia y la causa política; la pluralidad de ideas sucumbió ante el dogma y desde la segunda mitad de los años 90 no había lugar para el disenso. Ay de aquel que criticara a AMLO y/o a la cúpula del diario, porque era echado del paraíso. Por pensar distinto salieron decenas de colaboradores y trabajadores.
Al tiempo que La Jornada se confirmó como vocero de AMLO y se radicalizó al apoyar “dictaduras bananeras” y posturas criminales como la de ETA –entre otras–, se alejó de los jóvenes y olvidó la modernidad tecnológica. Huyeron los anunciantes y cayó la venta. Pero hay más. Al tiempo.
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