Migrar,
la nueva gran crisis/Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington DC
La
Vanguardia | 3 de mayo de 2015
La
migración ilegal a Europa desde África y Oriente Medio se ha convertido en los
últimos meses uno de los principales puntos de la agenda internacional. Sin
embargo, hasta hace poco parecía, sobre todo, una tragedia en el Mediterráneo
occidental con embarcaciones atestadas zozobrando y la pérdida de la vida de
cientos de personas cada mes. Muy triste pero no era un tema político
importante. Pero a medida que pasaba el tiempo nuevos asuntos pasaron a primer
plano y es ahora más que un desastre naval que debe ser resuelto con un
esfuerzo internacional. Se ha convertido en un escándalo internacional con
aspectos criminales incluyendo el asesinato, la explotación y la corrupción.
Además esta odisea moderna tiene complicaciones políticas en las que pocos
pensaban hasta ahora.
Así
que el acceso a Europa a través del Mediterráneo occidental se vuelve más
peligroso, se utiliza cada vez más la puerta trasera para llegar desde Grecia,
Macedonia o Hungría. Pero allí también hay peligros y no pasa semana sin la
pérdida de vidas humanas. Tampoco es sólo un problema europeo, es una
emergencia asiático-pacífica. Cientos de miles de personas huyen por razones
económicas o políticas de Bangladesh, Birmania, Camboya, Laos, Pakistán,
tratando de llegar no sólo a Australia o los países ricos en petróleo de
Oriente Medio, sino también a Brunei, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y
Japón. El tráfico de personas se ha convertido en una industria importante. La
gente paga miles de dólares para alcanzar uno de los objetivos desedos. Desde
Somalia y Eritrea hay que pagar 4.500 euros. Pero los traficantes con
frecuencia no cumplen sus promesas y abandonan a los emigrantes lejos de donde
quieren ir, tras haberlos despojado de sus posesiones. Ellos son los
responsables de tanta miseria y a veces de tanta muerte. ¿Deben quedar impunes?
¿Qué pasa con los refugiados musulmanes que lanzaron a los pasajeros cristianos
de África occidental por la borda para crear más espacio o simplemente porque
les odian? ¿Deben quedar impunes? En algunos lugares los miembros de las
minorías musulmanas también han sido víctimas, como la minoría Rohinhya que
intenta escapar de Birmania a Bangladesh.
En
cuanto a las implicaciones políticas todo parecía obvio al principio: ¿No era
deber moral de los países ricos del norte ayudar a los perseguidos del sur?
¿Pero la mayoría de ellos han sido perseguidos por motivos políticos, étnicos o
religiosos, o por ser los más pobres de los pobres? ¿O lo eran los más
emprendedores, capaces de pagar el dinero exigido por los contrabandistas? Los solicitantes
de asilo tenían el apoyo de algunas de las iglesias en los países escandinavos
y de algunos partidos de izquierda europeos. Pero se convirtieron en una causa
cada vez más impopular. Si la socialdemocracia está en retroceso hoy en Francia
y Alemania, si puede perder las próximas elecciones británicas, si lo está
haciendo mal en países como Austria y Suiza, tiene que ver en gran medida con
su “política blanda” hacia la inmigración ilegal. En cambio, si los partidos de
derecha radical están subiendo en Francia, Gran Bretaña, Italia y en otros
lugares, también está relacionado con la “línea dura” que han adoptado hacia
los inmigrantes. Cien veces se ha dicho que estos refugiados hacen trabajos que
los locales se niegan a realizar, pero estos argumentos no tienen gran efecto.
Como los nativos argumentan, nunca se les preguntó si querían tener en su seno
a muchos extranjeros que rechazan integrarse en la sociedad.
¿Cómo
afrontar el cada vez mayor número de solicitantes de asilo? Una de las razones
son las crisis políticas en el norte de África (Libia) y Oriente Medio (Siria,
Afganistán, Iraq, Yemen y Somalia). Hasta aquí es perfectamente correcto
considerar a los refugiados como solicitantes de asilo tratando de escapar de
la persecución. Pero una mayoría vienen en busca de una vida mejor, escapando
de la pobreza. Es dudoso que un continente que sufre un desempleo considerable
y sólo muy lentamente se está recuperando de la crisis económica sea capaz de
ayudarles.
La
UE ha sido del todo inútil para abordar el problema. Algunas de las medidas
adoptadas rayan en lo ridículo, como la supuesta falsificación de las
estadísticas de inmigración por el Gobierno sueco. Según la normativa europea
cada solicitante de asilo tiene derecho a la alimentación, sanidad primaria y
sobre todo un trabajo en los nueve meses siguientes a su llegada, y también a
vivienda en un centro de acogida. La política oficial es de no devolución. De
todos modos sería casi imposible porque la mayoría de los refugiados han
destruido sus documentos de identidad. Esta política choca con un estado de
ánimo de hostilidad hacia los extranjeros, vistos como una carga para la
sociedad, así como hostiles a sus valores y forma de vida. El hecho de que
cientos de jóvenes hayan hecho el camino de regreso a Oriente Medio y el norte
de África para luchar en las filas de grupos terroristas no ha ayudado a
mejorar su imagen.
En
esta complicada situación nadie aún ha encontrado una política que haga
justicia a todos los implicados en una de las grandes crisis del 2015.
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