Las
reclutadoras del Estado Islámico/Loretta Napoleoni
Traducción de Carlos Gumpert
El
País | 4 de mayo de 2015
El
Estado Islámico promueve el derecho a construir una nación, el Califato, con el
antiguo mensaje de “casa y hogar”, de modo que alienta a sus militantes a
casarse y procrear. Pero las mujeres escasean y se impone, por tanto, la
necesidad de una campaña de reclutamiento rica en ideales nacionalistas y
repleta de anuncios matrimoniales. Su objetivo principal son las musulmanas
occidentales. Y lo cierto es que resulta más fácil reclutar a mujeres criadas
en Occidente que a las de los países árabes o en vías de desarrollo. Las
primeras son más activas en las redes sociales, la palestra ideológica más
frecuentada por las futuras heroínas yihadistas —y en la que se produce también
buena parte de la radicalización de los hombres—, y, en consecuencia, más
fáciles de rastrear y engatusar. Pero, sobre todo, las occidentales son más
cultas e independientes, características que las hacen especialmente sensibles
al proyecto nacionalista así como propensas a abandonar a sus padres, parientes
y amigos para entrar a formar parte de la nueva nación. Entre estas se
encuentra Fátima, una joven australiana de 20 años, antigua estudiante de
Biología, establecida en Siria a finales de 2013, que tuitea “el nuestro es un
proyecto patriótico, el nacimiento de una nación y nosotras somos las madres de
la patria”.
Muchas
de las artimañas que el Estado Islámico utiliza para seducir a las mujeres son
similares a las técnicas de seducción empleadas en la Red por los pedófilos.
Las víctimas son siempre jóvenes, preferentemente adolescentes, que pasan mucho
tiempo en Internet, por lo que están muy familiarizadas con todas las redes
sociales: Twitter, Instagram, Facebook, YouTube, etcétera. Quienes las
reclutan, sin embargo, no son hombres sino un puñado de mujeres jóvenes, todas
ellas occidentales procedentes de distintos países, que conocen a la perfección
la psicología femenina musulmana porque la comparten. Su cometido es engatusar
a sus coetáneas y convencerlas para que abandonen el consumismo y la cultura
occidental y se embarquen en una aventura patriótica junto a un guerrero, o
mejor dicho, junto a un héroe.
De
adoctrinar a las inglesas se encarga Asaq Mahmood, exestudiante de Medicina de
Glasgow, procedente de una familia paquistaní, radicalizada sin salir de su
habitación a través de vídeos de propaganda islámica. Fue una de las primeras
en abandonar a su familia y en unirse a las filas del Estado Islámico. Lo hizo
todo por su cuenta, sin ayuda de ningún reclutador, y cuando llegó a Al Raqa se
convirtió de inmediato en la voz femenina del Califato.
Asaq
es habilísima en el uso de las redes sociales como herramienta de persuasión y
seducción; dependiendo de la psicología de su presa, compone poemas
nacionalistas o divulga recetas de cocina de Oriente Medio mejoradas con
ingredientes occidentales, como crepes de harina de grano tierno con Nutella.
Antes de su huida tenía un blog en el que iba contando día tras día su propio
proceso de adoctrinamiento, un diario valiosísimo para la lucha antiterrorista.
Al leerlo, no cuesta darse cuenta de que su autora no es solo una chica
inteligente que se sentía incómoda en su propia piel, sino que posee también
una racionalidad completamente occidental y un espíritu de independencia adquirido
en los pupitres escolares de Escocia. Características que la indujeron a buscar
la respuesta a sus interrogantes existenciales en la Red.
Los
primeros pasos de todos los seguidores occidentales del Estado Islámico,
mujeres y hombres, tienen lugar casi siempre en el universo cibernético y están
motivados por la búsqueda de una nueva identidad, por la necesidad de dar un
sentido significativo a sus vidas. La seducción del Estado Islámico, en el caso
de Asaq, se produjo a nivel intelectual, la militancia la ha transformado en la
heroína de una aventura patriótica, el Califato, la primera auténtica expresión
concreta de la utopía política musulmana, un sueño idealista que lleva siglos
serpenteando entre las familias musulmanas y con el que todas las generaciones
acaban tropezando.
Es
muy probable que Asaq haya recurrido a esta narrativa nacionalista para
reclutar a las tres adolescentes británicas que en el pasado mes de febrero
emprendieron su propio viaje hacia Al Raqa: las dos quinceañeras Amira Abase y
Shamira Begun, y Kadiza Sultana, de 16 años.
Una
táctica diferente, en cambio, es la que aplica, en el caso de las musulmanas de
Ceuta, Loubna Mohamed, de 21 años, a la cabeza de una red de reclutamiento
española. Loubna era una maestra de jardín de infancia, que se esfumó de
repente para reaparecer unas semanas más tarde en las redes sociales. Desde Al
Raqa, Loubna habla a adolescentes con menor nivel educativo que Amira, Shamira
y Kadiza, a muchachas con sueños más sencillos, para quienes el matrimonio es la
meta más importante de sus vidas.
Sin
que se den cuenta, la seducción de estas cenicientas islámicas, encarceladas
por su madrastra occidental, se produce paradójicamente a través de la
manipulación de las herramientas clásicas de las fábulas europeas. La mujer de
carrera, que se codea con los hombres en los Consejos de Administración de las
grandes empresas, es una imagen repugnante, como repugnante resulta la idea de
acabar siendo una solterona. Eso se intuye claramente en los mensajes que desde
Al Raqa lanza Loubna. Y el adoctrinamiento funciona. En Ceuta, con una
población de 85.000 habitantes, 15 familias han denunciado la desaparición de
adolescentes, un porcentaje altísimo.
Es
difícil establecer con exactitud cuántas son las mujeres occidentales engatusadas
y seducidas por las reclutadoras del Estado Islámico; los ingleses sostienen
que son unas 550, pero estas estadísticas solo tienen en cuenta aquellos casos
de desapariciones divulgados por las familias. Por ejemplo, en Reino Unido las
chicas desaparecidas oficialmente son 20, pero se sospecha que las familias de
otras 40 no han denunciado su desaparición.
En
Alemania se estima que son 100 las mujeres que se han marchado con destino al
Califato, algunas con maridos e hijos, pero la gran mayoría solas. La franja de
edad más común es la que oscila entre los 16 y los 27 años, y entre ellas se
cuenta Fatma, desaparecida en diciembre de 2013, con solo 17 años y
milagrosamente hallada por sus padres en Siria.
La
reclutadora de las mujeres musulmanas alemanas es una compatriota suya que se
hace llamar Muhajira, emigrante. En su blog, titulado Una verdadera heroína,
discute simultáneamente de los fundamentos del islam y de fábulas de amor con
héroes yihadistas. Describe el viaje a Al Raqa como un libro ilustrado, repleto
de aventuras y descubrimientos.
Últimamente,
la llegada de nuevos reclutas masculinos —se calcula que en los últimos 12
meses han llegado desde Europa 6.000 jóvenes— ha obligado al Estado Islámico a
acelerar el programa de reclutamiento de novias. Así han nacido sitios web como
ask.fm, en el que los futuros maridos publican anuncios matrimoniales, el
match.com yihadista. En julio, el Estado Islámico ha abierto incluso una
agencia matrimonial en Al Bab, una aldea en la provincia de Alepo, y recientemente
el califa, Al Baghdadi, ofreció a las futuras parejas vivienda y 1.200 dólares
de dote.
La
importancia de la mujer, a estas alturas, va mucho más allá de la necesidad de
procrear, para convertirse en un elemento fundamental de estabilidad social.
Del mismo modo que la condición de solterona resulta repulsiva para las
mujeres, para el guerrero el estar sin esposa ni familia es señal de fracaso, y
a juzgar por los comentarios en Internet de yihadistas jóvenes en busca de una
mujer para casarse, también de una condición frustrada de hombre. Quién sabe,
tal vez la primera auténtica crisis social en el seno del Estado Islámico acabe
produciéndose a causa de la desproporción entre hombres y mujeres en su seno.
Si el califato no es capaz de emparejar a sus guerreros, el sueño nacionalista
podría fracasar. Una realidad surrealista, que podría ayudarnos sin embargo a
encontrar una nueva arma contra este. La política de “casa y hogar” no es
novedosa, y fue también uno de los cimientos de la aventura nacionalista en
Europa y América. Los nuevos Estados nacen de las familias que constituyen los
pilares de su sociedad. Sin ellos, el Estado no puede existir.
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